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Capítulo 16 (Presente)


"Si los enemigos te atacan de frente, los amigos lo hacen por la espalda"

Lan-Sui

—¡Soy una idiota!

Katana cerró la puerta del despacho imperial luego de entrar. Manteniendo una postura serena y estoica se acercó a donde su prima luchaba consigo misma y contra el odio que se tenía.

Lan-Sui no la miró, por el contrario, siguió golpeando su frente contra la mesa de su escritorio. Katana la dejó golpearse diez veces antes de detenerla.

—¿Apenas te das cuenta?

Un gruñido bajo salió de la emperatriz que fue interrumpida en su momento de castigo y frustración.

—No entiendo como no lo vi mucho antes.

—Llevas diciendo eso tres días. —Katana recogió el desastre de pergaminos regados en el suelo, mientras los enrollaba seguía con la mirada fija en Lan-Sui. —Si ya sabes quién es la mente maestra, entonces informa a la ciudad estelar, el castigo será aplicado de inmediato.

—No. —Lan-Sui tronó sus dedos, uno a uno. —No tengo pruebas, una acusación directa puede ser nuestra desgracia si logra actuar para encubrir los hechos. Además, hay algo que aún no me cuadra. Mientras me aclaro lo mantendremos en secreto, si descubrimos algo más, la corte estelar será la primera en saberlo.

Katana estudió a su prima con atención. Lan-Sui era un demonio fuerte, uno de los más poderosos de todas las generaciones, pero en ese momento había medias lunas debajo de sus ojos, bostezaba a menudo, y a juzgar por su aspecto cansado, podía decir que llevaba un buen número de noches en vela.

Sin piedad tomó la cara pálida entre sus manos y la giró de un lado a otro, Lan-Sui quiso apartarse de inmediato, pero Katana no cedió hasta haber terminado su revisión.

—Katana.

—Fusionar tu conciencia con el territorio quita mucha energía, por la magia que aún prevalece en tu cuerpo puedo decir que vas días enteros haciendo esto. Miko está aquí Lan-Sui, no te mates antes de tiempo. La luna llena ya pasó, y de hoy a la siguiente aún quedan varios días, si alguien decide atacarte serás un blanco fácil en este estado.

—Lo sé, lo sé. Pero con tantos atentados no puedo estar quieta, además... —Lan-Sui se interrumpió, sus ojos perdieron por completo el brillo que ganaron con la llegada de Miko.

—¿Lan-Sui? Lan...

Las palabras quedaron a medio decir, Katana se interrumpió al mismo tiempo que Lan-Sui saltaba por una de las ventanas y se perdía en el bosque.

"La frontera está en riesgo, Rin-Lu no responde. Quédate en el palacio y espera órdenes"

Katana le gruñó a su prima, pero no obtuvo ninguna otra respuesta, su mente quedó sellada y en silencio.

Un suspiro traicionero abandonó sus labios, si Lan-Sui quería correr al infierno entonces correría, nadie podría detenerla. Ahora que se había ido solo le quedaba resignarse y esperar órdenes. Dio media vuelta para salir del despacho, pero, antes de que su mano alcanzara la perilla, Miko acababa de tirar desde el extremo opuesto.

—Oh. — Miko saludó a Katana con una sonrisa. —¿Está...?

—Acaba de saltar por la ventana, fue a la frontera, volverá antes de la cena o tienes permitido matarla.

Miko asintió en silencio, sus manos jugueteaban con las borlas doradas de la túnica imperial que usaba, la preocupación era evidente, y cuando levantó la mirada una vez más, permitiendo que la luz reflejada en el hielo iluminara sus rasgos, Katana supo que ella tampoco había tenido un sueño reconfortante en los últimos días.

—¿Es por mi culpa?

—No y sí. —Katana cruzó las manos tras la espalda. —Los humanos están haciendo todo este teatro para "rescatarte" aunque las reglas de la cacería son inquebrantables. Pero tú no eres quien los incita, además, podrás desencadenar otra guerra y Lan-Sui jamás llegaría a culparte. No te preocupes, su majestad debería ir a dormir en su lugar. Si mi prima te ve así va a ponerse de malas, y si se pone de malas yo vengo siendo el saco de boxeo.

—Entonces me despido. Y, agradecería que lady Katana le hiciera llegar un mensaje de mi parte. —Katana la escuchó, Miko tomó eso como señal y prosiguió. —Hay tarta.

—¿Nada más?

—Nada más.

Se despidieron, cada una partiendo en direcciones opuestas. Katana dio unos pasos antes de mandar el mensaje de la emperatriz a su prima.

"Tienes que volver para la cena."

Lan-Sui se demoró bastante en responderle.

"¡¿Qué?! ¡Ni siquiera sabes la situación aquí y tú quieres que...!"

"Hay tarta."

De nuevo la respuesta tardó.

"Dile que si no es de fresa me sentiré muy ofendida."


***


Las divisiones que señalaban las fronteras entre clanes eran líneas muy marcadas entre paisajes. El clan nieve era un lugar frío, mientras que el clan cielo era un clan templado, primaveral y floreado la mayor parte del año, solo durante los meses finales ambos paisajes parecían sacados de la misma pintura.

Cada reino estaba conectado a su líder, y desde hacía siglos no había llegado a ser necesario activar las barreras enteras que rodeaban el territorio del invierno casi eterno. El clan cielo era un clan neutro que rara vez llegaba a involucrarse en conflictos a menos que fuera necesario, su clan no bajaba los escudos y por sus terrenos podían transitar ejércitos enteros de distintos clanes, siempre y cuando no mancillaran sus tierras sagradas.

Dichos ejércitos ahora aguardaban en el límite entre la primavera y el invierno, buscando la menor oportunidad para entrar y atacar.

Al llegar Lan-Sui, su visión se enfocó en un solo punto, sus ojos se llenaron de ira y las espadas atadas en su cintura no tardaron en abandonar sus fundas. Desde pequeña desarrolló un aura asesina incontrolable, su madre la suprimía con nanas, su madrina intentaba relajarla con música, y su padre la detenía con ondas de energía pura, pero ni los tres juntos lograban aplacar el poder abrumador que manaba de ella.

Si Lan-Sui se enojaba, lo mejor era mandarla a una montaña aislada, esperar entre tres días a una semana y luego traerla de vuelta, agotada por gastar toda su energía en pulverizar el lugar. Solo hasta que perdía por completo sus fuerzas es que llegaba a relajarse.

El poder de su aura se regó, atravesando el campo de fuerza. Los hombres que peleaban en el lado opuesto elevaron la mirada, congelados en su lugar, sin atreverse a hacer un sonido siquiera. Algunos más valientes escupieron al suelo y alzaron sus espadas, apuntando a la figura blanca que se elevaba en el cielo, como una diosa asesina.

Fueron los primeros en morir.

No tuvieron tiempo para prepararse, no tuvieron tiempo para pensar en lo que acaban de hacer, no tuvieron tiempo.

Lan-Sui descendió cortando sus gargantas.

La acción llegó antes que el sonido. Ráfagas de nieve, marcas de escarcha, sonidos de metal rasgando carne. Cuellos regando sangre, sonidos de chapoteo y gritos, muchos gritos.

Sin necesidad de seguir sosteniendo las espadas, estas obedecieron por sí solas, Lan-Sui se abrió paso entre el sembradío de cuerpos hasta los únicos que le interesaban.

Rin-Lu estaba clavada en el suelo, su posición era deshonrosa, de cualquier ángulo que mirases se vería muy bien los puntos más íntimos de una mujer. Tenía el rostro lleno de quemaduras que iban cicatrizando a la velocidad de una flor en primavera, lenta y pausadamente. Las ropas que usaba se habían pulverizado desde hacía mucho, convirtiéndose en cenizas llevadas por el viento, su piel desnuda mostraba cicatrices y llagas. Lan-Sui convocó a la nieve de su clan para cubrir el cuerpo. Rin-Lu maldijo entre dientes, pero al despertar y toparse con un rostro conocido sus maldiciones sonaron como gritos de reproche.

—Si tienes tantas fuerzas para gritarme, ¿por qué no las empleaste para erradicar a estos malditos? —Lan-Sui notó que las heridas, que antes se veían graves, ahora sanaban casi de inmediato.

—No podía ni, aunque quisiera. —Rin-Lu hizo muecas de dolor cuando Lan-Sui la separó de la tierra, tendiéndole una túnica interior para que se cubriera. —Esa hija de pantano supo bien como hacerme perder toda mi reserva.

—¿Quién...?

Un cuchillo voló en dirección a la cabeza de Lan-Sui. El arma se autodestruyó mucho antes de llegar a dar en el objetivo.

—Con que, —Lan-Sui se tranquilizó un poco al ver que la castidad de su amiga seguía intacta, pero al ver que los sobrevivientes seguían corriendo hacía su muerte, la llama domada volvió a arder, lista para consumirlo todo. —los mortales siguen sin valorar sus vidas.

—¡Regrésanos a nuestra reina! —El hombre que atacó alzó la voz incitando al resto a imitarlo.

—¡Regrésanos a nuestra reina!

—¡Regrésanos a nuestra reina!

La expresión de Lan-Sui se crispó.

—Miko. ¡Miko no es su reina, ustedes no son dignos de nombrarla siquiera o reclamarla como reina suya! ¡Ella...! ¡Ella es mi emperatriz!

El mar de cuerpos estaba ardiendo cuando ambas por fin se retiraron del lugar.

—Rin-Lu. —Lan-Sui envainó las armas limpias, como si no hubieran sido usadas para exterminar a un ejército entero. — ¿Quién te hizo eso?

—No lo sé. —Rin-Lu se frotó la cien. —Recuerdo una voz ronca, una figura femenina, y es todo, nunca pude verle el rostro porque estaba cubierto por...

—Un velo rojo. —completó Lan-Sui.

—Sí. Espera, ¿cómo lo sabes?

La red de espías que Lan-Sui tenía en todos los clanes era enorme, rápida y eficaz, pero por primera vez no fueron sus informantes los que le hicieron saber la identidad de la culpable. Por sí misma llegó a la conclusión luego de varias noches en vela, dando una y mil vueltas a varios asuntos que, a simple vista parecían no tener absolutamente nada en común, pero que, si se unían, guiaban a una misma persona.

A una misma respuesta.

En el camino de regreso a la ciudad blanca fue explicando su teoría a Rin-Lu, su compañera la escuchaba atenta, sin opinar, sin decir nada hasta que hubiese acabado.

—Si es ella debemos de tener cuidado.

—¡Lan-Sui!

Lan-Sui se tragó la respuesta que estaba por decir, sus ojos resplandecieron al ver a Miko salir corriendo de la Ciudad Blanca, pero su expresión cambió de inmediato al ver que su pareja jadeaba y tenía un semblante preocupado al extremo.

—¿Sucedió algo mientras estuve fuera?

Miko tiró de ella al interior, respondiendo mientras la guiaba a toda prisa.

—Es Katana, ella... ¡Ella tiene una fiebre altísima!

Las enfermedades eran algo común en los mortales, los demonios por su parte, rara vez se enfermaban de gravedad. Rin-Lu miró a Lan-Sui, ambas asintieron antes de apresurar sus pasos. 

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