CAPITULO 23.
Los anuncios de la facultad casi siempre pasaban inadvertidos.
No obstante, en esta ocasión había un buen número de alumnos en los pasillos, rodeando los cartelones que fueron pegados y que daban a conocer las bases del concurso semestral de pintura al óleo y acrílico.
Era la tercera oportunidad que se le presentaba a Soo Bin, la convocatoria se abría para los estudiantes de todos los semestres y jamás se había aventurado a anotar su nombre en la lista de participantes.
Cuando se matriculó, pensó que no estaba a la altura de los avanzados que ya tenían experiencia en la pintura y que eran mayores.
La diferencia con el pasado, era que ahora no solamente tenía a Kai y a Beom Gyu insistiéndole para que lo intentara, sino también estaba Yeon Jun, quien no dejaba de comentar acerca de la gran probabilidad que tenía de obtener el primer puesto, y con ello, el premio de que su obra realizada se presentara en el museo de arte de la ciudad por un mes entero, más mil libras que la misma universidad presentaba como galardón.
Lo importante de la recompensa ni siquiera era el dinero, lo relevante era estar en una sala del aquel sitio tan representativo para cualquier persona que aspirara a entrar en el mundo artístico, se convertía en la victoria eterna.
Por décadas, ese convenio entre el museo y la institución, se resumía a la búsqueda de nuevos talentos; el fin era capturar a los chicos y chicas que tuvieran habilidades relevantes, que pasaran por el filtro de los jurados escolares y luego, fuesen impulsados al verdadero mundo profesional.
Si la pintura de un alumno era elegida, prácticamente ya tenía un lugar en alguna de las empresas dedicadas al ramo, pues cientos de directivos visitaban cada seis meses el lugar en busca de un inteligente novato que pudiesen reclutar.
Sí, era el triunfo total.
Y aunque Soo Bin apenas iba en su tercer semestre, las voces en su cabeza le decían que este, era su momento.
O en su caso, las voces de sus amigos y su alfa.
—Vamos, debes anotarte esta vez, mejoraste mucho en este año —Beom Gyu aportó, achinando los ojos para leer las letras pequeñas de la pancarta—. Podemos comprar un televisor de setenta pulgadas y así nos evitamos pelear por el control en la estancia común.
—¡O un nuevo equipo de sonido! —alegó Kai mientras sacaba una foto a las bases de inscripción—. Seríamos los reyes de las fiestas.
—Ni siquiera organizamos fiestas —Con una ceja arriba, Soo Bin agregó.
—Ya lo sé, pero las haríamos si tuviéramos un buen componente de audio con micrófono para karaoke —explicó fácilmente.
Yeon Jun boqueó una risa tendida y abrazó a su omega por los hombros.
—O puedes guardar ese dinero y gastártelo en algo que tú desees —Le susurró al oído y le arrancó una sonrisa pura.
El rizado afirmó ante la acertada sugestión, acurrucándose en el fornido brazo que lo rodeaba.
—Déjalos soñar.
—Par de locos —canturreó, mirando el cartelón—, pero, independientemente de ellos... ¿Lo harás?
—No... —Su tono estaba lejos de sonar convincente—. No tengo tiempo para eso, con las materias tengo demasiada carga de trabajo y comprometerme con algo extra, sería amarrarme la soga al cuello.
No sacrificaría sus escasas horas de sueño, eso de andar con ojeras toda la mañana no le sentaba bien a su juvenil apariencia.
—Yo puedo ayudarte, sabes que no es problema para mí —musitó, girando el rostro y hundiendo la nariz en sus suaves rizos.
Hacer eso, se convirtió en su actividad favorita del día, el cabello del menor siempre olía al shampoo frutal.
—No se trata de eso, no quiero que hagas mis tareas, eso es poco ético —Un escalofrío lo atacó al sentir a Yeon Jun así de cerca—. Además, suficiente tienes con tus horas extra en la biblioteca, terminas cansado.
—Nunca demasiado cansado —Su perfecto acento remarcó los vocablos—, siempre puedo explotar mi propio límite.
Soo Bin frunció el ceño.
La costumbre que el otro poseía de usar el doble sentido en las oraciones, ya lo estaba infectando.
—Da igual, no tienes que hacerlo.
—Por supuesto que tengo que hacerlo —Se inclinó ligeramente hacia su mejilla, tocándola apenas con los labios—. No te pienso dejar sin tu merecida ayuda...
Las pestañas de la omega aletearon con celeridad y tuvo que separarse de él para observarlo. Lo escudriñó con un gesto de rebosante desconcierto.
—¿Seguimos hablando de las tareas?
Una sonrisita le respondió la cuestión.
—Por supuesto —contrapuso con sarcasmo—. ¿Qué te imaginabas tú, omega travieso?
Soo Bin le rodó los ojos y decidió pasar por alto la clara indirecta.
Volvió a fijarse en la convocatoria, releyendo las clausulas y se mordió la esquina del labio cuando consideró el beneficio que obtendría si ganaba.
Obviamente, si se anotaba, tenía que comprometerse a presentar un cuadro digno el día del concurso, no podía quedarse a medias, tampoco arruinar su reputación como buen estudiante al no mostrar algo impecable.
Comprar material para realizarlo, destinar un espacio en su dormitorio que le permitiese tener todos los tubos y botes de pintura que utilizaría, los pinceles y el caballete que sus padres le regalaron cuando comenzó su carrera.
Nunca lo empleaba, prefería joderse la espalda al inclinarse en el escritorio; ese bastidor de madera era muy profesional.
Quizá, la situación sería el pretexto ideal para usarlo.
—¿Por qué no mejor te inscribes tú, Kai? —inquirió, acercándose a él por la espalda—. Tú también eres bueno.
—¿Bromeas? —Puso sus brazos en jarra y negó—. Para el tercer día, seguramente terminaré derramando el agua sobre mi lienzo.
—O manchándolo con cualquier tipo de aderezo —Beom Gyu se burló, sobándole la espalda—. Yo no sé porque generaste esa manía de comer mientras haces tarea.
—Oye, me mantiene despierto, no juzgues mis métodos —Le apuntó el pecho con el dedo—. Tu bebes café hasta que terminas orinando cada cinco minutos.
El omega castaño desconoció la acusación al aflojar los hombros.
—¿Y tú? —Soo Bin se dirigió a Beom Gyu—. ¿Por qué no?
—Sabes que el óleo y yo no nos llevamos nada bien.
—También se puede usar el acrílico...
—Uhm... puede ser —Se lo pensó por cortos tres segundos—: No, mis horas están terriblemente apretadas, no puedo organizarme nuevamente este semestre.
Entonces, Yeon Jub encontró el punto exacto para contribuir a la plática y añadir una pizca de emoción.
—Claro, con eso de que un alfa te absorbe todo el tiempo libre...
La tercia de jóvenes se viró a observarlo y él, les regaló un par de comisuras curvadas.
—¿Tú qué sabes? —El implicado recalcó, con el rubor extendiéndose por su rostro—. Chismoso, me estresa que Tae Hyun sea tu mejor amigo.
—No te preocupes, jamás entra en detalles, no me apetece conocer lo que hacen cuando están solos.
—¡No hacemos nada!
—Por supuesto —Produjo un sonido con sus labios y siguió—: Soo Bin y yo tampoco.
La ironía era pieza base en su personalidad y ya sentía la confianza de arrojar comentarios que alteraban el orden.
Después de todo, aprendió a tratar y a convivir un poco más con Beom Gyu gracias a Tae Hyun, ellos también iban por un camino serio; el alfa de melena rosada no paraba de enviarle mensajes diciéndole cuan enamorado estaba del omega artista.
Igual de hechizados por dos colegiales.
Soo Bin aprovechó que el dúo se encerró en una disputa revoltosa y se centró en el beta. Ya no ignoraba el hecho de que Huening Kai cambiaba notablemente de animo cuando se hacía mención del mejor amigo de Yeon Jun.
—¿Vas a decirme por qué siempre pones esa cara? —murmuró, arrugando la frente—. ¿Qué hay de malo?
—¿De qué hablas? —contestó, esquivando la fuerte mirada que sentía encima—. No hay nada de malo, baja la voz.
—No soy tarado, Ni. Ya he notado como te pones cuando se toca el tema de Tae Hyun —El volumen fue escaso, pero audible para ambos—: ¿Es lo que creo qué es?
El rubio lo miró efímero y después, hiló su revoltijo de pensamientos.
Su estómago también estaba hecho un caos.
—No lo digas, ¿sí? —aclaró. Lo que menos quería, era causar lástima—. No importa, chicos hay muchos, no me voy a pelear con mi amigo por uno.
El omega detestó la sensación de opresión en su pecho, le era sencillo ponerse en los zapatos de otros y mostrar empatía.
Un amor no correspondido siempre era doloroso.
Huening Kai era consciente de que su condición era distinta, él no podía atraer a ningún alfa u omega con las feromonas, tampoco tenía la esperanza de algún día hallar a su pareja destinada y mucho menos imaginaba ser marcado para formar un lazo eterno.
Todas esas cursilerías, no le sucedían a los de su casta. Y estaba bien, navegar con bandera blanca no era tan malo como parecía.
—¡Binnie! —Se escuchó el graznido de Beom Gyu—. ¡Regaña a tu alfa!
La charla fue detenida y se vio en la necesidad de atender el llamado. Intentaría platicar con Kai sobre sus emociones un día que estuviesen a solas.
—¿Ahora qué? —Se aproximó a Yeon Jun, con los brazos colgando a los lados de su cuerpo.
—Ya sabes, se lleva y no se aguanta —resolvió con retintín.
El ojimiel pegó un chillido, ¿cómo se atrevía?
—Dijo que Tae Hyun se quedaría calvo por tanta mierda que se pone en el cabello y que parecería una bola de boliche —ladró, lidiando con sus propias ganas de reír—. ¡No voy a pulirle el cráneo!
—Tal vez no, pero le sacarás brillo y rechinará de limpio.
La carcajada fue irrefrenable, incluso Kai estaba riendo con ganas.
Beom Gyu fue vencido, también se partió en una risa bulliciosa.
—Bueno, volviendo a lo importante —Yeon Jun cesó su jolgorio y vislumbró con alegría al omega de ojos cetrino—. ¿Te anotarás?
Soo Bin resopló su última brizna de felicidad, contemplando por milésima vez en media hora la publicidad del concurso.
Algo saltaba en su radar de buenos presentimientos, una indulgente corazonada, un impulso tonto a intentarlo...
—¿Debería hacerlo? —Cedió un nivel. Aún se mostraba dudoso—. ¿Qué va a pasar si mi cuadro da vergüenza a lado de todos los demás?
—Eso es imposible, te aseguro que serás un rival duro —Lo motivó, pestañeando acelerado—. Yo te ayudaré.
—No, si lo hago... no quiero ayuda con eso —estableció—, si mi nombre se escribe, solamente yo me haré cargo de sacar adelante mi participación.
Apreciaba la solidaridad, pero las competencias tenían que ser legales.
Si los demás se hacía valer por otros recursos, él sería recto y no incumpliría con una de las reglas más importantes.
—Como gustes, no me entrometeré —El mayor lucía entusiasmado.
Huening Kai y Beom Gyu también, los dos lo miraban con un chispazo de esperanza.
Sacrificar tiempo de ocio y descanso por la potencial oportunidad, con el apoyo incondicional de sus seres queridos y un esfuerzo que tal vez, le garantizaría el futuro.
Suspiró.
—¿Tienen una pluma?
Al oír la solicitud, Yeon Jun se quitó la mochila ajena que ordinariamente cargaba y la abrió por el cierre, buscando entre las pertenencias del ojiverde, aquella cartuchera en la que guardaba sus bolígrafos.
Soo Bin aceptó tomar el riesgo, emanando una seguridad de la que todos se sintieron orgullosos.
Sus amigos chocaron las palmas, él tomó la pluma tinta negra y le quitó el tapón, acortando el trecho entre su mano y la lista con renglones vacíos que esperaba ser llenada.
El aire que entró por sus fosas se sintió denso, pero no vaciló, simplemente anotó su nombre completo en una hermosa caligrafía de molde. Puso su firma, el correo electrónico de contacto solicitado y respiró al finalizar con su inscripción.
—¿Y ahora qué? —indagó, remojándose el labio—. ¿Qué sigue?
—Nada —murmuró el alfa, sujetándolo con una mano por la cadera—. Te enviarán toda la información a tu correo, debes estar pendiente.
El omega asintió y su interés renació.
—¿Alguna vez te inscribiste?
—Lo hice, en quinto semestre —Yeon Jun recordó, aventándose los cabellos sueltos del flequillo hacia atrás—. Perdí por dos puntos, pero la experiencia fue muy grata.
—¿Qué fue lo que falló? —Quiso saber más.
—Falta de técnica, no había desarrollado la habilidad.
Las facciones de Soo Bin se afinaron, él tampoco era dueño de una destreza libre de imperfecciones.
Pero lo hecho, hecho estaba y solo le restaba dar lo mejor de sí.
Soo Bin sentía que perdía toda su privacidad al mantener la puerta de su dormitorio abierta, no le gustaba para nada escuchar el ruido de los que caminaban por el andador y mucho menos le agradaba sentirse vigilado, como si fuera un peligroso recluso.
Era el costo que tener a Yeon Jun en su habitación a pleno atardecer.
El alfa estaba sentado en su cama, con la espalda recargada en la cabecera; lo escuchaba atentamente mientras lanzaba una pelota hacia el muro con papel tapiz que tenía enfrente.
—Entonces... ¿Tú que me recomiendas pintar?
Solicitaba alternativas, ejemplos que lo guiaran a elegir la imagen final para el concurso.
—Mhn, la mayoría se va por paisajes o flores —Sabiamente, su guapo huésped le informó—: Algunos intentan con animales, esos suelen ser los más llamativos. Yo hice un león.
El rizado mordió la parte superior de su lapicero y después hizo anotaciones en su libreta.
—De acuerdo... tres opciones —Tomó aire, tamborileando los dedos sobre su hoja—. ¿Qué opinas de la figura humana?
Yeon Jun se encogió sobre sí, arrojando de nuevo la pequeña pelota de tenis.
—Es la elección más complicada —manifestó su punto de vista—: Creo que pintar rostros es muy estresante y pocas veces te sientes satisfecho con el resultado.
Opinión válida.
Pero Soo Bin no pensaba del mismo modo.
—A mí me gusta hacerlo —Anotó la cuarta opción en otro renglón—. Hasta me relaja.
Aunque se tardaba siglos en dibujar siquiera un ojo, le daba paz detallar hasta las pecas de un retrato y crear en conjunto, una expresión facial.
El castaño tarareó compresivo. A su vez, se apoderó de toda la extensión del colchón al recostarse boca arriba y colocó sus manos por debajo de su cabeza.
—No te quito la intención, precioso —Lo observó desde su nueva y cómoda posición—. Si te quieres inclinar por la figura humana, adelante.
—Puede ser, la dejaré como primera opción —Tomó un marcador neón y resaltó las dos palabras—. La segunda quedaría en flores y la tercera... en un animal.
—Bien, me parece genial —Apoyó Yeon Jun. Sus ojos ya estaban cerrados—. ¿Harás tu lista de materiales?
—Sí, tengo que comprar pinceles nuevos, la pintura y el lienzo...
—Hazla y dámela, la surtiré con mis padres.
Inconforme, Soo Bin deformó el entrecejo.
—No, eso sería abusar —declinó la bondadosa oferta—. Yo compraré lo que necesite.
Además, tenía que tomarse un rato para valorar cuales cosas de las que ya tenía, seguían en buen estado y eran factibles a ser reutilizadas.
—Es que no te pregunté, cariño. Te pedí la lista, nada más.
Yeon Jun ni se inmutó.
El omega se presionó el labio inferior con los dientes a un grado casi doloroso; esa maldita actitud autocrática lo debilitaba por razones desconocidas.
Guardó silencio al admirar el modo en que la camiseta del alfa se subió gracias a su postura, dejando a la vista una parte de su bien trabajado abdomen; la línea de fino vello se extendía hacia abajo, perdiéndose en el inicio de sus pantalones.
—¿Por qué eres tan necio? —Tuvo que carraspear, la saliva le obstruyó la garganta—. Yo puedo solventar mis gastos.
—No lo dudo, pero aprovecha que tenemos descuentos en la tienda.
—Los aprovecho, siempre llevo mi credencial.
—Pero yo tengo descuento del cien por ciento, ¿no es mucho mejor?
Soo Bin se planteó arrojarle una bola de papel a la coronilla por sonar como un egocéntrico.
Contrario a eso, abandonó el asiento y se dirigió hasta su cama, controlando el fulminante deseo de acabar encima de Yeon Jun, meciéndose entre las sábanas.
Se dejó caer a la orilla del colchón, el alfa sintió el movimiento y solamente se recorrió, dejándole un espacio más amplio para que pudiese acostarse si le apetecía.
Soo Bin enredó los dedos al final de la camiseta opuesta, tocando con finura la piel descubierta y tiró de la tela, cubriendo la zona previamente expuesta.
—Que alfa tan tonto —susurró, simulando una caminata con dos dedos por su muslo—. Y tan mío.
Yeon Jun sonrió, sintiendo una extraordinaria armonía en su interior.
—Todo tuyo —dijo, tomándolo a ciegas por la muñeca—. Y tú todo mío.
El implicado jadeó por el inesperado agarre y parpadeó hacia la puerta de su dormitorio, corroborando que no hubiera autoridades realizando el chequeo del edificio.
Se acercó más, importándole poco que pudiese recibir un regaño en caso de ser descubierto y terminó por inclinarse sobre el rostro del ojiazul, buscando cerrar ambas bocas en un suave beso.
Fue recibido por la caliente lengua que tanto lo sofocaba, por esos labios que jamás le otorgaban tregua y que lo paralizaban hasta que acababa fundiéndose a causa del insoportable calor; le gustaba sentir la barba raspando al compás de la acción o los dientes mordiendo rudamente.
—Alfa... —susurró, antes de que sus sentidos se bloquearan—. Sé el modelo para mi pintura.
Al recabar la petición, Yeon Jun se forzó a levantar los párpados y borrosamente, lo enfocó.
—¿Yo?
Soo Bin asintió, sus labios hinchados y brillantes por la saliva.
—Sí... ¿No quieres?
¿Cómo iba a decirle que no al dueño de su vida?
—Con una condición...
—¿Cuál?
—La lista —Enroscó los dígitos de una mano en los rulos chocolate—. Yo te consigo lo que vas a ocupar y tú te encargas de hacer la magia, ¿trato?
Iba a objetar, el omega iba a negarse de nuevo, pero no pudo.
El placentero tirón que le fue brindado en la cabellera, lo desarmó.
—Siempre encuentras la manera de ganar, te detesto —bramó, con amargura disfrazada—. Aceptaré, siempre y cuando... te quedes conmigo esta noche.
Yeon Jun volvió a sonreír, apretando más los nudillos.
Lo sedujo el gimoteo que vibró sobre su boca.
—Como ordenes.
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Si hay algún error avísenme, por fis!
¿Qué les parecieron los capitulos de hoy? Espero hayan disfrutado de la lectura!🫶🏻
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