CAPITULO 31.
—¿Quieres incluir algo más?
—¡Sí! Manzanas y... —Inspeccionó el frutero sobre la barra de la cocina—. Uvas, ¿puedo?
—Sí, toma las que quieras —Mina accedió al destapar un contenedor de plástico—. Y puedes poner aquí las galletas.
Soo Bin sonrió entusiasmado al tomar dos manzanas y tres racimos de uvas. Acomodó todo en la canasta de mimbre que su madre le prestó, cuidando que nada fuese aplastado por el resto de comida que ya se hallaba al interior.
Tal vez estaba exagerando con la cantidad de alimentos que llevaría, pero no quería escatimar.
Pequeños emparedados, rollos de su sushi favorito, ensalada con pollo que preparó por la mañana, botana, rebanadas de panque, pastel, fruta, galletas, jugos individuales de distintos sabores, cubos diminutos de queso recién cortados y variedad de dulces...
Sí, estaba listo para el mejor pic-nic de su vida.
No podía con la emoción, Yeon Jun le envió un mensaje recordándole que pasaría al mediodía por él y ya faltaban solo quince minutos para el que el reloj marcara la hora pactada.
Nunca había ido a un día de campo y en cuanto el alfa realizó la sugerencia de pasar un día entero al aire libre, desconectados de la ciudad, no dudó en acceder y comprometerse a llevar una canasta repleta de víveres para ambos.
Incluso adquirió el singular mantel a cuadros en color rojo y blanco, ese que le daría el plus necesario a la linda cita que tendrían.
Prometía ser un gran sábado.
—Servilletas, platos y tenedores... —repasó mentalmente su lista—. ¿Qué más?
—¿Repelente de insectos?
—En la mochila —aseguró—. No quiero que los mosquitos me ataquen.
La omega sonrió, levantando uno de sus pulgares y amorosamente, le acarició el brazo a su retoño.
—¿Sabes? No puedo dejar de sentirme preocupada por lo que pasó en la universidad, no quiero que dejes tus estudios sin terminar —murmuró, con visible sinceridad—. Pero a pesar de eso, me alegra ver que tú y Yeon Jun siguen adelante como pareja.
Soo Bin estiró los labios en una sonrisa muy pequeña. Las pláticas con su progenitora eran de lo más reconfortantes.
—Es el mejor alfa, se los dije aquella vez —Relajó su postura—. Y no tienes de qué preocuparte, el próximo año conseguiré un lugar en otra facultad.
—Nunca voy a dejar de inquietarme por ti, eres mi tesoro —Le pellizcó la mejilla con afecto—. Quiero que cumplas tus metas, amor, solo eso.
—Y lo haré, te lo prometo —Ladeó la cabeza hacia el toque cariñoso—. Mis planes no cambian.
Mina suspiró y frunció los labios.
Era increíble lo mucho que Soo Bin había crecido en el transcurso de los años, ese omega era el reflejo de una buena educación y mucho amor desde su nacimiento.
Cuando su prueba de embarazo arrojó un esperado positivo, se volvió la mujer más feliz del planeta. Deseó con toda el alma que su querubín llegara sano, ansió cargarlo para arrullarlo entre sus brazos y tararearle una bonita canción de cuna...
Al día de hoy, lo veía convertirse en un muchacho ejemplar, perseverante y maduro.
Era una locura lo rápido que cambiaba la noche.
—No olvides llevar tu celular —Señaló el toma corriente a un costado de la barra—. Ojalá tengan cobertura telefónica, me gustaría que me avisaras cuando lleguen.
El rizado hizo un chasquido con los dedos al recordar que su móvil estaba cargándose y se movió a desconectarlo, revisando antes que la batería estuviera cubierta el cien por ciento.
Y en ese instante, el claxon de un automóvil pitó dos veces desde afuera, anunciando la llegada de un precioso alfa con ojos azules.
Luego de dar un salto en su lugar, se transportó como un rayo hacia la ventana de la cocina, corrió la cortina y observó fascinado el bendecido paisaje.
Yeon Jun se bajaba del carro, peinándose el flequillo desaliñado y acomodándose las gafas de sol que portaba con distinción.
A Soo Bin se le olvidó como respirar, el alfa se veía endemoniadamente atractivo, de pies a cabeza, como siempre lucía en un atuendo casual: pantalones cortos y camiseta holgada en color negro, junto a unos tenis blancos que hacían el contraste sublime.
Suspiró y su corazón pidió tregua, en serio necesitaba un descanso de tantas descargas de emociones.
—¡Ya está aquí! —masculló, girando hacia la omega—. ¿Cómo me veo?
Apuntó sus prendas, él traía puestos unos pantaloncillos similares a los de Yeon Jun, pero en mezclilla y una playera blanca de manga corta.
Se sentía muy cómodo, le gustaba su elección.
—Te ves divino, mi cielo —Mina le confirmó el pensamiento con su natural afecto—. Ya es hora, anda.
—Sí, sí —Se guardó su teléfono en el bolsillo trasero y corrió a cargar con la canasta—. Si tengo señal, prometo que te mensajeo.
Abandonó el área a zancadas, rogando no olvidar nada mientras se aproximaba a la puerta principal.
—No se regresen tarde, por favor —Hizo la petición, avanzando atrás de él—. Y vayan con cuidado, no seas un copiloto irresponsable.
—¿A qué te refieres?
—No te duermas en el camino, le puedes pegar el sueño a Yeon Jun.
Soo Bin asintió al grabarse la acertada sugerencia.
Enseguida, tomó el pomo de metal y lo giró, abatiendo por fin la puerta para encontrarse con su apuesto chico recargado en el capo.
Al instante en que el alfa lo vio salir, corrió hacia él y le ayudó a sujetar la pesada canasta, enseñando los dientes en una sonrisa resplandeciente que comunicó la alegría que sentía.
—Hola, amor —musitó al mirarlo y después, se enfocó en la señora Kim—. Hola, Mina.
Ella se le acercó a intercambiar un beso en el cachete como saludo y también sonrió.
—Hola, hijo. Le decía a Soo Bin que por favor no volvieran tan de noche —Extendió nuevamente la solicitud—. Los caminos a las afueras de la ciudad son peligrosos, a veces falta iluminación en las carreteras y bueno, no está de más prevenir.
—Estaremos aquí antes de que el sol se esconda —Pactó el horario con amabilidad—. A mí tampoco me gusta conducir en carretera sin luz natural, además no iremos lejos, la ruta es de una hora cuando mucho.
—Bien, si quieren cenar algo al volver, voy a preparar lasaña... Aunque no sé si vuelvan con apetito, mi hijo vació el supermercado con todo lo que compró.
El omega la divisó con los ojos abiertos en exceso, casi pudo tomarlo como una advertencia.
Yeon Jun se rio por la nariz, envolviendo con su brazo libre los hombros de Soo Bin y depositó un beso encima de sus bonitos rizos.
—No me voy a negar a un plato de esa cena, aquí nos tendrá —comentó, animoso—. Ya nos vamos, que pase un buen día y me saluda a Woo Bin, por favor.
—Gracias, ustedes igual disfruten su tarde.
Ambos jóvenes se despidieron de Mina con un ademán cordial y se tomaron de la mano cuando se dieron la vuelta para caminar en dirección al auto.
—El clima nos favoreció demasiado —Soo Bin alzó la cara y apuntó al cielo—. No hay probabilidad de lluvia, es de los pocos días soleados aquí.
—¿Verdad? Yo dije lo mismo cuando venía de vuelta.
—¿Sí fuiste con tu madre a la sucursal?
—Sí, la fui a dejar porque tenía una junta a las once.
El menor tuvo que soltar a su alfa, facilitándole la acción de abrir el maletero y no se resistió a examinar el interior, divisando una canasta similar a la que él llevaba. De ella, sobresalía la parte superior de una botella de vino.
—¿Por qué no me has saludado? —Yeon Jun preguntó, al terminar de acomodar las cosas en la cajuela—. ¿Ya no me quieres?
Se quedó de pie frente a él, con los brazos colgando a los costados de su cuerpo y un mohín saturado de disconformidad.
—¿De qué hablas? —Risueño, alzó las comisuras y le encarceló el cuello con las manos—. ¿Olvidé decir hola?
—Sí, lo olvidaste —reclamó, envolviéndolo por la cintura y lo atrajo—. No seas maleducado, cachorro.
Soo Bin se derritió en los fornidos brazos y le plantó un pico mimoso en los labios.
—Hola, alfa —susurró, juntando las puntas de sus narices—. No te enojes conmigo, ¿sí?
El mayor movió su cabeza de lado a lado, formando un tierno beso esquimal y ensambló delicadamente sus bocas.
Una fusión dulce y en extremo melosa.
—Jamás podría enojarme contigo, bonito —aclaró, al romper la mágica conexión—. Sube ya, tenemos un largo camino y espero tengas la playlist perfecta que cubra una hora entera.
—¿Me estás subestimando? —gruñó, colocándole las palmas en el torso—. Tengo las canciones perfectas.
—Ya lo veremos —parloteó, vivaz—. Arriba, la puerta no tiene seguro.
El ojiverde no demoró ni dos minutos en montarse al asiento que le correspondía, reclinándolo ligeramente hacia atrás y cerró el cinturón de seguridad cuando estuvo conforme con la comodidad.
Yeon Jun se subió al suyo, ajustándose el cinturón y encendió el motor, listo para emprender el viaje.
La música fue puesta, los vidrios bajados y las risillas mutuas por el último recuerdo que tuvieron en ese carro, no tardaron en aparecer.
O al menos el alfa si se burló, porque Soo Bin estaba avergonzado hasta los huesos por haberse portado como un desesperado la noche en que su celo se presentó.
Aunque la pasó jodidamente bien.
Soo Bin quedó atónito con la sorprendente vista.
El pasto era de un verde intenso, los árboles eran más altos que un rascacielos y las flores en los arbustos presumían los colores brillantes que la naturaleza les otorgó al brotar.
Un espacio único, el sonido del viento pasando por las frondosas copas, el repentino piar de las aves o el hablar de una que otra pareja de enamorados en la periferia...
No eran los únicos ahí, esa área verde era conocida por permitir días de campo en familia, creando un ambiente calmado en una zona protegida y vigilada las veinticuatro horas. Se notaba de lejos que le daban mantenimiento constante, había rociadores que se encargaban de mantener con vida el césped y los jardineros hacían un trabajo admirable con la flora menor.
Era el sitio perfecto para la cita perfecta.
Los dos sentados al borde del mantel, con la comida esparcida y todos los recipientes destapados.
—Oye, Mina no mintió al decir que habías saqueado el centro comercial —Yeon Jun murmuró al pasarse la mano por la barriga—. Estoy llenísimo y aún me falta probar la ensalada.
—Creo que sí me excedí, porque yo también estoy a punto de reventar —exclamó, previo a comerse otra uva—. Y de postre he traído pastel, galletas y mi panqué favorito...
—¿Trajiste postre? —inquirió, sorprendido—. Creí que ese ya venía incluido contigo.
El menor se prohibió echarse a reír y solamente rodó los ojos.
—Estás en un lugar público con familias y parejas presentes —Lo reprendió—. Si me quieres comer, tendrás que ser paciente y esperar a que regresemos.
—Siempre puedo estacionarme en alguna calle poco transitada...
—¡Ya, Yeon Jun!
El aludido evacuó una descarada risa, amaba hacerlo sonrojar.
—Bueno, ya está, me conformo por ahora con las galletas —masculló, limpiándose la boca con una servilleta—. ¿Terminaste?
—Sí, es suficiente —Resopló por la inflamación en su estómago—. Ya no me cabe nada.
—Eso lo dudo, yo tengo algo que puede cabe-...
Una uva le golpeó la frente, el proyectil fue arrojado por el omega que yacía abochornado.
—¡Alguien te va a oír! —refutó, con las mejillas calientes—. Eres imposible, ¿qué te picó hoy?
—Solo estoy feliz de estar aquí contigo —Sus hombros se encogieron.
Soo Bin suspiró, contemplándolo con el fulgor naciendo en sus pupilas.
En ocasiones, se le dificultaba creer que Yeon Jun era un alfa real y que no era producto de su imaginación.
—Yo también, jamás había hecho un pic-nic —confesó, jovial—. Me gustaría que lo hiciéramos parte de la rutina, venir una vez al mes o algo así.
—Sí eso quieres, estoy completamente de acuerdo —Cogió una galleta con chispas de chocolate y la partió por la mitad—. Podemos equiparnos con nuestras propias canastas y recipientes, así no asaltaremos las alacenas de nuestras mamás.
Le entregó una porción de la galleta y él se comió la que le correspondía.
El omega hizo lo mismo, degustando el chocolate que venía en gotitas sobre la masa crujiente.
—Me gusta la idea —Se chupó el pulgar, retirando las migajas.
—Mañana mismo vamos a surtirnos —sugirió, sacudiendo sus palmas entre sí—. Por ahora, ¿quieres ver que más traje?
—Sorpréndeme.
Yeon Jun le sonrió al levantarse, se acomodó el short y después se encaminó hacia su auto estacionado, botando los seguros con el control.
Abrió una de las puertas traseras para sacar una bolsa que había pasado inadvertida, la tomó por las asas y trotó al retornar, cuidando que nada de saliera por la abertura superior.
Volvió a sentarse, esta vez cruzando las piernas en una pose de indio y colocó la tote bag en su regazo, abrazándola con afición.
—¿Qué traes ahí?
—Busqué en internet cuales eran las mejores actividades para los días de campo —comentó, con un encanto único—. Y vi que muchas personas coincidían en algo así...
—¿Acaso estuviste revisando Pinterest? —Vacilante, entrecerró los ojos.
Yeon Jun bufó al sentirse descubierto.
—¡Es una buena herramienta! —Se justificó jocosamente—. Como sea, mira...
Procedió a abrir la bolsa y de ella, extrajo dos lienzos medianos, empaquetados y nuevos que aprovechó a comprar cuando llevó a su madre a la sucursal del norte.
Acto seguido, cerca de veinte botes de pintura en diferentes colores fueron regados, rodando al caer y dos pinceles recién adquiridos aparecieron en el panorama.
Las cejas de Soo Bin se dispararon hacia arriba y la alegría aumentó al entender el concepto que fue rescatado de una plataforma digital.
—¿Pintura al aire libre? —cuestionó, al apoderarse de un pincel.
—Mejor aún —respondió, llenando un vaso de agua y lo colocó cerca de las pinturas—. Esto será un regalo.
—¿Un regalo? —Él ya jugaba con las cerdas de su herramienta—. ¿Para quién?
—Para ti y para mí.
Las mejillas del omega fueron decoradas adorablemente por sus hoyuelos. Entendió de qué se trataba la bonita actividad.
—Ninguno podrá ver lo que está dibujando el otro hasta que terminemos —Cautivado, estableció la primera regla—. No se vale espiar, tampoco se vale consultar imágenes de internet y mucho menos copiar.
Yeon Jun coincidió con lo dicho y le quitó el plástico protector a los lienzos, otorgándole uno.
—Tenemos media hora para realizar nuestra obra maestra, ¿te parece?
—¡Claro que sí!
Sellaron el trato con un delicado roce de labios, manifestando el mismo grado de felicidad y no tardaron en poner manos a la obra.
El ojiverde se inclinó por un paisaje, un precioso atardecer que desarrollaría en aproximadamente veinte minutos y le agregaría la silueta de una pareja mirando el horizonte, sin detalles específicos, solo figuras sólidas que los representarían a ellos dos.
Destapó los recipientes de pintura necesarios, analizando cuales le servirían para hacer las combinaciones ideales y empezó con su cuadro, inspirándose con el entorno y la tranquilidad que lo rodeaba.
Limpió en reiteradas ocasiones la cabeza del pincel, trazó líneas base, rellenó el fondo, mezcló matices en busca de crear las tonalidades requeridas y la habilidad nata que tenía al dibujar fue explotada al millón.
Yeon Jun tampoco salía de su burbuja de concentración, repasaba una y otra vez su lienzo, mojaba la punta del pincel y cogía más pintura con los ojos fijos en su futura creación.
Los minutos corrieron, la pantalla del celular marcaba que restaban únicamente cinco minutos para acabar con sus obras y Soo Bin sintió la presión, porque todavía le faltaba dibujar un poco de vegetación que utilizaría con el fin de avivar la perspectiva en general.
Optó por trazar cesped alto, permitiendo que el movimiento incierto de su muñeca le diera forma, resaltando todo con luces y sombras.
Inspiró al vislumbrar el resultado, no le disgustó en absoluto, logró realizar un obsequio digno para su alfa, enamorándose del proceso, así como del resultado.
Sonrió mordisqueándose los labios y bebió un trago de la copa en la que se sirvieron vino previamente.
—Listo —Yeon Jun depositó su herramienta de dibujo en el vaso—. He terminado.
—Yo también —Le contestó, pestañeando veloz—. ¿Quién primero?
—Tú.
—¿Por qué yo?
—Porque yo tuve la idea y además, tu terminaste antes —Defendió su punto, masticando un cubito de queso—. Vas tú.
El omega no tuvo argumentos en contra y sencillamente asumió su turno, mirando su pintura con ilusión.
Giró el lienzo y le mostró el paisaje plasmado, tapándose el rostro al subirlo a la altura de su cabeza.
Yeon Jun no pudo concretar vocablos, nunca dudaba del talento que el más joven poseía y con cada cosa que hacía, lo confirmaba por completo.
—¿Y bien? —El silencio atormentó a Soo Bin. Asomó los ojos por encima del cuadro—. ¿Te gustó?
—Lo colgaré en la oficina junto al retrato que me hiciste —Lo escrutó con adoración—. Está espectacular, amor.
—¿Tan genial como para estar en tu oficina?
—Tu puedes pintar un punto y yo lo enmarcaría.
Cualquier cosa; una nube, un pez, un árbol de navidad, lo que sea que eligiera trazar, Yeon Jun lo atesoraría hasta la eternidad.
—Bueno, suficiente de mí —Ruborizado, le entregó su regalo—. Es tu turno, quiero ver que hiciste tú.
—El mío no es tan bueno como el tuyo —advirtió, ubicando la pintura obsequiada lejos del vino—. No te burles.
—Mentiroso, hasta una rama te sale genial a ti —Halagó, honestamente—. Ya, déjame ver.
—Bien, pero si no te gusta, dímelo y te hago otro.
—No será así...
—Compro más lienzos y-...
—¡Basta!
Soo Bin lo mandó a callar con una risa de por medio, Yeon Jun hablaba demasiado y él ambicionaba ver ya la pintura que le había hecho.
El alfa se rio del mismo modo, embrujado por la ventura ajena y sin más, le dio la vuelta al lienzo, exponiendo su obra.
Era un girasol con pétalos radiantes, un tallo largo acompañado de hojas, con tonos relucientes y sombreados sutiles, un trabajo muy bien detallado en función a los minutos que tuvieron.
Y lo que en verdad destacaba de la imagen, eran las palabras en letra cursiva que resaltaban en la parte inferior...
"Te amo"
El menor ya estaba paralizado, con el ritmo cardiaco alborotado y los ojos cristalizados.
—La única vez que te di girasoles, terminaste en una pelea y con una suspensión en la escuela —Yeon Jun hizo una pausa, carburando las oraciones indicadas para seguir—: Creo que podemos cambiar eso, incluso podría entregarte otro ramo, una florería entera si tu quisieras, pero eventualmente las flores se van a marchitar y en cambio, esto siempre se va a mantener con vida, al igual que mi amor por ti.
Soo Bin se iba a desmayar.
Las lágrimas no tardaron en brotarle cual grifo descompuesto, las extremidades le temblaron, el sudor en sus palmas fue inevitable.
Con las rodillas trémulas se puso de pie, rodeando el banquete que disfrutaron con antelación y al estar a un lado de su alfa, se agachó, sentándose nuevamente en las orillas del mantel.
Tenía la visión distorsionada por el llanto, y aun así, lo miró.
—¿Tú me amas? —Quiso escucharlo.
Necesitaba oírlo de su propia boca.
—Lo hago. Te amo, cachorro.
El nombrado chilló, experimentando un cúmulo repentino de sensaciones y se encaramó en su regazo, abrazándolo con fuerza a la vez que le llenaba los pómulos de besos fugaces.
Yeon Jun era un enamorado apasionado.
Y él, un adicto a su romanticismo.
—Yo también te amo —repitió la frase, aferrándose a su nuca—. Te amo con todo lo que soy.
Descubrió que expresarlo en voz alta era sensacional.
—Soo Bin, ¿sabes cuánto esperé para decírtelo?
—El mismo tiempo que yo me lo reservé.
Se observaron, con sonrisas francas y mejillas sonrosadas.
El sentimiento puro era recíproco.
Gracias al destino, la nubes se disipaban y los rayos de sol comenzaban a relucir.
•━━━━━━━━━━•
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro