CAPITULO 18.
Lo segundo, fue que lo reprendieron por las faltas que tendría en sus clases, diciéndole lo mucho que iba a atrasarse y repitiéndole las consecuencias de perder el hilo de las asignaturas.
Y lo tercero, se basó en que su madre lo mimó hasta que se cansó, imaginándose el daño que le habían hecho a su bebé, pues lo vio cojear y fue una batalla a muerte entre madre e hijo para no ir al hospital; la señora Kim estaba segura de que el omega tenía un hueso roto y un chequeo era obligatorio.
Al final, Soo Bin se hizo el dormido y se libró de ser condenado por sus actos impúdicos.
Por otro lado, el castigo de Yeon Jun por golpear a un alumno tampoco llegó a los extremos.
Tras asistir con el director de la institución y haber tenido una extensa conversación acerca de lo suscitado, la sanción impuesta no fue tan terrible. De alguna forma, su argumento fue validado hasta cierto nivel, pues era verdad que defendió la integridad de un omega que fue golpeado y encima de todo, acosado por un alfa que no tenía educación.
No lo suspendieron, pero sí le solicitaron ayudar dos horas en la biblioteca por las tardes, algo así como un servicio social extra, sin una fecha de término. Aceptó, no era como que pudiera negarse, su titulación estaba en juego y no quería perder la oportunidad.
En pocas las palabras, las cosas resultaron parcialmente bien para ambos, pudo haber sido peor.
Y dejando a un lado el hecho de haber sobrevivido a las sanciones, la razón del nerviosismo en Soo Bin, se resumía en ir rumbo a la facultad, en el auto de Yeon Jun mientras escuchaba la estación de radio más conocida de la ciudad.
Sus dedos tamborileaban en la guantera y se mordía los labios mientras veía por el espejo lateral a los autos que pitaban con fastidio a causa del tránsito matutino.
Suspiró por enésima vez, bajando el vidrio y volviéndolo a subir al cabo de diez segundos, inquieto e indeciso.
Es que joder, ¿qué dirían todos cuando lo vieran descender de ese automóvil?
No era cualquier cosa. Iba a salir de un bonito carro, propiedad del chico más conocido y admirado en toda la universidad, luego de haber descubierto que era su bendito destinado.
Escalofriante, ¿no es así?
Tenía los vellos de punta, las manos le estaban sudando frío y no, no era normal que también se estuviese comiendo la uña del dedo pulgar otra vez. Jodida manía.
—Soo Bin.
El corazón le latía con rapidez en el pecho, quería que las calles fuesen eternas o que el tráfico se extendiera hasta tapar cada cruce vial.
—Soo Bin...
¿Por qué la luz verde duraba tanto tiempo?, ¿Por qué no venía un policía y cerraba la avenida principal?
—¡Soo Bin!
Entonces, sus pensamientos fueron pausados por el llamado insistente de Yeon Jun.
Ahora lo miraba con extrañeza, el auto estaba frenado gracias al embotellamiento y aprovechó para custodiarlo.
—¿Qué pasa? —Atinó a responder.
Ni siquiera logró concretar una sonrisa.
—Eso te pregunto yo a ti, ¿qué pasa? —Inclinó la cara, confundido.
Era obvio que notaría el cambio en su conducta, ya no pasaba tanto tiempo callado cuando estaban juntos.
—No estás... ¿preocupado?
—¿Por qué tendría que estarlo? —Frunció el ceño, sosteniendo todavía el volante con una mano—. ¿Qué ocurre?
Soo Bin tragó, la garganta se le cerró. Estaba muy ansioso.
Decir la verdad parecía buena opción.
—Pues... la universidad, los alumnos —masculló, regresando la vista al parabrisas—, todos nos verán llegar juntos.
Yeon Jun iba a responderle, pero el pitido proveniente del coche que tenían atrás, le comunicó que podía pisar nuevamente el acelerador. Lo hizo, observando al frente y no se inmutó.
—¿Eso te preocupa? —cuestionó, echando un vistazo por el retrovisor—. ¿Por qué tendría que ser un problema?
—No es un problema —bufó. Ese no era el concepto—. Solo... es raro, nunca me había relacionado con ningún alfa, todo es nuevo y honestamente, me asusta un poco.
Sabía que sería el centro de atención por un buen rato y la idea le causaba un conflicto muy grande. Era un omega medianamente conocido por sus compañeros, pero no tanto como lo era Yeon Jun, él sí era la definición de popular con todas las letras.
—¿No quieres que se enteren que te estoy cortejando? —Por algún motivo, la voz del alfa sonó dolida—. Si eso es lo que quieres, no tengo dilema, podemos ir por debajo de las piedras con esto y-...
—No, no quiero eso —Lo cortó. Esa tampoco era la intención—. Quiero que lo hagamos bien, sin ocultarlos, que las cosas fluyan... De casualidad, ¿escuchaste rumores los días anteriores?
Los hombros del mayor se ablandaron y lo miró de reojo.
—Lo normal, unos diciendo que tú y yo tenemos algo, otros comentando que fue mi celo el que me cegó y el resto esperando que vuelvas para corroborar las teorías —Casi sonrió. Todos eran unos entrometidos—. Siempre es así, el mismo ciclo.
Un mohín se marcó en los labios de Soo Bin y bajó la visera parasol. Se miró al espejo, su cabello se veía excelente esa mañana.
—Seguro estás acostumbrado, usualmente hablan de ti —repuso, enredando el índice en uno de sus rizos—. ¿Eso no te molesta?
Yeon Jun sí sonrió esta vez. Aunado a ello, colocó su mano en el muslo del menor y continuó manejando como el experto que era.
—No me importa, yo no vivo de la gente —afirmó y le dio un apretón a su pierna—. No le rindo cuentas a nadie, hago lo que tengo que hacer y es todo, solamente me interesa que mi núcleo cercano sepa como soy. Los demás, pueden creer lo que gusten de mi.
Había que aplaudir su seguridad, era sobresaliente.
Un alfa seguro de sí mismo, inteligente, guapo y perfectamente bien educado; el sinónimo de encanto. Todo eso lo tenía Yeon Jun y nadie podía culpar a las personas que lo adoraban, tenían motivos fuertes para idolatrarlo.
Soo Bin no sabía como había llegado tan lejos, pues solo era el vecino de a lado, el omega que fue visto en pijama y con una pantufla que perdió al estilo Cenicienta.
Un giro de ciento ochenta grados en su vida, lo que tanto soñó.
—Ellos sabrán que yo estuve contigo —Soltó de la nada, viéndose una manchita en el cuello—. Me dejaste marcado por todos lados, aún no se quitan...
—Por mí está bien, así sabrán que ya nadie debe acercarse a ti —espetó mordaz y le ocasionó un nudo en el estómago—, dime si quieres que pasemos por alguna tienda y te compro una bufanda, estamos por llegar pero todavía me puedo desviar...
El omega resolló y se tocó el chupetón con la yema del dedo, éste se desvanecía poco a poco en su piel. Había muchos más, iguales a ese en cada rincón de su cuerpo y gracias al cielo, no eran visibles.
A excepción de un par que le fueron hechos en el calor del encuentro, el que tenía cerca de su manzana de adán ya casi no se notaba.
O eso quería creer.
—Déjalo, está bien así —farfulló, más relajado—, yo tampoco quiero que las personas intenten congeniar contigo. Quiero decir, en términos amorosos. No me gustaría.
Definitivamente, odiaría ver a alguien cerca de Yeon Jun con otras intenciones.
Generalmente, los alfas eran los primeros en imponer un límite a los que rondaran como buitres carroñeros alrededor de sus omegas, eran típicamente más territoriales y posesivos, con un temperamento enérgico cuando se trataba de velar por su pareja.
Según su mínima experiencia con la casta y a juzgar por el comportamiento de Yeon Jun, suponía que él entraba en el estereotipo del alfa posesivo pero sin caer en la exageración, ya que poseía una mente mucho más abierta y un dominio admirable de los impulsos.
En tanto él, apenas iba descubriendo el papel que jugaría como omega en una relación y estaba averiguando constantemente como llevarlo para no ahuyentar a su destinado.
Porque sí, en las páginas de la vida, estaba escrito que Yeon Jun era su alma gemela y no permitiría que nadie lo arruinara.
—No te preocupes por eso, soy amable pero jamás te faltaría al respeto —El castaño se humedeció los labios y la luz amarilla le indicó que debía reducir la velocidad—, en el lado opuesto y aunque no me gusta hablar mal de mis iguales, a veces los alfas no entienden lo que significa un "no", así que si tengo que volver a romper narices, lo haré.
El rizado tuvo que reír bajito.
Eso sí era una novedad, el mariscal de campo herido de la nariz y su novio lastimado del labio. La pareja perfecta en el estado perfecto.
Por fortuna, los arañazos en su mejilla ya no eran escandalosos, estaba sanando gracias a las curaciones que su madre le hizo diariamente y con suerte, no habría cicatrices que fuesen perceptibles.
Esperaba que la espalda de Yeon Jun corriera con la misma suerte.
El auto se detuvo antes de atravesar la última calle, el alto total fue proyectado y con eso, Yeon Jun viró hacia Soo Bin, utilizando los pocos segundos que tenía.
El cinturón le impedía moverse como quería, pero se giró en el asiento y su mano voló al rostro del omega; éste se estremeció con las caricias en su pómulo y se acomodó mejor, inclinándose hacia el frente.
Sus labios se sellaron en un tierno roce con sabor a bálsamo de fresa, Soo Bin lo usaba para la resequedad.
—¿Seguro que estás bien con esto? —El mayor hizo referencia a su próxima llegada.
Asintió.
—Lo estoy —musitó. Sus pestañas aletearon con dulzura—. Hagámoslo.
Yeon Jun mostró su dentadura alineada en una gigantesca sonrisa y le robó otro besito, antes de acomodarse nuevamente para seguir el trayecto.
Cruzaron la vialidad y el muro perimetral de la escuela entró en su campo de visión. Hubo dos suspiros largos cuando ingresaron al estacionamiento descubierto, había varios cajones ocupados ya y Yeon Jun tenía que encontrar uno vacío.
Precisamente, esa mañana estaba repleta de alumnos caminando hacia la entrada, el conjunto de los que no se quedaban en las residencias, los que habían ido a desayunar, o los que simplemente salían a fumar.
Faltaban veinte minutos para la hora de entrada, no había mucho que hacer, más que andar en tumultos de aquí hacia allá hasta que el timbre les dijera que iban tarde a su primer clase.
Hallaron un espacio vacío cercano al portón, claramente, era el que siempre usaba el alfa. Sí, le guardaban su lugar, como si tuviera su puto nombre escrito, como si fuesen a meterse en líos por utilizarlo. Lo trataban como un maldito Dios y Soo Bin recién estaba dándose cuenta.
Eso era poder.
Volvió a comerse las uñas, pues desde el interior, pudo ver los centenares de ojos que se posaron sobre el vehículo que contaba con vidrios polarizados.
El ritmo cardíaco le aumentó y se alisó el cuello de su camiseta, no tenía ni una sola arruga pero ahí estaba, pasándole la mano con insistencia.
Aparcaron, el motor se apagó y Yeon Jun se retiró el cinturón, dejando que se enrollara en el herraje.
Lo observó y Soo Bin se desvaneció en el sillón de copiloto.
—¿Por qué te importa tanto? —replicó—. Vamos, no estás pecando.
—De hecho sí, el sexo antes del matrimonio si es pecado —murmuró y cerró los ojos un lapso—. Iremos al infierno, ¿no te da miedo?
El castaño se echó a reír. El dramatismo le sentaba bien.
—Oye, el orden de los factores no altera el producto —aseveró, esperando que Soo Bin pillara el sentido de la oración—, ¿ya podemos bajar?
Sin embargo, su indirecta no fue captada. El involucrado solo afirmó con la cabeza mientras se deshacía del cinturón.
Entonces, Yeon Jun sacó las llaves de la hendidura y botó el seguro de su puerta, abriéndola con cuidado de no golpear el auto que había a un costado. Descendió y rodeó el perímetro del carro, saludando a unos cuantos que le hablaron a lo lejos, la cortesía estaba en sus venas.
Soo Bin resopló y se repitió a sí mismo que todo estaba bien, que todo marcharía viento en popa.
Su puerta fue destrabada y Choi se hizo a un lado para que pudiese bajar sin obstáculos, así que eso hizo.
Abandonó el cómodo asiento y salió, sintiendo el frío de la mañana calarle hasta los huesos. Olvidó su sueter en el sofá por salirse corriendo al oír el claxon, ahora tendría que ir hasta su dormitorio por uno antes de que su clase empezara.
O eso planeó, hasta que Yeon Jun se quitó su chaqueta y se la tendió, con las comisuras alzadas.
—Ten, estás temblando.
Y oh, mierda.
Sus ojos resplandecieron y sus pómulos tomaron un suave carmín.
—Pero tú...
—Yo estoy bien —corroboró. Traía una playera de manga larga que lo protegía—. Úsala.
A Soo Bin le flaquearon las piernas pero no se opuso. Enfermar de neumonía no estaba en sus objetivos a corto plazo.
Se puso la bonita chamarra y el aroma que desprendió, lo colmó de una calma infinita, como si las burbujas activas del suavizante para telas se hubiesen pinchado, como si hubiese entrado a una lavandería comunitaria.
Pero no olía al típico producto. La esencia de Yeon Jun era por mucho, más agradable, deliciosa. Cubrió sus orbes con los párpados y aspiró, encontrando la calma.
Ámbar, amizclado y terroso; el eucalipto en su máximo apogeo.
—Gracias, olvídate de ella porque no te la pienso devolver —susurró ameno y esnifó.
Yeon Jun entornó los ojos y dio por perdida la prenda.
Abrió la puerta trasera, obtuvo la mochila del menor y se la colgó al hombro, ofreciéndose a llevarla. Acto seguido, extendió la mano con la palma hacia arriba y separó los dedos, dejando el espacio adecuado para que otros se encajaran entre ellos.
—Se hace tarde —respingó.
El omega regresó de su vuelta ficticia por el mundo al sacudir la cabeza, y con confianza, entrelazó sus dígitos a los opuestos.
Recordó la sensación, aquella vez que se tomaron de la mano en el bar, después de la galería fotográfica. Esa noche, nadie notó que iban agarrados y hoy, probablemente un ochenta por ciento de estudiantes los vería.
Caminaron, escabulléndose por el angosto espacio entre dos coches y finalmente, llegaron hasta la acera que conducía a la entrada.
Y sí, como lo imaginó, los cuellos giraron y las miradas focalizaron la unión física de los chicos, el enlace entre sus manos y bueno, hubo mucho que interpretar.
Desde caras llenas de asombro, bocas cubiertas, quejidos combinados con chillidos y una que otra sonrisa conmovida. Decenas de reacciones, unas más lindas que otras, pero todas en consecuencia a su asistencia.
Yeon Jun tiró de él, indicándole que caminara como comúnmente lo hacía, había disminuido la velocidad al sentirse intimidado.
"Se sabía, Yeon Jun moría por ese omega."
"Maldita sea, Soo Bin nos acaba de sacar del juego."
"¡Que lindos se ven!"
Escuchó los murmullos, variedad de opiniones y no todas estaban atascadas de buenos deseos.
"¿Qué carajo le vio? Soo Bin no es la gran cosa."
"No puedo creer que lo haya conquistado, ¡yo puedo ser mejor alfa que Yeon Jun!"
Algunas eran graciosas.
—¿Ya estás más tranquilo? —El ojiazul preguntó, sin cesar su andar—. Opiniones van, opiniones vienen y son objetivas.
—Eso creo, todavía me siento raro.
—A la semana se les olvida —aclaró—. Están terminando de procesarlo, es chistoso, ¿no?
Hasta cierto punto, lo era.
Tener a cada alumno y alumna charlando entre susurros con su grupo de amigos, señalándolos discretamente al atravesar el campus; unos juzgando y otros alabando.
Cada quién en lo suyo.
—Te llevo a tu salón —confirmó, a punto de entrar al edificio de materias teóricas—. ¿Cuál es?
—Me toca clase con Kai y Beom Gyu, salón 1-108 —manifestó—. ¿Qué harás en todo este rato?
—Quizá me duerma en el auto. Me avisas si tienes un rato libre y vamos a desayunar.
—Mi madre me envió un sándwich, ¿lo quieres?
—Gracias, bonito. Cómelo tú, no soy fanático de los emparedados.
—No me digas que eres de los que odian las orillas del pan...
Yeon Jun encogió los hombros y se adentraron en el inmueble.
La situación no fue mejor, pues todos los que estaban esparcidos en el pasillo y escaleras, imitaron a los del exterior.
Los observaron, cayendo en el mismo pozo sin fondo en diferentes perspectivas.
Soo Bin hizo caso omiso y apretó la mano de Yeon Jun, levantando un poco más la cara. Bola de chismosos, como si nunca hubiesen visto a un alfa y un omega juntos, había muchísimas parejas en la escuela, testarudos que solo le daban importancia a lo que no era de su incumbencia.
Continuaron su sendero, hasta que la puerta que mostraba el número mencionado, cayó en su radar.
Soo in se asomó por el umbral y notó que ya había una buena cantidad de chicos y chicas, divagando en conversaciones banales. Avistó a Huening Kai junto a Beom Gyu en la zona posterior del aula, sumergidos en el celular mirando quién-sabe-qué, algo divertido al parecer, las risotadas retumbaban bajo las cuatro paredes.
—Mis amigos ya están adentro —Le comunicó al alfa—, voy allá, ¿sí? Te envío mensajes.
—Está bien, que te vaya excelente, pon atención y si alguien te molesta... lo sabré.
Por supuesto que lo sabría. Lo olería, lo percibiría.
A Yeon Jun no se le escaparía ni el más mínimo detalle de su precioso destinado.
Porque sí, luego de charlar con su madre, acerca de lo ocurrido en su celo, la cuestión del olfato y de la conexión mística que tenían, supo que se trataba de eso.
Almas gemelas.
Lo que al inicio creyó que era un mito, acabó siendo real cuando conoció a Soo Bin.
Así funcionaba.
—Nos vemos más tarde, cuídate y no golpees alfas —El rizado apretó los labios.
—Tú no golpees omegas —Devolvió la broma.
Enseguida, lo envolvió de la cintura con ambos brazos y él le rodeó por el cuello, dispuestos a culminar con las habladurías.
Se besaron.
Ahí, en el andador.
La sorpresa colectiva fue cómica, otra avalancha de chillidos, más bocas abiertas.
Solo era un beso, un choque de labios, una muestra de afecto en público y fuera de los síntomas del estado animal.
¿Qué era relevante? Se preguntó un muy egocéntrico Soo Bin.
Al separarse, hubo un pellizco en la mejilla del omega y se despidieron, tomando cada quién su camino por un rato.
Entró al salón y ya no le importó que sus compañeros lo acecharan, se abrió paso en medio de los pupitres y se aproximó hasta la dupla de chicos que lo recibió con alegría.
—¡Soo Bin! —festejó Beom Gyu—. ¡Los tres más buscados han vuelto!
—¿Los qué? —cuestionó, al ocupar una silla.
Se sentó al frente de Huening Kai y tuvo que rotarse para poder platicar cómodamente.
—Está alucinando, se siente un chico malo por haber sido suspendido una semana —El beta colaboró—, ¡él tampoco hizo nada!
—¡¿Qué te pasa?! Estaba dispuesto a dar la vida por Soo Bin.
—¿Sí? Tú muy dispuesto y todo, mientras él lubricaba por Yeon Jun.
Huening Kai de verdad no controlaba su lengua.
—Cállate, imbécil —El omega gruñó. Puta costumbre—, ya ni siquiera te voy a reprender.
—¡Gracias al cielo! Hasta que lo entendiste —ironizó y bloqueó su movil—. Como sea, ¿qué tal tus vacaciones?
Soo Bin rodó los ojos, para él no habían sido eso.
—Para tu información, estuve haciendo los trabajos y tareas que mis profesores dejaron, Yeon Jun me ayudó y me llevó los apuntes a casa —pronunció, orgulloso—, no tengo ni un solo pendiente, estoy libre y listo para otra semana de tortura.
—Ve, ¡eso es lo que pasa cuando sales con un maestro! —Se escandalizó—. ¡Ya no puedes ser irresponsable!
Beom Gyu se carcajeó y Soo Bin le dio una palmada en la frente. Era mucho más exagerado que él.
—Me queda claro que tú no hiciste nada interesante —refutó y se dirigió hacia el ojimiel—. ¿Qué hay de ti, Beom?
—No mucho, solo... salí con alguien.
—¿Saliste? —Kai lo miró, estupefacto—. ¿Por qué no me habías contado?
—Estaba esperando a que Soo Bin llegara —Las orillas de sus labios se estiraron—. ¡El alfa de mi vida llegó!
Los dos jóvenes restantes se observaron con las cejas arriba, igual de atónitos.
—Esto si es nuevo —El rubio argumentó—. ¿Cuándo lo conociste?
Las mejillas del omega castaño se tiñeron de rojo.
—Graciosamente, el día de la pelea... —Pestañeó con gracia— Cierto muchacho de cabello rosa...
Soo Bin derrochó una sonrisa de oreja a oreja.
—No puede ser —Era inaudito—. ¿Tae Hyun?, ¿El mejor amigo de Yeon Jun?
—¡Ese mismo! —Acotó al asentir con la cabeza—. Fue tan repentino, me buscó en redes sociales, no sé como me encontró pero me envió un mensaje y salimos dos veces la semana pasada.
Para Soo Bin no fue difícil unir las piezas, tal vez Yeon Jun le ayudó, muchas veces le había mencionado el nombre completo de su amigo.
—¡Que maravilla!
—¡Lo sé! Espero progrese, quiero que sea el padre de mis cachorros —Tenía la esperanza a tope—. Vamos Kai, eres el único que se está quedando atrás.
—Por el momento estoy bien así.
Supo disimular la aflicción, quiso sonar convencido.
Soo Bin no le creyó.
—Eso dices ahora —Beom Gyu ni siquiera se percató—, ya llegará alguien para ti.
Huening Kai le restó importancia, para los betas la historia era diferente. Más complicada.
Un alfa como Tae Hyun, estaba en la línea de un omega como Beom Gyu.
No en la suya.
—Ya veremos —vaciló—. Por cierto, Soo Bin, ¿dónde está tu mochila?
El nombrado plegó el entrecejo, revisó el piso y al reparar la falta de sus pertenencias, se refregó la mitad del rostro.
Yeon Jun se la había quedado.
Hora de enviarle el primer mensaje del día.
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