CAPITULO 16.
Al llegar al primer piso de la residencia, se tomó un instante para recuperar la respiración y brincó del susto cuando una mano lo sujetó del antebrazo, creando un resistente agarre y fue jalado hacia una de las tres puertas de madera que habían en ese nivel.
Los pies se le enredaron al caminar y sus ojos se abrieron como dos platos llanos al ver la espalda descubierta del alfa que lo guió al interior de una habitación. Atravesaron como prófugos el umbral, alarmados y cuidadosamente, la puerta fue cerrada con seguro sin hacer ruido.
Soo Bin batió las pestañas y lo azotó el aroma vigoroso que se extendió por el ambiente, ese que ya conocía pero que
se advertía violentamente más fuerte.
Su extremidad fue soltada, las marcas de los dedos mancharon su piel y no pudo pasar saliva. Jadeó al ver a Yeon Jun semidesnudo, tenía a la vista la perfecta piel bronceada, los tatuajes decorando su pecho y brazos, así como un bulto indecoroso resaltando bajo la ropa interior que portaba.
Se quedó en blanco, no coordinó el cerebro con la boca y tampoco se previno de la presión que su cintura sufrió al ser apretada con ahínco, mucho menos pronosticó encontrarse en seco con la pared más cercana, su espalda chocó sin compasión y no hubo ningún tipo de amortiguador en el acto.
Yeon Jun lo miró con una chispa diferente, era una rara combinación entre lo delicado y lo hambriento. Algo ingobernable, desatado.
Sus labios fueron tocados por el índice ajeno, con la yema cepillando suavemente y enseguida hubo un pellizco que le apretujó para que el color cereza se intensificara.
—Omega, tan dulce...—susurró, acorralando aun más su cuerpo en el muro—. Estás aquí, para mí. Sabes bien lo que va a pasar...
A Soo Bin se le trancó el aliento.
Por supuesto que lo sabía, no dejó de pensar en ello desde que se lo llevaron de la universidad y tal vez el destino se puso a su favor cuando el director tomó la decisión de suspenderlo una semana entera.
Volver a casa no era tan malo después de todo.
—Sí, aquí estoy —Una llamarada le quemó en el vientre—. Nadie más debe ayudarte...
Yeon Jun gruñó y su ritmo cardíaco se disparó en efecto colateral.
—¿Es una orden? —inquirió acariciándole la cadera por encima de los pantalones.
Se derritió con el toque, su mirada cayó al exhalar.
—Es... es una advertencia —Aseveró. Ya no pensaba con claridad—. A ti tampoco se te acercará otro omega, solo yo.
El castaño curvó los labios, presionando su pulgar sobre los de Yeon Jun y se deleitó con la simple imagen, al tenerlo con la boca entreabierta.
No había forma de retroceder.
—No quiero a otro omega, te quiero a ti —Fue riguroso al hablar—. No me voy a contener.
El entorno se cargó de una pesadez densa y muy bestial.
Con un asentimiento, se entregó cual carnada a un depredador y sin redimirse, le lamió pecaminosamente el dedo con el objetivo de rebasar lo conocido. De cualquier modo, la primera ola de lubricante ya había desatado una catástrofe.
—No lo hagas... no te contengas —balbuceó—, a eso vine.
El tirón en la entrepierna de Yeon Jun fue el detonante, acabó con los buenos modales de ambos y no hubo poder en la faz del mundo que evitara un beso impúdico, atascado de pasión y erotismo.
Soo Bin lo abrazó del cuello, acercándolo lo mayor posible y un gimoteo murió en medio de la afanosa contienda cuando el castaño se presionó sin pudor, restregándole con impaciencia su prominente erección.
Gimió, porque nunca había estado en una situación similar y lo único que podía hacer, era fascinarse con cada acción impensada y guiada por sus más bajos instintos. No tenía miedo, al contrario, por primera vez experimentó las ganas de estar con un alfa, su omega le rogó que lo hiciera, le exigió que lo buscara y el resultado previsto era sencillo.
Yeon Jun recorrió toda su cavidad bucal con la lengua y probó cada rincón de ella; su frenesí era contundente pero intentó tomarlo con calma, apretándolo de la cintura y sometiéndolo al rugir a mitad del beso.
Las mismas palmas inquietas bailaron por su espalda, estrechándolo con energía y tantearon un poco más allá, al descender unos centímetros. El omega respingó al reparar el contacto pero lo consintió, tomándolo de una mano a ciegas y la posicionó sobre una de sus nalgas, permitiéndole tocar dónde quisiera.
La jodida gloria.
El mayor aceptó la exquisita invitación, enterrando los dígitos en su pomposo trasero e hizo que se encogiera en sus brazos.
—Tú olor está volviéndome loco —siseó, llevando la nariz al inicio de su cuello—, siempre ha sido así... siempre hueles malditamente bien.
Soo Bin ocupó el breve descanso para jalar oxígeno y lo sujetó de los bíceps.
—¿Siempre? —alcanzó a preguntar. No estaba muy cuerdo—. ¿Lo percibes?
—Lo hago, es tan dulce, tan singular... —aseguró, drogado con la esencia—. Es un llamado para mí.
Y bien, eso era un enigma.
Desde que lo conoció, el omega creyó que sólo él era capaz de captar el aroma del otro, por la encrucijada en la que vivía debido a su flechazo o por la calidad de inhibidores que Yeon Jun usaba; jamás se imaginó que también su propio olor fuese reconocido.
Eso solo significaba una cosa...
Gimió, su burbuja de análisis fue ponchada al tener los dientes de Yeon Jun erizándole la piel del cuello, la curiosa lengua trazó una franja en el área y luego chupó, succionando hasta que le regaló un precioso cardenal digno de alabar.
Acto seguido, sus piernas fueron envueltas por las manos del alfa que no dejaba de olisquear el punto exacto donde su glándula de apareamiento estaba y fue levantado del piso. No le quedó más que dejarse llevar, con sus pies colgando y jadeando quedito por las suaves mordidas que le eran propinadas.
Con los ojos cerrados y el palpitar alocado en su tórax, fue depositado en la cama king size y se remojó los labios al caer en el cómodo lecho que se amoldó a su fisonomía.
Yeon Jun lo miró con la lujuria inyectada en las pupilas y se desconectó de la realidad al ver que Soo Bin recogió las piernas, colocando sus talones a la orilla de la cama mientras intentaba cubrirse con su camiseta, la evidente erección que tenía bajo sus pantalones de chandal, junto a una mancha de evidente humedad transminándose por la tela.
Era un conjunto de mejillas rojas, párpados abajo y labios hinchados.
Una preciosa pieza de arte.
Yeon Jun bramó y no tuvo delicadeza alguna al tomar el inicio de la prenda de algodón, tirando del resorte en busca de que esta bajara. Soo Bin comprendió la intención, así que hincó los pies en el colchón y levantó su cadera para ser despojado de la ropa, desenfundando sus torneadas piernas.
Avergonzado y con su entrepierna un poco más expuesta, se cubrió la boca con el dorso de la mano, observando a Yeon Jun como un vil cachorro indefenso que imploraba ser tocado.
Ocupaba que sus caricias le quemaran la piel.
Estaba empapado, horrorosamente húmedo gracias al lubricante que escapaba de su orificio con cada roce, jamás se había sentido así de necesitado y el responsable disfrutaba embelesado del panorama.
—Mierda, luces tan caliente —El alfa murmuró antes de pasarse los dedos por el pelo—. Me tienes a tus pies...
Y con lo dicho, cayó de rodillas sobre la duela de su habitación, encontrando un lugar exclusivo entre las piernas del rizado. Sin vacilar, se las separó de golpe y el gimoteo elevado que le robó, marcó una sentencia para los dos.
—Aunque me encantaría oírte... —masculló y la punta de su nariz dibujó un camino por la cara interna de su muslo—. Debes ser silencioso.
El chillido que el omega se tragó fue causado por otro mordisco; otra marca que se tintó en sus extremidades inferiores.
Otro indicio de pertenencia.
—L-lo que digas, alfa —murmuró, mirando hacia el techo. Estaba en agonía—. Tócame, por favor.
La oración se convirtió en música para sus oídos.
—¿Quieres qué te toque? —No le negaría nada—. Te juro que no haré otra cosa las próximas horas.
No aplazó más la situación, ya no le importaba absolutamente nada más que deshacer a Soo Bin en una montaña rusa de placer, mientras él buscaba colmar el maldito ardor y el puto dolor en su polla.
Porque sí, estaba sudando cual maratonista en plena temporada y el calor que se le subió a la cara, se salía de los parámetros normales, era la primera vez que se sentía así de agitado, tan desatado.
Cuando todo fue demasiado para su pobre comedimiento, lo más factible que se le ocurrió fue rasgar la ropa interior del omega, sin ápice de misericordia. Gracias a su fuerza congénita, no le fue difícil desgarrar el tejido y las costuras tronaron al romperse.
Soo Bin se removió, reteniendo un grito de asombro al tratar de cerrar las piernas pero Yeon Jun se lo impidió, sonriendo abrumado y encajándole los dedos en los muslos mientras se repasaba los labios con la lengua.
El pene del omega estaba duro y brillante de la punta, poco le importó quedar a merced de un bárbaro que lo veía con apetito.
—Estás goteando... —Tragó en seco. El fulgor del celo lo amedrentó—. Quieres tanto esto, ¿no es así?
Asintió sin mirarlo, la pregunta era ofensiva. ¡Por supuesto que lo quería! Lo ambicionaba...
Yeon Jun recogió un hilillo del lubricante natural con el índice y este patinó sin dificultad, acercándose peligrosamente al pequeño agujero que se contraía con antelación, pidiendo a gritos ser llenado.
—Joder, joder... —Su pudor se fue por la coladera al tener un dedo jugando por los bordes de su resbaladizo orificio—. Mételo...
Claramente, no se dio cuenta de lo que dijo. Ya estaba cegado.
El mayor sonrió y la energía en su columna vertebral circuló de arriba hacia abajo cuando al fin se atrevió a colar un dedo en aquel angosto espacio que lo cubrió de una calidez inigualable.
La saliva que produjo en su boca excedió lo común, lo único que podía hacer era concentrarse en como el cuerpo del contrario cedía a sus atenciones, su dígito entraba y salía con facilidad.
La espalda de Soo Bin se arqueó con la intromisión y se tapó la boca para mitigar los gemidos que no alcanzaba a retener; estaba excitado a tope, algo estallaba en su vientre, una bomba de satisfacción que lo acercó a la ruina y que lo orilló a lubricar de una manera humillante.
El líquido llegó hasta la muñeca de Yeon Jun, y pronto, no fue solo un dedo el que tenía insertado, si no dos que se movían con celeridad para extenderlo, mientras él sollozoba por lo bajo, evitando clamar como el desamparado primerizo que era.
El alfa examinó sus expresiones, el modo en que su mano suelta se aferró a las sábanas revueltas y su frente se bañó en sudor.
Presumían estar en sintonía, desesperados por ir más allá.
—Sí así tomas mis dedos, no me imagino como lo harás con mi nudo —Las sílabas teñidas de lascivia—. Pero lo vamos a averiguar.
Después de dilatarlo debidamente, corroborando que estaba listo para recibirlo sin tantos problemas, retiró sus escurridizos dedos y cautelosamente, se puso de pie, acomodándose el flequillo al hacer contacto visual.
—Junnie, por favor... —rogó al juntar sus rodillas, detestando el vacío.
El mencionado no paró de sonreír complacido por lo titubeante que se escuchó su voz y sin preámbulos, se quitó apresuradamente el bóxer. No fue sorpresa para ninguno que su polla le golpeara el estómago, lucía roja e hinchada, muy obscena en cualquier sentido.
Honestamente, Soo Bin temió por su integridad al ver el tamaño, estaba casi seguro de que Yeon Jun nació dotado de un par de pulgadas extra, porque se veía más grande que el promedio.
Las tripas se le retorcieron.
Con la ayuda que le fue brindada, se acomodó de una mejor forma sobre la cama, quedando al centro de ella, todavía boca arriba y con las piernas flexionadas.
Tenía a Yeon Jun enfrente, de rodillas sobre el colchón, desnudo de pies a cabeza y con cada músculo marcándose en su bien formado cuerpo.
A partir de ahí, no existió un gramo de clemencia, porque las punzadas de la siguiente ola candente, atacaron al alfa.
Lo sujetó de las piernas, indicándole que le rodeara la cadera con ellas y por ende, sus talones descansaron en la espalda baja al adaptarse a la posición.
No quiso mostrarse sorprendido, pero le fue inevitable no modular un gimoteo cuando la playera que aún traía puesta, fue levantada por el dobladillo y subida hasta que terminó presa entre sus dientes. Fue una buena técnica para mantenerlo callado al morder la tela, sobre todo, así enseñaba la piel blanca de su pecho y sus pezones divertidamente erectos.
El castaño se acarició a sí mismo un par de veces, admirando la celestial figura y luego se acomodó en su nuevo sitio favorito: entre las piernas del omega. Desató las ganas de azotarle uno de sus gruesos muslos, palmeándole con empeño y ocasionando un gruñido que lo desniveló.
A Soo Bin se le fue el aire con tal acto y se agravó en cuanto sintió algo caliente rozando en su pequeña y húmeda abertura.
Yeon Jun le restregó el glande sin decoro, jugando con su nula tolerancia unos segundos antes de alinearse y los talones clavándose en su zona lumbar, fueron una instrucción a que ya no se demorara.
Tuvo que reír flojamente, juntos estaban en un bucle de lujuria y ninguno se detendría, mucho menos él, pues ya era gobernado por la quemazón en su pelvis.
Hizo el intento de abrirse paso con lentitud, de verdad luchó por tomar las cosas con calma, pero el simple hecho de sentir su miembro asfixiado por las paredes estrechas del menor, causó que se empujara de filo, entrando de una sola estocada y gimiendo entre dientes por la abrasante sensación.
Los ojos del omega se pusieron en blanco, tensó la mandíbula al morder con extrema fuerza su camiseta y la curva se formó en su espalda al sentir finalmente la dichosa intrusión en su agujero, acompañado de un golpeteo en sus nalgas ocasionado por los testículos chocando en su contra.
Un minuto, le dio un corto minuto para que se acostumbrara al tamaño, para que su anillo muscular se ajustara a la longitud y tal vez Soo Bin merecía un premio por soportar el desquiciante ardor.
El alfa inhaló hondo, inclinándose hacia adelante con el palpitar arrebatado y situó una mano al costado de su cabeza, estableciendo un punto de apoyo. Con la otra le recorrió el torso, pellizcándole los pezones y descansó en su cuello, cerrando los dedos sobre su garganta.
—Eres mi perdición, cachorro —Le informó, lamiéndole la mejilla.
Tembló, su corazón sufrió un desplome y otra embestida profunda le regaló un enorme placer cósmico, incluso olvidó su nombre por un lapso.
Aunque necesitaba gemir alto, se prohibió hacerlo porque no quería ser descubierto, cumpliría con la petición y se mantendría en el margen de lo silencioso; únicamente se encargaría de regocijarse, sacudiéndose con el vaivén sincronizado que formaron las caderas de Yeon Jun de un momento a otro.
Las penetraciones fueron intensas desde el inicio, no se marcaron con una rapidez desmedida pero podía sentirse jodidamente lleno y rebosante. Sin mentir, no esperó encontrarse con aquel tamaño y grosor cuando se propuso ayudarlo, bendita estimulación previa que le ahorró un par de quejidos ligados a un dolor insoportable.
El alfa arremetió con lentitud, extasiado con la opresión en su pene y el omega se estremeció con las acometidas, crispando los dedos de sus pies.
En un acto de benevolencia, Yeon Jun le arrancó la prenda de los dientes y lo subyugó en un beso que fue venerado; la posibilidad de gemir en los labios del otro era una excelente salvación, eso disminuía el volumen e incrementaba la codicia.
—Me encantas, siempre me has encantado... desde que te conocí —El ojiazul habló, entre jadeos—. Soy tu maldito sirviente Soo Bin, me tienes…
—Tu también me tienes… —Hundido en su neblina, confesó—: No puedo sacarte de mi mente.
—Eres-…
—¡¿Yeon Jun?! —La puerta de su habitación fue tocada dos veces. Una voz masculina lo llamó desde el otro lado—. ¡¿Estás bien?!
No, no, no.
Soo Bin perdió el tono natural de su cara, palideció como si hubiese visto a un fantasma atravesar la pared y por inercia, se tapó la boca con ambas manos, olvidándose de que el ojiazul estaba clavado en su interior.
El implicado viró hacia la entrada, ligeramente menos preocupado que el omega y suspiró, aclarándose la voz antes de formular una contestación.
—¡Sí, todo en orden! —Mintió por el bien de la humanidad—. ¿Qué sucede?
—Vine a preguntarte que querías de comer, voy a salir a comprar —Su padre le comunicó con amabilidad—. ¿Qué te apetece?
La cuestión le provocó una risa inocente. Solo le apetecía seguir follando a Soo Bin.
—Lo que sea está bien para mí —esclareció y regresó su vista al menor.
Este seguía inmóvil, con las piernas flojas por el cansancio de la inexperiencia y los rizos alborotados.
—¿Hamburguesas? —El señor Choi sugirió.
—Cállate… —Yeon Jun no sintió culpa al penetrar tajante al omega, ignorando la pregunta externa. Vio que las rodillas le temblaron y notó como se mordió los labios para no darse a notar—. Eso es…
Repitió la acción, impulsándose sin caridad y la silueta endeble del ojiverde se destensó, aceptando gustoso su condena.
—Hijo —El hombre insistió—. ¿Entonces?
—Sí, trae dos combos, por favor —Al fin le respondió, con la cosquilla de infringir las normas danzando en su espíritu—. Estoy hambriento.
Claro que lo estaba.
—Bien, ya regreso, cerraré la puerta por fuera, ya sabes —indicó y selló su salida al golpear otras dos veces la puerta—. No tardo.
Una embestida más, Soo Bin atarazó sus nudillos y se mantuvo callado a costa de su sufrimiento.
—¡Con cuidado! —gritó en despedida y terminó con la conversación.
Eso había sido un momento de vida o muerte y le gustó ocasionarlo, a pesar del reclamo a través de una mirada opuesta.
—Loco, tú estás loco.
Yeon Jun ladeó una sonrisa y se limpió la frente con el antebrazo, quedándose estático en su posición; lo único que invadía el ajustado agujero de Soo Bin, era la punta de su polla.
—Ya no te reprimas —demandó y lo sujetó del mentón, ejerciendo presión—. Quiero oírte, no hay peligro por un rato.
El aludido pestañeó intranquilo y negó.
—Los vecinos… ellos p-podrían oírnos… —balbuceó, y su barbilla fue estrujada con mayor determinación.
El alfa volvió a incrustarse hasta el fondo y él sollozó.
—¿Los vecinos nos escucharán? —Se mofó, pensativo—. Los vecinos… son tus padres.
—¡No lo digas ni de chiste! —Se escandalizó. Que tonto era—. Ellos no están en casa… me refiero a los demás, si escuchan algo y luego me ven salir de aquí...
—Mhn, ya —Burlesco, le dio un pico huidizo y después le susurró—: No me importa, así se enteran de que estás conmigo. De cualquier forma, solo estarás bajo mi cuerpo, nadie más te va a tocar.
Eso fue un golpe bajo.
No podía calentarlo solo con palabras, era inaceptable que con una frase indecente, lo hiciera doblegar. Aparentemente, Yeon Jun tenía un lado posesivo que pocas veces salía a relucir y tal vez, era activado a la hora del sexo. Le faltaba mucho que conocer de él.
Tal cual lo presintió, el alfa hizo su santa voluntad y se estampó con rigor en su culo, gruñendo audaz. Lo aprensó de las piernas, evitando que las bajara por el agotamiento y sus rodillas fueron el ancla adecuada a la cama para retomar con las penetraciones, esta vez mucho más veloces y acentuadas.
El cuerpo de Soo Bin rebotó de atrás hacia adelante, su garganta se desgarró en gemidos indecorosos que ya no se guardó, la colisión entre sus nalgas y las bolas de Yeon Jun generó el ruido más obsceno del universo, el más explícito y el más excitante.
Le rasguñó los omoplatos, dejándole unos leves arañazos como los que él tenía en la mejilla. El chapoteo del lubricante que continuaba esparciéndose sobre las sábanas, la erección dura y gruesa colmándole con firmeza en su apretada entrada...
Navegaron en el mar de lo inhumano, con la fiebre de Yeon Jun en su máximo esplendor, con las manos de Soo Bin atenazándolo del cabello.
Era lo rudo de su celo, lo brusco de su condición.
Yeon Jun estaba sofocado, se acostumbró rápidamente al bendito efecto producido por sus gestos, por sus ojos cristalizados y por su cautivador olor.
Lo necesitaría para vivir de ahora en adelante.
El fuego se arremolinó en su pelvis, no tuvo dominio en sus acciones, sus movimientos se tornaron descomunales y los gemidos que logró filtrar en sus tímpanos, lo arrastraron al abismo.
—Soo Bin... —Apenas pudo pronunciar—. ¿Puedo...?
—Anúdame —La respuesta fue inmediata, ni siquiera la terminó—. Ambos tomamos supresores... hazlo, por lo que más quieras...
Estaba igual de ansioso por el merecido alivio.
El omega también estaba llegando a la cumbre y solo necesitaba un incentivo que lo arrojara por el acantilado del éxtasis, que lo hiciera desvanecer y lloriquear cuando las luces del clímax lo deslumbraran.
Eso ocurrió cuando Yeon Jun llegó al ansiado orgasmo tras dos estocadas agresivas y vehementes. Su nudo se fue formando al hincharse poco a poco, haciéndolo gritar al tiempo en que experimentó un tortuoso alborozo en la cumbre de su corrida.
Pensó que sus pulmones fallarían, no consiguió aspirar bien, la bruma que lo arrolló fue impresionante y su agujero se forzó en torno a la polla que liberó tiras de semen sin obstáculos en su interior, mientras la suya brotaba el mismo líquido blanquecino sobre su barriga, salpicando sin querer el torso del alfa.
Se desmoronaron en una gran culminación.
Soo Bin cambió de parecer, compartiendo la ideología de Beom Gyu. Sin duda un buen nudo, era mucho mejor en un dildo.
Fuero segundos valiosos los que usaron para relajarse, el castaño se quedó quieto, les tocaba ser pacientes y esperar a que pudiesen quebrar el enlace físico. Mientras eso sucedía, se observaron exhaustos con una leve sonrisita cómplice y Yeon Jun le besó la nariz a Soo Bin.
—Primero de varios —declaró, mordaz—, tendrás que aguantar...
El omega concibió que se había sacado la lotería.
•━━━━━━━━━━•
Omaga, fue intenso este capítulo, xd. Espero hayan disfrutado de él, nos vemos pronto! :)
Si hay algún error, plis, avísenme. 🥹
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro