CAPITULO 30.
Un carro no brindaba la misma comodidad que una cama, pero eso no tenía relevancia.
El centro de la ciudad era concurrido, las avenidas tenían una afluencia vehicular elevada casi a todas horas y la gente transitaba por la acera, regresando a casa después de una cansada jornada laboral.
Un día común para cualquiera, pero no para ellos.
Tuvieron que aparcar en una calle que Yeon Jun consideró solitaria, el riesgo de ser atrapados existía en un bajo porcentaje y con suerte, ninguna patrulla aparecería ahí para llevarlos detenidos por actos sexuales en vía pública.
Porque si algún policía se daba cuenta de lo que sucedía en el asiento trasero del bonito y costoso auto estacionado, los arrestaría sin preguntar.
Gran punto a su favor que las ventanas estuviesen polarizadas, de no ser así, seguramente alguien vería a un omega montando estrepitosamente el pene de su alfa.
Las personas no acostumbraban presenciar ese tipo de cosas, sería un escándalo.
—Mhn, Jun...
El calor se propagaba en el espacio cerrado, los párpados de Soo Bin cubrían sus ojos mientras subía y bajaba a una buena velocidad sobre el regazo de Yeon Jun, embistiéndose por sí mismo, disfrutando al máximo sus acertados movimientos.
No le pidió su opinión, sencillamente le ordenó que se sentara cual pasajero y se le subió encima, bajándole la bragueta con desesperación y sacándole la polla de la ropa interior.
El alfa le dejó hacer lo que quisiera, iba a complacerlo más de lo habitual, así que permitió gustoso que trabajara en su erección, poniéndola dura en un minuto con tan solo utilizar la mano y un poco de su lubricante.
Era fácil excitarse con su aroma, con sus gestos y sus ruegos.
Soo Bin expedía erotismo cuando se olvidaba de la pena, actuaba como un salvaje que demandaba colmar sus deseos carnales y al estar en su celo, eso se triplicaba.
Se volvía un insaciable.
—¡Ah, sí, mi alfa! —gruñó al descender de golpe, estampándose con la tela de los pantalones elegantes—. Solo mío, s-solo mío...
—Todo tuyo, amor —resolvió, al echar la cabeza hacia atrás—. No hay nadie más...
Le costó tragar, sus labios ya estaban rojos de tanto moderlos, quería evitar una orquesta de gruñidos y le urgía arrancarse la ropa, le quemaba el contacto con la tela pero no podía hacerlo debido a una caprichosa solicitud.
Solamente aflojó la corbata en su cuello, se desabrochó los dos botones iniciales de su camisa blanca y las mangas dobladas hasta los codos permanecieron intactas.
El omega encontró sumamente caliente su apariencia desde que lo vio, así que le pidió que no se despojara de sus prendas y Yeon Jun no pudo negarse.
Amaba darle gusto.
—Eres tan grande, m-maldición —gimió, al tocarse la barriga descubierta—. Puedo... puedo sentirte aquí.
Y es que no mentía, sus dedos rozaron una prominencia inusual por debajo de su ombligo, un pequeño bulto causado por el alcance que tenía en su interior la polla del alfa, por la profundidad que la posición le otorgaba en cada estocada...
Jodidamente lleno.
El aliento le faltaba al mayor, su respiración agitada era indicio de lo bien que la estaba pasando, de lo mucho que disfrutaba ser montado con esa ansia y desesperación por el chico más bonito que sus ojos habían visto.
Por ese querubín que le robó el corazón cuando lo saludó afuera de su casa y que ahora, le robaba gemidos tenues mojados de placer.
Era un afortunado.
—Cachorro, tú de verdad eres uno en un millón —siseó, al tomarlo con apremio de la cintura—. Me encantas...
No obtuvo una respuesta, Soo Bin solo se deshizo en un lloriqueo al estrellarse sobre su entrepierna, con su culo rebotando y las piernas trémulas por el arduo trabajo.
Estaba concentrado en su labor, en llevar el mando del encuentro, olvidándose de que los vidrios estaban inevitablemente empañados y de que el auto se movía ligeramente por su culpa.
Viajaba a través del universo, sintiéndose más sensible de lo común y convirtiéndose en un omega impaciente por acabar con el agobiante calor.
Para ser la primera vez que compartía el inicio de su ciclo con una persona, estaba portándose de forma muy decente, o al menos eso pensaba, porque le era difícil ignorar lo que su extremo impuro le sugería hacer cuando no estaba en sus cinco sentidos.
Era impulsado a volverse un descarado, algo tan sencillo como gemirle a su alfa en el oído, rogarle en voz baja que nunca dejara de tomarlo así de bien, de morderle el lóbulo de la oreja y de pasar la lengua por su cuello, trazando líneas de saliva mientras le encajaba continuamente los colmillos en la piel.
Con todo eso, Yeon Jun flotaba en las nubes.
Estaba malditamente feliz, porque amaba esa faceta, veneraba que fuera así de enérgico y autoritario a la hora de tener sexo, siempre sabía que hacer y como hacerlo para aumentar la satisfacción mutua.
Soo Bin ubicó las manos en su torso, su corazón latía ferozmente y tuvo que inhalar hondo cuando las penetraciones cesaron para transformarse en un enloquecedor meneo de caderas; de atrás hacia adelante y después en círculos, encontrando la estimulación ideal.
No le daba vergüenza, buscaba el goce absoluto sin importar nada.
Se afianzó a su camisa de botones, apretando la tela y tembló en sorpresa cuando se le acercó a la boca, picándole traviesamente los labios.
—Junnie, anúdame —Le susurró, antes de flexionar las rodillas para volver a alzarse—. Hazlo, por favor...
—¿Cómo me voy a resistir? —preguntó, tomándolo suavemente de la barbilla.
Otra estocada, profunda y larga que los hizo suspirar al mismo tiempo.
—No puedes negarte... ¿Sabes por qué?
—Ilústrame —Tensó la mandíbula y gruñó.
Lo sujetó de ambas nalgas, separándolas con frenesí y enterró los dedos en la tierna carne que de pronto necesitó azotar, las manos le estaban cosquilleando por hacerlo.
Soo Nin se removió en su regazo, poniendo recta la espalda y chilló cuando el escozor de una palmada le burbujeó en el lateral del trasero, dejándole una ardiente mancha roja.
—P-porque amas esto tanto como yo, alfa —murmuró, al apretarse provocativamente en su longitud.
Luego, sonrió con el labio entre los dientes al retomar sus acciones, elevando las caderas y cayendo de nuevo sobre la gruesa erección que lo abría desconsideramente.
El corazón le palpitaba en los oídos, perdió la capacidad de pensar con claridad, solo conseguía soltar palabras inentendibles mezcladas en gimoteos y el ojiazul tuvo que actuar, metiéndole tres dedos a la boca para que dejara de ser tan ruidoso.
No podían arriesgarse a ser escuchados por algún peatón.
Permitió que los chupara con libertad y que se regocijara, que le mordiera los nudillos hasta que la saliva le desbordara por las esquinas de la boca mientras seguía jodiéndose duramente, clavándose con empeño, como si se fijara la meta de partirse en dos.
Abandonó su cintura para rodearle el cuello en un arranque de excitación, encandilado con la obscena imagen de su omega tragándose los tres dígitos, con las mejillas arreboladas y su mano cerrándose cual collar, uno muy llamativo con venas marcadas.
Le vio volcar los ojos cristalizados, derramando las primeras lágrimas y jadear al seguir botando lubricante, humedeciendo su pantalón negro de poliéster y manchando la tapicería del asiento.
Se empujaba con saña, brincando imparable sobre el miembro erecto que estiraba su diminuto agujero, mandando vibraciones por los dedos que tenía entre los labios al gemir.
No le dolían las piernas, parecía tener una fuerza sobrehumana al moverse de arriba hacia abajo, asfixiándose con la presión en su garganta y sudando cual deportista en pleno entrenamiento.
Y a pesar de que Yeon Jun se había concentrado en aguantar lo suficiente y no correrse antes de tiempo, la situación lo arrastró al borde, avisándole que tenía que hacer algo antes de morir en aquella divina posición.
Soo Bin no le dio tregua, tenía una venda cubriéndole la vista que le impedía regularizar los saltos, yendo cada vez más rápido y siendo rudo con las caídas, chocándole sin pudor ese par de nalgas redondas y pálidas.
Lo atenazó fuertemente de la cintura, cesando sus rebotes y fue su turno de impulsarse hacia arriba, arremetiendo sin piedad en contra de su carnoso trasero y haciendo que el ruido de sus pieles colisionando incrementara.
—Sí, sí, sí...
Soo Bin se echó hacia el frente, mordiéndole el hombro para acallar sus estruendosos gritos y jalándole de los cabellos con una mano al no tolerar la extasiante sensación, mientras que con la otra se apretaba una mejilla trasera, apartándola para que el acceso a su agujero resbaladizo fuese perfecto.
Se corrió sin avisar, expulsando el semen a chorros sobre la ropa ajena y en el aturdimiento que presenció gracias al placentero clímax, cedió su cuerpo al disfrute de su alfa.
Yeon Jun pudo follárselo de tal modo unos cuantos minutos antes de derramarse, haciendo que el menor volviera a sentarse en toda su extensión y así, recibiera el nudo como era debido.
—¡Ah, mierda! —titubeó, al sentir su entrada dilatarse.
La excitación a flor de piel, la cumbre de la liberación arrasando con sus espíritus...
—Omega —masculló el castaño, envuelto por el potente orgasmo que estaba atravesando—. Quiero... quiero que te cases conmigo.
Soo Bin gimió quedito por la inesperada propuesta, aprovechando el momento que tuvo de lucidez mientras el nudo del alfa continuaba hinchándose.
—¿Q-qué? —consiguió balbucear—. ¿Casarnos?
Yeon Jun notó el tinte de curiosidad en su voz, era extraño conversar acerca de ese tema cuando tenía el pene encarcelado por unas paredes cálidas y estrechas.
—No ahora, es... —Suspiró, limpiándose la frente con el antebrazo—. Me refiero a que en un futuro, me gustaría que nos casáramos.
Los dos tenían las respiraciones alteradas, ninguno presumía de un pulso regular.
—Hablas de... una ceremonia, boda, invitados... —Quiso reafirmar—. ¿Es así?
Yeon Jun asintió, mirando sus bonitos y llorosos ojos verdes.
Luego, observó un área en específico de su cuello, justamente dónde estaba la glándula de apareamiento y se barrió los dientes superiores con la lengua, tentado a morir por su instinto.
—En efecto —Tocó con delicadeza la zona, cepillando débilmente las yemas—. Y también me encantaría marcarte, quiero crear ese lazo eterno contigo.
Soo Bin se estremeció y canalizó otro enlace a través del contacto visual, compartiendo una mirada intrigante.
—Aunque no lo digo, también he pensando en la marca...
—¿Y cuál es tu postura al respecto?
—Me gustaría que lo hicieras —farfulló, acunando con torpeza sus mejillas—. Pero no todavía.
Le obsequió un dulce beso, uno que sabía a premio de consolación.
Pero él no se desanimó, al contrario de eso, le dio gusto saber que estaban en sintonía, que al menos también lo había reflexionado...
—Será cuando tu quieras —afirmó, devolviéndole el dulce roce de labios—. Eso tenlo por seguro.
El menor afirmó y se abanicó el rostro, se hallaba horrorosamente abochornado.
—En teoría, primero deberías pedirme que sea tu novio —Atinadamente, pronunció—. Así funcionan las cosas.
—Tenía planeado hacer algo muy espectacular después del concurso —Una sonrisa triste se dibujó en su semblante—, pero no se dio...
Que pesar les daba recordar.
—¿Será que el destino no quiere que hagamos oficial nuestra relación?
—Aunque el mismo Dios se oponga, yo estoy dispuesto a saltarme las barreras con tal de estar contigo.
Yeon Jun sería capaz de dar hasta su último aliento para continuar de pie con su omega.
Y era fantástico, porque Soo Bin estaba dispuesto a hacer lo mismo.
El amor mutuo era lindo.
—Eso es muy cursi —musitó, acariciándole los pómulos con sus pulgares—. Y me encanta.
—Lo es, me vuelves un Romeo —Lo observó con anhelo—. Soo Bin.
—¿Sí?
El alfa inspiró, sacando los rizos de su frente sudorosa y enseguida lo tomó suavemente de los muslos.
—¿Tú me aceptarías formalmente como tú pareja? —preguntó, frotándole con ternura la tez de las piernas—. ¿Me darías la oportunidad de ser tu novio?
Él hubiera preferido pedírselo en medio de una cena, con algún ramo de flores gigantesco, llevarlo a caminar de la mano y terminar haciendo el amor bajo las sábanas de una cama...
Aunque ya habían hecho lo último, el orden de los factores no alteraba el producto.
Y el omega sonreía, exhausto y contento.
—Mierda, eres el hombre de mi vida —Le dijo, enredando las manos en su cuello—. Por supuesto que sí quiero que seamos novios.
—Y en un futuro...
—Quiero casarme en la playa, con amigos y familia ahí.
No lo había planeado, pero soñaba con una boda frente al mar, con las olas y el atardecer siendo testigos de la unión.
—Bien, sí —Obviamente, a Yeon Jun le fascinó la sugerencia—. Se hará donde te plazca, amor.
Soo Bin crispó las comisuras, removiéndose en su lugar y jadeando tenue al sentir que el nudo en sus adentros todavía no desaparecía.
Por desgracia, él ya comenzaba a desplomarse en las redes de su segunda oleada, no tardaría mucho en alcanzar el siguiente pico en su temperatura.
—Junnie...
—Dime.
—¿Cuántos cachorros?
El involucrado pestañeó despacio, descolocado y frunció progresivamente el ceño.
—¿Qué?
—Quiero una niña... —reiteró, posicionando una mano en su propio vientre—. Sí quiero un bebé tuyo aquí.
La primera vez que tuvieron algo cercano a ese tipo de charla, se comportó muy reacio, no lo dijo en voz alta pero el escepticismo se notó.
Y no, ahora no lo decía por hallarse navegando en el océano del deseo sexual, la realidad era que ya había examinado las posibilidades de formar una familia, de tener ese vínculo con la persona que más quería y honestamente, ya no descartaba para nada la opción de ser madre.
Tal vez cuando las cosas se estabilizaran y ambos lograran sus metas laborales, optarían por platicarlo, trabajando por las noches para intentar dejarlo embarazado...
Y por el día también.
—Oh, joder —incrédulo, cuestionó—: ¿De verdad lo estás considerando?
—Sí...
Yeon Jun iba a llorar de la puta emoción.
Convertirse en padre era uno de sus más grandes sueños, y que la puerta de la oportunidad se abriera, lo hizo estallar de alegría.
Imaginó lo precioso que Soo Bin se vería con una barriga enorme, los mimos que probablemente le exigiría, la cantidad de antojos que cumpliría y las infinitas fotos que tomaría...
—Una niña entonces —Confirmó, atestado de felicidad.
—De acuerdo, sí... Alfa...
El omega ya había retomado el movimiento de caderas, apresurado y descoordinado.
Otra tanda de gimoteos ahogados, un balanceo que despertó de nuevo las ganas de Yeon Jun...
Sacó el aire en una exhalación por la boca una ronda más y ahora sí, juraba conducir hasta un cuarto de hotel.
Por gracia divina, Mina y Woo Bin no se molestaron cuando por medio de una llamada, Yeon Jun les informó que su hijo había entrado en celo al finalizar su primer día de trabajo.
Tampoco se opusieron a que lo pasara con él, de cualquier modo no podían hacer nada porque en primera instancia, ya estaban juntos y al final del día, entendían las necesidades básicas, solo quedaba darle un nuevo voto de confianza y recomendarle al alfa que se mantuvieran hidratados en todo momento.
Así, Soo Bin volvió a tomar su puesto el viernes, luego de haber pasado casi cuatro días completos salpicado de semen, adolorido de pies a cabeza y con marcas bermellón en todo el cuerpo.
Era una mañana de locos, no dejaba de correr de extremo a extremo en la tienda, buscando la mercancía solicitada y enviando a los clientes al área de caja para que fuesen pagando sus cuentas en lo que él se encargaba de preparar la salida de los productos.
Eun Bin estaba igual o peor que él, había ido tres veces al almacén en menos de dos horas a revisar la existencia de materiales, realizando la lista de los que debía pedir en la próxima solicitud de abastecimiento.
Su gafete estaba torcido, el cuello de su playera mal abotonado y estuvo a punto de caerse al chocar accidentalmente con el mostrador.
Tenía mucho trabajo, no se había sentado desde que su turno comenzó y cuando por fin tuvo unos segundos para descansar, la estúpida puerta de acceso se abrió, dejando pasar a un trío de clientes que definitivamente, no esperaba ver ahí.
—¡Tú me debes veinte libras!
—¡¿Yo?! Estás loco.
Las voces cantarinas de sus amigos, la aparición sobre los anaqueles del cabello rubio de uno y los mechones avellana del otro.
—¡Te las presté hace más de un mes! —Beom Gyu lo empujó por el hombro—. ¡Siempre haces esto!
Huening Kai lo divisó y le sacó la lengua como niño pequeño.
—Yo las necesito más que tu —estableció, elevando el mentón—. Yo soy pobre y de familia numerosa.
—Yo no soy rico, por si se te olvidaba.
—No lo eres pero tienes un alfa que te cumple lo caprichos —Señaló a Tae Hyun. Él los miraba divertidamente—. ¿Yo que tengo?
El beta ya aceptaba que esos dos habían nacido para estar juntos, poco a poco estaba desprendiéndose de las emociones que le nacieron a raíz de una fugaz atracción.
Por suerte, nadie moría por amor.
—Tú tienes la herencia de tu abuela —El omega atacó, cruzándose de brazos.
—Una herencia de la que no he visto un solo centavo —Se enfocó en un enorme paquete de acuarelas—. ¿Ya viste el precio de esto?
Beom Gyu se acercó, le etiqueta en el producto marcaba una rebaja del treinta por ciento.
—Vaya, es una buena oferta.
—Lo sé... ¿Me prestas para comprarlas?
—¡No!
Tae Hyun rodó los ojos y no hizo más que sonreír, ya sabía como se desenvolvía ese par.
Escaneó el entorno de la tienda, buscando alguna cara conocida y agitó la mano en cuanto se topó con un Soo Bin asombrado.
—Hey, ¡ahí está! —Avisó a los estudiantes, realizando aspavientos en dirección al rizado—. ¡Soo Bin, por aquí!
Él pestañeó y su sonrisa se fue expandiendo conforme avanzaba hasta el sitio donde estaban los chicos.
Beom Gyu asomó la cabeza hacia el pasillo y Huening Kai lo imitó, sus ojos brillaron cuando se toparon con el nuevo empleado del lugar.
—¡Binnie! —El beta chilló y salió corriendo con los brazos abiertos—. ¡Te extraño mucho!
Lo recibió con un fraternal abrazo, apachurrándolo cariñosamente.
—Yo también —confesó, separándose de su amigo—. ¿Cómo va todo?
—Fatal, la escuela no es lo mismo sin ti —Beom Gyu fue el siguiente que intervino y lo apapachó—. Kai está pensando seriamente en darse de baja.
—¿Así de mal está?
—Es horrible, el maestro que pusieron de sustituto en el taller de Yeon Jun es un dolor en las pelotas —dijo el implicado y se apuntó las ojeras debajo de los ojos—. ¿Ves esto? No he dormido nada, ahora valoro que tu noviecito no fuera un tirano.
—Siempre te quejabas de sus trabajos —Soo Bin se mofó y miró al alfa que los acompañaba—. Por cierto, hola, Tae Hyun.
—Hola, Soo Bin. ¿Qué tal la estás pasando como vendedor?
—Bien, apenas entré pero espero adaptarme pronto.
—Me alegra oír eso —Le palmeó amistosamente el brazo—. ¿Sabes si Yeon Jun está en las oficinas?
—Sí, debe estar arriba —Señaló hacia el elevador—. Tercer piso.
El chico de mata rosa asintió y enseguida le plantó un beso en la mejilla a Beom Guu, causando que el rostro se le pusiera colorado.
—Iré a buscarlo —comunicó, despeinando cariñosamente a su omega—. Bajo en un rato.
Los tres afirmaron, viendo como se internaba en las estanterías de materiales y se perdía entre papeles de colores.
El ojiverde resopló, dirigiéndose otra vez a la dupla de clientes inoportunos.
—¿Cómo supieron que yo estaba aquí? —inquirió y aprovechó para acomodar los paquetes de acuarelas en liquidación.
—Yeon Jun le dijo a Tae Hyun, Tae Hyun me dijo a mí y yo le dije a Kai —Beom Gyu hizo un veloz recuento—. Porque al parecer, olvidaste decirnos tu paradero cuando te fuiste de la universidad.
—Fueron días complicados, lo lamento —Se rascó la sien al disculparse—. Tengo muchas cosas que contarles...
—¡Tenemos tiempo! —Kai le rodeó los hombros con el brazo—. Hoy decidimos faltar a clases para venir a buscarte.
Una inasistencia por mes no era de gran relevancia.
—Ustedes lo tienen pero yo no —Por su parte, él tenía infinitas cosas que acomodar—. Debo seguir trabajando.
—Esperaremos a que salgas a comer, ¿sí?
Ninguno quería irse sin platicar mínimo una hora con su amigo.
Y Soo Bin también estaba interesado, tal vez si los mandaba a tontear al centro de la ciudad, podrían matar las horas hasta que su descanso para almorzar llegara.
—Trato —concedió, apilando los productos con etiqueta de descuento—. Ahora díganme, ¿quién ganó el concurso de arte?
—Una alfa de octavo semestre, su obra era buena, pero no tanto como la tuya —El ojimiel agregó con melancolía, jugando con los pinceles que colgaban del rack—. Ese premio era tuyo...
Los tres suspiraron a la vez, era algo que sabían de sobra.
—Ni me lo recuerdes —Aun le daba coraje pensar en la oportunidad que le fue arrebatada—. ¿Y Sung Jong?
—¡Beom Gyu ya me platicó lo que hicieron! —El beta aportó, mostrándose mucho más alegre—. Malditos delincuentes, pudieron incluirme en el plan malvado.
Soo Bin reprimió una sonrisa al aplastar los labios.
—¿Ya sabe que fuimos nosotros?
—No, de hecho cuando la vio, armó un escándalo en el andador, nadie le hizo caso, le dijo incompetentes a los prefectos y también pidió que ya arreglaran las cámaras del pasillo —recapituló, al examinar un set de acuarelas en tubo—. Por supuesto que te acusó a ti, pero por falta de pruebas lo ignoraron, además el señor Jang está un poco asustado y ya no quiere meterse en líos, nos enteramos que tu madre fue a enfrentarlo por el acoso de Dae Min.
—Mierda, ¿y que ocurrió?
—Fue expulsado.
El omega se rio por la nariz irónicamente y emitió un chasquido con la lengua.
—Justicia.
Entonces, Beom Gyu recordó que tenía algo importante que mostrarle, una joya grabada cuando Sung Jong salió echando chispas de su habitación con el lienzo manchado de pintura.
Sacó el celular de su pantalón, abriendo la galería para seleccionar el video filmado discretamente y un muchacho pelirrojo fue captado con la cámara, gritando mil maldiciones mientras le pedía a explicaciones a cualquier mortal que se topó en el pasillo.
La tercia de jóvenes disfrutó de las escenas, riéndose bajito y cotilleando acerca del enorme berrinche que ni su alfa pudo controlar.
Por desgracia, no fueron los únicos espectadores del cómico video.
Soo Bin olisqueó la esencia del ámbar y cerró los ojos, antes voltear a sus espaldas.
Yeon Jun los veía con una ceja arqueada, la pantalla seguía reproduciendo la toma.
—¿Qué están mirando?
—¡Nada! —Soo Bin le devolvió el móvil a su dueño—. No es nada, es...
—Gyu, mi amor... —Al parecer, Tae Hyun tampoco conocía aquel video—. Préstame tu celular, por favor.
El aludido se mordió la mejilla interna y sin esperar a que la solicitud fuese repetida, le ofreció el teléfono a su alfa.
Huening Kai se cubrió la boca con una mano, Soo Bin se peinó los tirabuzones hacia atrás para despistar cuando Soo Bin y Tae Hyun presionaron el botón de "play" en el móvil.
Maldita sea, ¿por qué Beom Gyu era tan dócil?
El castaño se frotó el vello de la barbilla en tanto los segundos de reproducción corrían y después, observó a su omega, quien ya estaba mordiéndose la uña del dedo meñique.
—Cachorro...
—¡Puedo explicarlo!
Desde su punto de vista, era una anécdota graciosa.
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Si hay algún error, no duden en decirme, plis.
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