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CAPITULO 35.

A Soo Bin lo traicionó el llanto cuando la galería fue inaugurada.

El derecho de cortar el listón le fue otorgado, y aunque insistió en que Yeon Jun lo hiciera también, el alfa quiso entregarle todo el protagonismo ya que la idea había sido completamente suya.

La publicidad esparcida rindió frutos, tuvieron gran asistencia para ser el primer día, desde los universitarios colaboradores y sus familias invitadas, hasta gente externa que decidió pasar su tarde en un bonito sitio que terminó siendo un pasaje inigualable.

Porque en cada rincón, había algo hermoso que ver.

Pinturas, esculturas y fotografías, con placas doradas que mostraban el título y el autor, con una pequeña descripción de lo que la obra representaba. La principal intención se dio, incluso contrataron equipo de fotografía profesional que los ayudó con imágenes de calidad, porque la publicidad a partir de ahora sería pieza fundamental y tendrían que trabajar en redes sociales para darse a conocer poco a poco.

El reconocimiento a sus compañeros se dio como debía de ser, los participantes estuvieron muy emocionados al apreciar que su talento por fin estaba siendo admirado por infinidad de personas, de verdad habían quedado satisfechos con el resultado del proyecto.

Y bueno, la estrategia que Yeon Jun planteó al enviar correos a distintas empresas no funcionó como esperaba, solamente consiguió que dos ejecutivos importantes asistieran pero si tuvo el placer de charlar con ellos; lo felicitaron, le dieron consejos y hasta compartieron números con la propuesta de mantener contacto en términos laborales.

Les fue bastante bien para ser el primer día de dos que la galería estaría montada, resaltando que la reunión final con Hyun Bin y Ye Jin igualmente fue un éxito; presentaron los artículos nuevos, entregaron los paquetes individuales e incluso Soo Bin chilló al recibir el suyo, ansioso por probar los materiales que le fueron obsequiados.

Y después de la bendecida cena que Yeon Jun pagó para ambas familias en aquel lujoso restaurante, con vino espumoso y cortes de carne que los dejaron con la barriga a reventar, ellos prefirieron desviarse esa noche, en busca de caminar un rato por el camellón, charlar acerca del resultado y despejarse de toda la carga de trabajo que tuvieron esos días.

No hacía frío, la temperatura era la correcta, los sacos de sus trajes eran suficiente para cubrirse del sutil aire que viajaba con lentitud.

—¿Viste la pintura que presentó Sung Hoon? —Soo Bin cuestionó, apretándolo de la mano para captar su atención—. Me gustó mucho, es de nuevo ingreso y sin duda trae la habilidad en la sangre.

—¿Sung Hoon? —Yeon Jun le respondió, tratando de recordar el rostro del chico—. ¿Es el que pintó el castillo medieval?

—¡Ese mismo! Creo que fue de mis favoritos.

—Ah, por supuesto —Le sonrió al concordar—. A mi también me gustó mucho, se veía muy real.

—O la escultura con la que Arin participó —Aprobó con un dedo pulgar arriba—. Esa igual era genial, el caballo tenía mucho detalle.

—Sí, y no te lo voy a negar, creo que esa está en mi top tres de las obras que estuvieron ahí.

—Cuéntame de las dos primeras —pidió, sonriendo ampliamente—. ¿Cuales te gustaron más?

El alfa ladeó los labios, tomando el papel de jurado en un concurso.

—El segundo puesto se lo dejo a quien pintó el barco vikingo a medio océano, y el primero creo que se lo daría a la escultura del soldado inglés.

—¡Oh, sí! —El menor estuvo totalmente de acuerdo con su novio—. Ese soldado era incomparable.

—Aunque no le quito el mérito a nadie, todos eligieron su mejor obra y te juro que eran joyas, destacaron mucho —dijo, con alegría—. A ver que tal nos va mañana, espero que más gente asista.

—Yo pienso que sí, es domingo familiar —Con su carisma habitual, concedió—. Será un bonito día para que disfruten de algo nuevo, yo creo que si tendremos la misma asistencia.

Yeon Jun confío en su optimismo, los buenos deseos los llenaron de una energía excepcional.

—¿Le hiciste la transferencia a los de la barra coctelera?

—Sí, el cincuenta por ciento. Mañana cuando terminen, se les hará el pago completo.

—Perfecto —exclamó, al sentir una responsabilidad menos—. Gracias por encargarte de eso, amor, a mi se me habría olvidado.

Soo Bin asintió con tranquilidad, facciones relajadas y sin preocupaciones.

—No te preocupes, alfa, también me encargué de los que prepararon los bocadillos.

—Por Dios, eso sí me tocaba a mí, ¿no?

—Ajá, pero como naturalmente lo olvidaste, le pedí a Huening Kai que hiciera el pago, a ellos les entregamos la mitad en efectivo.

Habían sido demasiadas tareas por cubrir, mucha responsabilidad. El omega amó cada segundo de su ajetreado día.

—Gracias de nuevo, tengo que aprender a llevar un mejor manejo de las actividades —Aceptó su falta de control. Tenía que trabajar en eso—. ¿No quieres sentarte?

El índice del ojiazul señaló una de las bancas solitarias que se extendían en el camellón, la mayoría estaban ocupadas por otras parejas que habían tomado la misma dirección que ellos, al parecer una plática nocturna siempre le venía bien a los enamorados.

Soo Bin no contestó verbalmente, simplemente tiró con suavidad de su brazo y avanzaron juntos hasta la banca, la cual se encontraba justamente al costado de un enorme farol que iluminaba muy bien el área.

Ambos estaban cansados, así que sentarse era una genial alternativa porque los zapatos ya los estaban matando.

—No hemos parado desde temprano —El más joven se lamentó, extendiendo las piernas—. Tomaré un baño en cuanto llegue a mi casa y me meteré a la cama.

—Yo haré exactamente lo mismo —Se rio por la nariz y elevó los brazos, aliviando la tensión de su espalda—. ¿Estás satisfecho con el resultado de hoy?

—Más que eso, Junnie —murmuró con convicción—. Esto ha sido una experiencia impresionante, no me arrepiento de nada.

Optó por acomodarse en el lugar, recargando la cabeza en el hombro de su alfa.

Yeon Jun, por inercia, descansó la suya sobre esos rizos revueltos. Sus ojos añil miraron hacia la avenida que no tenía gran tránsito de automóviles a esa hora y lo agradecía, ya que el ruido de una ciudad tan grande a veces lo desesperaba.

Esa noche era más cálida que de costumbre.

—¿Puedo decirte algo? —Soo Bin consultó.

—¿Por qué lo preguntas? Tu solo habla, cariño.

—Es que... no sé, me siento bien —Hubo un suspiro suave, de esos que representaban calma—. Creo que por fin hice algo bien, algo de provecho, ya no siento esa presión en mi pecho y tampoco esa carga en los hombros que no me dejaba en paz.

Y si, la ligereza en su ser era inexplicable, la tranquilidad que perdió semanas previas estaba volviendo a su sitio, tal vez esa noche si podría dormir sin despertarse a mitad de la madrugada por el desasosiego.

Habían pasado muchas cosas en su vida que lo tenían al borde de la locura, estuvo muy cerca de perder los estribos en distintas ocasiones y hoy por hoy, sintió la plenitud que le fue drenada tiempo atrás.

—Desde que se te ocurrió el proyecto, noté ese cambio en ti —El alfa musitó—. Voy a confesarte que cuando te comencé a hablar, noté que despedías positivismo y una alegría contagiosa —Aplastó los labios en una sonrisa al recordar—. Lastimosamente, también me di cuenta de que te fuiste apagando con todos los desastres que se suscitaron, aunque tu decías estar bien, era obvio que las cosas te estaban sobrepasando a un grado que yo desconocía, y te lo juro, no sabes cuanto me alegra ver que estás regresando a ser tú.

En serio, le daba gusto que recuperara su luz.

Por más que él buscó ayudar a sanar cada parte que se rompió de Soo Bin, no pudo hacerlo. Se llegó sentir como basura, no paraba de pensar en que le había fallado como pareja, como alfa que juró siempre cuidarlo y protegerlo de cualquier mal.

Jamás dejó de aportar lo que estuvo a su alcance, lo apoyó en cada decisión que tomó y se convirtió en su admirador número uno, porque el omega se encargó de hacerle comprender que era alguien fuerte e independiente, que a pesar de tener mil obstáculos en su camino, encontraba la forma de brincarlos para continuar su trayecto.

Esa tarde, al verlo sonreír genuinamente, vez, supo que las roturas estaban siendo zurcidas.

—Nunca dejé de ser yo, pero a veces se tienen malos ratos y creo que es válido no estar bien —comentó, mirando como las hojas de los árboles se sacudían con la ventisca—. Me gusta el cambio, ¿sabes?

—Muy valiente de tu parte.

Soo Bin se acurrucó en su hombro.

—¿Te gustó ser el organizador de la galería, Junnie? —Cambió el tema al interrogar—. ¿Cómo te sentiste?

—Me encantó ser el anfitrión —admitió—. A esto me refiero cuando digo que me quiero dedicar a lo que me apasiona.

—¿Tanto así?

—Sí, confirmo que nuestra profesión es hermosa en cualquier aspecto.

El rizado convino con lo dicho.

Se incorporó, irguiendo la espalda y le dio un apretón en el muslo, esperando que se mirasen a los ojos antes de hablar:

—Creo que hallamos el rumbo correcto, ¿no te parece?

—Sí, omega —aseguró, apacible—. Ya sabemos por dónde comenzar.

—¿Lo haremos juntos?

—Sabes que sí.

Yeon Jun estaba en la misma postura, dispuesto a darlo todo por ese proyecto que representaba una oportunidad no solo para ellos, sino para la comunidad estudiantil y artística en general.

Poco a poco, escalón por escalón y con el objetivo claro.

—No dejaré de trabajar con mis padres —Lo analizó momentáneamente y estructuró veloz—: Me servirá para seguir aprendiendo de administración, generaré más ingresos y podremos ser independientes.

A pesar de que el tema de inversiones monetarias no era un inconveniente gracias a su posición económica, quería ir forjando su patrimonio, conseguir por su cuenta y ganarse cada centavo por ser un excelente profesional.

Por el momento tendría que apoyarse completamente de la empresa de sus padres, seguir trabajando y manipular con responsabilidad el flujo de dinero en su cuenta bancaria, pero ya estaba imaginando que en un futuro, Soo Bin y él serían los directores de una buena compañía dedicada a la difusión del arte en Seúl.

—A mi no me gustaría dejar de trabajar en PaperChoi's pero soy un asco en las ventas —expuso con vergüenza—. Pensé que tal vez puedo conseguir un empleo de medio tiempo en otro lado y así me dedicaré el resto del día a la promoción digital de nuestra galería, intentando conseguir patrocinios con otras marcas y cosas así, darnos a conocer en redes sociales nos vendría bien.

—¿Por qué no te dedicas simplemente a lo segundo? —Ya conocía la respuesta, pero lo intentó otra vez—. No necesitas trabajar por ahora, cachorro, yo puedo cubrir perfectamente lo que tu necesites.

—No vamos a tener esa conversación de nuevo, sabes que no quiero que trabajes por mí —Se levantó un poco la manga del saco, mostrando su brazalete de oro—. Yo no te voy a exprimir la cartera, ¿ya se te olvidó el drama de este pulsera?

El castaño casi volteó los orbes, ¿cómo iba a olvidar esa tarde en el centro comercial?

Se limitó a sujetarlo de los dedos, besándole dulcemente los nudillos y gracias a la luz del farol, vio que los pómulos de Soo Bin se ruborizaron.

—Eso fue un regalo y reitero que esa pulsera te luce divina.

—¿Ves? Eres un consentidor, me agrada que lo seas pero no con detalles así de costosos.

—Así me educaron mis padres —vaciló, al subir y bajar las cejas—. No estoy comprando tu amor ni mucho menos, solo quiero darte la vida que mereces.

—Pero esa vida la podemos tener si también pongo de mi parte —No contuvo un bufido—, yo también quiero darte regalos, no quiero que seas una maquina de billetes para mí.

—Simplemente quiero que nada te falte...

—¡Juntos vamos lograr eso! —Golpeó el puño en su palma hacia arriba—. Esta es una etapa diferente y los dos podemos aprender mucho.

Su ideología no había cambiado y nunca cambiaría.

Amaba a su novio, lo quería tanto que ardía, y precisamente por eso no podía permitir que solamente él se degastara en la búsqueda el progreso en pareja.

Además, adoraba su carrera. En sus planes si estaba continuar con sus estudios y enlazarlos al proyecto de la galería, no quería abandonar ninguna de sus metas, aunque tardara más de lo estipulado estaba convencido de que las obtendría sin importar la turbulencia.

Opciones habían, la cuestión era examinarlas.

—De acuerdo, no insistiré con eso —El mayor cedió y simuló agitar una bandera en rendición—. Tú ganas, lo haremos a tu manera.

—Gracias, somos dos en esto, punto final —decretó, elevando la barbilla en símbolo de autoridad.

Yeon Jun se le abalanzó enseguida en un abrazo, haciéndole reír al regalarle un beso tronado en el cachete.

—Ya, lo acepto —farfulló, sobre su piel—. Aunque... me gustaría proponerte otra cosa.

—¿De qué se trata?

Se separó sin ser brusco, humedeciéndose los labios con la lengua.

—Eh... bueno, tu... tú acabas de decir que esta es una etapa nueva para nosotros... —Las letras rodaron en su lengua. La inquietud apareció—. Ya sea como pareja, como galeristas, como personas...

Soo Bin entrecerró los ojos y afirmó.

—Lo dije —parpadeó, consternado—. Es así, ¿o tú no lo ves de esa manera?

—¡No! —contestó de inmediato y después corrigió—: Quiero decir sí, sí lo veo de ese modo.

—¿Entonces?

—Pues yo creo que si vamos a iniciar con algo desde cero, vendría bien que... —Tuvo que aclararse la voz—. Que tuviéramos contacto diario, ¿no crees?

El omega percibió el ápice de nerviosismo, pero se reservó.

—No hay día que no hablemos, a veces no podemos vernos y aun así, siempre charlamos —Ya había ladeado la cabeza por la falta de claridad.

—Uhm, sí y eso está bien, estoy conforme con eso en realidad... —Se rascó atrás de la oreja aunque no tenía comezón—. Pero me parece que podría ser buen momento para dar un paso ligeramente más largo.

—Ve al grano, alfa —Soo Bin lo escrutó, arrugando el ceño—. ¿Qué quieres decir?

Yeon Jun tragó saliva, se sintió intimidado.

No logró sostenerle la vista, tuvo que girar y focalizar un arbusto del entorno.

—A mí me gustaría que... —Pausó, armándose de valor e ignoró el sonrojo invasor—. Joder, me encantaría que viviéramos juntos.

Lo dejó salir, emitiendo un gruñido al no soportar el sofocante rubor, probablemente se veía como un imbécil.

Se escudó al cerrar los ojos, tallándose con ahínco el párpado y el silencio lo hizo temblar, hasta le dolió el estómago.

Al oírlo, el menor separó los labios, avistando el mismo arbusto cuando el debate mental llegó.

—¿Vivir juntos? —repitió la proposición.

—Sé que suena precipitado... pero realmente me gustaría que lo intentáramos.

—¿Cuál es tu plan?

El alfa sí tenía uno, nada retorcido, ya lo había analizado con anticipación.

—Alguna vez te mencioné que tengo un departamento a mi nombre... —titubeó, agachando levemente la cabeza—. P-podemos acondicionarlo, comprar los muebles que tú quieras... y elegir la decoración.

Oficialmente, estaba muriéndose de nervios.

Tanto, que ni siquiera reparó una pequeña sonrisa en la boca opuesta.

—Eso no... no suena mal —Acabó susurrando.

—No te sientas obligado, solo es una alternativa —Lo previno—. Aunque en caso de acceder... hay otra cosa que debes saber.

—¿Hay más?

—Sí... —El impulso de morderse las uñas lo acogió—. Mi familia es muy anticuada y como alfa, me condicionan con una cosa antes de irme a vivir en pareja.

El omega lo observó de reojo, de repente le urgió escuchar el resto.

—Dímelo.

Yeon Jun giró el cuello y lo miró, tomándose su tiempo antes de continuar.

—Ellos no creen en la unión libre —siseó, y la tensión en el perímetro se elevó—. ¡Y el pedirte que nos mudemos no es porque te obligue a casarnos! Yo respeto completamente que aún no quieras hacerlo y te prometo que hablaré con mis padres, sé que ellos lo entenderán.

Confiaba en que sus progenitores le darían autorización, quizá su padre sería más difícil de convencer por la educación que le dieron desde niño, pero tenía fe en que si le explicaba, podría realizar una excepción.

Eso de lidiar con tradiciones familiares, era tedioso.

—Entonces esto no es una propuesta de matrimonio...

—¡No! En lo absoluto no, ¿eso parece? —balbuceó, agitando ambas manos—. ¡Porque no es así! Te juro que no lo es.

—Vaya... —Soltó una risilla breve, refregándose las palmas en su pantalón—. Que lástima.

—No te sientas presiona-... —  Batió las pestañas, aturdido—. ¿Qué?

—Digo que es una lastima que esto no sea una propuesta de matrimonio.

De un momento a otro, dejó de percibir cualquier sonido que no fuese la voz de su chico.

—Soo Bin...

—Pero si lo fuera... —Se mordió la punta de la lengua, guardando una sonrisa.

No continuó hablando, siguió observando hacia arriba.

—No juegues con eso... —Yeon Jun padeció.

—A ver, en un rápido recuento —reanudó, tamborileando dos dedos en su mentón—, podría decir que formalizamos nuestro noviazgo hace unas semanas, llevamos varios meses saliendo y poco más de cinco años enamorados aunque no lo dijéramos, ¿es así?

—Sí —Hizo una línea con sus cejas—. Así es, sí.

—No llevamos ni un año de relación, no conocemos nuestros hábitos... —Parecía que le estaba buscando las deficiencias a la posibilidad—. Justamente por eso no sabemos si va a funcionar que nos vayamos a vivir juntos...

—Si lo pones así, suena terrible —reconoció débilmente—. Lamento si piensas que me estoy apresurando, creo que solo pensé en lo positivo, es-...

—Aun así, me encantaría tomar el riesgo.

Ahí estaba Soo Bin, gesticulando una mueca divertida al ver que el mayor se había quedado mudo, logrando únicamente abrir y cerrar la boca repetidas veces.

Las contó, fueron tres en total.

—El riesgo... —Pudo argumentar—. No, espera, me estás confundiendo.

—¿Por qué? Me queda claro que la vida siempre pone las cartas a favor de quien pierde el miedo a seguir. Nuestra naturaleza es esta, mi omega y tu alfa se reconocieron desde el inicio y de cualquier modo, esto va a suceder. Más allá de nuestra condición, el cariño que nos tenemos es recíproco, yo confío ciegamente en la relación. ¿Por qué seguir esperando?

—¿Eso qué quiere decir?

—Tal vez si haces la pregunta...

Yeon Jun expulsó el aire que retenía, la velocidad de sus pulsaciones se aceleró estrepitosamente.

—No vengo preparado, no... no planeaba llegar a esto —jadeó, poniéndose de pie en un brote de adrenalina—. No te quiero forzar, no quiero que lo hagas solo porque yo quiero, ¿me estoy contradiciendo? ¡Dime que no me estoy contradiciendo!

Enloqueció.

—Solo pregunta —Recibió el empujón con esa última sonrisa que contempló—. Hazlo si eso es lo que deseas.

Maldición, lo anhelaba con fervor.

Trató de sosegarse, inhalando y exhalando como un ejercicio de relajación, su lobo estaba corriendo en círculos, algo que él no podía hacer en ese precioso momento porque arruinar la esporádica situación sería fatal.

Entonces, remató al agacharse hasta que sus rodillas tocaron el suelo, empolvando el lindo traje y se acomodó adelante de Soo Bin, sin hincarse de la forma convencional para ese tipo de casos. Lo sujetó de las manos, las tenía cálidas pero no le estaban transpirando como a él.

Alzó la cara y la comunicación se dio con una simple mirada, la chispa en sus pupilas fue encantadora.

Suspiraron al mismo tiempo.

—Soo Bin, ¿tú quieres casarte conmigo?

El temor estaba oculto en la pregunta, pero de igual forma, la ilusión se asomó.

Daba pánico, lo desconocido siempre asustaba y sin embargo, ambos se hallaban dispuestos a enfrentarlo.

—Sí... Eso me gustaría.

La seguridad del omega se notó.

Estaba listo para comenzar un nuevo ciclo con su alfa, preparado para iniciar con el pie derecho otra fase dónde mitigaría los miedos y los enterraría tres metros bajo tierra.

Ya era hora.

—No compré una sortija, no tengo una rosa, es... —Yeon Jun hiperventiló, el shock emocional lo alcanzó—, perdón, te merecías una verdadera propuesta, discúlpame...

—Basta, Junnie —Se soltó de su agarre para tomarle con cariño de las mejillas—. Solo quiero estar contigo, quiero que los dos crezcamos a partir de ahora, que seamos el pilar del otro y que nos amemos un poquito más cada día.

—Eso será un hecho, lo prometo, te lo prometo —El nudo en su garganta creció—. Entonces... De verdad vamos a casarnos... ¿Sí?

—Sí, alfa, si eso es lo que ambos queremos, sí —Se inclinó hacia adelante, juntando sus frentes.

El mayor se rio de nervios, tragándose las lágrimas y esnifando.

No estaban en el lugar adecuado para llorar.

—Sí por mi hubiese sido, te habría puesto un anillo en el dedo desde ese día en que saliste a tirar la basura.

Y no mentía.

Cayó por ese lindo artista con aroma a mandarina aquella mañana en que lo vio perder su pantufla mientras caminaba.

El instinto no se equivocaba y el destino, menos.

Estaban escogiendo dormir bajo el mismo techo, despertar abrazados cuando el sol saliera, acoplarse a un ritmo de vida en común compartiendo lo bueno y lo malo que les sucediera. Renacer de los problemas, resolver los altercados y alimentar devotamente ese amor que los enlazaba.

Porque las almas gemelas eso hacían, se elegían para siempre y por encima de cualquier cosa.

Claro que podrían hacerlo, su bonita historia de amor merecía continuar.

Y ahora, tenían dos pendientes extra: una boda que planear más dos familias a las que debían informar.

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Bueno, me complace decirles que el jueves ya termina está historia, dos capitulos más y se terminó está linda historia y como saben el  otro lunes ya ingreso a clases 😭, las actualizaciones será un poco lentas.

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