Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPITULO 26.

Faltaban dos días para el concurso.

Yeon Jun se encontraba analizando cuidadosamente la pintura casi terminada de Soo Bin, quería darle su punto de vista honesto con respecto a la limpieza en la técnica empleada. No podía meter las manos, pero si aconsejar con base a sus conocimientos.

Sin embargo, reparó que los defectos en el lienzo eran nulos.

Estaba atónito con el tremendo resultado que se extendía frente a él, era su propio rostro dibujado al óleo sin una sola imperfección.

Los detalles en su expresión, la pequeña sonrisa en sus labios y que decir de los ojos, incluso el color del iris era idéntico. Los destellos de luz en su cabello, el vello facial adornando su barbilla, los suaves tonos intercalándose para crear los juegos de sombras indicados.

Parecía malditamente real.

—¿Y bien? —Soo Bin pensó lo peor gracias a su silencio—. ¿Qué opinas?

Se mordió la uña del dedo pulgar con inquietud, su alfa no había visto la pintura hasta ese día.

—Yo jamás dudé de ti —Le contestó, sin sacar la vista del retrato—. Siempre pensé que ibas a dar lo mejor de ti para esto y ni siquiera llenaste mis expectativas.

El omega ensanchó los ojos con horror y la circulación de sangre en sus venas se detuvo, ¿tan mala era?

—Hice lo que pu-...

—No llenaste mis expectativas porque en realidad, las superaste —No dejó que se justificara, no había necesidad de hacerlo—. ¡Esto es una bendita obra de arte!

De nuevo, parpadeó a la velocidad de la luz y plisó la unión de sus cejas.

—¿Cómo dices? —Cerciorarse de lo escuchado era primordial.

Yeon Jun sonrió, la chispa en su mirada lo dijo todo.

—Es lo mejor que he visto en la vida —confesó—. Nunca vi este nivel de detalle, ¡es magnífico!

—¿Tú crees?

—Lo creo yo y cualquiera que lo vea —Lo miró con alegría—. ¿Por qué dudas de ti si tienes la capacidad de realizar cosas tan perfectas como estas?

Las mejillas del menor enrojecieron, el rubor apareció y se encogió de hombros.

—Hay gente que lo hace mucho mejor, puedo apostar que los demás concursantes harán un trabajo impecable —dedujo, aliviando un picor en su espalda al rascarse—. No soy el mejor, pero siempre trato de dar lo mejor de mí en lo que hago.

—Esto es impresionante, ¿ahora entiendes que el sobresaliente en tus tareas del taller no es porque me gustes? —Su sonrisa fue el reflejo ideal de entusiasmo—. De verdad, tienes un talento digno de alabar y te juro que con esto —Señaló la inigualable pintura—, vas directo por el primer lugar.

Estaba dictado que el jurado quedaría absorto con semejante elaboración, era muy difícil que un estudiante lograra capturar la figura humana así de bien, puesto que era un punto débil en común que la mayoría como aprendiz, tenía.

En cambio, Soo Bin lo había hecho con maestría, la belleza en su trazo era insólita, los mortales lo envidiarían y los profesores le aplaudirían, la cara del alfa lucía como una auténtica fotografía.

Sin sonar como un egocéntrico, Yeon Jun sabía que no era feo pero en lo plasmado, se veía aún mejor.

—Ya veremos que pasa, todavía me falta retocar tu camisa —Se aproximó, apuntando el cuello de la prenda dibujada—. Los botones y creo que ya es todo.

Era mínimo lo que tenía que complementar, por la mañana lo haría, editaría su video de evidencia y por fin, daría por culminado el trabajo.

—Estoy ansioso, ya quiero que todos vean este maravilloso cuadro —Se le notaba a millas la emoción—. Seré el novio más orgulloso, le diré a todos que fui pintado por mi omega y-...

Una mano ubicada en su pecho lo obligó a callar, Soo Bin lo observaba con desconcierto.

—¿Dijiste novio? —consultó y procuró ocultar la impresión generada—. ¿Cuándo me lo pediste? Yo no me acuerdo.

La frente del alfa se frunció.

—¿De qué hablas? —No fue juicioso con lo que escupió.

—Acabas de decir que serías el novio más orgulloso —repuso—, pero sinceramente, no recuerdo que me lo hayas pedido de forma oficial...

Los brazos del omega se entrelazaron al sonreír con picardía.

Notó que Yeon Jun fue traicionado por su subconsciente, habló sin darse cuenta del fuerte significado en la palabra de cinco letras y dejó a la deriva un asunto que ahora, exigía resolución.

—¿Eso dije? Uhm, lo siento, se me salió —titubeó, regresando la vista a la pintura—. Me gustaría aclarar que no voy por ahí diciendo que somos novios a cualquiera que se me cruce... ¡No porque no quiera! Es solo que aún no concretamos esa parte de nuestra convivencia y estás en todo tu derecho de golpearme por decir cosas que no son ciertas...

Le estaban sudando las manos, era inusual que se pusiera nervioso.

—No te voy a golpear, relájate —La carrerilla de sílabas, hizo reír al otro—. Eres mi alfa y yo soy tu omega, ¿no?

—Sí, así son las cosas.

—Bueno, ya está —masculló, dándole tres palmaditas reconfortantes en la espalda—. Con eso es más que suficiente, no te presiones.

A pesar de recibir carta abierta en el ámbito de un noviazgo venidero, el mayor se preocupó.

Desde que besó a Soo Bin por primera vez, idealizó un futuro perfecto a su lado, viviendo juntos en familia, con muchos hijos, compartiendo días y noches, creciendo en todos los aspectos y envejeciendo uno a lado del otro.

No se percató de que se enfrascó en sus pensamientos, dejando a un lado la propuesta legítima que necesitaba realizar para llevar a cabo su plan de vida. Se olvidó del presente y cayó en el confort de la relación informal que los unía.

Porque los mimos, los besos y el sexo, no eran garantía de tener un lazo estable.

Se recriminó a sí mismo, su padre lo reprendería por no darle importancia al cortejo, por olvidar la advertencia que le hizo aquella tarde en que su celo se presentó. La educación que recibió fue basada en los buenos valores, en lo que un alfa respetable debía ser y la responsabilidad afectiva estaba en la cumbre de su pirámide moral.

Y aunque el omega no parecía sentirse mal al respecto, prometió que lo compensaría.

Se juró preparar algo magnífico para pedirle que fuese su novio después del concurso, sin importar cual fuese el resultado, el sábado lo llevaría a cenar a un buen restaurante, le regalaría un ramo de rosas y le declararía amor eterno, esperando ser correspondido.

Además, estaba seguro de que celebrarían también el triunfo, porque con semejante obra de arte, ese galardón era suyo.

—¿Te importa si ocupo tu escritorio? —Un poco más calmado, Yeon Jun cogió su maletín—. Tengo que terminar de calificar tareas.

Ser maestro tenía sus desventajas, perdía mucho tiempo en evaluaciones pero le gustaba usar el marcador rojo al colocar malas notas cuando las entregas no cumplían con lo solicitado o estaban incompletas.

—Todo tuyo —Soo Bin respondió vivaz, tumbándose en la cama—. Yo voy a aburrirme porque no me quieres follar.

Tal vez si se hacía la víctima, conseguiría persuadirlo.

—¿De verdad piensas que no quiero? ¡Me estás drenando! —replicó, mientras sacaba el conjunto de láminas que entregaron sus alumnos—. Nunca pensé que irías desarrollando esa resistencia, te anudé tres veces ayer...

—Bueno, no me puedo resistir, me alteras con solo respirar —resopló, tomando el control de su nueva televisión.

Otro obsequio del alfa, se la compró con el pretexto de que necesitaban una pantalla más amplia para ver series.

—Dame una hora y seré todo tuyo, ¿trato? —ofertó, sentándose en la silla acolchada—. Estoy atrasado con mis pendientes.

—Es un chiste, tómate tu tiempo —Encendió la pantalla y abrió su plataforma de streaming favorita—. Puedo esperar.

Nunca sería un caprichoso, comprendía totalmente que las responsabilidades, estaban por encima de un polvo, así que le tocaba ser paciente, elegir una película de dibujos animados y comerse el paquete de galletas que compró al salir de su última clase.

La noche era tibia, no hacía frío como otros días, la temperatura estaba en la línea de lo ideal y podía tener la ventana semiabierta, dejando pasar el suave viento que provenía de afuera.

Antes de pulsar play al filme, se distrajo un rato observando al ojiazul trabajar, adoró como revisaba minuciosamente los trazos en las cartulinas y los gestos que hacía de aprobación al apreciar buenos resultados o de disgusto cuando se topaba con manchas o errores.

Era increíble que estuvieran en esa intersección de su unión, conociéndose un poco más a cada segundo.

Se les hizo costumbre descansar abrazados cuando el castaño se quedaba, podía decir que el adaptarse a estar en el mismo colchón, fue un proceso difícil y a su vez, gracioso.

Todo empezó con quejas sobre Soo Bin, resaltando que siempre se enrollaba en las cobijas, dejando destapado a su acompañante y se complementó con un reclamo acerca de que pateaba al dormir. Luego, vino el regaño acerca de los ronquidos estridentes de Yeon Jun, ese terrible sonido que le martillaba el tímpano a las dos de la mañana.

Cosas simples que le alimentaban de amor.

Jaló aire por la nariz, siendo inconsciente de que sonreía como estúpido y se relamió los labios, antes de regresar la vista a su televisión empotrada a la pared. Dejó el sonido en un volumen prudente, no quería ser motivo de distracción para el docente voluntario que yacía en su dormitorio.

Se acomodó, cubriéndose hasta la barriga con una manta y reposó la cabeza en una almohada, listo para disfrutar de Pinocho.

Lamentablemente, no concretó su objetivo.

El pomo de la puerta produjo un sonido extraño, Soo Bin se sentó en el colchón al hundirse en un miedo terrible cuando el seguro fue botado desde afuera y Yeon Jun reaccionó tardío, aventando la silla al levantarse.

Se congelaron en sus respectivos lugares, igual de asustados, ninguno supo que hacer al oír el rechinido de las bisagras.

La privacidad del omega fue invadida y el acceso a su habitación fue otorgado por la máxima autoridad del plantel.

Al otro lado del marco de madera, se hallaba el director, escoltado por los dos prefectos encargados de la planta baja.

Todo se vino abajo.

Las primeras miradas fueron dirigidas a Yeon Jun, cargadas de decepción al corroborar que efectivamente, el rumor era cierto.

Un alfa se estaba colando en las instalaciones por las noches, burlaba la seguridad de la reconocida institución y pasaba por alto las normas escritas en el reglamento escolar.

Inaceptable.

Luego, los tres pares de ojos se posaron en Soo Bin; al pobre se le borró cualquier rastro de color en las mejillas, estaba más blanco que una hoja de papel.

—No voy a preguntarle que hace aquí, joven Choi —El hombre mayor dictaminó—. Son las once de la noche, ya no es horario para que siga de visita con el alumno Kim, ¿o sí?

Yeon Jun agachó la cabeza, dándole la razón al negar.

—Será mejor que salgan de aquí y caminen hacia mi oficina —reanudó, con estrictez—. Los espero allá, los prefectos los acompañarán.

La jodida tormenta se había desatado, con rayos y truenos devastando el valle.

El rector salió del espacio, levantando una ola de murmullos en el pasillo. Algunos omegas se asomaron a indagar, nadie comprendía la presencia del señor Allen vistiendo casual en el edificio y aun así, hilaron conjeturas, despertando a sus vecinos o llamándoles para dar el aviso de que algo inusual estaba sucediendo.

A Soo Bin le dolía el pecho, sus lagrimales estaban a nada de activarse y de brotar llanto a cascadas.

El alfa se le hincó enfrente para ponerle los tenis, amarrándole calmadamente las agujetas y después lo miró con una apagada sonrisa.

—No te preocupes, ¿sí? —murmuró, ubicando las manos sobre sus piernas—. Yo me encargo, no quiero que te mortifiques.

—¿Te das cuenta de lo que acaba de pasar? —Encorvó la espalda y sus ojos se cristalizaron—. Estamos en un lío enorme y debo asumir mi responsabilidad.

La culpa lo aplastó, metió en problemas a Yeon Jun por su estupidez, él fue quien inició con todo eso, él le ofreció quedarse a dormir cuando quisiera e iba a ser castigado gracias a su inexperto corazón.

—Debemos —corrigió—, porque estamos juntos en esto, así que los dos cargaremos con el castigo que nos impongan, ¿bien?

El omega bajó los párpados, ahuyentando las desmedidas ganas de llorar.

—Necesito que mantengas la cabeza fría y te calmes, cachorro —retomó, apretándole la pierna—. De nada sirve atormentarse, ¿puedes hacerlo?

—Lo intentaré —dijo, en un susurro.

El mayor se incorporó, estirando las piernas y después de acomodarse la playera, buscó la mano de Soo Bin para entrelazar sus dedos.

—Vamos, amor.

Tras un asentimiento lóbrego, ambos muchachos deslizaron los pies por la loseta, caminando con desconfianza hacia el pasillo dónde los prefectos los esperaban. La dupla de betas los escrutó con reproche, como si hubiesen asesinado a alguien, como si se trataran de los criminales más buscados de todo el país.

Con la cara en alto, el ojiazul abandonó primero el dormitorio, atravesando el vano y escuchando el sonido comunal de sorpresa que los alumnos chismosos hicieron al verlo. Soo Bin no quería que los demás lo vieran, no se avergonzaba de lo que había hecho pero sí detestaba que personas ajenas lo juzgaran.

Yeon Jun sintió su inseguridad y poco le importó que pudiesen regañarlo por protegerlo, ya estaban en el hoyo de cualquier forma. Lo abrazó por los hombros, refugiándolo contra su cuerpo y avanzaron hacia la puerta principal del inmueble, persiguiendo la sentencia.

Al otro lado del andador, Beom Gyu no concebía lo sucedido, el terror lo apaleó cuando vio salir a la pareja del dormitorio y sudó frío al ver que los supervisores de piso los siguieron como guardaespaldas.

Lo más sensato que se le ocurrió hacer, fue tomar su celular y llamar a Huening Kai. Se le dificultó abrir el ícono de contactos, las putas manos le estaban temblando como si tuviese la enfermedad de Parkinson.

Era necesario traer refuerzos, inmediatamente después de colgar el rubio se puso la bata de dormir y salió corriendo cuál ráfaga de su edificio, cruzando el campus en pantuflas.

Enseguida, le marcó a Tae Hyun, contándole atropelladamente lo acontecido y agradeció que no dudara un segundo en prometerle que solo se cambiaría de ropa y tomaría su auto para conducir hasta allá.

¿Qué más podía hacer? Estaba ansioso, las palmas le transpiraban, Soo Bin estaba en un caos terrible y ni siquiera lograba imaginarse lo que le dirían en la oficina del director.

—Beom Gyu... ¿Qué sucedió?

Volteó hacia el cubo de las escaleras y ratificó que su nombre fue pronunciado por Sung Jong, quien bajó desde el tercer piso a presenciar el trágico hecho.

—No te importa, deja de ser un entrometido —Estaba molesto, nadie tenía derecho a opinar—. Vete a dormir.

El pelirrojo sonrió con una satisfacción horripilante y aleteó sus pestañas con vanidad.

—En efecto, no me importa —masculló, acercándose a él—. Pero quiero que le digas algo a Soo Bin.

Beom Gyu se puso alerta, tenía la sospecha de que nada bueno saldría de su boca.

—... ¿Qué cosa?

La dentadura del joven se mostró entre sus labios, no consiguió ocultar su felicidad.

—Dile a tu amigo que esta, fue por mi cuenta —Le guiñó un ojo, con evidente burla—. Espero que aprenda a no meterse conmigo, ni con mi alfa.

La boca del omega castaño se abrió, el peso del mundo le cayó en la espalda y el pasmo lo sometió, dejándolo completamente inerte.

Nunca en sus cortos veinte años, se había sentido así de enojado. Pocas personas sacaban ese lado suyo, el lindo ser luz que era, también tenía su pequeño lado oscuro.

Sung Jong lo encontró.

No lo pensó dos veces, simplemente se le fue encima, tirándolo a mitad del corredor y prensándolo de los cabellos con ambas manos. La violencia no era justificable, pero si una vez no estuvo para defender a su amigo, en esta ocasión lo haría con una razón bien fundamentaba.

La envidia no era buena y quizá, le acomodaría las ideas con esa buena sacudida de cabeza.

—Creo que saben a la perfección que rompieron una de las reglas más importantes de la facultad —El señor Jang farfulló rigurosamente—. Y he de decir que me sorprende que una falta tan grave, fuese cometida por ustedes.

Soo Bin empequeñeció en la silla, tenía las manos juntas entre los muslos y el labio inferior atenazado con los dientes.

Se sentía intimidado por el director, jamás había notado que era sumamente imponente, con ese cabello canoso, una altura que superaba el metro con ochenta centímetros y los rasgos toscos que configuraban su aspecto.

Aterrador, ahora sí temía por su vida.

—¿Sabe que puso en riesgo a los omegas? —Esta vez, se dirigió específicamente a Yeon Jun—. El instinto natural es muy poderoso, ¿qué iba a suceder si se presentaba el celo de alguien?

El castaño se veía más sereno, no temía recibir represalias por sus errores.

—Comprendo que fue muy irresponsable de mi parte —contestó con seriedad—. No pensé en nada coherente al invadir un espacio que no era mío y pido una disculpa por ello.

—Lo fue y precisamente por eso, quiero resaltar que me siento muy decepcionado de sus acciones —Intercaló la visión, pasando de un rostro a otro—. De ambos, honestamente.

Un mohín sobresalió en la boca reseca del menor.

La tristeza lo gobernó.

—Entendemos que estuvo mal —La batuta fue tomada de nuevo por el ojiazul—, no nos opondremos a las sanciones.

Los dedos del rector tamborilearon en su escritorio y asintió, admirando la valentía presentada.

—Que bueno, porque no hay oportunidad de negociar —expuso con frialdad. Su voz fue más grave—. Yeon Jun, quedas suspendido de tu docencia, no podrás finalizar el semestre como profesor y por ende, la liberación de tu pasantía se quedará trunca este ciclo. Tendrás que buscar otra forma de obtener la titulación, pero hasta el año siguiente.

Al oír el castigo, el alfa tragó saliva audiblemente y Soo Bin se cubrió la boca con una mano, sorprendido del alcance que tuvo la tonta aventura de colarse por su ventana cuando nadie los veía.

Aún no comprendía como habían sido descubiertos.

—Está bien, no estoy en postura de discutir algo que me he ganado —aceptó dignamente, sin titubear.

Aunque en el fondo, sintió que estaba saltando de un avión sin paracaídas.

Otro año sin obtener su título, otro año sin ejercer como anhelaba.

—Bien —El mayor miró al segundo implicado—. Y para usted, joven Kim, creo que la consecuencia es obvia.

Soo Bin entró en un bucle de inconsciencia, su rodilla comenzó a brincar con desespero y aguantó la respiración en su pecho.

—Lo escucho...

—No podrá competir en el concurso semestral de arte.

El nudo en su garganta creció, ya tenía el presentimiento de que su sanción iría por ese rumbo y aún así, la presión en su caja torácica aumentó.

—Entiendo, está bien.

—... Y será dado de baja de nuestro programa académico.

En ese instante, el tiempo se congeló. El reloj detuvo su curso y su corazón bombeó a mil por segundo.

—¿Qué? —El monosílabo salió en un sollozo.

—Está expulsado de la universidad —confirmó la resolución—. Lo lamento, pero usted era un alumno inscrito y matriculado, conocía perfectamente el reglamento interno y lo ignoró.

No, no, no.

—No puede hacerme esto —suplicó, con las mejillas húmedas por las lágrimas que ya no pudo retener—. Nunca he dado problemas, siempre he sido buen estudiante...

Su cerebro acumulaba tensión, tenía que ser un maldito sueño, una jodida pesadilla de la que despertaría por la mañana, muy asustado, pero en los brazos de Yeon Jun.

—Y por eso me causa pesar tomar esta decisión, sus calificaciones siempre han sido buenas pero me temo que saltarse las murallas, sencillamente es inadmisible.

Ahogó un chillido, un vacío grotesco se formó en el centro de su estómago.

—Señor, sé que dije que no estaba en postura de discutir, pero no puede expulsar a Soo Bin —Yeon Jun intervino. También estaba alterándose—. ¡Tiene todo para convertirse en un gran profesional! No le quite la oportunidad...

—Eso debieron pensarlo antes de cometer imprudencias —Lastimosamente, no cambiaría de opinión—. Los preceptos están establecidos, lo siento mucho.

—Pero-...

—Yeon Jun, tendrás que quedarte en las residencias de los alfas, llama a uno de tus amigos y pide asilo, mañana por la mañana podrás irte —aclaró, omitiendo las plegarias ajenas.

El omega hipaba sin control.

Todos sus sueños y metas se perdieron a la deriva, flotando en el mar abierto sin ningún barco que lo llevara hacia el rumbo correcto.

Su carrera, su graduación, su futuro...

—Señor Jang, p-por favor... —lloriqueó, sorbiendo la nariz.

—No puedo hacer nada, Soo Bin. Tendrás este fin de semana para vaciar tu dormitorio, nosotros nos encargaremos del resto.

—Por favor, si quiere puedo entregar la habitación y rentar por fuera, cubrir horas extras en algún negocio escolar —Sujetó el borde del escritorio y encajó los dedos con fuerza—. ¡Lo que sea!

—La decisión está tomada, no es el primer ni el último alumno que se va por este tipo de cosas —concluyó, apuntando con la palma extendida hacia la salida de su oficina—. Pueden retirarse.

—¡Se lo suplico!

Yeon Jun olvidó que estaban en presencia de la autoridad académica.

Acomplejado, se alejó de su asiento y tomó al menor entre sus brazos, ayudándolo a que se pusiera de pie. Le permitió llorar, dejó que se desahogara y que le mojara la camiseta mientras se aferraba a ella con rigor.

El corazón de Soo Bin estaba deshecho y la impotencia lo consumía rápidamente.

—Ojalá no se arrepienta de hacer esto —murmuró, con dolencia—. Mi omega es una promesa, va a llegar muy lejos con su talento y esta universidad no será la que se lleve el crédito.

—El futuro es incierto —corroboró el director—. Yo siempre les voy a desear lo mejor, espero consiga un lugar en otra buena escuela.

Perder a un estudiante con ese nivel de habilidades, era lamentable.

Pero su inteligencia y dedicación, no lo hacía inmune a cometer equivocaciones.

—Gracias, señor Jang. Nos vemos después —Yeon Jun se despidió por ambos.

Soo Bin no estaba en condiciones de hacerlo, continuaba ensuciando la playera del alfa y dejándose guiar ciegamente por él.

Salieron del cubículo y en la pequeña sala de espera, frente al vestíbulo vacío dónde las secretarias se encargaban de llevar la administración del área, se encontraron con un Beom Gyu enfurecido, un Huening Kai sofocado y un Sung Jong despeinado que sonrió sin vergüenza al verlos salir acompañados de aquella gloriosa penumbra.

Esa si era una noche de mierda.

•━━━━━━━━━━•

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro