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CAPITULO 4.

Soo Bin estampó la pila de libros que traía cargando consigo, en el escritorio dónde Huening Kai realizaba su tarea de dibujo anatómico.

—Quiero que demos de baja el taller —exigió, en un bufido.

Su amigo se asustó con el estruendo y la bibliotecaria lo miró mal desde su sitio por el ruido ocasionado.

—¿Qué? —Soltó el lápiz, viéndolo con rareza al oír la súbita petición.

—Lo que oíste, hay que darlo de baja —Hizo hincapié, plegando la frente—. Iré a servicios estudiantiles para pedir que me quiten la materia.

—¿Puedo saber la razón? —cuestionó, pausando sus deberes.

—¡Es que odio todo! —Alegó en voz alta.

La encargada de esa área escolar, le exigió con una seña que por favor moderara su voz; había alumnos ocupados y el espacio estaba destinado para trabajar en un ambiente tranquilo.

Tuvo que bajar su tono, no quería que los echaran a patadas.

—¿Qué es lo que odias? —Volvió a interrogar.

—¿No lo ves? —Agitó las manos, manteniéndose en un volumen apagado—. No logro enfocarme, llevamos casi una semana ahí y lo único que puedo hacer bien es mirar como un completo idiota a Yeon Jun.

Soo Bin dejó caer sus brazos flojamente a los costados, negando muy a su pesar y suspiró frustrado.

El beta realizó un gesto al compadecerse y palmeó el asiento libre a un lado suyo.

—No me digas que las palabras de Sung Jong te afectaron —masculló al deducir—. Te dije que no le hicieras caso, ese omega vive celoso de ti.

—No es eso —Se apoderó de la silla vacía—. Me importa una mierda lo que él diga o piense.

—¿Entonces cuál es el problema?

—Voy a terminar reprobando —vociferó, observando la lámpara encendida del techo—. No logro mantener la mente quieta, divago muchísimo y no voy a aprender nada si sigo perdiéndome en cualquier movimiento que Yeon Jun haga.

Huening Kai asintió, comprendiendo la raíz del percance.

—Su evaluación es continua, no hay exámenes con él, ¿por qué te preocupa no aprobar?

—Porque para tener el mínimo de calificación, debo entender lo que enseña en la teoría, si no, ¿cómo demonios lo voy a aplicar?

Ese era un punto a su favor; no podía poner en riesgo sus calificaciones por el gusto y atracción física que un alfa despertaba en él.

—Me tienes a mí para ayudarte en lo que no entiendas —Le recordó, esbozando una sonrisa liviana—. Y si me permites opinar-…

—No, no te lo permito —graznó, resignado.

Kai tenía un gran poder de convencimiento, así que evitaría que lo persuadiera.

—Pues aun así te lo voy a decir —resopló, observándolo de perfil. El omega yacía con los ojos cerrados—. Si quieres declinar te apoyaré, pero sería muy torpe de tu parte echar a perder la oportunidad que tienes y no precisamente en el ámbito educativo.

—¿Qué estás diciendo?

—Hablo de que Yeon Jun tiene un interés hacia a ti, más allá de lo escolar.

Los párpados del rizado se levantaron en un acto reflejo. Lo miró escandalizado.

—¡¿Te volviste loco?! —rechistó, aferrando las manos al borde del mueble barnizado—. ¿De dónde sacaste semejante tontería?

El bramido que salió del beta, le comunicó que su paz mental estaba a prueba.

—No hay que ser un genio para notarlo, él también te mira cada que puede —murmuró, tomando el lápiz nuevamente y buscó su sacapuntas—. La única diferencia, es que él no se pone todo idiota por los nervios, incluso me sorprende que a ti se te olvide hasta el nombre cuando se te acerca. Tú no eres así.

El humor del omega cambió y sus facciones endurecieron.

—¿Y qué se supone que haga? —Se mofó de su desgracia y respiró hondo—. No es difícil de entender mi lamentable situación.

—Detalles —protestó el rubio, en tanto afilaba la punta del grafito—. Explícate.

Soo Bin se mordió el labio y su mirada vagó por el entorno. No supo por dónde comenzar, solamente ocultó su rostro lleno de vergüenza al inclinarse hacia adelante, dejando que su frente chocara con el escritorio.

No era fácil sobrellevar un enamoramiento de cinco años, no era sencillo desde ninguna perspectiva y todo se complicaba más con la convivencia diaria. Por mucho tiempo, se juró superar la encrucijada en la que su corazón lo metió y simplemente avanzar, dejando que las cosas fluyeran.

Pero cuando lo veía, aquello que en un principio era nítido en sus pensamientos, se volvía borroso.

Era un nivel de complejidad alto, algo que ni él mismo hallaba como expresar. Era como si su cuerpo se desprendiera de su raciocinio, como si su interior lo castigara; su condición lo llevaba al extremo del acantilado, lo incitaba a tirarse sin paracaídas y a tumbar las murallas por el alfa que le aceleraba el pulso.

No había una respuesta concreta al porqué de su comportamiento desequilibrado, sus sentidos se congelaban, las palmas de las manos le transpiraban por la falta de parsimonia.

Confuso, tortuoso, bochornoso...

Y no pretendía perder el timón del barco.

—¿Qué tipo de detalles quieres? —Soo Bin farfulló, sin atreverse a dar la cara—. Me gusta Yeon Jun desde que lo conocí, pero algo me ocurre cuando estoy cerca de él, me frustra no poder coordinar una charla decente —boqueó, amohinado—, Seguramente piensa que soy patético y no lo culpo.

El ojiceleste parpadeó lento y alzó decorosamente una ceja.

—Oye, sufres como si él ya te hubiese rechazado infinidad de veces, y eso no ha ocurrido —manifestó, suspicaz—. Tú solo te estás poniendo el pie.

—Se llama mecanismo de defensa, Ni —añadió, sin cambiar su posición. Solo abrió un ojo para poder verlo de soslayo—. Así me evito la decepción del rechazo.

Su actitud negativa era desesperante.

Kai terminaría arrancándose los mechones de cabello gracias a su desfavorable conducta.

—¿Acaso no escuchaste lo que dije antes? —Quiso darle una fuerte palmada en la nuca—. No pasas desapercibido para él.

—Lo hago.

—No…

—Sí…

Cada uno defendió sus ideales.

—Que no.

—Que sí —rezongó.

—¡Te digo que no! —Estrelló su puño con fuerza sobre su tarea.

—¡Y yo te digo que sí! —Le imitó, al enderezar la espalda.

Habían comenzado a gritar.

Y eso rebasó el límite de la bibliotecaria, quién ya estaba a un costado de ellos, golpeando con reincidencia el suelo con la punta de su zapatilla.

—Chicos, salgan de aquí —Les señaló la puerta giratoria—. Están interrumpiendo a los demás.

Su pelea efímera se vio suspendida por el hablar enérgico de la alfa encargada, que no dejaba de mirarlos con molestia por medio de sus anteojos.

Huening Kai gruñó bajito en indignación; tendría que ir en busca de otro lugar donde pudiera finalizar sus actividades antes de entregarlas.

Soo Bin sintió la responsabilidad del desalojo impuesto y creyó que lidiaría con la molestia del otro, pero al verlo recoger sus materiales y ponérselos bajo el brazo sin tirarse al drama, le restó importancia a su expulsión.

Cuando la mesa de madera estuvo vacía, el beta solo se encargó de aspirar una amplia cantidad de oxígeno y no se inmutó.

—¿Sabes qué? No me meteré, todo queda en tus manos —avisó, enroscando los dedos en uno de los tirantes de su mochila—. Solo avísame, para saber si comprar o no el material que pidió para el siguiente lunes.

El omega negó una vez más y no tardó en contestar.

—Estoy seguro de que no tendrás que hacer el gasto —musitó audaz, al incorporarse en su lugar.

—Como sea, ¿te veo después?

—Claro.

El ritmo volvió a la normalidad, despidiéndose con un corto abrazo y se marcharon de la biblioteca.

Entonces, Soo Bin resolló y tomó el rumbo que lo llevaría a la ventanilla de control escolar.

Yeon Jun caminaba por los pasillos de la universidad, chocando puños con variedad de personas conocidas que se atravesaron en su camino.

Muchas de sus amistades aún continuaban estudiando ahí; siempre se llevó bien con gente de todos los niveles académicos y formó lazos afectivos que hasta ese día, permanecían estables.

Le daba gusto ser tan bien recibido, apenas llevaba una semana laborando como titular y ya estaba escalando hacia una reputación excelente.

No podía recibir el título de profesor, pero se le facilitó ser un docente metódico, comprensivo, creativo y empático. En un par de días, se ganó el respeto de su clase, sin necesidad de imponerse o de regañar por cualquier bobería a sus alumnos.

Todo iba bien, de maravilla para ser sincero y solo había una cosa que lo tenía tambaleando en un hilo...

La indiferencia de Kim Soo Bin.

En toda esa primera semana cursada y luego de su mínima interacción del día lunes, el omega no lo volteó a ver ni por error el resto de los días hábiles, solo le habló cuando fue estrictamente necesario, cada que se le presentaba una duda con respecto a los temas vistos, y finalmente huía en cuanto el timbre sonaba dando por finalizada la clase.

No se lo topaba en el campus, parecía que al menor se lo tragaba la tierra al salir del taller y él no quería actuar como un acosador al buscarlo en distintas zonas de la enorme escuela para forzar la relación social.

El alfa volvía a su casa después de su jornada y sabía que Soo Bin se quedaba en las residencias estudiantiles, tenía su dormitorio en el edificio destinado a los omegas. Por lo tanto, la idea de ofrecerse a ser su chófer personal y de llevarlo a su vivienda cuando terminara con su horario, fue descartada.

Pero gracias al cielo, ese viernes la suerte pintó a su favor, porque cuando estaba por llegar a servicios estudiantiles, una mata de rizos apareció en su radar desde que su mirar focalizó la ventanilla de atención.

Sonrió, sintiendo una calidez abrumadora en su pecho.

—No lo arruines Yeon Jun, no lo arruines... —musitó para sí mismo, acortando la distancia al dar pisadas.

Tenía que tomarlo con calma, saludarlo como si nada y después preguntarle cualquier cosa banal que abriera un agradable tema de conversación.

No decir estupideces, no incomodarlo y tampoco hacerlo enojar.

Complicado, pero no imposible.

Cuando estuvo a un escaso metro de separación con el omega, reparó que la secretaria le entregaba una hoja y alcanzó a escuchar las últimas palabras que intercambiaron.

—Llena el formato y entrégalo antes de que finalice el día, por favor —Informó, con una pequeña sonrisa—. Yo me encargo de realizar la baja en el sistema.

—De acuerdo —Soo Bin asintió, tomando el papel—. En un rato estaré aquí, muchas gracias.

—No hay de qué.

El ceño del alfa se frunció al oír el término de la conversación y casi al instante, el ojiverde se dio la media vuelta para regresar por donde vino, quedándose pasmado en cuanto giró.

No esperaba encontrarse con un Yeon Jun, parado detrás de él, viéndolo como si fuera un bicho raro.

Tomó aire por la boca e intentó sonreír lo más convincente posible, al atestiguar que la expresión del castaño se suavizó.

—Hola, Soo Bin —Ocultó su incertidumbre—. ¿Cómo estás?

—Hola —respondió, arrugando el borde de la hoja con sus dedos inquietos—. Bien, gracias, ¿y tú?

—También estoy bien —espetó, risueño—. ¿Qué te trae por aquí?

El omega se apretó el labio inferior con los dientes.

—Eh... nada, yo solo... voy a tramitar otra credencial, perdí la mía.

No tenía conocimiento de que Yeon Jun oyó parte de su plática con la encargada. Se le hizo sumamente fácil mentir.

—¿Se te perdió? —El implicado simuló creerle—. ¿Cuándo?

—Ayer, creo... —Buscó un pretexto en el archivero de su cerebro—, creo que se cayó de mi mochila.

—Vaya, que mala suerte —Ladeó la cabeza, mejorando su táctica—. Espero te la entreguen pronto.

—Ojalá.

Ambos muchachos se observaron sin emitir sonido alguno, produciendo un momento carente de comodidad que nació como efecto colateral del silencio.

La tensión se podía palpar.

El enlace pasajero se rompió, al tener que moverse del punto dónde subsistían inmóviles; una chica les pidió de forma amable que se desplazaran un poco, pues estorbaban en la fila.

—Bueno, aprovechando que te encuentro —Yeon Jun rompió la rigidez en el ambiente. Lo enfocó—, me gustaría saber tu opinión acerca del taller.

Soo Bin pestañeó, al tiempo en que ocultaba el formato proporcionado atrás de su espalda.

—¿Mi opinión? —Su garganta se sintió rasposa—. ¿En qué sentido?

El ojiazul levantó juguetón la ceja izquierda.

—En el académico, ¿lo estoy llevando bien? —consultó.

—Claro, eh... bastante bien —puntualizó, indeciso—, te has esforzado y se nota.

—¿Lo dices de verdad? —Un brillo inusual le inundó el rostro.

Por su salud mental y emocional, lo tomaría como un cumplido.

—Sí... bueno, eso dicen...

—¿Quienes?

—Mis compañeros —tarareó, con algo de dificultad—. He oído buenos comentarios.

Y es que en eso no podía engañarlo, no iba a ser un cruel embustero cuando la única verdad, era que su curso se estaba convirtiendo en la sensación del semestre.

Era el tema principal en los almuerzos, quienes estaban inscritos, se transformaron en la envidia de un gran número de estudiantes que no alcanzaron cupo.

Algunos argumentaban estar atentos al periódo para la baja de materias, ya que si un estudiante decidía abandonar una clase dentro del lapso establecido por el reglamento, automáticamente dejaba el lugar libre para que cualquier otro lo tomara.

En el mejor de los casos, el siguiente lunes habrían dos espacios ofertados.

—Eso me alegra mucho, me siento halagado —Yeon Jun aflojó los hombros—. Espero cumplir con sus expectativas.

—Lo harás —constató, mirando hacia una bonita maceta con flores—. Ellos hablan maravillas de ti...

—Vaya, eso es bueno, ojalá el director los escuche —Soltó una risilla inocente.

Soo Bin se privó de reír también y exclusivamente le devolvió una sonrisa sin enseñar los dientes.

Se estremeció con el sonido cantarín que sus oídos registraron y una sensación reconfortante le apuñaló el alma.

Tenía que irse con urgencia.

—Creo que ya-...

—¿Acudirás mañana a la galería fotográfica?

Su finalidad fue esquivada por la precipitada pregunta.

Tuvo que parpadear, tratando de apaciguar su desenfrenada taquicardia; el corazón le galopaba sin remedio.

—¿La galería sabatina?

—¡Sí! Es de Jackson, un beta de séptimo con dotes natos de fotografía —El castaño le notificó—, expondrá sus mejores capturas en el pabellón.

El omega adivinó que Yeon Jun era muy cercano al chico por la emoción que concibió; le entusiasmaba ver a sus amigos crecer y triunfar en cualquier aspecto.

—Oh, algo así escuché... Dicen que es muy bueno con la cámara.

—Lo es, te prometo que es genial. Entonces, ¿piensas ir?

No lo tenía planeado, el miércoles vio la invitación publicitaria pegada en el mural y pasó por alto la exposición.

—La verdad no está en mi itinerario...

Las esquinas en los labios de Yeon Jun, se debilitaron con la noticia y amenazaron peligrosamente con descender.

Peleó por no demostrar su desánimo.

—Uhm, deberías darte una vuelta, te juro que no te vas a arrepentir —instó como último recurso—, lo conozco desde que entró a estudiar y siempre fue fantástico con el lente.

En verdad, anhelaba que Soo Bin aceptara ir.

Y no para estar detrás de él como perro guardián, solo quería verlo rondar por las mamparas y adorar en su interior esa sonrisa tan enigmática de la que era dueño.

Simplemente, deseaba continuar emborrachándose con su asistencia y el intenso aroma que lo perseguía.

—Tal vez lo considere... le diré a Huening Kai a ver que opina.

¿Qué carajo estaba haciendo?

"Yeon Jun tiene un interés hacia a ti más allá de lo escolar."

El omega era débil, se había creído la hipótesis y ahora tendría que convencer a su rubio de confianza, requería que lo acompañase.

Todo por encontrarse con el alfa.

—¡Genial! De ser ahí, espero podamos coincidir —Su positivismo retornó—. Y si no, te veo hasta el lunes en el taller.

El lunes.

Removió sus manos, arrugando todavía más la hoja que continuaba encubierta por su cuerpo.

—Claro...

—Sí, recuerda ser puntual, empezaremos con los pinceles.

El rizado ladeó una sonrisa que se estableció más como ejemplo de una mueca disconforme.

Con el acto, Yeon Jun comprobó su sospecha y largó un suspiro desalentado. Estaba claro que Soo Bin daría de baja el taller curricular y habría que aceptarlo sin protestar.

Después de un "Adiós" mutuo, el omega salió hecho una bala del edificio, sin parar hasta que estuvo en el patio central.

Se recriminó por ser un imbécil sensible, por ser susceptible al cambio. Acabó tirando al bote de basura, aquel formato que le concedieron para deslindarse del taller.

A regañadientes, sacó su celular del bolsillo delantero de sus jeans, y odiando en exceso a su alevosa esencia, abrió el servicio de mensajería instantánea y seleccionó a su contacto más frecuente.

Tecleó con sus dos pulgares:

Para: Huening Kai.

"Tú ganas, compra
tu puto material."

"Pero mañana tendrás
que ser mi acompañante
en el pabellón."

Envió el texto y bloqueó la pantalla de su móvil, gimiendo irritado.

Había firmado su sentencia.

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