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Un niño caminaba hacia la pequeña laguna "siren" –apodada de esa forma por un rumor que pasó generación tras generación– mientras juntaba todas las piedras que sus pequeñas manos podían. Planeaba tirarlas y hacer un pequeño reto; el cual consistía en cuan lejos podría tirarlas.

Sí, ese era su entretenimiento de cada día. Todas las tardes, después de merendar ese era su trayecto. Y aunque suene aburrido, para el niño era el momento más ansiado de su vida.

Al llegar camina hasta el borde de la arena y el agua, en el camino se sacó sus zapatos y los tiró al pasto. Cuando sus pies tocan el agua fría, un pequeño escalofrío recorre su cuerpo y con piedras en mano comienza a tirar una por una.

El lugar se encontraba desolado, ningún pueblerino se atrevía a ir a ese lugar. Con solo ver el pequeño, sucio y descuidado muelle que a pocos metros del niño había, se podía notar. Por esa razón era que le encantaba la laguna; ver la tranquilidad y respirar el olor fresco que se hallaba lo tenía hipnotizado.

El niño siguió entretenido, tirando las piedras, metiendose al agua, jugando de acá para allá. Las horas pasaron y en cuanto el sol iba desapareciendo decidió que ya era momento de volver a su hogar. Sin embargo, cuando iba a dar la vuelta para irse, una pequeña luz llamó su atención. Buscó de donde provenía aquel rayo de luz, pues, éste daba justo en sus ojos y le impedía ver bien. Caminó hasta el agua nuevamente, mojando su ropa hasta sus rodillas y fue ahí cuando un dulce canto se escuchó nublando su razón.

Quiso seguir avanzando, alcanzar el llamado. Pero si seguía iba a ahogarse, pues, no se sentía con el control de mover a su libertad sus extremidades. Estiró la mano buscando alcanzar la luz, mas lo que encontró fue el tacto con algo que lo confundió.

Preso del bello cantar, no lograba comprender lo que ocurría. La frialdad que sentía al hacer contacto con lo que fuera que sostenía lo tenía perplejo. Poco a poco la luz descendía de intensidad y lograba distinguir una silueta un poco extraña. Pero cuando por fina estaba por ver de que trataba todo, el grito de su madre hizo que todo hechizo desapareciera y lo que fuera que pasó se esfumó.

—¡Yoongi! —sintió como su madre lo sacaba del agua y lo envolvía en un cálido abrazo. El cual no sabía que necesitaba.

Durante el camino a casa, los reclamos de su madre no podía escucharlos al seguir perdido en el llamado que aún seguía escuchando proveniente de la laguna, pero que no podía acudir por la fuerza que su madre ejercía para no dejarlo escapar.

Esa noche una gran tormenta se apoderó del pueblo, que perdido entre las carreteras se encontraba. Rafagas de lluvia por dorquier, provocando el miedo de sus habitantes en perder todo lo que sus antepasados habían logrado hacer. Y el pequeño niño, Yoongi, solo podía ver por la ventana de la sala como la luz que lo había atrapado seguía en dirección al lago, con más intensidad.

Ya se encontraba seco, con ropa nueva y a punto de irse a dormir. Rendido era como se sentía, porque por más que quisiera ir nuevamente a la laguna, la lluvia se lo impedía.

—Yoongi, ya es hora de dormir. Anda a tu cuarto.

Hizo caso a la orden de su madre, se acomodo en su cama y, sintiendo la calidez, se dejó caer en el bello mundo de los sueños.

「••★••」

Al fondo del agua, un pequeño principe lloraba por haber perdido la oportunidad de conocer a aquel lindo niño que cada días le regalaba las más lindas piedras de la superficie. Era consolado por sus hermanitos, quienes le decían que pronto tendría la ocasión perfecta para charlar.

Al ver el monton de lágrimas de cristal, detuvo su pequeño y dulce llanto para juntarlas y guardalas para darselas al día siguiente a su adorado novio. De tan solo pensar en verlo hizo que sus cachetes se pintaran de rosa. Desde la primera vez que lo vio quedó encantado con aquel niño que parecía un lindo pez gato.

El pequeño principe solo llevaba pocos días de conocerlo, en una de sus traviesas exploraciones llegó a la parte prohibida del lago y vio como del cielo caía una linda piedra roja y con curiosidad fue hasta ella y la agarró inspeccionandola con cuidado. Pronto, fueron apareciendo más piedras que le llamaron la atención, por lo que con sumo cuidado nadó hasta arriba y vio a un ser extraño tirarlas.

Quedó completamente embobado y de no ser porque vio como una nueva piedra iba a ser tirada, iba a cometer un error que le costaría la vida.

Recordar ese día hizo que la pequeña tristeza se fuera. Pacientemente esperó el día siguiente, quería esta vez conseguir su cometido: llevar a su hogar, en las profundidades, al niño que lo estaba cortejando. No le importaba que su padre estuviera negado, él haría lo imposible por ser oficialmente la pareja del niño.

Juntando sus gotitas de cristal, todavía podía sentir el suave tacto que logró tener del niño llamado "Yoongi". Guardó el regalo en una cajita y fue a descansar con el vivido recuerdo de lo sucedido hace unos momentos atrás.

Para cuando llegó el día, la hora en que lo vería, grata fue su sorpresa al no verlo en el lugar que siempre estaba. Sino que en el muelle, moviendo sus pies de un lado a otro en el agua. Con mucho cuidado nadó hasta ahí escondiendose debajo de la madera.

Lo veía con sus ojos brillando por la belleza que poseía; tan palido, tan adorable. Suspiraba por poder hablarle...

—¿Quién esta ahí? —escuchó que preguntaba con su voz tan dulce—. ¿Eh?

Para cuando quiso reaccionar, supo que aquel niño lo había visto y no había vuelta atrás. Se escondió bajo el agua, asustando al contrario. Y por más que quiso volver, poder hablarle y decirle que aceptaba su cortejo, alguien lo tiró hacia las profundidades.

Y esa fue la primera vez que la vida de ambos seres se cruzó, haciendo que un pequeño lazo se formara. Y donde sus vidas darían un pequeño cambio.

Tres cosas:

▪︎Es JIMSU.
▪︎Fue inspirado en este imagen:

▪︎Espero apoyen este fic<3

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