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CAPITULO 17.

Yeon Jun perdió la noción del tiempo.

Se quedó dormido e inerte como un costal de papas, toda la noche se la pasó perdido en su deseo carnal, acabando a Soo Bin en ronda tras ronda de sexo duro y ruinmente sucio.

Tuvo destellos de consciencia al estar en el acto, pero todo se resumía a una velada que le drenó hasta la última gota, pues el omega siempre estuvo dispuesto a recibir su nudo, en cualquier posición que se les ocurriera.

Vio el reloj en su pared y entendió porqué se sentía tan calmado; eran pasadas las tres de la tarde, los síntomas de su celo estaba cesando poco a poco tras correr las veinticuatro horas que usualmente duraba.

Rodó como tronco en la cama, y obedeciendo su necesidad básica de alimentarse como era debido, no tuvo mayor alternativa que despertar al bonito rizado que dormía profundamente en el cómodo espacio.

A su criterio, Soo Bin lucía como un total y completo desastre.

Su melena perdió la forma, probablemente le dolería el cuero cabelludo por las incontables veces que tiró de los tirabuzones enredados, la piel de las piernas la tenía llena de marcas ocasionadas por sus dientes y ni hablar de las que destacaban en la zona del pecho y cuello.

Cualquiera que las viera, adivinaría que ya existía alguien en la vida de ese omega, específicamente, un alfa que movería cielo, mar y tierra con tal de hacerlo feliz.

—Soo Bin... ya es tarde, —bostezó al hablar y lo sujetó de una nalga, apretándola con placidez—. Anda, hay que comer algo.

El aludido se removió, despertando por el palpar en su trasero y le gruñó, sin abrir los ojos. No se iba a levantar de ahí.

—¿Tienes hambre? —El alfa se incorporó en el colchón y se talló los ojos para observarlo—. Las hamburguesas deben estar abajo...

Ronroneó, no pudo articular ni una palabra, estaba muerto de cansancio; atinó a levantar el dedo índice y lo movió de abajo hacia arriba como afirmación.

El alfa se repasó la barbilla con los dedos y una esquina de su boca subió ante el tremendo paisaje; el omega estaba extendido en el colchón, con una sábana enredada en las pantorrillas, los párpados caídos y la cara oculta en uno de sus brazos flexionados.

Observó los divinos hoyuelos de venus en la zona lumbar y el tono carmín que le resaltaba en el culo; las huellas de sus manos permanecían impregnadas, incluso podía distinguir la silueta de sus dígitos.

Satisfecho con el buen trabajo realizado, se puso de pie y levantó su bóxer del suelo, colocándoselo para poder descender por la comida que su padre le había traído la tarde previa. Dejó que Soo Bin reposara, necesitaba alimentarlo e hidratarlo.

Salió de su recámara y se sobó las sienes mientras bajaba los escalones, tomando el rumbo correcto hacia su cocina.

Vio que las bolsas de papel con los alimentos estaban encima de la barra y a un lado, había dos vasos de refresco, aguardando por él. Corrió a la tarja para lavarse las manos y así, se apoderó de los comestibles, calentando todo en el horno de microondas e hizo maniobras para cargar con el dúo de combos.

Se giró para regresar por el mismo camino, con la meta de esfumarse antes de ser capturado. No obstante, cuando llegó al inicio de las escaleras, la voz de su padre tronó a sus espaldas.

—¿Con quién estás? —Hyun Bin preguntó con intransigencia.

Yeon Jun se detuvo en el primer peldaño y se negó a girar para enfrentarlo.

—Con nadie —certificó—. Estoy solo.

—No te creo, Yeon Jun —masculló el hombre, entrelazando sus brazos por el frente—. Tú tienes a alguien en tu habitación, traes arañada la espalda, ¿piensas que soy idiota?

¿Por qué la tierra no se abría y se lo tragaba de una buena vez?

—No es así, yo no… —Derrotado, suspiró. Se rotó en su eje y le dio la cara a su progenitor—. No hay nadie allá arriba.

Optó por intentarlo una última vez. Con suerte, quizá ahora sí le creía.

—Yeon Jun, no necesitas decir mentiras, es obvio que hay un chico en tu recámara, los ruidos se escucharon hasta la cuadra siguiente —constató y movió la cabeza en negación—. Sabes que nunca nos hemos opuesto a que pases tu celo con alguna persona, por eso me intriga que hayas metido a alguien a escondidas.

Y sí, probablemente no había sido una jugada muy inteligente de su parte, pero no lo había pensado con la cabeza fría.

Mejor dicho, le dio el poder de decidir a la cabeza de abajo.

—Ya lo sé, lamento eso —estrujó una de las bolsas con sus dedos—, es que no lo planeé, todo ocurrió cuando yo ya estaba aquí y no lo medité con claridad.

—Peor aún, sabes que para esos casos, está la habitación del último piso —El señor Choi estaba contrariado—. No me quiero imaginar el desastre que hay en la tuya.

—Siempre me quedo en mi cuarto cuando esto pasa, no era necesario usarla...

—Sabes muy bien que tenemos un trato, puedes quedarte en tu alcoba siempre y cuando lo pases solo. Tenía mucho tiempo que no te ayudaban, por eso no había problema —regañó austero y acabó por suspirar en rendición—. Como sea, ¿quién es?

Yeon Jun miró sus pies descalzos, enfrascándose en el tatuaje de una telaraña que tenía en la espinilla.

—No enloquezcas, por favor —pidió, con precaución—. Sin escándalos, no hay nada incorrecto en todo esto…

Hyun Bin frunció el ceño y su postura cambió, rigidizando la espalda. 

—¿Quién es? —El alfa insistió y achinó los ojos. 

El pecho del ojiazul se hinchó, antes de pronunciar:

—Soo Bin.

—¿Soo Bin? —El hombre parpadeó, desentendido—. ¿El hijo de los Kim?

—Ese mismo...

—¿Cómo…? —Estaba confundido, genuinamente descolocado—. Tu madre me contó que recién le pediste la oportunidad de cortejarlo.

No era novedad que sus padres se dijeran todo, un matrimonio de tantos años excedía los niveles de confianza.

—Lo sé, pero esto no cambia nada, lo voy a cortejar como es debido —Se adelantó a las premoniciones—, esto no era parte de mi plan de conquista, el cachorro apareció afuera de la casa y no me pude controlar.

Su explicación no era defensiva, sencillamente dijo la verdad.

—¿Él vino a buscarte? —El alfa sondeó, aterrizando en la objetividad.

—Así fue —Lo visualizó con nerviosismo, su padre era imponente—. No me justifico, sé que pude haber dicho que no, sabemos que puedo dominar a la perfección ese lado… Pero simplemente me fue imposible.

Hyun Bin se rascó el mentón, meditando las frases de su primogénito. Su semblante se suavizó y guardó silencio unos segundos, en lo que encontraba la forma de expresar su opinión.

—¿Te digo algo?

—Ajá...

No sabía que esperar.

—Por un momento… creí que tenías a cualquier otra persona allá arriba e iba a regañarte por no respetar tu compromiso —Hizo una pausa y esbozó una diminuta sonrisa, casi imperceptible—. Aunque tú y Soo Bin aún no formalicen, el inicio del cortejo es muy importante para nosotros y creí que no habías acatado esa ideología. Honestamente, no me imaginé que fuese él.

El alma de Yeon Jun le regresó al cuerpo. Por un instante, pensó que sería vetado de su propia familia.

—Tú me conoces, sabes bien que yo no le fallaría de esa forma —espetó, con la calma rigiendo en su sistema—. Soo Bin lo es todo para mí.

—Lo he notado —Hyun Bin apretó los labios y bufó—. Que esto no cambie nada de lo que tenías pensado, Yeon Jun, ese omega se merece un buen alfa y tienes que serlo para él.

—Claro que lo seré, lo prometo —atestiguó, abrazando las hamburguesas. El refresco se le derramó, pero no le importó—. Fui educado por el mejor de todos, quiero que él sea tan feliz, como lo es mi mamá contigo.

Su padre era su modelo a seguir, no podía dar menos de lo que veía en su hogar.

—Sube ya, necesitas darle de comer, llevan toda la noche ahí —espetó e hizo un ademán que lo instó a retirarse—. Los dos toman supresores, ¿verdad?

—Lo hacemos, no soy un irresponsable —resaltó.

La protección era fundamental.

—Bien… Y una cosa más. 

Yeon Jun rodó los ojos, las tripas le gruñían.

—Dime.

—¿Saben sus padres que él está aquí?

Uh. Otro tema bastante controversial.

—Pues, sobre eso… es gracioso… ¿sabes? Es decir…

El alfa mayor se golpeó la frente y resopló al oírlo titubear, la respuesta fue clara. Se dio la media vuelta, otra película de acción lo esperaba en el cuarto de televisión.

—Genial, eso sí me preocupa —exclamó, al retirarse con pasos veloces—. ¡Platicamos después, jovencito!

El castaño se aguantó la risa y subió los escalones de dos en dos, apurado pero visiblemente más lúcido que el día anterior.

Entró a la habitación, empujando la puerta con la cadera luego de girar la perilla y lo primero que se encontró, fue a un Soo Bin sentado a la orilla de la cama, con una mueca y un cojín cubriendo su pelvis mientras estiraba su ropa interior que lastimosamente, estaba rota.

—¿Cómo pretendes que use esto? —El omega preguntó, mirándolo a través de la rasgadura en la prenda—. Sí eres una bestia, la definición de Sung Jong no estaba tan lejana de la realidad.

Yeon Jun se mofó sin reservas y distribuyó el almuerzo en la superficie de su escritorio. Era el único mueble intacto y limpio de aquel campo de guerra.

—Lo lamento, te daré unos, por ahí tengo ropa interior nueva —explayó y con una seña, le pidió que se acercara—. Ven a comer, lo acabo de calentar.

Soo Bin exhaló el aire por la boca y con sumo cuidado, se enderezó, quejándose en el intervalo por el malestar oprimente en su cadera. Cogió una de las mantas revueltas y se la pasó por la cintura, tapándose con una especie de falda improvisada que se extendió hasta sus rodillas.

Caminó despacio, maldiciendo entre dientes el ardor que no dejaba de sentir y siseó cuando su jodido agujero chorreó un modesto hilillo de fluidos, mojándole la ingle y el inicio de los muslos.

—¿De verdad? —Yeon Jun hizo énfasis a la cobija que lo arropaba—. ¿Crees que no vi todo ya?

—Oye, no me juzgues —rechistó, avanzando con lentitud—. Aún me da vergüenza.

El alfa neutralizó sus ganas de carcajear y prefirió centrarse en el gracioso andar de Soo Bin.

—¿Te lastimé? —preguntó, escogiendo una de las dos hamburguesas—. Caminas como pingüino. 

—¿Qué? —Arrugó el entrecejo—. Muy divertido, búrlate de mis desgracias. 

Yeon Jun ya no se contuvo a reír con transparencia, las esquinas de sus ojos se plisaron.

—Hablo en serio, estás cojeando —dijo con normalidad y le dio un mordisco enorme a su comida.

El omega no perdió la dignidad. Al estar cerca del escritorio, tomó la hamburguesa que le pertenecía y le retiró el papel con decencia.

—Estaría bien si un alfa no hubiera perdido el control de su fuerza —recriminó, haciendo una bolita con el envoltorio—. Me duele todo, de puro milagro no me desarmaste.

—Yo vi que lo estabas disfrutando...

—¡Así fue! Ugh, no te lo voy a negar —Se vio en la obligación de tirarle el proyectil a la cabeza—. Aun así, me duelen hasta las uñas.

Yeon Jun fue atacado por el papel comprimido que no alcanzó a esquivar.

—Ya veo, creo que hay una explicación para eso —comentó con mordacidad y le mostró su espalda al rizado.

Tal cual se lo había dicho su padre, la tenía repleta de rasguños, algunos más rojos que otros, pero era una extensa variedad de líneas trazadas en gran parte de su piel.

Soo Bin se atragantó con un trozo de pan al ver lo que había ocasionado.

—¡Dios! Discúlpame, ni siquiera me di cuenta —articuló, horrorizado—. ¡El animal soy yo!

Era un dramático.

Yeon Jun estaba hundido hasta la raíz por él.

—Hey, cálmate —Le dijo, al estar nuevamente cara a cara—. Mejor respóndeme una pregunta, ¿sí?

—La que quieras.

—¿Ya habías estado con un alfa antes? —Agarró una papa frita y se la metió a la boca.

Así que la conversación iba por ahí.

Soo Bin se hizo el ignorante, tomó su refresco y bebió un buen sorbo de él.

—Uhm… define estar —batió adorablemente las pestañas.

Yeon Jun casi le compró su postura inocente. Hasta parecía que no lo había llenado hasta la garganta de semen.

—Sexualmente —reafirmó, por si acaso—. Follar, en otros términos.

El turno de reír, fue del omega. Bastante definido el vocablo.

—Ya, comprendí —masculló, delineando la tapa de la bebida con su índice—. En realidad, no. Nunca me había interesado ninguno, jamás sentí esta necesidad.

—¿De verdad?

—Te lo juro —Destensó los hombros y agarró su paquete de papitas—. No te voy a preguntar a ti si estuviste con algún omega, porque la respuesta será afirmativa y no lo quiero escuchar de tu boca —mencionó con diligencia, recargándose en el filo del escritorio—. Da igual, de mi parte, si fue mi primera experiencia de este tipo.

El suspiro que emergió del ojiazul fue lánguido. Ya lo sospechaba, su lobo lo presintió, por algo no fue tan desalmado con el chico, de alguna forma se preocupó por no ser tan tosco.

Lo logró a medias.

—Solo quiero que no te preocupes por eso, estoy completamente limpio y sano —Pensó que era prudente aclarar—. Mis chequeos son controlados, mis padres cuidan mucho esa parte.

Soo Bin torció la boca; Yeon Jun no le negó haber estado con otros omegas en el pasado y eso no se sintió del todo bien, pero como quiera, ya no era relevante en el presente.

—Confío en ello, por obviedad yo igual estoy sano —musito, quitándole la sal a una papa al lamerla—. Creo que podemos llevarlo bien, los dos nos cuidamos…

Yeon Jun chasqueó la boca y entreabrió los labios. ¿Eso no era un tipo acuerdo? Como que… ¿Iba a seguir pasando?, ¿Seguirían teniendo sexo?

¿Había entendido bien?

—Así es… —murmuró y quiso ratificar la noción—. De cualquier modo, si algún día quieres que use preservativo... no dudes en decírmelo, yo haré lo que tú me pidas…

En ese momento, sus dolencias se eliminaron puesto que Soo Bin se dedicó a asentir, sin dejar de comer.

—Está bien, anotado —Tragó el bocado y lo observó, relamiéndose los labios—. Bueno, yo también tengo una pregunta.

—Soy todo oídos —Levemente más sosegado, Yeon Jun continuó degustando. 

—¿Cómo supiste que estaba en problemas? —La pregunta fue directa, ya no se andaría por las ramas—. Ya no me hallaba cerca de la entrada, ¿quién te lo dijo?

—Nadie me lo dijo, solo lo supe, creo que lo intuí —respondió con sinceridad—. Además, te olí.

El rizado se limpió la salsa de tomate de las comisuras y el verde en sus ojos se intensificó.

—¿Lo hiciste?

—Sí, me dejaste impregnado de tu aroma cuando te vi y después eso cambió, como si el olor se hiciera pesado. Percibí un miedo extraño, así que entré corriendo e incluso olvidé de nuevo a Tae Hyun —El alfa contó, como si fuera lo más común del universo. Soo Bin se heló—. Gracias al cielo se coló a la facultad, supo burlar bien al guardia.

Esa declaratoria fue la clave, ya no había nada que analizar.

Todo estaba más que claro, sus teorías tomaron forma y ahora, tenía que controlar el presto palpitar de su corazón o terminaría aventándose por la ventana y atorándose en los barrotes.

—Sung Jong es un dolor de cabeza… —Disimuló con ingenio y cambió el tema—. Me dejó un recuerdo en la mejilla.

—Tú le dejaste uno en el labio —Yeon Jun lo apoyó, con un toque de orgullo—. No me gusta la violencia, pero que bueno que te defendiste, te juro que no te vuelve a tocar.

—Eso espero y gracias por poner en su lugar a Dae Min, también tiene que entender con esto.

—De esa basura me encargo yo —decretó, chupándose la mostaza del pulgar—. Tú no te preocupes más.

Soo Bin resolló con serenidad, el alfa de sus sueños lo cuidaba como si fuese un tesoro. Que afortunado era.

Sin pedir permiso, estiró su brazo y rodó los dedos por su pecho, siguiendo las letras que tenía tatuadas bajo las clavículas.

—¿Cuándo irás a la escuela?

—Hoy mismo, necesito presentarme para conocer las represalias de mis actos, Dae es un llorón y no dudo que haya exagerado con la historia —bufó y los vellos se le erizaron con la caricia.

—Yo abogué por ti —aseguró, embelesado con la tinta permanente—. Dudo que a ti te manden a descansar la semana entera, debes dar clases.

—Ya lo sabremos. ¿Me acompañarías?

El omega alzó la cara y lo miró, entusiasta.

—¿Puedo?

—Claro, vamos en al auto, saliendo te llevo a cenar y volvemos, ¿te parece?

Qué plan tan sensacional.

—Sí, suena bien.

—Perfecto —confirmó lo establecido y le señaló su almuerzo a medio comer—. Anda, acábate eso, bebe mucha agua y vamos a bañarte, necesitas reponer tu energía.

Las mejillas del más joven se inflaron y afirmó con alegría al tomar su hamburguesa.

—Sí, alfa.

Eran casi las siete de la noche.

Soo Bin se hallaba aburrido, afuera del auto de Yeon Jun y apoyado en la puerta del copiloto; veía a los alumnos del turno vespertino entrar y salir con prisa, arrollándose entre ellos o saludándose con amabilidad antes de correr a su siguiente clase.

Se hartó de ver videos en las redes sociales, abrió unas veinte veces todas las que tenía y ya no tenía nada más que hacer, solo le quedaba esperar a que Yeon Jun saliera de la dirección. No sabía cuánto se iba a tardar y los minutos parecían estancados en su reloj.

Mientras se lamentaba, observó con detenimiento el enorme acceso de la universidad; los guardias platicaban muy amenos, fingiendo hacer su trabajo, ahora entendía el por qué Tae Hyun pudo meterse sin tanto caos.

En esas estaba, hasta que una cabellera rubia que no pensó encontrarse, saltó milagrosamente frente a sus orbes; le dio las gracias al todopoderoso por habérselo enviado.

—¡Kai! —gritó y agitó la mano para hacerse notar—. ¡Por aquí!

El beta levantó la cara de su móvil y chequeó el lugar rápidamente. Dio con Soo Bon en cuanto vio su brazo moviéndose de izquierda a derecha.

—¡Binnie! —Se trasladó a zancadas hasta él, feliz de toparse con su mejor amigo—. ¿Qué haces aquí?

—Acompañé a Yeon Jun a que hablara con el director —respondió, simplón—. ¿Tú qué haces aquí? Pensé que te quedarías en casa.

—Lo haré, solamente vine porque dejé mi celular en el casillero —Le enseñó el aparato y sonrió—. Ayer que te pasé a dejar a tu casa, recordé que lo había olvidado y me dio flojera volver, así que vine hasta hoy.

Soo Bin le devolvió la sonrisa, Huening Kai siempre era un despistado.

—Comprendo. ¿Tus padres te regañaron?

—No, porque en realidad yo no hice nada —Con tranquilidad, subió y bajo los hombros—. Yo salí embarrado por estar en la escena del crimen, eso les dije y no hubo dilema, así que lo tomaré como unas vacaciones intermedias.

Eso era cierto. Sin querer lo arrastró en su batalla y bueno, lo hecho, hecho estaba.

—Me alegro, al menos tu historial no quedará manchado —Movió sus cejas con regodeo—. Ayer casi querías llorar.

—Ni me lo recuerdes, los peores minutos de mi vida —Fingió quitarse el sudor de la frente y después soltó una melodiosa risa—. Por cierto, ¿qué te dijeron tus padres a ti?

Excelente pregunta.

El omega se rascó el lagrimal del ojo derecho, sin saber cómo contarle lo acontecido en las últimas horas. No era nada malo, al final era algo normal que ocurría entre las personas, pero Kai era un escandaloso de primera y no quería que toda la universidad se enterara.

Todavía no.

—Ellos no me han visto —siseó, en voz bajita—. Se podría decir que no he llegado a mi casa…

—¿Cómo?, ¿Dónde estuviste?

Tomó una bocanada de aire y se fijó que los alumnos estuvieran considerablemente retirados del sitio. Se avecinaba una conmoción.

—Estuve con Yeon Jun… 

La frente del beta se plegó, sin comprender inmediatamente el significado de la oración.

Bastaron diez segundos para que razonara, brincando al asimilar y se descompuso en un bramido que Soo Bin no supo cómo interpretar.

—¡¿Con Yeon Jun?! —voceó, sin importarle el volumen—. ¡Pero si entró en celo!

Lo había visto venir. Por suerte, no había almas vagando que pudiesen esparcir el rumor antes de que él retomara sus clases.

—Por eso mismo… —Le pidió que bajara el tono al ponerse el índice sobre los labios—. Estuve con él.

—Oh, Dios —A Kai le iba a dar un ataque—. ¿Lo ayudaste?

Soo Bin se encogió sobre sí, frotándose el codo.

—Un poco, tal vez…

—¡No te creo! —vocalizó y recordó que debía ser discreto. Se disculpó con un gesto y prosiguió—: ¿Cómo sucedió?

—Me nació hacerlo, no pude entrar a mi casa cuando llegué al vecindario, sencillamente le marqué a su teléfono… —Intentó menguar el asunto—. Y el resto es historia.

Huening Kai se llevó las manos a la cabeza y observó al cielo.

—Maldición, ¡ahora soy el único casto del grupo!

Soo Bin se carcajeó, ¿qué clase de cosas le preocupaban a su mejor amigo?

—No hay prisa, ya llegará tu momento —Le palmeó el brazo y se recompuso, poniéndose serio de nueva cuenta—. Y hablando de eso, necesito tu opinión acerca de algo…

—¿Sobre qué?

—Uhm, verás… —Dio comienzo a su letanía y jugueteó con sus dedos—. Ayer, cuando estábamos en la habitación de Yeon Jun… él dijo que mi aroma lo enloquecía, también mencionó que siempre ha podido olerme y que incluso percibió el temor que me causó el desastre con Dae y Sung Jong…

—¿Es en serio? —preguntó, atónito.

—Sí… No es por nada, pero mis supresores son de los mejores en el mercado, es muy difícil que alguien pueda distinguir mi esencia… —explicó, ofuscado—. Incluso, pensé que yo era el único que lo olía… porque yo también he podido olfatearlo desde que lo conocí.

Esos datos no los conocía el rubio y a consecuencia de ello, empujó al omega con levedad del pectoral, acribillándolo con un mirar necio.

—¡¿Por qué nunca me lo dijiste?!

—No quería sonar como un tonto… —manifestó y bufó, haciendo aspavientos en resignación con las manos—. Llegué a creer que reconocía su aroma porque estaba tan enamorado de él, que ya hasta me lo imaginaba o algo así…

Los ojos de Kai estuvieron a punto de botarse de sus cuencas.

—No, Binnie —Lo sujetó por los hombros. Se abstuvo de sacudirlo—. Tú sabes que hay muchas teorías acerca de eso, pero la más acertada es una…

Tragó saliva, ciertamente lo sabía.

—¿Será posible?

—Claro que lo es, por algo tienen esa conexión que cualquiera nota cuando estamos cerca de ustedes… —Le sonrió, enternecido—. Lo encontraste…

Y si Soo Bin no quería hacerse ilusiones con la conjetura, ya era demasiado tarde.

—… ¿Mi destinado?

—¡Sí!

La ventura le entró por cada poro.

Qué maravilla.

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Espero les haya gustado el capitulo, nos vemos después de mis exámenes! ❤️

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