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Capítulo 20


"Una promesa es absoluta, un corazón no."

Dalial

—¡Incendiaron de nuevo la cocina! ¡Rompieron varias reliquias familiares, y por si eso no fuera suficiente, extraviaron el colgante de jade de Lan-Sui! —Dalial fulminó con la mirada a las dos jóvenes que permanecían arrodilladas frente a ella. —Ha pasado un solo mes desde que las dos llegaron aquí, y juntas ya han causado más problemas que un sirviente normal en un milenio. ¡Que terrible falta de respeto! ¡Defraudan sus modales, defraudan al clan, defraudan a sus tutoras y a sí mismas! ¡Ambas son princesas imperiales ahora, correr por ahí y jugar como si fueran niñas no es un comportamiento adecuado! En especial para ti, Miko.

Miko se encogió al escuchar su nombre en los labios ajenos. Dalial era un ejemplo de realeza perfecta, la admiraba, pero al mismo tiempo le temía.

Una bruja que alcanzó la inmortalidad cientos de años atrás, una general que estuvo en la guerra, dirigió tropas, y ahora, se ocupaba de regañar a sus compañeras como si se tratara se bebés.

—Eres compañera de la hermana de la emperatriz. Tu figura está bajo el foco constante de atención, no tienes tanta libertad como Rilu y yo, aprende a no manchar la reputación de Lan-Sui.

—Pero a ella no le importa.

—¡Silencio! —Dalial agitó su abanico del mismo color que su atuendo. —Escúchenme bien, a partir de hoy tienen prohibido el acceso a las cocinas. Y a modo de castigo, se van a quedar aquí, reflexionen sobre lo que hicieron hasta la noche, cuando la luna se ponga pueden irse.

Y sin más se dio media vuelta, desapareciendo por la puerta que se emitió un golpe sordo al cerrarse bruscamente.

—Cada día es peor. —Rilu se cruzó de brazos y dejó de arrodillarse para adquirir una postura más cómoda. —Con ese mal humor no entiendo como no ha quedado soltera.

—Mi hermano la ama lo suficiente como para ver belleza incluso en su carácter tormentoso. —Katana entró sin hacer ruido, su porte regio se volvió más tenso al ver a su compañera jugando con las cosas a su alrededor en lugar de estar reflexionando. —Rilu.

La bruja se sobresaltó, dejando los objetos en su lugar se puso de pie y caminó hasta el demonio. Katana estudió su rostro antes de negar con la cabeza.

—No vuelvas a hacer eso, puedes jugar todo lo que quieras, romper tus cosas y las mías, pero con Lan-Sui no te metas. Puedo protegerte de todos aquí, menos de ella.

Rilu asintió.

—Aún así es verdad lo que le dijimos antes a Dalial, nosotras no tomamos el colgante. Es más, ¡ni siquiera sabíamos de la existencia de esa cosa! Y sabes que no te daría problemas con tu prima, odias perder, no te metería a una pelea que no puedes ganar.

—Te creo. —Katana acarició la cabeza de Rilu. —Pero dudo que mi prima igual. Ese colgante era un regalo de alguien especial de Lan-Sui, sino lo encuentra temo que...

De un portazo una figura masculina entró a la sala de castigo. Katana alzó una ceja al ver al nuevo intruso, Rilu hizo una reverencia junto a Miko, quien seguía arrodillada en su lugar.

JiuJiu las vio a ambas antes de indicarles que volvieran a lo que estaban haciendo. Refunfuñando, el demonio alisó sus túnicas y se dejó caer a un costado de Miko.

—¿Te castigó Lan-Sui?

JiuJiu le sacó la lengua a su prima.

—Vine buscando refugio de Lan-Sui. ¿Qué rayos le hicieron? Está enojada hasta con las piedras. Acaba de destruir la mitad del castillo del lado este, Zaia logró evitar que matara a una de las chicas que siempre la persiguen, pero su humor continúa siendo muy malo. Hace más de cien años que no se enojaba así.

—Le robaron su colgante de jade. —Miko respondió con un tono neutro, su rostro no reflejaba nada, pero sus manos se cerraban en puños apretados. Llevaba un mes viviendo ahí, y en todo ese tiempo Lan-Sui a penas y la trataba, culparla a hora por robarle su joya era un golpe bajo. —Cree que fuimos nosotras.

El rostro de JiuJiu se puso verde, luego blanco y al final recuperó su color normal con leves matices de gris.

—Con razón está tan furiosa. —JiuJiu se encogió de repente y buscó refugio detrás de Miko. —Ya encontró a la culpable, y créeme, no está contenta.

—¿Por qué te escondes?

—Porque ahora viene hacía aquí.

Si con la llegada de JiuJiu las puertas fueron tratadas sin cortesía, cuando Lan-Sui hizo acto de presencia quedaron reducidas a trocitos de hielo por el impacto que las estrelló con demasiada fuerza.

Katana se hizo a un lado con Rilu, JiuJiu desapareció en el aire, Miko fue la única que se quedó en su lugar. Lan-Sui gruñó al ver que el salón estaba ocupado, pero como no podía hacer nada ante un castigo dado por su madre, fue hasta el lugar que JiuJiu había ocupado anteriormente y se dejó caer.

Las túnicas se arrugaron ante la brusca caída, pero Lan-Sui no tuvo la molestia de recomponerlas como era debido. En su cuello brillaba un dije verde con forma de zorro, pero ni siquiera porque su preciada joya regresó a su dueña su expresión se suavizó.

Haciendo uso de razón, Katana abandonó el lugar arrastrando a Rilu consigo. La chica se giró en dirección a Miko y le susurró un "perdón" con los labios.

El silencio reinó cuando ambas se quedaron solas.

Lan-Sui podría tener todo el mal genio que quisiera, pero Miko enojada era igual, o peor que ella. Después de haber sido señalada como ladrona, no fue solo la dignidad de la princesa la que fue mancillada, pedir una disculpa por parte del demonio era lo menos que se le podía conceder en compensación por los sucesos en los que se vio involucrada sin ser más que una víctima.

Miko esperó un minuto, al ver que su compañera no habló, decidió otorgarle tres minutos más. Al comprobar que, afectivamente, Lan-Sui no tenía ni la más mínima intención de disculparse, decidió ser ella quien tocara el tema para obligarla

—Lan...

—Lo siento. —Lan-Sui mantuvo sus ojos molestos clavados en el frente. —Si era lo que querías escuchar ya lo he dicho. Ahora cierra esa bella boquita y déjame en paz.

—¡Si solo lo dices, pero no lo sientes de verdad no es una disculpa en lo absoluto! Y en ese caso no quiero que digas nada.

—¡¿Qué esperabas?! ¿Quieres que me postre para rogar perdón? Podrás ser mi compañera, pero no estoy obligada a postrarme ante tu persona.

—¡Pues yo no estoy obligada a soportar falsas acusaciones de tu parte cuando todo lo que tienes de prueba es una oración vacía por parte de una sirviente! ¿En quién confías más? ¿En esas concubinas o en mí?

—Solo dime, Miko. ¿Cómo esperas que confíe en ti cuando tú no confías en mí? —Lan-Sui por fin la miró. —Pensaba que eras diferente a las personas ajenas a mi clan, pensé... Pensé que no me juzgarías apenas llegar. ¡Lo compartimos todo desde hace un mes! ¡Cama, habitación, título! ¡Y aun así no compartimos nada!

¿Y de quién es la culpa?

—Mía no del todo.

—Me comparas todo el tiempo Lan-Sui, me engañas, y a ti misma. ¿Cómo esperas que confíe en ti? —recriminó Miko, cansada de tanto pelear sin llegar a nada.

Con la llegada de Miko a la ciudad blanca, un nuevo capítulo comenzó en su vida. Al principio creyó que podría entablar una buena relación con Lan-Sui, si no llegaba a ser un vínculo sentimental, entonces al menos amistoso.

Los primeros días se llevaron bien, Lan-Sui parecía tratarla con mucho apego y a Miko no le molestaba, incluso llegó a acostumbrarse a algunos mimos por parte del demonio.

No fue, sino hasta dos semanas más tarde cuando descubrió la verdad detrás de ese comportamiento inusual y único de Lan-Sui hacía ella. Todo el tiempo la comparaba con una general muerta de hace siglos.

Miko no entendía como Lan-Sui podía encontrar algo de parecido en ambas, pero luego de leer con atención algunos libros, supo que de verdad si tenían puntos en común.

Molesta, regresó a su habitación. Discutió con Lan-Sui al día siguiente, y desde entonces cada dos horas eran gritos y acusaciones de ambas partes.

La ciudad blanca ya estaba cansada de escuchar tantos gritos, y correr por sus vidas cada que una parte del castillo se destruía solo para reconstruirse veinte minutos después. Zaia comenzaba a perder la cabeza con ambas, no pudo hacer entrar en razón a su hermana y a Miko no podía reprocharle algunas cosas en las que tenía razón.

Si la relación era tensa al comienzo, ahora ni siquiera podía considerarse buena.

—Confiaba en ti. —Miko se acomodó las vendas de su brazo. —Ahora no puedo decir lo mismo.

—Genial, porque yo tampoco.

—Lan-Sui, Miko. —La silueta de una mujer joven, apareció en el centro de la habitación. Sus ojos, tan iguales a los de su hija, miraron a Miko. —Levántate, Lan-Sui, tu igual.

Obedecieron.

—Pueden retirarse, espero que sea la última vez que hagan un escándalo de este tipo. Miko, Lan-Sui no tiene la culpa de todos los chismes. Y Lan-Sui... Aunque ella no sea Mo-Quing no puedes tratarla como lo haces. Es tu compañera después de todo. ¿Entendieron?

—Sí madre. —Lan-Sui se inclinó con respeto antes de salir a toda prisa.

Miko por su parte asintió con la cabeza y volvió al suelo, esta vez sentándose en una posición con las piernas cruzadas.

—¿Sigue comparándome con ella?

La madre de Lan-Sui suspiró y le hizo compañía.

—Los demonios solo se enamoran una vez. El corazón de mi hija fue robado hace mucho, me temo que le es inevitable compararte con Mo-Quing la mayor parte del tiempo. Incluso a mí se me hace difícil. Tienen muchas similitudes.

—Pero no soy ella. —Miko se limpió la única lágrima que la traicionó. —Detesto eso. ¡Ni siquiera puede odiarme porque le recuerdo a su único amor! ¡Es injusto! ¡Si va a amarme que lo haga por quien soy! ¡Y si va a odiarme lo mismo!

—No puede odiarte. —La mujer acarició la cabeza de Miko. —Pero espero que aprenda a amarte.

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