CAPITULO 5.
El pabellón al aire libre estaba repleto de aquellas mamparas en color blanco que los estudiantes utilizaban para los eventos culturales.
Un montón de fotografías eran exhibidas sobre ellas, sin una temática concisa, todo se centraba a una infinidad de fantásticas capturas con el lente de una cámara profesional.
Desde lindos paisajes con tonos cálidos de atardecer, las mejores vistas de diferentes países, hasta personas sonrientes andando por los corredores de la universidad en el último año.
Era una bonita exposición, muy natural.
Yeon Jun ya se había paseado por la mitad del sitio y aplaudió con orgullo cada una de las imágenes mostradas, alabando el talento del beta que las tomó. Ahora, se encontraba cerca de la mesa de refrigerios, bebiendo un jugo en envase de cartón que robó de ahí.
Con el popote entre sus labios, examinó detalladamente el amplio panorama; numerosos grupos de estudiantes se habían reunido en la galería sabatina a pasar un buen rato, mientras apoyaban el trabajo de un compañero ingenioso.
El ambiente era fascinante, reinaba la armonía y la buena actitud de los presentes.
—Oye Yeon Jun, ¿ya probaste los boneless? ¡Están deliciosos!
El alfa viró hacia su mejor amigo, quién traía un plato con una porción de los trocitos de pechuga empanizados, así como la ración adecuada de papas fritas.
Sus comisuras se crisparon al notar que tenía una mancha de salsa en la barbilla, justo por encima del vello facial.
—¿Lo están? —cuestionó, sellando su vista en los alimentos—. ¿Del uno al diez?
—Les doy un nueve —Estiró el brazo, tendiéndole el plato—. Juzga.
Se olvidó por un instante de su zumo, y confiado del buen criterio que Tae Hyun tenía para la comida, se dio la oportunidad de consumir un pedacito del pollo bañado en aderezo agridulce.
Degustó, apreciando con detenimiento el sabor del bocadillo y levantó un pulgar hacia arriba.
—Sin duda, un diez de diez —refutó, cuando sus muelas acabaron de triturar—. ¿Qué opinas?, ¿Te estás divirtiendo?
—Por supuesto, gracias por invitarme —Se cubrió la boca para hablar. Tenía una papita frita entre los dientes—. Honestamente, el chico que montó este número, merece gran reconocimiento.
—¿Verdad que sí? —corroboró, festivo—. Jackson tiene el don.
—¡Lo tiene! —Asintió, dándole la razón—. Y he de admitir que la persona encargada de los alimentos, también tiene una habilidad fabulosa, ¡quiero probar todo lo que hay en esa maldita mesa!
Yeon Jun le sonrió puramente, agradeciéndole a los astros por la asistencia de aquel alfa con cabellera morada.
Tae Hyun era su mejor amigo desde que tenían diez años, se conocieron en un campamento de verano al que fueron enviados por casualidad, y desde entonces se hicieron absolutamente cercanos.
Se entendieron desde el primer segundo y una bonita hermandad fue creciendo con el paso de los años; no perdieron contacto a pesar de vivir lejos entre sí, los separaban viajes de varias horas en transporte, y aun así, sus padres se encargaron de permitir que se continuaran frecuentando.
Cuando eran vacaciones, solían pedir permiso para ir a quedarse una semana completa a casa del otro y nunca había ningún inconveniente en concederles la autorización, pues ambas familias se llevaban bien, la confianza siempre fue infalible.
Eran como hermanos, un par de alfas que se volvieron inseparables.
—Por cierto, ¿él no ha llegado? —inquirió Tae Hyun, comiendo un caramelo esta vez.
—¿Eh? —Yeon Jun parpadeó, distraído—. ¿Qué dijiste?
—Que si Soo Bin no ha llegado —El nombre del omega salió en un susurro—. Dijiste que le habías mencionado la exposición…
Entonces, el castaño se relamió el labio inferior y sus pulmones se hincharon por la entrada de oxígeno.
—No… bueno, no lo he visto, estoy tratando de ver si lo ubico, pero no creo que haya venido —murmuró, con un dejo de aflicción.
—¿No vino? —farfulló el morocho, ayudando en la búsqueda visual—. Quizá llega en un rato, aún queda más de media hora.
—No lo sé Tae Hyun —Yeon Jun resopló, encorvando los hombros—. Él huye de mí, pareciera que no me quiere cerca…
El tono usado estuvo en el límite de lo dolido y el alfa de orejas horadadas lo supo interpretar.
—Es extraño, han sido vecinos por muchos años, ¿por qué no le agradarías? —Su confusión fue legítima—. Han coincidido en el vecindario, ¿no?
—Lo hemos hecho —corroboró, haciendo un recuento veloz—. Siempre que me lo topo trato de hablarle, hago el mejor intento por platicar con él y siempre hace eso de evitarme, me saca la vuelta y se va…
No era tonto, se daba cuenta de las cosas y era entendible que le doliera.
Vivía en un ciclo de rechazos acumulados, siempre era un “me tengo que ir”, “nos vemos luego”, “voy tarde”. Se sentía estancado, como si no pudiera avanzar, como si tuviera un muro impenetrable al frente que ni con una bomba atómica lograría derribar.
Él solo deseaba conocer mucho más a Soo Bin, formar una bonita amistad de fiar con un vínculo sano y un agradable compañerismo.
Y quizá, en algún futuro…
—¿Por qué no eres directo con él? —La intermisión de sus pensamientos fue arrebatadora. Tae Hyun lo veía con una ceja arqueada—. Solo dile que quieres cortejarlo y ya está, incluso esperaste a que fuese mayor de edad…
—Creo que ya se te fundió el cerebro —Yeon Jun entrecerró los ojos y acomodó su flequillo—. ¿Cómo mierda pretendes que le diga las cosas así?
Su amigo levantó y dejó caer los hombros.
—¿Qué tiene? Al menos así sabrás si es factible que sigas perdiendo el tiempo —explicó con sensatez.
—¿Perder el tiempo? Yo no lo considero así —Frunció notoriamente el ceño—. Solo… creo que él es demasiado tímido o algo así.
—Dijiste que viste cuando le cerró la boca a ese omega y sin necesidad de usar los puños. Y hasta dónde sé, el chico es muy popular con los de su grado.
Yeon Jun se cubrió el rostro con una mano y agachó la cabeza.
—No estás ayudando —confesó, con un nudo formándose en la boca de su estómago—. De verdad, ¿no se supone que deberías darme ánimos?
—Debería hacerlo si me dijeras que Soo Bin manda señales de interés hacia ti —dijo, y reposó su cabeza en el hombro del contrario—. Pero hombre, me llamaste el lunes para decirme que estaba en tu taller, y luego los siguientes cincuenta mensajes que compartimos en el transcurso de la semana, decían que ni siquiera te miraba…
Otra punzada agredió el corazón del alfa con ojos azules.
Cierto. Ahora que lo escuchaba de un ajeno al asunto, se oía como un total fracaso.
—¿Estás insinuando que no le atraigo? —Las palabras quemaron en su lengua.
Decirlo no se sentía bien. Y sentirlo mucho menos.
—Estoy insinuando que no me gustaría que salieras lastimado de este intento —farfulló Kang, llevando su vista al frente—. Eres mi hermano y siempre estaré para ti, pero en mi experiencia, te puedo decir que tener el corazón roto es lo más agobiante que te puede pasar… sin exagerar.
—Lo sé, lo viví contigo, que no se te olvide —masculló y se inclinó hacia la izquierda. Su cabeza descansó sobre la de Tae Hyun—. Bebiste por un fin de semana entero y lloraste hasta quedar seco.
El aludido sorbió la nariz y con un ademán, reforzó su argumento.
—Ahí lo tienes, fueron días difíciles por culpa de ese omega que me dejó tambaleando en un pie —espetó con simpleza. Ya no le lastimaba hablar de ello—. Como sea, yo solo te aconsejo, lo demás es cosa tuya.
Yeon Jun contrajo su expresión, ojos melancólicos y un suspiro lánguido.
¿Y si Tae Hyun tenía razón? Tal vez no tenía caso seguir intentando algo que no tenía futuro, algo sin pies ni cabeza; no sentía la reciprocidad.
Soo Bin era demasiado cortante con él y si había quitado el taller de su tira de materias, era una clara comprobación a las teorías que se formaban en su mente justo en ese instante.
Por más que ambicionara ser correspondido con el cofre de sentimientos que guardaba en su interior, si el único individuo que tenía la llave, no quería abrirlo, se quedarían ocultos por el bien de la humanidad.
La derrota era frustrante, tocar el punto más bajo era demencial y…
Repentinamente, su pesimismo se esfumó y su sentido del olfato se activó, cambiando su estado de ánimo. Se enderezó, quitando a Tae Hyun de su posición y haciéndolo gruñir al despojarlo de la comodidad.
—¿Hueles eso? —murmuró, alerta.
—¿Qué?
Tuvo que olisquear apresuradamente, un aroma dulzón y persistente le hizo examinar una vez más la periferia artística que le bordeaba.
—Mandarina…
Entonces, cerca del conjunto inicial de mamparas, justo dónde se exponía el primer grupo de brillantes fotos, halló la silueta de quién lo tenía implorando un respiro.
Soo Bin acababa de ingresar al pabellón, con su rubio amigo colgando del brazo, ambos presumiendo una fantástica sonrisa.
Yeon Jun no se contuvo, el tono escarlata ardió en sus pómulos y el destello en sus zafiros fue irreal.
—Si vino —musitó, tomando con fuerza el brazo del otro alfa—. Ahí está… si vino.
Su enardecimiento se disparó hacia el infinito.
Mientras tanto, el nombrado viajó la mirada de su piel siendo presionada por los dedos del ojiazul, hacia el omega que yacía inmerso en contemplar las instantáneas impresas.
—Vaya… —siseó, estudiando el caso.
Él no encontró ningún olor peculiar en el aire, mejor dicho, el castaño fue el único que percibió el giro en la esencia del sitio, nadie más parecía afectado.
Sus cejas saltaron hacia arriba y su boca se abrió al crear una conjetura.
¿Será qué…?
Desde que arribó, Soo Bin sintió el picor en su nariz y fue plenamente consciente de la procedencia.
Sin embargo, continuó explorando el paisaje, divisando con alegría las fotografías destacables y haciendo comentarios positivos acerca de la limpieza en el trabajo realizado.
—¡Ese amanecer es maravilloso! ¡Y mira aquel! Lo quiero poner en mi dormitorio —Kai parloteó, anonadado con las postales.
—Son preciosos —esclareció, colocándose una mano en la cintura—. De verdad, son espectaculares.
—¿Ya viste esta? —Con su índice, el beta señaló una dónde se veían las olas del mar—. Diablos, siento que estoy ahí...
Concordó completamente.
—Este chico ha viajado muchísimo —musitó, danzando su mirar en el siguiente cúmulo de fotos—. Aquí veo países como España, Francia, Colombia... Eso es Machu Picchu, por ahí está Teotihuacan y... Dios mío, las pirámides de Egipto...
Asombroso.
Era jodidamente asombrosa la cantidad de lugares que el tal Jackson había visitado a sus cortos veintidós años.
—Eso... joder, ¿De verdad eso es Rusia? —El rubio no lo podía creer.
—Mierda, la catedral de San Basilio... —El omega no pestañeaba—. Es divina.
—¡Los colores son tan vivos!
—Y que lo digas.
El par escrutó la riqueza de naciones plasmadas en papel brillante; no se arrepentían de haber asistido.
—¡Te dije que viniéramos más temprano! —El reclamo fue hecho por Huening Kai—. Ahora solo tenemos como cuarenta minutos para ver todo lo que hay aquí y comer.
Al rizado se le pintó la incredulidad en sus gestos faciales.
—¿Te atreves a quejarte? ¿De verdad? —bufó, empujándolo por la espalda con suavidad—. ¡Llegaste una hora tarde!
Maldito cínico.
—¿Y? Tú tienes la culpa —rumió y rodó los ojos.
Soo Bin le escoció con la mirada.
Asumir una culpa que no le correspondía, era un crimen.
—¿Y yo por qué?
—Porque si ya sabes que siempre llego tarde, ¡deberías citarme con mayor anticipación!
—Imposible, tendría que pedirte que llegues un día antes.
Un golpecito fue propinado a la cabeza del ojiverde, como castigo a la tremenda reprimenda y luego el dúo se rio, antes de que los hombros de Huening Kai fuesen rodeados por Soo Bin en un cariñoso abrazo.
Después de alejarse, retomaron su labor, entretenidos en la fabulosa presentación. Soo Bin paró en una mampara aledaña, dónde se mostraban momentos divertidos que fueron capturados en la universidad.
Reconoció a algunos compañeros, atrapados en plena charla e incluso caminando plácidamente por el campus...
Y sin previo aviso, su vista se fijó en una imagen en especifico.
Una que le hizo aumentar el ritmo cardíaco y ruborizarse mientras aguantaba una cándida sonrisa.
Era una hermosa fotografía, quizá del semestre anterior, dónde Yeon Jun estaba de perfil, con una mano cubriendo su boca porque al parecer estaba riendo con ganas.
Fue discreto al morderse el labio y se dio cuenta de que el papel donde estaba estampada la cara del mayor, tenía las esquinas inferiores despegadas. Por instinto, arrugó la frente y su rostro se vio inconforme, concluyendo que alguien quiso hurtar el lindo retrato y por alguna razón desconocida, no lo logró.
Tan sumergido se encontraba en su investigación espontánea, que jamás reparó el acercamiento inesperado de aquel beta responsable del evento.
—Son buenas, ¿no? —sondeó el muchacho, haciendo que Soo Bin voltease a verlo.
Jackson le sonrió, observándolo simpáticamente.
—Lo son, hiciste un buen trabajo —Respondió con honestidad—. Vine a comprobar los rumores.
—¿Rumores? —El chico lució desorientado—. ¿Qué rumores?
—Nada malo, relájate —Se jactó—. Sobre que eres un gran fotógrafo.
Soo Bin tenía que ser sincero, estaba en su sangre reconocer el esfuerzo de sus compañeros y dar el crédito merecido por los resultados favorables que conseguían.
El beta se encajó los dientes en la mejilla interna, sin sacarle los ojos de encima.
—Te llamas Soo Bin, ¿no? —preguntó, aunque ya supiera la respuesta.
—Así es, un gusto.
Estrecharon las manos en un saludo amistoso, y fue el omega quién se retiró del toque cuando pensó que había sido suficiente.
—Me llamo Jackson, estudiante de séptimo semestre —añadió, contento—. ¿Tú en qué nivel vas?
—Tercero —expresó, componiendo su postura—. Sigo siendo un novato en esto.
El contrario se frotó la nuca, sin eliminar la alegría en sus facciones.
—Puede ser, el infierno comienza a partir de quinto semestre.
—Eso he oído.
Soo Bin regresó la vista al bastidor y un foquito en su cabeza se encendió, al ser abofeteado por una tentadora idea.
Si el dueño de la exposición estaba ahí, conversando con él como si nada y la fotografía de Yeon Jun se presentaba frente a ellos, gracias a la bondad del universo...
¿Sería demasiado atrevido pedírsela?
No se conocían de ningún lado, quizá le cuestionaría el por qué deseaba tenerla, o a lo mejor se la obsequiaría sin mayor caos cuando la galería finalizara.
Era una moneda al aire y estaba dispuesto a jugársela.
—Oye, ¿puedo preguntarte algo? —consultó, con una mueca esperanzada.
—Ya lo estás haciendo —bromeó al acceder—. ¿Qué cosa?
—¿Qué harás con todas estas fotos cuando las quites?
Los labios de Jackson se torcieron, desmotivado por el trabajo que conllevaba vaciar el pabellón.
—Generalmente las coloco en algún álbum, y en el caso de las que he tomado aquí, a veces las regalo a quienes salieron en mi lente.
Bendita suerte.
El rizado se encontró sonriendo sin tapujos.
—Eso es muy considerado de tu parte —exclamó, ordenando su siguiente petición.
—Creo que tú no sales en ninguna —Se acarició el mentón con los dedos—. Recordaría haberte fotografiado.
—Una lástima, pero yo en realidad-...
—Un omega tan bonito como tú, estaría muy presente en mi panorama.
Wow, ¿qué?
La interrupción a sus sílabas estuvo totalmente fuera de lo común.
Soo Bin mudó su semblante, turbado por la rara adulación y perplejo con la expresión angelical del beta.
—Uhm, ¿gracias? —Se aclaró la voz, dando un paso corto hacia atrás—. Yo solo quería preguntar si-...
Y nuevamente, no concretó su frase.
—¿Quieres venir a una reunión que organicé para festejar mi primera presentación? —La actitud del joven no era la prevista.
No comprendía cuando fue que se dio el desvío en su conversación, le atascó la incomodidad y quería irse de ahí; solo se disculparía por no poder aceptar la invitación y buscaría a Huening Kai para retornar a sus dormitorios.
¿Dónde mierda se había metido ese rubio curioso?
Antes de que pudiera abrir la boca y que un "lo siento, pero tengo otros planes" saliera de sus labios, su retroceder a ciegas cesó al chocar su espalda contra el pecho de alguien.
Se sobresaltó por el susto y giró rápidamente hacia la barrera humana con la que impactó sin querer.
Ensanchó los ojos, casi se le botan de las cuencas y su boca se abrió para expulsar el aire retenido. Se mareó, sin saber a ciencia cierta que era lo que estaba ocurriendo.
Yeon Jun extendió su visión en la conveniente escena, sonriendo de lado cuando se cruzó con el matiz cetrino adverso, y luego su rostro despidió hostilidad al concentrarse en el beta de mechones cobrizos.
Una ruda tirantez, asaltó el entorno.
—¿Qué hay chicos? —El alfa pronunció, cruzando los brazos.
Oh, solo eso faltaba.
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