Uno
Harry se movía inquieto en su asiento, la ansiedad latente en cada uno de sus gestos. El viaje hacia el destino de las vacaciones familiares se sentía eterno, y, a pesar de la monotonía del paisaje que se extendía fuera de la ventana, Harry no podía calmarse.
La madre de Harry, Yvonne, miraba al frente con una expresión que mostraba que no le importaba lo que pasara, ni siquiera la inquietud de su hijo.
Ella no quería estar allí, ni con Harry ni con Louis, su esposo. Ella constantemente lo engañaba con la misma indiferencia con la que se arreglaba para salir y cerraba la puerta de la casa.
Louis se quedaba, atado a algo que Harry no entendía, y la indiferencia de Yvonne solo acentuaba ese misterio.
Louis miró de reojo a Harry cuando sintió el pie de este moverse sobre su regazo. El roce de la piel suave, con las uñas pintadas de rojo, le hizo fruncir el ceño.
—Deja ese pie quieto, Harry. —Gruñó con voz cansada.
Harry sonrió para sí mismo, casi retador, mientras mantenía la pierna alzada y la dejaba descansar más tiempo del necesario sobre el regazo de Louis.
Sus muslos, al descubierto por la falda que se arrugaba en la tela, quedaban a la vista, y el calor que sentía en las mejillas no era solo por el sol que iluminaba el coche. Louis no lo miró, pero Harry sabía que lo había visto, que no había podido evitarlo.
—No es un mocoso, Louis.
Interrumpió Yvonne con un tono de voz tan hueco como su mirada.
Harry desvió la vista hacia la ventana, conteniendo una sonrisa traviesa. La tensión entre él y Louis era inconfundible, un juego que solo ellos compartían, y Harry no estaba listo para dejarlo ir.
{...}
—¿Te gustan mis trenzas, papi?
Harry preguntó, acercándose al alfa mientras se mantenían dentro del auto.
La pregunta salió con un tono juguetón, casi seductor, y sus ojos se encontraron con los de Louis, desafiantes y un poco traviesos.
Louis apartó la vista, sintiendo cómo su respiración se aceleraba. No era que no le gustaran, porque lo hacían; las trenzas de Harry, tensas y ordenadas, le daban un aire indomable y a la vez vulnerable.
Pero Louis no iba a decirlo, no podía. No cuando todo estaba en un punto tan frágil y cargado de tensión.
–No me gustan.
Mintió, intentando mantener la voz firme mientras miraba al frente, concentrado en el camino.
La verdad era que sí le gustaban. Le encantaban.
Las trenzas le hacían pensar en lo que podría hacer si se atreviera a romper esa barrera que los mantenía alejados. Le daban ganas de sujetarlas con fuerza, de tirar de ellas, de hacer que Harry lo mirara con esos ojos sorprendidos y expectantes.
Harry se quedó en silencio un momento, como si estuviera pensando en las palabras de Louis.
Luego, sin decir más, se recostó de nuevo en su asiento, dejando que la tensión llenara el espacio entre ellos. Un pequeño desafío.
{...}
—¡No corras, Harry!
Louis gruñó cuando llegaron al destino, un paraje rodeado de cabañas y vastos bosques que se perdían entre árboles altos y frondosos. La brisa traía el olor a tierra húmeda y hojas, y el sonido de los pájaros llenaba el aire. Harry se detuvo en seco y giró hacia él, con los ojos grandes y abiertos, brillando de inocencia.
—Perdón, papi.
Murmuró, manteniéndose quieto en su lugar, como si esperara alguna reprimenda o alguna señal de que podía seguir adelante.
Louis suspiró, la frustración y la tensión aún palpables en su voz. Antes de que pudiera decir algo más, notó a un chico a un par de metros de distancia, con la vista fija en Harry, particularmente en sus piernas expuestas. Un destello de algo —celos, irritación— se encendió en los ojos de Louis.
—¿Se te perdió algo?—Preguntó con voz áspera, dirigida a la mirada curiosa del chico.
El chico parpadeó, como si despertara de un trance, y se apresuró a apartar la vista, murmurando una disculpa y bajando la cabeza.
Harry, sin entender del todo lo que acababa de pasar, levantó las cejas y miró a Louis, quien lo observaba con una intensidad que no se había visto antes.
—Vamos.
Dijo Louis, suavizando un poco su tono, y extendió la mano para guiar a Harry hacia las cabañas, dejando que la tensión se disipara en el aire.
{...}
La noche había caído, la oscuridad cubriendo el bosque con su silencio. La cabaña estaba iluminada por la luz suave de una lámpara de aceite, proyectando sombras que danzaban en las paredes de madera. Louis estaba tumbado en la cama, con los brazos cruzados detrás de la cabeza, los músculos tensos y la mirada fija en el techo.
Yvonne ha decidido dormir en otra cabaña.
La puerta se abrió de golpe, y la figura de Harry apareció en la penumbra, su sonrisa iluminando la habitación.
Harry caminó hasta la cama, sus pasos ligeros y silenciosos.
Cuando Louis lo vio acercarse, su respiración se aceleró un poco, y un leve temblor recorrió sus músculos. Harry subió con la agilidad de un gato, deslizándose sobre el colchón y acercándose más. Sus dedos, delgados y delicados, tocaron el pecho descubierto de Louis, dejando una sensación eléctrica que le hizo contener el aliento.
–Papi, dormiré aquí contigo.
Dice Harry, su voz suave y cargada de algo que Louis no se atrevía a descifrar.
El corazón de Louis latía fuerte, y la sensación de tener a Harry tan cerca, de sentir su calor y su presencia, lo hacía dudar de la fortaleza que había intentado mantener.
Louis abrió la boca para responder, pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta.
En lugar de eso, dejó que el silencio entre ellos hablara. Un silencio que estaba lleno de promesas y de la tensión que solo ellos compartían.
{...}
La mañana llegó con la luz colándose entre los árboles, iluminando la cabaña y llenando el aire con el aroma a café y pan recién tostado.
En el comedor, la madre de Harry estaba sentada al frente, con la cabeza agachada y un aire distraído mientras se servía el desayuno.
Harry, con la camisa de Louis que le quedaba amplia y desordenada, se movía por la habitación con un desparpajo que no pasaba desapercibido. La tela caía sobre sus muslos, dejándolos al descubierto y atrayendo las miradas curiosas de los alfas presentes.
Sin darle demasiada importancia a las miradas, Harry se acercó a la mesa y, sin dudarlo, se sentó en el regazo de Louis. Los ojos de Louis se encontraron con los de Harry, y un destello de sorpresa pasó por su mirada, pero antes de que pudiera protestar, Harry se acomodó, apoyando la espalda contra el pecho de Louis, como si fuera el lugar más natural del mundo.
El ambiente se volvió tenso, como si el aire mismo hubiera contenido el aliento. La madre de Harry alzó la vista por un momento, pero no dijo nada, simplemente continuó con su desayuno, indiferente a la escena.
Louis, con las manos descansando sobre las caderas de Harry, sentía cómo su respiración se aceleraba. El omega en su regazo, con la camisa deslizándose por sus hombros y el calor de su cuerpo haciéndolo arder, era una provocación que Louis no había anticipado.
El comedor se llenó de murmullos, de miradas furtivas que se escapaban de los otros alfas, pero Louis solo tenía ojos para Harry, quien parecía disfrutar de la atención, aunque no la buscara. Y mientras el sonido de las cucharas y los platos llenaban el aire, Louis se dio cuenta de que no había lugar en el mundo en el que quisiera estar más que ahí, con Harry entre sus brazos.
{...}
El sol golpeaba sus cuerpos, dándoles calor, creando destellos dorados que danzaban sobre el suelo del bosque. La madre de Harry iba adelante junto a las otras personas, siguiendo el guía, mientras Louis y Harry se mantenían un poco atrás, disfrutando del silencio.
Harry, con un short que dejaba al descubierto sus piernas delgadas y la camisa de Louis colgando de sus hombros, avanzaba con pasos ligeros.
De repente, se detuvo en seco y se colocó frente a Louis, deteniendo su paso.
–Papi. –Llamó Harry, y la voz suave y expectante hizo que Louis lo mirara al instante.
—¿Me puedes cargar como lo hacías antes?
Preguntó Harry, una chispa de nostalgia en la mirada.
La diferencia de estatura entre ellos era evidente; Harry era pequeño, de cuerpo delgado y frágil, y Louis se veía imponente a su lado. Todo un alfa.
Louis sintió una punzada de ternura y, sin dudarlo, asintió.
Se inclinó ligeramente, rodeó la cintura de Harry con sus brazos y lo levantó con facilidad. Harry encajó sus piernas alrededor de la cintura de Louis, sus brazos rodeando sus hombros y apoyando la cabeza contra su cuello. La cercanía era abrumadora; Louis podía sentir el calor del cuerpo de Harry y el suave roce de la tela de la camisa sobre su piel.
—Así está bien. —Murmuró Harry, sonriendo contra la piel de Louis, sintiendo cómo la posición lo hacía más vulnerable y, a la vez, seguro.
Louis se mantuvo en silencio, el corazón latiendo con fuerza mientras los demás avanzaban, ajenos a la escena entre ellos.
Louis ajustó su agarre, asegurándose de que Harry estuviera cómodo. Cada paso que daba, el crujir de las hojas bajo sus pies y el susurro del viento a través de los árboles parecían reforzar la conexión entre ellos, recordándole a Louis que, por más que intentara resistirse, Harry se había convertido en una necesidad que no podía ignorar.
{...}
El regreso al campamento se hizo rápido, con la luz anaranjada del atardecer iluminando el bosque, el sudor en los rostros de los que regresaban.
Louis cargaba a Harry en brazos, el omega ya dormido, su cabeza descansando contra el cuello de Louis, respirando en un ritmo lento y tranquilo. La caminata había sido larga, pero el peso de Harry lo hacía sentir como si el mundo se hubiera reducido a ese instante, a ese calor, a esa paz.
Al llegar al comedor, el sonido de las conversaciones y el crujir de los platos llenaban el aire. Louis se detuvo un momento, observando cómo la madre de Harry y el guía ya estaban sentados, conversando mientras miraban hacia el rincón donde la luz del fuego iluminaba las caras. Fue entonces cuando Louis decidió que era hora de despertar al pequeño que aún dormía en sus brazos.
–Harry—Dijo con voz suave, moviéndolo con cuidado.
El omega se removió ligeramente, abriendo los ojos, y al verlo despertar, murmuró en voz baja, casi en un suspiro.
–Papi…
Louis sintió un nudo en el estómago al escuchar ese susurro. Con una pequeña sonrisa, lo bajó con delicadeza, pero antes de que pudiera bajar por completo, Harry se sentó en su regazo. La cercanía de su cuerpo, el calor que irradiaba, hizo que Louis se tensara brevemente, pero pronto se relajó.
El comedor seguía con su fuerte ruido, y la madre de Harry, con un tono sarcástico, rompió el silencio. Se acercó hacia la mesa y sentó frente a ellos.
–Harry, el guía me ha dicho que eres un omega muy bonito, interesante, según él. —Dijo, y aunque sus palabras eran ligeras, el veneno en su voz era claro.
Harry miró al guía, que mantenía la mirada baja, incómodo, y Louis gruñó por lo bajo. Se inclinó y con un movimiento firme tomó el mentón de Harry entre sus dedos, obligándolo a mirarlo. Sus ojos se encontraron, y la intensidad de la mirada de Louis hizo que Harry se quedara quieto.
–Come.
Fue lo único que Louis dijo, su voz baja pero autoritaria. Harry asintió y se dispuso a comer su cena, sintiendo el peso de la protección y la posesión en ese simple gesto.
{...}
La cabaña estaba tranquila, solo iluminada por una lámpara tenue en el rincón de la habitación. Louis, sentado en la cama, observaba en silencio cómo Harry se movía por el lugar después de la ducha. El omega estaba de espaldas, sus rizos aún húmedos cayendo sobre sus hombros mientras se ajustaba la falda. Louis notó cómo las blancas medias hasta los muslos resaltaban contra su piel pálida, combinadas con sus inseparables converse.
Había algo hipnotizante en sus movimientos, como si supiera exactamente cómo capturar toda la atención de Louis.
–Papi, tomaré esto.
Harry de repente, sacándolo de sus pensamientos. Con una sonrisa traviesa, tomó una camisa negra del alfa, colocándosela con descuido. La prenda le quedaba grande, cubriendo justo lo suficiente para ser tentador.
Louis lo miró sin responder de inmediato, su mirada fija, intensa. Harry notó la atención y, girándose hacia él, sonrió con picardía.
—¿Te gusta cómo estoy vestido, papi?
Louis asintió casi de inmediato, sin pensar, su voz grave cuando le respondió al omega.
–Sí. ¿A dónde irás?
Harry rodó los ojos con una pequeña mueca, como si la respuesta fuera obvia.
–Iré a un lugar donde vendan dulces. Todo aquí es aburrido e insulso. –Contestó, ajustando la camisa de Louis sobre su cuerpo.
Louis se puso de pie, acercándose a Harry en dos pasos, su figura imponente frente al omega.
—Yo te llevo. Iremos en mi camioneta, amor.
El aire pareció detenerse por un segundo tras ese "amor". Louis lo dijo sin pensar, pero el calor que subió a sus mejillas lo traicionó. Harry lo miró fijamente, sus labios curvándose en una sonrisa lenta, cargada de significado.
–Amor, ¿eh?
Repitió Harry, disfrutando del sonrojo de Louis.
—Entonces, vámonos, papi.
Louis solo negó con la cabeza, tomando las llaves del estante, pero no pudo evitar la pequeña sonrisa que se formó en sus labios. Harry sabía cómo desarmarlo, cómo meterse bajo su piel, y Louis, aunque intentaba resistirse, sentía que estaba perdiendo.
{...}
La noche era tranquila, el bosque sumido en un silencio interrumpido solo por el crujido ocasional de las hojas movidas por el viento. Louis había estacionado su camioneta en un claro, donde la luz de la luna se encuentra iluminando el interior del vehículo.
Harry estaba sentado en las piernas de Louis, su cuerpo ligero y cálido contra el pecho del alfa. Su espalda descansaba contra el volante, la postura lo hacía parecer más pequeño, más vulnerable, pero al mismo tiempo, había algo descarado en la forma en que lamía el chupetín que sostenía entre sus dedos delgados.
–Gracias, papi, por estos dulces.
Dijo Harry, su voz suave y dulce, pero con un deje de travesura. Sus grandes ojos verdes estaban fijos en los de Louis, mientras sus labios se cerraban lentamente alrededor del chupetín, haciendo que el alfa tragara con fuerza.
Louis no respondió de inmediato. Sus manos, que habían estado apoyadas en las caderas de Harry para mantenerlo en equilibrio, apretaron inconscientemente. Su mirada bajó por un instante, recorriendo los muslos desnudos del omega, la falda que apenas cubría lo necesario, y luego volvió a su rostro, encontrándose con esa expresión inocente que sabía que Harry usaba a propósito.
–De nada. —Dijo Louis finalmente, su voz más ronca de lo habitual.
Harry ladeó la cabeza, su cabello enmarcando su rostro mientras se inclinaba un poco más cerca.
–¿Estás incómodo, papi? —Preguntó con una sonrisa juguetona.
Louis negó, aunque la tensión en su cuerpo lo delataba.
–Deja de jugar, Harry. –Gruñó suavemente, intentando mantener la compostura.
El omega solo rió, suave mientras seguía lamiendo el chupetín, sus movimientos lentos y deliberados.
—No estoy jugando, papi. Solo quería agradecerte... bien.
Louis cerró los ojos por un momento, intentando controlar el torbellino de emociones que Harry siempre lograba desatar en él. Pero era difícil concentrarse con el omega tan cerca, su calor, su olor dulce mezclado con el aroma de los dulces.
–Harry. –Dijo con su voz baja, casi una advertencia.
El omega se detuvo, su expresión cambiando ligeramente, aunque la chispa traviesa en sus ojos seguía presente.
–¿Sí, papi?
Louis lo miró fijamente, sus manos firmes en su cintura.
–Cómelos en la cabaña la próxima vez.
Harry sonrió, satisfecho de haberlo descolocado, y volvió a chupar el chupetín con lentitud.
–Lo pensaré.
{...}
Primer capítulo, espero que les guste.
(Recuerden que no está bien sexualizar las cosas, en este caso, las trenzas. Esto es mera ficción)
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