CAPITULO 36: FINAL.
Yeon Jun recordó aquella conversación que tuvo con Tae Hyun.
"Hablar de boda es muy prematuro."
En ese entonces no lo veía como algo imposible, pero si lo descartaba porque todavía no conocía ni la mínima parte de Soo Bin. Comenzó como una atracción natural que después conllevó a un nexo sentimental, donde sus condiciones se encadenaron sin saberlo gracias a la convivencia diaria.
Una conexión real.
O quizá, inevitable. Un hecho destinado a acontecer, como la hojas desprendiéndose de los árboles en otoño, o la nieve cayendo sobre las montañas en invierno. Como el día y la noche, causados por la rotación imparable de la tierra o incluso, el fenómeno de un eclipse, que aunque no se conocía una fecha exacta para su aparición en el cielo, se sabía que cualquier día ocurriría.
Esa eran analogías bastante apegadas a lo que realmente había sucedido con Soo Bin y él.
Desde la noche en que realizó la imprevista propuesta de matrimonio, se quebró la cabeza pensando en todo lo que se venía a partir del magnífico "sí".
No fue fácil encontrar la manera y el momento adecuado para decirle a sus padres que iba a casarse, no sabía que palabras utilizar y tampoco se imaginaba la reacción que tendrían a tremenda noticia.
Su único hijo alfa iba a contraer nupcias con el hijo de sus vecinos, con ese talentoso chico de rizos que traía el espíritu de un artista en las venas...
Un regalo del universo, una fabulosa jugada del destino.
Entonces, al no saber como abordar el tema con pertinencia, prefirió informarles una tarde cualquiera mientras cenaban en familia.
Sus hermanas chillaron al mismo tiempo, al principio no supo si de felicidad, tristeza, o asombro. Sus padres compartieron una mirada inicial, con las expresiones congeladas, los había tomado por sorpresa.
Y después del breve colapso general, vinieron las felicitaciones.
Ye Jin estalló de alegría, tuvo que ser abrazada por Hyun Bin y en tanto eso sucedía, Ji Hoo y Ye Ji se le fueron encima con infinitos abrazos; era el primer hermano Choi que se casaba, el que estaba listo para empezar un camino propio con el omega de sus sueños y eso las puso malditamente sentimentales.
Su padre le hizo prometer que se comportaría como un alfa ejemplar para tener un matrimonio próspero, le advirtió que si hacía algo que dañara a su pareja, él mismo lo reprendería.
Y hablando de Soo Bin, a él tampoco le fue sencillo dar el comunicado.
Le pidió a Yeon Jun que no lo acompañara a platicar con sus padres, pues tampoco tenía idea de que le iban a decir y quería manejar a su modo la situación. Tenía noción de como se pondría su padre y lo mejor, era presenciarlo solamente él, para que no le apagara la bonita emoción a su alfa.
Y así fue, la mañana en que les comentó a sus progenitores que finalmente se había comprometido, Woo Bin escupió el café que estaba bebiendo, porque ni siquiera tuvo el tacto de decirlo cuando nadie estuviera llevándose alimentos a la boca.
Mina le golpeó la espalda a su esposo para que dejara de toser y miró a su hijo con los ojos abiertos a tope.
El alfa de la familia Kim no estuvo conforme con el anuncio, lo único que hizo fue darle un vistazo inexpresivo antes de retirarse de la barra y subir a la habitación.
Soo Bin supuso que tenía que asimilarlo, su padre era difícil de comprender pero mínimo no se opuso como lo imaginó, hasta su madre le dijo que hablaría con él y le pidió que lo entendiera, no todos los días su pequeño retoño informaba que su boda estaba en puerta.
Afortunadamente, ella sí lo felicitó, porque jamás se opondría a la felicidad de su querubín, estuvo muy alegre de que por fin Yeon Jun y él estuvieran hallando el balance que tanta falta les hacía desde tiempo atrás.
Obtuvieron el apoyo de quienes lo necesitaban, hasta sus amigos lloraron cuando les contaron. Tae Hyun codeó a Yeon Jun y le susurró que no lo olvidara, que él había exigido ser el padrino desde un inicio y no iba a pelear con Kai por el puesto.
Un mes después del revoltijo de emociones que causaron en sus seres queridos, pudieron enfocarse en los preparativos.
Las dos familias aceptaron con gusto ayudarles en la organización de la boda próxima, pues había muchas cosas que cubrir.
—¿Qué flores te gustan más, Binnie? —Ji Hoo cuestionó, al hojear el catálogo de una florería—. Hay decoraciones para las mesas muy bonitas, pero si me das una en específico sería fácil de filtrar...
—Girasoles —respondió, sin pensarlo—. ¿Qué opinas?
—Me encantan —La omega agregó—. Voy a ver y te los muestro.
Él sonrió con gentileza.
—¿Y la comida? —Esta vez, fue Ye Ji la que preguntó—. ¿Banquete de cuatro tiempos?
—Sí, ¿ya te envié la página de la empresa que contactamos? Me pasaron su menú digital y hay varias opciones buenas, ¿me das tu opinión?
—¡Por supuesto! Envíame la liga por mensaje.
Ya llevaban un par de horas en la sala de los Choi, las dos hermanas acostadas en los sofás y revisando la información en sus celulares, Soo Bin sentado en la alfombra frente a la mesa de centro, Mina y Ye Jin estaban en la cocina tomando un café mientras charlaban acerca de la ropa que usarían sus hijos.
Yeon Jun veía las revistas que le darían ideas sobre la decoración, pero siendo sincero, no conseguía concentrarse en lo que le tocaba.
Y no porque estuviera procrastinando, simplemente no podía despegar los ojos del alfa que estaba en el jardín, ocupando una de las sillas reclinables sin tener el interés de participar en la organización de la celebración.
Woo Bin fue llevado en contra de su voluntad a la casa vecina, él hubiese preferido quedarse en su morada pero Mina fue desconsiderada y lo obligó a asistir, argumentando que tal vez eso le ayudaría a sentirse menos retraído con la noticia.
Sin embargo, en cuanto pusieron un pie ahí, y los comentarios alusivos a la ceremonia empezaron, optó por deslindarse, saliéndose al patio trasero.
Aunque el castaño trataba de omitir el detalle, no lo lograba, porque veía como Soo Bin echaba vistazos tristes por el cancel, notando que su padre no quería saber nada de la situación.
Sentía como el omega se afligía...
Quizá tenía que actuar.
Tratando de pasar desapercibido, se alzó del sillón y haciendo un esfuerzo extremo por controlarse, se desplazó hacia la salida posterior de su vivienda, con la intención de resolver el asunto por medio del diálogo.
Corrió el cancel con cuidado, emitiendo un sonido leve con el deslizar de la hoja por el riel e hizo que Woo Bin lo volteara a ver unos segundos.
Enseguida le apartó la vista, volviendo a examinar los rosales plantados.
Yeon Jun tragó saliva, tomando aire profundamente y se sentó en la silla de a lado, observando un instante el pasto recién podado.
Suspiraron en simultaneidad y esa fue la señal que el ojiazul necesitó.
—¿Por qué no entra a la casa? —inquirió, en un tono bajo—. Me parece que está muy solitario.
—Me siento bien aquí —murmuró, usando un volumen similar—. Allá adentro hay demasiado alboroto.
—Sí, eso creo... —Se relamió los labios y exhaló—. Oiga, ¿puedo preguntarle algo?
—Dime.
Su garganta se vio afectada, tuvo que carraspear antes de pronunciar.
—¿Yo no le caigo bien?
Woo Bin bufó al oír la consulta.
—¿Eso parece?
—Pues... sí, o al menos eso siento yo.
—¿En qué te basas para pensar eso?
—Eh... —Alargó la vocal—. No lo sé, siento que no le da gusto que su hijo esté conmigo.
No se atrevió a mirarlo, ese alfa sí le daba miedo.
—No se trata de eso, es algo más complejo.
—Me gustaría entenderlo —atinó a decir.
—No pierdas tu tiempo.
—No considero que así sea —instó—. Al contrario, todos están muy alegres con respecto a la boda y usted está aquí, alejado de todo.
—Bueno, deberías volver y continuar con lo que te toca a ti —exclamó, sin ser tosco—. Tienen muchas cosas que ver y el día es corto.
Yeon Jun se mordió apenas el labio inferior, sus dedos ya se entrelazaban con ansia.
—Sí, yo sé que hay muchos pendientes y eso, pero si siento a Soo Bin triste, no puedo enfocarme.
El señor Kim lo observó por el rabillo del ojo.
—¿Lo sientes? —musitó, pestañeando despacio—. Ustedes en serio son destinados.
—Creo que hay cosas que están escritas —Hubo un esbozo suave de sonrisa en su rostro—. Tantos alfas en el mundo, y él me eligió a mí.
—Te entiendo. A mí me pasó lo mismo cuando conocí a Mina.
—¿Desde el principio supo que era ella?
—Sí —Está vez, Woo Bin sonrió con franqueza—. Desde que la vi, no tuve ojos para nadie más.
Él asintió, le había pasado exactamente igual.
—Comprendo, sé lo que es eso —murmuró, honesto—. Y por eso me atrevo a decir que Soo Bin no merece que usted se muestre inconforme...
No lo dijo con acidez, fue delicado al dar su opinión.
Y como resultado, pudo oír el fuerte inhalar del alfa mayor.
¿Había excedido el límite?
¡Auxilio!
—Yeon Jun, yo sé que eres un chico de buenos valores, responsable y bastante bien parecido —Se removió en su silla, poniendo recta la espalda—. Yo sé que mi hijo va a estar bien contigo, que van a ser muy felices juntos...
Una pausa.
Y un silencio no tan incómodo.
—¿Pero...? —Lo impulsó a continuar.
—Los hijos son prestados —farfulló, con cierta nostalgia—. ¿Habías oído esa frase?
Afirmó, sus padres la decían con frecuencia.
—¿Puedo ser sincero contigo? —Woo Bin volvió a decir, girando la cara para verlo.
—Claro —Le dedicó una pequeña sonrisa en confianza.
—Es difícil ver a mi hijo marcharse —Soltó, sintiendo que su corazón se apachurraba—. Es la ley de la vida, sabía que en algún momento esto iba a pasar, aunque no pensé que sería tan pronto. Tiene veinte años, eso también me mortifica y no me lo tomes a mal, pero él es muy joven todavía... No dudo que ustedes dos se amen, pero no es lo mismo un noviazgo, a estar casados y vivir juntos.
El ojiazul extendió un tanto más los bordes de su boca, la curva de su sonrisa se definió.
—Sí en algo le tranquiliza, yo le prometo hacer hasta lo imposible por mantener a Soo Bin feliz —Bajó la cabeza y cerró los ojos un instante—. Yo sé que ustedes pueden pensar que es muy pronto para que nos casemos, sin embargo, también creo que no tiene caso postergar algo que de todas formas, va a suceder...
Tras lo mencionado, Woo Bin evacuó un resoplido que se ligó a una risilla oportuna.
—¿Tú sabes cuándo me casé yo?
—No.
—Mina y yo nos casamos dos meses después de hacernos novios —De nuevo, suspiró al recordar—. Yo pensé lo mismo que tú, de nada servía posponer algo que los dos queríamos.
—¿De verdad fue así?
—Sí, éramos igual de inexpertos, dos jóvenes enamorados de la idea del amor.
Yeon Jun se enterró los dientes en la punta de la lengua.
—Y aun así funcionó... ¿No?
—Así es. Tuvimos desacuerdos, muchos en realidad, pero supimos solucionar cada uno de ellos y nos aprendimos a querer con nuestros defectos, todo conforme a la marcha.
Alzó la cara, el alfa ya no lo estaba mirando a él, ahora contemplaba hacia el interior de su vivienda.
Soo Bin todavía se hallaba sentado en la alfombra, siendo bombardeado por sus hermanas con múltiples opciones de comida, bebida y decoración.
—Su hijo y yo podremos hacerlo, estoy seguro de ello, no lo dejaría ir por nada del mundo —garantizó, al ver que el omega se reía de alguna tontería dicha por Ji Hoo—. Además, le juro que él va a terminar sus estudios, le va a entregar un título universitario porque está decidido a seguir con lo que le apasiona.
—Eso ya no me preocupa, ¿sabes? —susurró, sin desenfocar a su hijo—. Confío en que lo hará, sé que conseguirá todo lo que se proponga. Ya no lo presionaré, dejaré que lo haga a su ritmo.
—Y yo lo apoyaré, estamos en sintonía con eso, no lo arruinaré de nuevo —Eso había sido prácticamente un juramento—. Lo apoyaré en todo lo que decida hacer para el bien de su futuro.
Lo haría, nunca estarían solos, caminarían de la mano hacia el éxito.
El señor Kim le palmeó amistosamente el hombro.
—Sé que van a ser un matrimonio muy sólido, y aunque no lo parezca, si me siento feliz por ustedes.
—Gracias —titubeó, un nivel más relajado—. Pero... tal vez no debería decírmelo solamente a mí.
Apoyándose de un cabeceo, apuntó hacia la sala de su casa.
Woo Bin resolló y no se guardó la sonrisa en agradecimiento que le nació.
Se colocó de pie, abriendo el cancel y anduvo hacia el conjunto de personas que enmudecieron en cuanto lo vieron entrar. Soo Bin se mordió la mejilla interna, viendo como su padre se acercaba a pasos lentos, con esas facciones duras e indescifrables, un aspecto terriblemente serio.
No pudo pasar saliva, se le atascó cuando se detuvo frente a él.
—¿Qué ocurre? —interrogó, cerrando la revista que tenía en las manos—. ¿Buscas a mamá? Ella está en-...
—¿Ya escogieron lugar para la boda?
—... ¿L-lugar? Eh... no, en eso estamos...
—¿Qué opinan de Busan? —Se repasó la mandíbula con la yema del índice—. O Jeju.
El menor frunció las cejas, estaba confundiéndose en exceso.
—¡Jeju es una playa muy linda! —agregó Ji Hoo, al notar el pasmo del implicado—. Nosotros solíamos ir mucho cuando éramos niños.
—Sí, tenemos lindos recuerdos ahí —La siguiente en integrarse a la charla, fue Ye Ji—. Mire, conseguimos algunos folletos sobre los beneficios de cada playa, falta que ellos elijan la que les guste.
Woo Bin recibió la variedad de volantes y se dispuso a leerlos, dejándose caer en uno de los taburetes vacíos.
Soo Bin pestañeó, descolocado por el cambio de actitud y buscó una explicación rápida al encarar a Yeon Jun, quien ya también iba entrando con una calma envidiable.
Con mucha discreción, notó que le hizo una seña con el pulgar arriba y estrechó con dulzura los ojos, indicándole que todo estaba en orden.
Se frotó la coronilla, retornando hacia la revista que estaba leyendo y solo para comprobar, quiso hacer el intento:
—Papá... ¿Qué opinas de los girasoles para la decoración?
Hasta dejó de inspirar en lo que aguardaba por la contestación.
—Girasoles... —citó el hombre y se encogió de hombros—. Creo que podrían verse bien, son flores bonitas.
Fue ahí, cuando el ojiverde lo avistó con cautela.
Sus mejillas se tiñeron de carmín, su padre le comunicó a través de una contagiosa sonrisa, que ya no habrían malos entendidos con respecto a las decisiones que tomara.
Sintió su apoyo incondicional.
Respiró, contestándole el cariñoso gesto y finalmente, prosiguió con aquello que le correspondía revisar.
Yeon Jun lo olió e infló el pecho, contento.
Ahora sí, notaba la serenidad plena de su omega.
Las semanas siguientes se fueron más rápido de lo que todos hubiesen querido.
Entre las reservaciones, envío de invitaciones, boletos de tren pagados y la compra de todo lo necesario para la boda, el día esperado se avecinó, marcándose con un corazón en el calendario.
Dichosamente, el clima en Jeju les favoreció ese sábado.
Soo Bin se hallaba frente al espejo, admirando su saco blanco mientras su madre le acomodaba el moño negro en el cuello de su camiseta.
El traje se lo hicieron a la talla, un diseñador famoso de la ciudad se encargó de la elaboración y gracias a eso, las prendas le ajustaron perfectamente al cuerpo, haciéndole lucir como lo que era, uno de los dos protagonistas de la tarde.
—Mírate... —La omega suspiró, enternecida—. Te ves precioso, mi amor.
Se mantuvo quieto, recorriendo su propia fisonomía de arriba hacia abajo y al estar conforme con su apariencia, sonrió.
No podía negarlo, se sentía cómodo con lo que portaba, dichosamente atractivo.
—¿Ya está listo todo? —preguntó, oscilando un pie para corroborar que el zapato no le lastimara.
—Sí y los invitados ya te están esperando.
—¿No hace falta nada? —Alisó la parte delantera de su saco—. El banquete, las flores... ¿Algo de la ceremonia?
—No, corazón, todo está cubierto —Ella le trató de fomentar la tranquilidad—. Fuera las preocupaciones, tu solo disfruta este día.
Soo Bin marcó una línea con sus labios y se llevó una mano al cabello, dándole un último arreglo a sus rizos.
No le gustaba peinarse, pero su progenitora insistió en usar spray fijador de cabello y al final, resultó ser una buena idea, así el aire no alborotaría su desastrosa cabellera.
Convencido con su aspecto final, miró a su madre y la sujetó de ambas manos, contemplando la belleza que claramente, venía de familia; su vestido era largo, color turquesa y realzaba la magnífica silueta que mantenía.
—¿Tú también querías vomitar el día que te casaste? —consultó, preso de los nervios.
—Sí, eso es normal —resolvió, en una risita—. Necesitas calmarte y dejar de temblar.
Hasta las palmas le estaban sudando.
—Sí, lo haré —En pausas, expulsó el aire por la boca—. ¿Y mi papá?
—Ansioso por verte.
—Bien, sí. Traje, zapatos y cabello... ¿Ya estoy listo?
—Eso respóndelo tú, amor.
El omega se pasó la lengua por los labios y afirmó.
Sí, ya estaba listo.
—Vamos.
Mina ensanchó la sonrisa y aceptó, sujetándose de su brazo, antes de caminar.
Cruzaron la puerta del cuarto, viendo que el pasillo ya se encontraba desolado y ambos supieron que debían darse prisa, pues evidentemente solo faltaban ellos en la playa.
Sentía que los latidos del corazón le retumbaban en las orejas, estaba ido, pensando en mil cosas que no tenían ninguna relación con lo que estaba a punto de ocurrir.
No fue consciente de que tomaron el elevador al bajar, tampoco se dio cuenta de los cuchicheos que levantó entre los trabajadores del lugar y los demás huéspedes; nadie pudo ignorarlo, provocó gestos llenos de conmoción, hasta los extraños reconocían lo bien que le sentaba el atuendo de novio.
La tensión aumentó al salir del hotel, el incomparable paisaje que fue armado para la celebración lo dejó boquiabierto. Las hermanas de Yeon Jun habían creado un entorno impecable.
Las sillas blancas perfectamente alineadas, delimitando un camino de pétalos al centro, pequeñas lámparas que alumbrarían sus pasos cuando el sol se escondiera, un vistoso altar alzándose con distinción al final y como regalo de la naturaleza, el oleaje del mar produciendo la refrescante brisa junto al atardecer iluminando el fondo.
Una exquisita postal.
Sus pómulos se entibiaron cuando los invitados se pusieron de pie al recibirlo, viéndolo con sonrisas que simbolizaban la dicha que le deseaban en el futuro.
Kai, Beom Gyu y Tae Hyun estaban presentes, Jackson igual ocupaba un lugar. Era claro que los acompañarían en ese día especial.
Se refregó la mano en el pantalón, caminando cuidadosamente por la arena e hizo hasta lo imposible por no poner cara de susto.
—Respira —Ella le susurró, al reparar su rigidez—. Es tú día, relájate y sé feliz.
Él sintió el habitual cosquilleo creciendo en su barriga, las infinitas emociones rebotando en su caja torácica y la piel se le erizó al plantarse al comienzo del sendero.
Porque al otro extremo, lo esperaba Yeon Jun.
Fue acogido con una deslumbrante sonrisa y él contuvo el aliento, con el propósito de no echarse a llorar como un bebé.
Su alfa lucía malditamente hermoso, portando el traje negro que le fue confeccionado a la medida mientras se mecía suavemente de lado a lado, con un pequeño girasol asomándose por el bolsillo superior de su saco y los dedos enlazados por el frente.
Soo Bin caminó siendo escoltado por la vista de los invitados, se dejó guiar con el viento, atravesando el espacio junto a Mina y sus labios fueron formando una sonrisa temblorosa de a poco.
No contó los pasos que dio para llegar, no le importó sentir que las rodillas le iban a fallar, omitió el hormigueo de sus extremidades y simplemente se dedicó a avanzar, sin romper con el contacto visual.
Cada vez más cerca, tan cerca que pudo notar como los ojos azules que tanto amaba, se cristalizaban.
Yeon Jun le tendió la mano y con sutileza, su madre entregó la suya, depositándole un tierno beso en la mejilla antes de retirarse al lugar que le destinaron, a un costado de su padre.
Ellos se miraron con el amor que los caracterizaba, escuchando que el oficiante del registro civil daba por iniciada la ceremonia y prestaron atención en las menciones acerca de los derechos y obligaciones que adquirirían como pareja de ahora en adelante.
Era un hecho que las cumplirían.
El momento de entregar los anillos llegó y Tae Hyun fue quien le dio la pequeña caja de terciopelo a su mejor amigo, regalándole un abrazo colmado de las mejores vibras.
—Bien, ya pueden comenzar a decir sus votos —El juez dictó.
Transformándose en un cúmulo de sentimientos, Yeon Jun retiró la diminuta tapa roja, dejando expuestas las dos relucientes sortijas de oro que tenían labrado al interior, el apellido de cada uno.
Había controlado las lágrimas por un rato decente, pero al sostener el anillo que iba a colocarle a su omega, ya no pudo retenerlas.
—Hoy decido entregarme a ti, Soo Bin, como promesa de un mañana repleto de amor, bienestar, protección y felicidad... —musitó, acercando la sortija al dedo anular ajeno—. Hoy uno mi vida a la tuya, porque te convertiste en esa chispa que ilumina mi ruta... Porque quiero estar contigo hasta el fin de mis días, porque hay un futuro que nos espera juntos y muchos riesgos que tomaremos sin soltarnos de la mano. Acepto el compromiso y prometo nunca fallarte. Porque desde que te conocí, los días malos ya no son grises, tú los llenas de color con solo sonreír.
Sus mejillas acabaron húmedas luego de ver el anillo rodeando el dígito de su omega.
Y como era de esperarse, Soo Bin no se salvó de correr con la misma suerte, esnifando la nariz cuando le puso la reluciente joya a su alfa, mientras sus orbes dejaban caer el singular llanto de alegría.
—Hoy me entrego a ti, Yeon Jun, como una pequeña muestra del enorme amor que te tengo... —Su voz fue trémula, pero logró hacerse oír—. Porque finalmente encontramos nuestro lugar, hallamos nuestro camino y a partir de hoy, emprenderemos un viaje sin saber a dónde llegaremos, pero seguros de querer hacerlo juntos. Decido unir mi vida a la tuya porque es mi anhelo, porque eres mi fuente de inspiración y te admiro en todos los aspectos. Nos merecemos ser felices y sé que lo seremos mientras nos tengamos el uno al otro.
Estaban profundamente enamorados.
Alfa y Omega, unidos por el amor y por un acta de matrimonio que firmaron al sellar su compromiso.
Ni siquiera notaron que no eran los únicos que estaban llorando, los aplausos tronaron en sus oídos y el beso que se dieron, terminó cerrando emotivamente la unión conyugal.
Finalmente, había sucedido.
La vida les entregó armonía.
Una armonía que con algo de suerte, permanecería por más de mil años.
Soo Bin y Yeon Jun disfrutaron quince días completos de luna de miel en Canadá.
La pasaron como nunca, siendo un par de turistas, hospedados en un increíble hotel, visitando playas paradisíacas, realizando actividades acuáticas, practicando senderismo, probando variedad de comida deliciosa y la cereza del pastel, venía cuando la noche caía.
Sexo, sexo y más sexo.
Entre sábanas enredadas, besos incontables, caricias en cada rincón de la piel y cardenales adornando partes no expuestas del cuerpo, consiguieron celebrar su matrimonio como cualquier pareja de recién casados.
Regresaron agotados a Seúl, drenados a morir pero con la iniciativa de continuar con lo que dejaron pendiente.
Por ejemplo, amueblar el apartamento en el que ya iban a vivir.
—¿Qué opinas de esta sala? —El alfa le hizo zoom a la pantalla de su tableta—. Se ve de buena calidad la tapicería, ¿no?
El tono era lindo y la cantidad muebles que se vendían por el precio en la página de internet, era justo.
Dos sofás individuales, uno doble y un sillón esquinero de cinco plazas que combinaba a la perfección con el piso de madera y las paredes pintadas de blanco.
—Sí, me gusta —Soo Bin concedió, checando la disponibilidad del producto—. ¿Cuándo llegaría si la pedimos hoy?
—Aquí dice que de cuatro a cinco días.
—Uhm, en sábado o domingo... —Lo analizó y sonrió—. Estaría bien, ambos estaríamos aquí para recibirla.
—Entonces ya está, queda elegida —Agregó a su carrito virtual la futura compra—. Ya tenemos sala, comedor, refrigerador y armarios... ¿Qué más es primordial?
El omega observó la habitación vacía en la que estaban tirados, los dos boca abajo sobre un tapete afelpado que había traído de su casa.
Era la que compartirían, el departamento tenía tres habitaciones y eligieron la más amplia, la que tenía ventanales enormes que daban hacia la avenida principal y un balcón que Yeon Jun atesoró porque podría fumar sin necesidad de salir de su morada.
Una de las recámaras sobrantes la convertirían en el estudio de trabajo y la otra la adaptarían para sus visitas.
Al menos por el momento, esa sería la distribución.
—¿Una cama? —indagó, al incorporarse en el tapete y se sentó—. El colchón inflable es cómodo, pero creo que deberíamos comprar urgentemente nuestra cama.
—¿Urgentemente?
—Sí —Se atusó los rizos y miró hacia el cristal—. Tenemos que estrenarla...
Yeon Jun alzó la cara de la pantalla y puso la típica mueca traviesa al mirarlo.
—¿Para eso la quieres? Creí que tu espalda demandaba dormir en algo cómodo.
—También, pero mi mayor preocupación es que en el colchón inflable no podemos follar, Junnie, ¿te imaginas que se pinche?
—Sería una tragedia —Fingió pesar—. Con eso de que te encanta estar en cuatro, te irías de bruces y...
—¡Así es! —Lejos de indignarse, le dio la razón—. No quiero romperme la nariz.
Solo buscaba prevenir los accidentes.
—Ya, pues busquemos la cama más grande que se venda la tienda —Volvió a teclear en el buscador—. Una king size, ¿qué dices?
—Sí y que esté hecha de material resistente —añadió, como sugerencia—. A veces no mides tu fuerza.
El alfa rodó los ojos y se rio con buen humor.
—Perdón, te prometo que trataré de ser menos brusco.
—¿Acaso dije que me molestara? —El omega ya tenía los brazos cruzados—. Por eso estoy pidiendo una que esté reforzada.
Precisamente no se trataba de una queja, se inclinaba a ser una necesidad vital.
—Veo que el cachorro que salió corriendo del salón cuando le di un beso en la mejilla, evolucionó —Se mofó, con regocijo—. Fue consumido por el descaro.
—Me vas a decir que no te gusta... —Lo retó, golpeando su frente con el dedo.
Yeon Jun imitó su posición, sentándose en pose de indio sobre el tapete violeta.
Se sonrieron.
—La verdad es que me encanta —afirmó, bailando las cejas.
Extendió la palma izquierda hacia arriba, en busca de sujetar la de Soo Bin y él se la concedió.
Sus anillos chocaron cuando intercalaron los dedos.
—¿Tú los escogiste? —El menor tuvo curiosidad.
—Sí, ¿te gustaron?
—Mucho, no me lo pienso quitar jamás.
—Esa es la idea.
Con delicadeza, levantó la mano del omega y pegó los labios en sus nudillos, presionando un suave beso.
En consecuencia, escuchó un suspiro.
—Estuve pensando en nuestra galería —Soo Bin abordó, sin dejar de observar las sortijas—. Creo que va a funcionar.
—¿Ya tienes algo planeado? —Yeon Jun contrajo las comisuras—. ¿Alguna estrategia?
—... No, ninguna.
—¿Ninguna? —repitió, curioso.
El rizado meneó tentativamente la cabeza.
—Sé que todo va a fluir, no tendremos que forzar nada —puntualizó, relajado—, sabremos colocar cada pieza en su lugar para sobresalir.
Y es que era así de sencillo.
La montaña rusa no se detendría.
—Así será, porque somos competentes y muy capaces —respaldó su alfa—. Aun me quedan narices por romper y a ti muchos lienzos por arruinar.
Los chistes locales nunca sobraban y las risas sinceras tampoco.
Ya no tenía caso voltear hacia el pasado y verlo con tristeza, lo ideal era reírse de lo que fue y no llorar por lo que pudo ser.
Todo sucedía por alguna razón.
—Que nadie se meta con nosotros —Se jactó, al guiñar el ojo.
—Es peligroso —dijo con sorna y enseguida se levantó. Estiró los brazos, aflojando los músculos de su espalda—. ¿Quieres algo de tomar?
—Sí, por favor, dejé la hielera sobre la barra.
—¡En un par de días ya tendremos nuestro refrigerador!
Yeon Jun se giró, abandonando la habitación y dio zancadas hacia su cocina.
El omega sonrió.
Evidentemente, el vagón en el que viajaban seguiría subiendo, bajando, girando y frenando por la vía cuando tuviera que hacerlo.
Y dentro de todo, solo había una cosa del ayer que en serio agradecía...
Bendito el día en que se inscribió al taller.
¡FIN!
•━━━━━━━━━━•
Ya solo falta el epílogo y se termino está linda historia, espero les haya gustado! 🫶🏻
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