CAPITULO 33.
Soo Bin ni siquiera tomó el elevador para subir a las oficinas.
Al oír que vocearon su nombre por toda la tienda, optó por aplazar unos minutos el regañó que iba a darle por su error y utilizó las escaleras, ascendiendo con las manos adentro de los bolsillos.
Presentía un ultimátum y desde luego, tendría que pagar la cantidad que fue reembolsada por su culpa, gracias a un descuido ya se había endeudado con la compañía.
Con la cara agachada, llegó al vestíbulo del nivel administrativo y la secretaria encargada del control general le preguntó amablemente hacia dónde se dirigía.
—Me llamaron por los altavoces, soy Soo Bin —explicó, con pena visible—. ¿Con quién tengo que presentarme?
Obtuvo una sonrisa compasiva, supuso que la tristeza en su semblante lo delató.
—El joven Choi lo está esperando —Ella informó al erguirse—. Sígueme, su oficina está por aquí.
El omega se chupó el labio, pestañeando rápido al procesar que Yeon Jun ya se había enterado de su fatal equivocación y siguió a la secretaria mientras pensaba en cómo le explicaría a su alfa la tontería que hizo por no prestar la atención suficiente.
Transitaron por los bulliciosos pasillos, los empleados estaban concentrados en sus tareas, tecleando en las computadoras, atendiendo llamadas, imprimiendo facturas y andando de aquí para allá con cientos de documentos a organizar.
Se sintió peor, era el único ahí que no sabía cumplir correctamente con sus obligaciones.
La oficina de Yeon Jun estaba al fondo de la zona, siendo delimitada por bonitos canceles de piso a techo que dejaban una vista panorámica desde el interior, así tenía un mejor control sin necesidad de salir constantemente.
Por fuera, vio que el castaño ocupaba su silla ejecutiva y también notó que había otra persona en el cubículo, dándole la espalda a la entrada.
Suspiró al creer que se trataba de la encargada de recursos humanos, la secretaria llamó con dos toques a la puerta y su piel se erizó cuando oyó la voz de Yeon Jun dando las gracias como todo buen jefe.
—Ya puedes pasar —murmuró la chica, dejándole el camino libre—. Suerte.
Soo Bin forzó una sonrisa como agradecimiento, las palmas le empezaron a sudar.
Entró con las manos escondidas en la espalda, no podía observar a Yeon Jun, sus ojos se negaban a enfocarlo, la alfombra del piso le gustó más que cualquier otra cosa en esa oficina.
Se colocó detrás de la silla libre, no podía actuar con tanta confianza, todavía mantenían su relación privada en la tienda, así que no debía tomarse atribuciones que dañaran su imagen como trabajador.
—Buena tarde, señor Choi —murmuró, enredando sus dedos entre sí—.Me mandó llamar.
Yeon Jun iba a olfatear su nerviosismo, se sentía totalmente frágil.
—Hola, buena tarde —Le saludó al pintar una sonrisa ladina—. Pedí que vinieras porque quiero presentarte a alguien.
No se atrevió a elevar la cabeza, ya no estaba acostumbrado a que lo tratara con tanta formalidad.
Eso le asustó en un principio, pero luego entendió que no podía ser flexible ya que no se encontraban solos.
—Pero quita esa cara, amor —reanudó, eliminando la tensión en la atmósfera—, ¿no te gustaría conocer a una persona que admiras?
El omega plegó el espacio entre sus cejas, confundido por el apodo cariñoso y al alzar el rostro, se encontró con el gesto ameno de Yeon Jun, quien ensanchó la sonrisa cuando sus miradas se enlazaron.
Acto seguido, volteó hacia la tercera persona que yacía ahí, sentada como cualquier mortal, observándole igual de risueña con una pierna cruzada por encima de la otra.
Dio un paso en retroceso, colocándose una mano sobre los labios y abrió los ojos más de lo común cuando reconoció a la prestigiosa beta.
—No es cierto —susurró, impresionado—. Yeon Jun...
—Te presento a la señorita Courtney Rowell —Confirmó la presencia de la artista—. Fundadora y dueña de la galería trazo y pigmento.
La mujer le sonrió plácidamente después de su mención, parecía feliz de conocerlo.
—Un gusto —Ella dijo, acentuando el saludo con un cabeceo—. ¿Por qué no te sientas?
—Usted de verdad está aquí —titubeó con dificultad, descubriéndose la boca—. Es... no puedo creerlo...
—¿Piensas que soy un holograma? —Curvó una ceja, tocándose varias partes del brazo—. No, estoy segura de que soy de carne y hueso.
La risita inocente que Yeon Jun expidió, hizo que pusiera los pies sobre la tierra.
Era un hecho, estaba parado en la misma oficina con Courtney, una de las mejores profesionales en el ramo del arte, de las más destacadas, enigmáticas y talentosas...
Que terrible presentación, ¡él se había quedado mudo del asombro!
—¡No! Disculpe por ser un irrespetuoso y no saludarla al entrar —Intentó redimir su descortesía—. No la había visto, en serio, lo siento mucho, me llamo Kim Soo Bin y vivo amando su labor desde que la conocí...
—No te preocupes y gracias por reconocer el trabajo que hago.
—Sería imposible no hacerlo, de verdad, era una tortura que sus eventos fuesen realizados cuando yo estaba en pleno semestre, nunca he podido asistir —Estaba sonriendo sin darse cuenta—. Usted es una promesa en este mundo.
Rowell apreció el halago en silencio, invitándolo a sentar por segunda ocasión cuando empujó la silla vacía hacia atrás.
Se apoderó del lugar, instalándose con el pequeño brote de confianza que sintió y miró al alfa, solicitando una explicación acerca de la ilustre visita.
—Bueno, seguramente te preguntas cual es la razón de este pequeño comité —Yeon Jun inició con la conversación—. Me informaron que hubo un fallo con el pedido 506, la venta fue aceptada y cobrada pero el material no fue enviado, ¿verdad?
La memoria de Soo Bin recobró sus funciones.
Apesar de la increíble coincidencia, fue solicitado por un problema que ocasionó sin querer y su deber era solucionarlo.
—Sí, no cerré el pedido por distraído, los de almacén no lo surtieron y aun así, el cargo fue realizado a la cuenta del comprador —informó, aceptando públicamente su desacierto.
Mala técnica exponerse frente a una eminencia, pero no mentiría para disfrazar su error.
—Sí, algo así me comentó mi hermana —expresó pacíficamente el ojiazul—. ¿Sabes qué es lo curioso de todo eso?
—¿Qué?
—Ese pedido que desgraciadamente no salió de la tienda... era de la señorita Rowell.
El omega volvió a petrificarse y se calló por valiosos segundos.
Lentamente, viró hacia la cliente insatisfecha, parpadeando pausado y sintiendo las mejillas calientes, porque sí, ya no había manera de negar que estaba quedando como un idiota frente a la mismísima Courtney, quien lo miraba con ese tenue esbozo de sonrisa caritativa.
Su suerte empeoraba día con día, le preguntaría a su madre si de casualidad no lo había concebido en un viernes trece, estaba hartándose de ser perseguido por un montón de males.
—Debe ser una broma, me gustaría que lo fuera... —Pudo articular, en un bufido lleno de cansancio—. Lo lamento mucho, no quise dejarla sin su material, la sucursal no cometió la equivocación, fui yo...
—Fue una sorpresa para mí no recibir el pedido —mencionó la beta, sin ser enérgica—. La verdad es que nunca tuve problemas con las entregas.
—Culpa mía, PaperChoi's tiene personal capacitado para que no pasen estos incidentes, yo apenas me estoy acoplando al ritmo...
—Yeon Jun me lo dijo, tranquilo —exclamó, intercambiando un vistazo con el aludido—. Aunque de alguna forma, estoy agradecida con que esto pasara.
Soo Bin tensó sus facciones, confundido por el vago entendimiento que tuvo ante la oración.
—¿Agradecida?
—Ajá, porque en consecuencia, pude descubrir ese tesoro escondido —Courtney volteó a la pared posterior.
Él hizo lo mismo, cambiando el curso de sus pensamientos al ver colgando en el muro, la pintura que realizó de Yeon Jun para el concurso universitario.
Sus cejas se fruncieron otra vez y acabó tallándose la nariz al instante en que varias preguntas brotaron en su mente, pues no comprendió con exactitud si se trataba de un halago y las suposiciones no le ayudaban a mantenerse cuerdo.
—¿Un tesoro? —interpeló, mojándose el labio superior con la punta de la lengua—. ¿Qué quiere decir?
Courtney regresó la vista a Yeon Jun, otorgándole el derecho de explicar el motivo de la inesperada reunión.
—Amor, a ella le ha gustado tu obra —El alfa resolvió con sencillez—. Yo le dije que tú la habías pintado y quiso conocerte, por eso estás aquí.
Batió las pestañas velozmente, entreabriendo la boca sin propagar sonido y encontrándose lo suficientemente aturdido.
¿La dueña de una galería tan reconocida estaba valorando positivamente su pintura? Si la respuesta era afirmativa, claramente tenía que estar soñando.
Tuvo que darse un pellizco discreto, solo para confirmar que se trataba de algo real y no de un bobo sueño atascado de metas cumplidas.
No supo cuanto tiempo tardó en reaccionar, pero era claro que demoró en volver a razonar porque la pelinegra agitó la mano frente a sus ojos y luego chasqueó una vez los dedos, haciéndolo sacudir la cabeza de lado a lado al conectar nuevamente los cables de su cerebro.
—Perdón —musitó, saliendo del ensimismamiento—, es que es increíble que usted piense eso de mi pintura, muchas gracias.
—No solo pienso eso, Soo Bin. En realidad, sigo aquí porque me gustaría llegar a un acuerdo contigo.
—¿Un acuerdo?
—Quisiera exhibir tu obra en mi próxima exposición.
Estuvo a punto de gritar.
Juró que el corazón se le detuvo por un fugaz momento, milagrosamente no cayó desmayado sobre el escritorio, hubiese sido la culminación perfecta, el toque final a la imprevista propuesta.
—¿Por qué? —preguntó, apretando los costados de su silla—. Soy un principiante en esto, me quedé en tercer semestre de la carrera, apenas tengo veinte y no me considero el más limpio con las técnicas...
—Por favor, he conocido a infinidad de personas que se dedican a la representación de figura humana y es de las primeras veces que veo un lienzo así de expresivo, capturaste maravillosamente la esencia de Yeon Jun.
El implicado enderezó la espalda, sintiéndose orgulloso de su participación y sobre todo, de la maestría que su omega poseía.
Él ya se lo había dicho muchas veces, pero que una profesional con experiencia lo hiciera, quizá le abriría los ojos para valorar su habilidad.
—¿De verdad es digna de estar en su galería?
—Me atrevo a apostar todo por ese cuadro.
Soo Bin boqueó y se rascó la nuca, buscando una red de salvación en la mirada de su alfa.
Los ojos zafiro le otorgaron reposo, el olor mentolado calmó su repentina ansiedad, permitiéndole meditar la idea con mayor certeza.
—¿Qué es lo que tiene en mente? —Se tomó el atrevimiento de cuestionar.
—Bueno... —La mujer suspiró, apoyando el codo derecho en el reposabrazos acolchado—, dime cuanto quieres por la pintura.
El silencio perduró alrededor de un minuto, una sensación incómoda se esparció por la oficina o al menos él lo notó así.
Involuntariamente, plisó todavía más la frente en una perceptible señal de que no le gustó lo que escuchó.
—Por la... —repitió las palabras en su mente—. No, no está a la venta. Yo pensé que... creí que planeaba mostrarla en la exposición y que después me la devolvería.
—Uhm, no, esto no funciona así —Se dispuso a explicar—: Yo me dedico a la compra y venta, me gusta encontrar joyas desconocidas, organizo los eventos y me manejo bajo los términos de comercialización.
—Pero si usted compra un cuadro, el autor pierde el derecho a decidir sobre el.
—Es que se trata de negociar, es de beneficio mutuo.
Yeon Jun se acomodó en su asiento, subiendo los codos al escritorio y recargando el mentón sobre sus manos entrelazadas.
El omega torció la boca, nulamente convencido con la proposición.
—¿Se recibe algo más que dinero? —inquirió, dudoso.
—Puede ser, en ocasiones sirve de trampolín para impulsar su trabajo, pero si no resulta, al menos obtienen una remuneración económica.
—¿Y los créditos quién se los lleva?
—El nombre del artista siempre aparece en la placa informativa de los cuadros, en ningún momento me adjudico la autoría.
Soo Bin asintió despacio, fingiendo una sonrisa al ver que Courtney lo contemplaba con una curva al final de los labios.
—Vale, creo que ya entiendo —dijo, con inseguridad oculta—. Sin embargo, ¿puedo pensármelo y meditarlo antes de decidir?
—Bien, pero solo tienes dos días para hacérmelo saber, tengo el tiempo medido y no me gustan las cosas de último minuto, ¿de acuerdo?
La beta abrió su bolso, buscando su billetera al interior y de ahí, sacó una tarjeta de presentación, con un número y correo de contacto.
—Llámame o escríbeme al correo —retomó, al pararse de su silla—, no demores, por favor.
—Sí, no se preocupe —Leyó los datos y la miró—. Y de nuevo, disculpe por el problema con su material, no volverá a pasar.
—Ya no importa, solo espero mi devolución —Habló hacia Louis—. ¿Cuándo podría ser realizada?
—Hoy mismo, pediré que realicen la transferencia en cuanto alguien en el departamento de recursos se desocupe —notificó.
—¡Perfecto! Nos seguiremos viendo —Educadamente, se despidió con un apretón de manos—. Y Soo Bin, piénsalo bien.
—Sí, lo consideraré.
—Le haremos llegar varios cupones de descuento por el inconveniente —Yeon Jun hizo el amago de levantarse también de su asiento—. La acompaño a la puerta.
—Gracias, y no hace falta —La pelinegra detuvo su amable objetivo—, conozco la salida, nos vemos después.
El alfa se mantuvo inmóvil, escoltando con la mirada a la artista y por fin respiró con tranquilidad cuando salió del cubículo, volviendo a caer en su cómoda silla de piel. Que difícil era eso de interactuar con adultos expertos, necesitaba mejorar sus habilidades para socializar.
Vio que el menor revisaba al derecho y al revés la tarjeta de presentación, moviéndola entre sus dedos con un mohín en los labios.
—¿Y bien?, ¿qué opinas?
—Ella es... —Hizo un ruidito con la boca—, diferente a lo que imaginé.
—¿A qué te refieres?
—No parece que impulse el talento oculto, contrario a eso, siento que se aprovecha un poco de quienes buscan apoyo y los envuelve con dinero.
Su perspectiva sobre la famosa galerista, se había modificado en cuestión de minutos.
—Supongo que es parte de sus condiciones, me imagino que compra los cuadros para poder venderlos en sus exhibiciones sin consultar —determinó, tomando uno de los caramelos que había en un tazón encima del escritorio—. ¿Quieres?
—No, gracias —Soo Bin declinó y prosiguió—. Eso es lo que no me convence, me quiere dar dinero por la pintura y si lo acepto, ella podrá generar el triple de ingresos, porque al estar bajo su nombre los compradores se enfocaran en adquirir la obra solo por ser parte de la reconocida galería, sin importar de quien sean los créditos.
—Pero la probabilidad de ganar reconocimiento existe al estar ahí —El mayor estrujó la envoltura del dulce con sus yemas—. Eso ya se convierte en un gran paso, ¿no lo crees?
—Yo no lo veo así, presiento que busca beneficiarse.
—Yo creo que estás sobre analizando las cosas.
El omega enarcó su ceja y ladeó el rostro.
—¿En serio? —indagó, con cierto ápice de recelo—. ¿Está mal que desconfíe de ella solo por la trayectoria que muestra en internet?
—No, comprendo tu punto, pero yo lo estoy viendo como una oportunidad —Destensó los músculos de la espalda.
—¿Oportunidad? Todos los blogs dicen que ella se encarga de fomentar el amor por el arte, la ponen como una cazatalentos y a mi me dio otra impresión —Defendió su punto de vista—. ¿No te diste cuenta?
El castaño recogió la tarjeta con los datos impresos, el nombre de Courtney resaltaba en grande por la parte frontal.
—Estar en su exposición es avanzar una casilla en el tablero, Soo Bin, deberías considerarlo.
Oh.
¿Acaso le había dicho "Soo Bin"?
—¿De verdad estás pidiéndome que piense en vender el cuadro que hice gracias a tu motivación? —interrogó escéptico y se abrazó a sí mismo—. Te recuerdo que ese lienzo no existiría si tu no me hubieses animado a entrar al concurso.
—Y ese concurso tenía un fin similar, se buscaba terminar en un museo —expuso, sin rodeos—. Iba a funcionar como un anzuelo para ti.
—Sí, pero ahí no iban a lucrar con mi obra —Su faz reflejaba la falta de acuerdo con el alfa—. No puedo ofertarla, no lo voy a hacer porque tú fuiste mi fuente de inspiración y mi objetivo era regalártela sin importar el resultado.
Yeon Jun advirtió su actitud negativa, la tirantez comenzó a propagarse crudamente por el ambiente.
—Eso lo sé, pero estás dándole demasiado valor sentimental —espetó, cegado por su optimismo—. Tú vives preocupado por el futuro y no comprendo porque quieres cerrar esta puerta que se abrió.
El omega se descolocó.
La decepción se dibujó en sus facciones.
—¿Sabes qué? Ya basta de hablar del futuro, mejor resaltemos que el presente me ha pateado una y otra vez desde que se me ocurrió ingresar a la carrera —espetó, entre dientes—. ¿Qué conseguí en un año? Ser acosado por un alfa, agredido verbalmente por un compañero, violentado físicamente, expulsado y para rematar, castigado por mis padres.
—Amor, espera...
—No, escucha, lo rescatable de estar en esa maldita universidad fue conocer a mis amigos y verte de vez en cuando en los pasillos cuando todavía estudiabas —masculló, arrastrando la silla—. De alguna forma, hoy estamos aquí siendo una pareja y es lo único bueno que me llevo de ese lugar, pero me estás pidiendo que venda mi pintura solo porque lo ves como la fuga en medio del caos y no lo pienso hacer.
—No lo digo por eso, es solo que podrías aprovechar la situación de buena manera —De igual forma, empujó su asiento en retroceso—. Quizá es el comienzo.
—¿El comienzo de qué? Siempre he priorizado mis ganas de salir adelante, me he esforzado hasta el cansancio por no fallarle a la gente que me rodea y cargar con ese peso es agobiante—Terminó por levantarse, hundido en la obstinación—. Todo me ha salido al revés, ¿y está mal que no quiera volver a arriesgarme? Puede ser que pierda, pero mi intuición está diciéndome que no me desvíe por esa ruta y me sorprende un poco que no lo entiendas.
¿Cuándo llegaron al extremo de discutir?
Yeon Jun copió la acción de alzarse, sintiendo una baja notoria en su estado de ánimo.
—Cariño, relájate.
Pero Soo Bin no tenía cabeza para guardar la compostura, esa carga emocional llena de pesimismo lo estaba aplastando.
—Voy a marcar mi pase de salida temprano, no me siento bien —declaró, evadiendo la profunda mirada añil—. Hazme saber cuanto me irán descontando del sueldo quincenal por el reembolso, por favor.
—Yo te llevo a tu casa, solo dame un minu-...
—No, gracias, quiero estar solo. Nos vemos mañana.
Se giró hacia la puerta, pillando a varios empleados mirando quisquillosamente desde sus sitios de trabajo y les rodó los ojos, evadiendo así las ganas de llorar frente al equipo administrativo.
Yeon Jun se despeinó el flequillo con desespero, siguiendo sus pasos por los cristales y cuando desapareció, se refregó la frente.
Tenía que darle su espacio, no abrumarlo con miles de mensajes, respetar el margen trazado aunque su alfa estuviese volviéndose loco por seguirlo y traerlo de vuelta. Debía moderar esa necesidad de cuidarlo, a veces le resultaba contraproducente.
Él solo quería ayudar.
Soo Bin no había salido de su habitación desde que regresó a casa, se encontraba refugiado en su pequeño nido hecho con mantas, cojines y prendas que fue pidiéndole prestadas a Yeon Jun pero que nunca devolvió.
Hecho un ovillo, en pijama, abrazado de una hoodie color amarillo y hundiendo la nariz en el tejido que conservaba la embriagante esencia de su alfa.
Esnifó, acurrucándose y ocultando el rostro en una almohada mientras encogía sus pies cubiertos por un par de calcetines largos. Tenía las cortinas cerradas, la luz apagada y solo la tira led en la parte superior de su pared, iluminaba de tono violeta la recámara.
No era su día, la rueda de la fortuna ya se había acostumbrado a ponerlo abajo.
De repente, el picaporte de la entrada fue girado, alcanzó a oír el pestillo botándose ya que no había colocado el seguro y estiró el cuello para ver por arriba del montículo de cobijas.
Era su madre.
—Mi amor, vienen a buscarte —Le dijo al asomarse y le sonrió.
Soo Bin infló las mejillas, adivinando en un suspiro quien era el visitante sin necesidad de verlo; su lobo se inquietó, implorando que dejara entrar al alfa que aguardaba al otro lado de la puerta.
Se talló la cuenca del ojo, revolviéndose en el montón de telas y con un ademán, le pidió a Mina que permitiera el paso. Ella susurró algo hacia afuera en tanto se movía del umbral y Yeon Jun fue el siguiente en aparecer, con una bolsa del supermercado colgando de la mano.
Poco le importó mostrarse indefenso, el mayor jamás había estado en su recámara y tampoco había visto su nido, tal vez se sorprendería al notar variedad de ropa suya apilada en el rincón.
—Los dejaré solos, cualquier cosa, estaré en la sala viendo mi serie —La omega avisó, palmeando la espalda del invitado—. Siéntate, si quieres algo de beber puedes pedírmelo con confianza.
—Muchas gracias, Mina, por el momento estoy bien.
—De acuerdo, entonces nos vemos en un rato.
La mujer le arrojó un beso a su retoño, retirándose para darles privacidad. Era evidente que había problemas en el paraíso.
El ojiverde se atusó los rizos enredados, viendo de reojo que Yeon Jun eligió sentarse a la orilla de la cama, acomodándose encima de su edredón blanco.
—Te traje golosinas —Sacudió la bolsa de plástico que traía—, gomitas, galletas...
Apreció demasiado el gesto, pero no tenía nada de apetito.
—Gracias, alfa —musitó, apenas audible—. ¿Qué haces aquí?
—Creo que es obvio que vine a verte —Respiró largamente por la nariz—. Quiero hablar contigo.
Soo Bin asintió, mejorando su posición al apoyar la espalda en un cojín y lo miró angustiado, porque el término "hablar contigo" dentro de una relación, podía significar más problemas o en contraste, la solución a todos ellos.
Le dio pavor que fuese la primera opción.
—¿Hablar?
—Sí —El castaño colocó las provisiones con las que llegó en el colchón—. ¿Estás molesto todavía?
—No estaba molesto —aclaró—, solo me sentía raro, lamento mucho haberme ido así, tenía muchas cosas en la cabeza...
Tuvo un colapso emocional y mental, se fatigó de una manera impresionante.
Pero ya se sentía mejor, tomarse un respiro siempre era una buena alternativa.
Por su cuenta, Yeon Jun no conseguía despegar la mirada del bonito nido que su omega tenía, parecía una casita reconfortante, un espacio realmente cómodo y lleno de ropa que le hacía falta en el armario.
Ahora conocía su paradero.
—No te disculpes, amor, te entiendo perfectamente —farfulló, cautivado con la linda imagen.
¿Cómo no iba a amarlo con todas sus fuerzas?
—No quiero vender la pintura, Junnie —El rizado siseó con prudencia, comunicando su decisión—. Dime que soy un tonto, pero siento que no va a salir bien, esta vez si quiero actuar bajo mi criterio...
Tenía una corazonada y quería respetarla.
—Yo no te pienso obligar a nada, estuve pensándolo toda la tarde y quiero pedirte una disculpa por ser tan insistente, fue un arranque que no logré manejar —reiteró, doblando un poco el pie y pisándose la entresuela del tenis izquierdo—. Solamente busco ayudarte a que alcances tus metas porque no hay día que no me sienta culpable por tu expulsión.
Ahí estaba la punta del hilo.
Soo Bin lo sospechaba, dedujo que el empeño ajeno por hacer que ofreciera el cuadro, había sido provocado por un remordimiento que no debía existir.
—Eso ya lo conversamos, lo asumimos en su momento y aquí no hay culpas, ¿sí? —reafirmó e hizo un movimiento con el dedo índice—. Ven.
El alfa no tuvo que escuchar la petición dos veces, se avecinó al nido en cuanto se le dio permiso y terminó en cuclillas, frente a la infinidad de coloridas telas.
Incluso había dos peluches tumbados, una bonita jirafa y un conejo que no se resistió a tomar.
—Me gustaría poder hacer más —confesó, jugando con la oreja del animal afelpado—, pero el dinero solo compra títulos profesionales falsos y no me gusta la corrupción.
Era muy fácil aminorar el amargor en el aire, una mala broma y ya se estaban riendo a la par.
—Que alfa tan tonto —Soo Bin se mofó y toqueteó la manga de aquella sudadera roja que robó el día del pic nic—. Por cierto, me gustaría hablarte de otra cosa...
—Adelante.
—Estuve reflexionando acerca de las galerías y es horrible que solo unos cuantos obtengan un lugar ahí.
—Sí, de alguna forma tienes que convencer al dueño con tu talento o ser famoso para retribuirle popularidad, no cualquiera tiene la posibilidad de estar en esos espacios.
En efecto, era un hecho desafortunado que ninguno aprobaba.
—¿Por qué tiene que ser así? Recuerda que el arte es subjetivo —Acertadamente, objetó—: Si a mi no me gusta algo no quiere decir que sea malo, alguien más puede encontrar la belleza que yo no pude interpretar y es válido, todos tenemos derecho a brillar.
El alfa achinó los ojos, pescando el sentido solidario de su omega.
—Ya sé por dónde vas...
—Merecemos un espacio dónde en serio se potencialicen capacidades sin necesidad de lucrar —estableció, posicionando un cojín en su regazo—. ¿No crees?
—Dime que estás pensando.
—Quiero hacer exhibiciones artísticas, alfa. Me gustaría que las personas de nuestra edad tengan la oportunidad de mostrar sus habilidades para que no se dejen deslumbrar por cualquiera que les ofrezca dinero.
Soo Bin halló el reto que le correspondía afrontar, estimulado por las barreras que el mundo profesional le ponía y que pretendía derrumbar una a una.
Empezar de cero y por cuenta propia era riesgoso, pero con una planeación bien estructurada, la probabilidad de fracasar se reducía.
Yeon Jun lo cobijó con apoyo, también se emocionó.
Eso de ser galeristas independientes, se oía extremadamente fabuloso.
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