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CAPITULO 20.

Una hora después, Yeon Jun y Soo Bin regresaron a la facultad.

La noche lucía más tranquila que de costumbre, un tanto más oscura. Los inicios de semana siempre eran lúgubres y en realidad, no había mucho estudiante rondando por el campus a altas horas de la noche, la mayoría prefería irse a dormir temprano.

En cambio, ellos estaban en la entrada del edificio para omegas, mirándose gracias a la luz que se proyectaba de las farolas.

Soo Bin no dejaba de mover el pie, dando golpecitos en el piso y Yeon Jun quería echarse a reír, solo para alterarle más los nervios.

—¿Y bien? —insistió el omega. Sus ojos se estrecharon—. Estoy esperando...

—¡¿Cómo?! —Alarmado, se tocó el pecho—. Cielos, eso de ser padre primerizo no lo esperaba... creo que podemos-...

Recibió un suave manotazo en el brazo y ahora sí, se carcajeó.

—¡Ugh, eres un fastidio! Me refiero a que estoy esperando una explicación...

El alfa silbó y metió la manos a las bolsas de su pantalón.

—Menos mal, no estoy listo para cambiar pañales —Se mofó, sonriendo con la comisura derecha—. ¿Por qué le das tanta importancia al asunto?

—¿Tú pregunta va en serio? —dijo y le mostró el ostentoso regalo rodeando su muñeca—. Gastaste casi dieciséis mil libras en esto, ¿y pretendes que no cuestione el por qué?

—¿Desconfías de mí?

—¡Por supuesto que no! —Soo Bin se escandalizó—. Pero si te vas a quedar en bancarrota por esto, prefiero que lo devolvamos.

Su preocupación era genuina.

La cantidad pagada por la pulsera fue una locura; aceptar un helado era una cosa, pero un accesorio así de costoso, se salía del margen.

Era intrigante, ¿el alfa tenía la posibilidad de pagar por algo así de costoso? O quizá, simplemente se había gastado los ahorros de toda su vida por quedar bien con él...

El solo imaginar que fuese la segunda opción, lo hacía sentir culpable.

—Ya te dije que no me quedé en la calle por obsequiártelo —canturreó, balanceándose de lado a lado—. ¿Qué más quieres saber?

El omega se presionó el puente de la nariz y negó con la cabeza. Su tranquilidad estaba siendo golpeada cual pelota de pin-pong.

—Es que no entiendo como estás tan calmado —resopló. Necesitaba respuestas certeras—. ¿Es fácil para ti vaciar tu cuenta de banco?

Yeon Jun frunció el ceño.

—¿Vaciar?

—Ajá... Puedes decir que soy un dramático, pero no puedes ir por la vida gastando cada centavo de tus fondos, ¡mucho menos en mi! —explayo, al encogerse de hombros—. ¿Tus padres no enloqueceran al ver el estado de cuenta?

—Mis padres no revisan eso... —resolvió, con sutileza.

No pretendía sonar como un jodido presuntuoso.

—¿No lo hacen? ¡Peor aún! Si se llegan a enterar...

Al parecer, Soo Bin juraba que su dinero estaba totalmente agotado después de adquirir el accesorio. Tenía que abrirle los ojos, la realidad era distinta.

—Oye, solo por curiosidad... —Se apresuró a decir—. ¿Tú sabes a lo que se dedican mis padres?

—Bueno, sé que son empresarios —Recordó lo que escuchó por los pasillos—, la escuela entera lo sabe.

Gracias al habitual cotilleo en el plantel, tenía conocimiento de que los padres del alfa eran los dueños de una compañía y aunque el dato vivía en su mente desde el semestre pasado, nunca supo cuál era el nombre de dicha empresa.

Jamás le pasó por la mente investigar a fondo cuando se enteró, tampoco era un vil acosador.

—Sí, lo son —Sus labios se crisparon—. ¿Conoces PaperChoi's?

—¡Por supuesto! Amo ese lugar —El rostro se le iluminó—, creo que todos nos surtimos de materiales ahí, a veces voy a la tienda cercana al vecindario pero prefiero mil veces las que están en el centro, los locales suelen ser hasta de dos o tres niveles...

PaperChoi's era el sitio más visitado por los matriculados en la universidad y por un sinfín de clientes.

Ahí encontraban cualquier tipo de papel con una extensa variedad de gramajes, los anaqueles estaban atiborrados de materiales para dibujo y oficina, vendían mobiliario escolar, tecnología, electrónica e incluso habían descuentos si mostraban la credencial de estudiante.

—Lo sé... —Yeon Jun sacó su móvil y lo desbloqueó—. Te voy a mostrar algo.

Rápidamente, abrió el navegador de internet y tecleó el nombre de la compañía mencionada. El portal arrojó una enorme cantidad de resultados, pero él se enfocó en el segundo link.

Wikipedia.

Cuando la página cargó, esbozó una sonrisita y le entregó el celular, invitándolo a leer.

"PaperChoi's es una empresa originaria de Seúl, especialista en suministro de artículos para papelería y oficina. La compañía fue creada en 1974 por Choi Seong Geun, y su esposa, Choi Shin Woo [...] Actualmente, el CEO de la compañía es el hijo del fundador, Choi Hyun Bin, junto a su cónyuge, Choi Ye Jin."

Soo Bin pestañeó y su boca formó una graciosa "o". Su manzana de adán se marcó al tragar e intercambió una mirada fugaz con el alfa.

—Por satanás —murmuró, pasmado—. Jódeme... es imposible.

—¿Aquí? —Hizo un gesto en desacuerdo. Más leña al fuego—. No me va el exhibicionismo, pero si tu quieres...

Un gritito salió de la boca del omega y Yeon Jun no evitó volver a reír.

—¡No me refiero a eso! —Con los ojos bien abiertos, continúo leyendo—. ¡¿Por qué no me dijiste que tu familia era dueña de la mejor cadena de papelerías en el país?!

—Creí que lo sabías, ¿no es demasiado obvio? —Respiró hondo y se toqueteó la sien—. El nombre... Paper-Choi's... de Choi... ¿no?

El ojiverde chasqueó los dedos y asintió, frenético.

—¡Mierda, si tiene sentido!

De ahora en adelante, prestaría atención a los mínimos detalles.

—Bueno, pues ahí lo tienes —siseó al exhalar—, digamos que mi dinero está muy bien administrado en una tarjeta que raramente uso.

Era cierto, generalmente no gastaba en cosas fuera de lo escencial, no era fanático de dispalfarrar a diestra y siniestra.

A menos de que se tratara de un bonito brazalete hecho de oro puro que le gustó a su omega, esa sí era una buena razón para derrochar.

—Estoy sorprendido... —Soo Bin le devolvió el móvil y se sobó el codo—. Y ahora me surgieron otras dudas.

Yeon Jun dio otro paso, acercándose a él.

—Te escucho —Le acomodó un mechón suelto atrás de la oreja—. ¿Qué quieres saber?

Su semblante se encendió de algarabia, era como entrevistar a una celebridad.

—¿Qué se siente ser parte de esa compañía? —El estusiasmo era real—. ¡Debe ser fantástico trabajar ahí!

—Eso deberías preguntárselo a mis padres —Torció una sonrisa, tomándolo por la cadera—. No trabajo para mi familia.

—¿Qué? —Hizo un mohín y su entrecejo se plisó—. ¿Por qué?

—Porque no me gusta la idea de ser un directivo millonario al que todos admiren y respeten —barboteó con fluidez—. Tal vez pienses que estoy loco, pero no es mi meta en esta vida.

Su adelantada conclusión fue atinada.

Soo Bin si intuyó que estaba loco.

—Pero es tu patrimonio... —expresó, peinándole el flequillo.

—Lo es, pero por suerte tengo dos hermanas que verán por el negocio y yo podré seguir mi rumbo. Ambas estudian algo relacionado a la administración, son felices con eso y yo amo la profesión que estudié.

Tenía todo planeado y definitivamente, llevar una compañía no entraba en sus objetivos a largo plazo.

—Vaya, eso sí es tener claridad en tu futuro —pronunció, con afección. Seguía acariciándole el cabello—. Me gusta tu independencia.

—Gracias, creo —Lo abrazó y sus narices quedaron juntas—. ¿Y bien? ¿Ya estás relajado.

Soo Bin creó un lindo beso esquimal que despertó las mariposas en el estómago de Yeon Jun.

—Sí, ahora comprendo el por qué de tu tarjeta sin límite de crédito —susurró y le picoteó los labios en un besito—. Y a todo esto, si tu familia y tú son algo así como... ricos, de clase alta, ¿por qué eligieron vivir en una zona que no es residencial y mucho menos exclusiva?

Yeon Jun lo besó de vuelta y lo estrechó febrilmente, previo a responder.

—El hecho de que mis papás tengan estabilidad económica, no quiere decir que tengamos que residir en lo más caro de la ciudad —justificó, gozando la cercanía—, digamos que tienen varias propiedades y cuando menos, a cada hijo nos corresponde una en el futuro.

—¿Tienes casas a tu nombre?

—En teoría. Yo elegí un apartamento.

—Mierda —Sus cejas cafés se curvaron—. ¿Y por qué no vives ahí?

Otra historia, una anticuada y simpática tradición de los Choi... que le contaría después.

—Eso lo sabrás luego —Le sembró una mordida al costado del mentón y sonrió—. Bueno, yo tengo que irme, es tarde y debo llegar a casa.

Soo Bin no se resignó, no quería alejarse jamás de su alfa, necesitaba apapacharlo una eternidad, fundirse en sus musculosos brazos y refugiarse en la guarida de su amoroso lobo.

Cinco años tuvieron que pasar para llegar hasta ese punto, un lustro en el que solo se conformó con mirarlo remotamente. Tanto tiempo desperdiciado que moría por recuperar.

—Yeon Jun.

—¿Sí?

—¿Quieres quedarte a dormir conmigo?

El aludido tomó distancia, mirándolo escéptico.

—¿Contigo? ¿Estás jugando? —Soo Bin no parecía estar bromeando. Parpadeó, confundido—. Uhm, los prefectos no me dejaran pasar...

—Mi dormitorio está en el piso de abajo.

—¿Y eso qué?

Recordó la frase de Beom Gyu, el consejo que le dio semanas atrás.

—Siempre puedo dejar la ventana abierta.

Citó la frase y sonrió con autosuficiencia, frente a un Yeon Jun desorientado.

Las dificultades no se presentaron en ningún aspecto.

Luego de la última revisión en los pasillos, Soo Bin cerró su puerta con seguro y dejó que la cortina de su ventana se ondeara con el aire, observando con impaciencia a que su huésped apareciera.

Ejecutaron su plan al pie de la letra, Yeon Jun fue cuidadoso e irrumpió en su privacidad al brincar el antepecho, después de revisar que el perímetro estuviera completamente vacío. Ninguno se puso nervioso, se aseguraron de tomar las medidas adecuadas y obtuvieron el triunfo gracias al sigilo.

Estando finalmente en la habitación y sin riesgo alguno a ser descubiertos, la dupla de prófugos se dedicó un rato a terminar con la tarea pendiente del omega y luego tomaron una ducha por separado. Yeon Jun tuvo que usar ropa de algodón prestada; aunque el bóxer le quedó ajustado de todos lados, no se quejó y agradeció la hospitalidad.

Soo Bin no cabía de la emoción, brincó en su cama y se dejó caer en ella, usando una bonita pijama color celeste. Reclamó el lado derecho, metiéndose abajo de las cobijas al acurrucarse.

El mayor se recostó también, invadiendo el espacio vacío y pasó su brazo por el abdomen opuesto, hechizado por la tierna postura en la que se hallaban. Inhaló, los cabellos ondulados le picaron en las fosas nasales y pintó una sonrisa al pegar su pecho a la espalda contraria.

La idea de ser la cuchara pequeña, sonaba bien para Soo Bin.

Estiró el brazo para alcanzar el apagador y encendió una pequeña lámpara en forma de corazón que lo cuidaba todas las noches. No le gustaba la completa oscuridad.

Yeon Jun no dijo nada, simplemente aceptó la condición y se dispuso a dormir; tendría que levantarse muy temprano e irse de ahí antes de que las clases empezaran. Ahora que lo pensaba, a los alumnos les resultaría extraño verlo usar el mismo atuendo que el día anterior.

Le dio igual, ya habría tiempo para preocuparse.

—Buenas noches, bonito —musitó, besándole la cabeza.

—Descansa, alfa —respondió, en un bostezo.

Un bostezo... que el mismo se provocó porque lo que menos tenía, era sueño.

Bueno, es que era obvio que pasaría, ¡¿cómo carajo iba a dormir pacíficamente si tenía a Yeon Jun ahí?! Con el calor corporal, su arrebatador aroma y las puntas de sus dedos tocándole la barriga.

Respiró, pensando cuanto tardaría en dormirse y deduciendo los minutos que tenía para actuar antes de que el alfa cayera en los brazos de Morfeo como una piedra inerte. Si se dormía, no tendría corazón para despertarlo y él sufriría, revolcándose en su deseo.

Cerró los ojos, usando cada minúsculo gramo de valentía que tenía y se removió, acercándole el culo a la entrepierna. Retuvo el aire en los pulmones, la polla del ojiazul no estaba erguida pero podía sentirla a pesar de eso.

No estaba seguro de lo que hacía, pero nada perdía con intentarlo.

Movió el trasero hacia atrás, frotándose contra la pelvis y apretó los labios, sintiéndose totalmente sucio. Repitió el acto, meneando la cadera en un tormentoso círculo que produjo una idílica fricción y en un tercer intento, se empujó con insistencia, vagando en un terreno peligroso, dejándose llevar por la inmoralidad.

Su abdomen fue apretado repentinamente y su camiseta se arrugó al ser tomada en un puño.

Gimió quedito al reparar un bulto indecente creciendo y presionándose en el pliegue de sus glúteos.

—¿No puedes dormir? —Yeon Jun vaciló, pícaramente.

Él tampoco tenía sueño.

—Uhm, no... ¿Tú?

—Creo que me está dando insomnio —Lo atenazó en un firme agarre—. Cachorro travieso, me encantas.

Soo Bin siempre se derritía con el apodo, amaba que le llamara así.

Rodó sobre la cama, el castaño lo ayudó a girar en su lugar y al juntar sus frentes, maquinalmente se topó con esos labios delgados que lo recibieron en un beso efusivo, declarando el inicio de una guerra a muerte.

Se desgastaron la boca en un roce salvaje, otorgándose caricias hilarantes sobre las prendas, jadeando al morderse tenazmente y llenándose de una obvia satisfacción.

—Quiero follarte —El alfa sentenció, lamiéndole una comisura—. ¿Qué opinas?

Soo Bin palpó su mejilla con suavidad y no se hizo del rogar. Lo estaba pidiendo a gritos desde su caótico encuentro en la biblioteca.

—Yo quiero que me tomes, solo a mí... A nadie más.

La timidez se esfumó, le tenía una auténtica confianza y podía comunicarse con él sin darle vueltas a las cosas.

—¿Sí? —Enredó una mano en su mata de rizos y susurró—: ¿Puedo ponerte como yo quiera?

El implicado no fue capaz de pestañear.

—N-no me opondré.

Y con la autorización preestablecida, Yeon Jun se aventuró, robándole otro ronroneo antes de obrar. Se removieron en el colchón, éste rechinó por el peso de ambos y las mantas fueron pateadas al piso.

Había una especie de prisa en los dos que los tenía exasperados.

Entre besos desordenados y la tela de sus playeras estorbando, Yeon Jun lo indujo a que adoptara otra posición, colocándolo de rodillas y logrando que formara el punto de apoyo ideal con sus extremidades.

Le bajó desaliñadamente los pantaloncillos de pijama, él cooperó para que los sacara por sus piernas y los lanzó por ahí, sin preocupación. Su ropa interior fue retirada de igual forma, más lento de lo que hubiese esperado pero entendió que el alfa se regocijó con el panorama, pues lo oyó jadear cuando por fin estuvo desnudo de la cintura hacia abajo.

—¿Estás bien así? —inquirió, en tanto se despojaba así mismo de su vestimenta—. ¿No te incomoda?

Soo Bin tragó ruidosamente y negó.

—Me... me gusta, está bien.

Buscó que su postura fuese cómoda, ahora tenía el culo alzado, muy expuesto, su rostro descansó en una almohada y agarró la única sábana que alcanzó a salvar.

El alfa saltó la línea del autocontrol.

Sus manos eran del tamaño perfecto, hechas a la medida para apretarle el trasero al omega con una infernal violencia, enterrándole los dedos en su nívea piel y proclamando como suya esa zona íntima. Barrió su tez pálida, le restregó las palmas y finalmente le separó las nalgas con una fuerza desgarradora que ni siquiera pudo medir.

Soo Bin arqueó la espalda y en la nube de inconsciencia, empujó su trasero hacia atrás, abriendo más las piernas al botar lubricante. Yeon Jun veneró la pecaminosa vista como un enviciado, gruñendo con esa voz ligeramente áspera.

—¿Cómo es que eres real? —repuso y se toqueteó la polla sin pudor.

Estaba tan duro con la erótica imagen y por el menester de hundirse en ese par de mejillas regordetas que lucían tersas, listas para ser marcadas por unos cuantos azotes.

Pero primero, le mostraría algo diferente, otro extremo en el placer.

Juntó una buena cantidad de saliva en su boca antes de inclinarse, embriagado por las feromonas que danzaban en su lado pensante y que derrotaron la posibilidad de comportarse como una persona civilizada.

Soo Bin se tensó y respingó cuando sus glúteos fueron apretujados.

—¿Qué estás-...? —Su dicción se cortó.

Dejó de inspirar por unos segundos, puso los ojos en blanco.

El hambre consumió a Yeon Jun y escupió, derramando un hilo de saliva que se perdió en los fluidos del omega.

Soo Bin se retorció de gusto, su respiración perdió la estabilidad y tuvo que encajarse los dientes en los labios para no gemir alto. Se enterró las uñas en la palma cuando la barba le rozó el culo y lo sintió hundirse entre sus nalgas, cepillando el contorno de su agujero con la punta de la lengua.

El ojiazul se apoderó del estrecho agujero que le fue ofrendado, probando cada gota del lubricante con simples lametones mientras lo hacía sollozar gracias a la desesperación. Le apretó una pantorrilla como recordatorio de que debía ser silencioso y Soo Bin lo entendió, optando por cubrirse la boca con el antebrazo.

Se burló de él mordiéndole el trasero una y otra vez, dejando marcas por donde le dio la gana; con los dedos, recogió el líquido natural que resbalaba por el interior de sus piernas y para colmo, rozó las yemas en su abertura sin otorgarle nada.

La lengua de Yeon Jun estaba caliente, mojada y juguetona en sus bordes, el calor se le subió a los pómulos y la neblina de la irracionalidad lo llevó a serpentear las caderas con el objetivo de provocarlo. Su propio límite estaba a prueba y desgracidamente era demasiado dócil.

La lascivia desquició al alfa y se permitió adentrarse en aquel laberinto sin salida, ese en el que eligió perderse toda la vida.

Soo Bin gimió sofocado, sus angostas paredes fueron invadidas por el músculo húmedo, saboreando su esencia y poniéndolo en un estado crítico.

—Joder, se siente t-tan bien... —balbuceó. Apenas logró coordinar su habla—. Mi alfa, más...

Chupó y separó los labios para devorarlo como se lo merecía, tomando la siguiente oleada de lubricante y perdiendo la cabeza al sentir una mano afianzándose a su cabellera, en un ruego implacable para que no se detuviera.

Fue bondadoso al comerle el culo con energía en un ritmo constante, con la saliva desbordándole las comisuras y un feroz apetito que surgió del atrayente sonido, de ese ruido que producía la obscena situación.

El omega se deshizo sobre el lecho, la curva de su espalda era preciosa, los hoyuelos al final de la misma se trazaron como un par de remolinos y su erección ya dejaba salir los indicios de líquido preseminal.

Abrazó la almohada, metiendo los brazos por debajo de ella y hundió la mitad de la cara en la mullida superficie, tratando de conseguir una bocanada de oxígeno que le permitiera seguir con vida.

Nunca había experimentado algo igual y tampoco se sintió apenado por disfrutarlo. Yeon Jun era hábil, lo aniquiló con maestría al rasparle los dientes en tanto se adentraba lo más que podía en el diminuto espacio, degustando de un manjar que sin duda probaría con frecuencia.

La mandíbula del alfa se entumió al cabo de unos minutos, le comenzó a doler y eso era un aviso de que necesitaba tomarse un breve descanso. Otorgó un último lengüetazo en el pliegue y para seguir fomentando el reverendo desastre en que Soo Bin se había convertido, hubo un cambio estratégico.

Esta vez, deslizó con facilidad dos dedos por el anillo muscular y fueron apretados involuntariamente al presenciar la intromisión.

—¡Ah, sí! Justo así... —No controló su garganta.

El rizado fue reprendido con un golpe impetuoso en su nalga que también produjo un ruido sórdido.

—Cállate, te lo he dicho —Yeon Jun ordenó. Sus orbes no tenían rastro de color—. Eres un jodido escandaloso.

Un latigazo de alborozo corrió por la columna vertebral de Soo Bin.

¡Que manera de excitarlo!

Yeon Jun bombeó los dígitos con calma, los movió eficazmente para dilatarlo y lo estimuló hasta que su muñeca fue sujetada en un mandato de que parara.

Era común que dejara de razonar las cosas, no podía resistirse a esos muslos gruesos ni a ese trasero que adoraba rasguñar y llenar de rojizas marcas. El cachorro desprendía lujuria, despertaba su avidez sexual y tenía que aceptar las consecuencias de sus actos, hacerse responsable de lo que provocó con sólo frotarle el culo en la entrepierna.

Estaba malditamente excitado, su polla dura y caliente evidenciaba cuan necesitado estaba por follarse a su omega, por empotrarlo en la cama y hacerlo gemir sobre la almohada, detonar en su interior y susurrarle al oído lo mucho que le gustaba.

Se acarició a sí mismo y alineó su pesada hombría, restregándole el glande unas cuantas veces para esparcir el presemen. Estaba sumergido en el bendecido paisaje, hundido por la manera en que lo oía suspirar.

Soo Bin tenía las rodillas temblorosas, su torso amenazaba con desplomarse y lo único que le apetecía era correrse a causa de ese delicioso nudo, de percibir el glorioso ardor combinado con el éxtasis que lo llevó a la cima cuando lo ayudó en su celo.

—Mi lindo omega... Te voy a destrozar.

El implicado sudaba, tenía los nudillos blancos y la sangre en su labio era la prueba de que estaba luchando como un gladiador por no gemir. Se ahogó en un balbuceo al sentir que el alfa se presionó en su entrada, estirándolo al abrirse paso y su cuerpo se entregó a la delirante unión, sollozando agudo por la quemazón en sus entrañas.

—Sí, sí, sí...

Cedió a la intromisión, se adaptó a la polla gruesa luego de una tanda de suspiros e hizo aquello de sacudir suavemente la cadera, en un aviso contundente. Él mismo se sujetó una nalga, la apartó hacia un costado y se aferró a los barrotes de la cama, en espera de su juicio final.

Yeon Jun cayó al precipicio, lo agarró de la cintura y le entregó una estocada precisa, gruñendo al hundirse en el agujero que lo tomó con esa característica calidez. Salió y empujó nuevamente con vileza, la silueta de Soo Bin se fue de bruces contra el colchón, titubeando frases inentendibles que terminaban en gemidos suaves y entrecortados.

Arremetió hasta el fondo, sin modular su rudeza y aunque hacia su mejor esfuerzo por no producir sonidos, el chapoteo de sus cuerpos era enloquecedor. Ojalá las paredes fueran aislantes de ruido, le vendría muy bien en esa situación.

La melena del ojiverde estaba enredada, podía verlo de perfil, con los párpados abajo, los cachetes rojos a reventar y una seductora sonrisa que reflejaba cuanto lo estaba disfrutando.

La luz de la lámpara resultó útil, sus oídos estaban privados de un incentivo pero sus ojos no.

Fue un tosco, un enfermo de poder, lo sometió las veces que quiso, lo penetró sin reservas, lo hizo lloriquear y realmente vio lágrimas correr cuesta abajo en su rostro. Y ahí estaba esa puta sonrisa que le hacía saber que todo era por mero placer.

Por la exquisita agonía, por la ansiada liberación.

Lo sujetó de la nuca, tirando de sus tirabuzones y lo obligó a levantar la cara. El omega boqueó al reaccionar, con un hormigueo viajando por su vientre y tuvo la osadía de mirar por encima de su hombro, atisbando de soslayo al alfa que lo estaba jodiendo así de bien.

—¿Por qué esperé tantos años para tenerte así? —rumió, en medio de una embestida—: Tan mío, naciste para mí.

—P-porque eres muy correcto —Apenas coordinó su habla—.  Pero no te preocupes... ú-úsame cuando quieras...

Se humedeció los labios y su frente volvió a caer en la almohada al no contener el gemido desesperado que le fue saqueado al sentir los testículos rebotándole en el culo. Su agujero fue abusado por la erección prominente, permanecía espantosamente encantado con el incendio propagándose en su ser, con el retumbar de su corazón en los oídos.

Podía sentirlo en su estómago, lo sentía en cada rincón.

Estaba lleno, rebosante.

Yeon Jun se lo folló de un modo obsceno. Lo destruyó, lo tomó, lo poseyó.

Tocó cada centímetro de su figura, lo atascó de caricias mezcladas con azotes, con esas palmadas que le dejaban un tono escarlata divino. Maltrató su estirada entrada, profanó su interior una y otra vez.

Escuchó su nombre en el pobre timbre de voz, se dio cuenta de que el omega tiritó con anhelo y tuvo que volverse su soporte provisional, sosteniéndolo del abdomen para que no desistiera.

Soo Bin se vino, flotando en un cielo lleno de fuegos artificiales, el semen salió a borbotones y presenció un éxtasis sobrenatural que lo lanzó a un pozo sin fondo.

Y chilló.

Verdaderamente soltó un chillido cuando el pene del alfa se incrustó una última vez antes de anudarlo. Notó como se hinchó en su interior y entornó los ojos al recibir la corrida candente, sintiéndose pleno, más lleno de lo que podía imaginar.

Ambos montados en una montaña rusa que iba a toda velocidad, subiendo y bajando por la vía. Respiraciones agitadas, una cama deshecha y dos fascinantes orgasmos que ahora los mantenían en una atadura física.

El mayor secó el sudor de su frente y sonrió de lado al ver que Soo Bin lo miraba de reojo; ingobernable, dichoso, un guerrero sin armadura que aguantó cada milímetro de su nudo.

—¿De quién eres, cachorro? —farfulló, recobrando brevemente el aliento—. Dilo.

—Tuyo... Y yo no te voy a preguntar lo mismo —Soo Bin yacía con los ojos entrecerrados—, porque todos saben que eres mío... ¿entendiste?

Soo Bin sonrió, enseñando sus colmillos.

—Sí, omega.

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Espero les haya gustado el capitulo! Lamento la tardanza ando de viaje y no he tenido tanto tiempo pero ya está aquí el capitulo! 🫶🏻

Si hay algún error, avísenme por favor, hay una sorpresa que se subirá hoy mismo! ❤️

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