Cuatro •Último•
Pasan los días, y la conexión entre Louis y Harry se vuelve cada vez más intensa. Ya no pueden estar separados; Louis siempre encuentra una excusa para visitar la habitación del omega, y muchas noches terminan durmiendo juntos, compartiendo un espacio que se siente más íntimo de lo permitido.
Esa tarde, Harry está acostado en su cama, auriculares puestos y música a todo volumen, tarareando suavemente mientras mueve los pies al ritmo de la melodía. Está tan inmerso en su mundo que no escucha cuando Louis abre la puerta y entra en la habitación.
Al detenerse en el umbral, Louis se fija inmediatamente en algo que lo hace fruncir el ceño: Harry tiene las zapatillas puestas, y están cubiertas de barro. No sólo eso, está acostado sobre las sábanas como si nada.
—¡Harry! —exclama Louis, su tono firme y lleno de autoridad.
El grito repentino sobresalta a Harry, quien pierde el equilibrio al girarse hacia él y termina cayendo de la cama con un pequeño golpe.
—¿Papi? —Pregunta Harry desde el suelo, mirándolo con grandes ojos y una expresión de confusión que rápidamente se torna en puchero.
Louis cruza los brazos, su mirada fija en las zapatillas embarradas.
—¿Tienes barro en las zapatillas y estás acostado en la cama? —dice con un tono que mezcla exasperación y diversión.—¿Quieres ensuciar la cama?
Harry se incorpora lentamente, quitándose los auriculares con una sonrisa traviesa.
—No fue a propósito. —Responde en tono meloso, quitándose las zapatillas rápidamente y escondiéndolas debajo de la cama.
Louis niega con la cabeza, caminando hacia él con paso lento.
—Sabes que no me gusta que hagas estas cosas, bebé. —Dice con un gruñido bajo mientras lo toma del mentón para alzar su rostro. —¿Qué voy a hacer contigo?
Harry lo mira, fingiendo inocencia, pero ambos saben que esa mirada sólo enciende más a Louis.
Louis apenas puede contenerse mientras presiona su cuerpo contra el de Harry, tumbándolo en la cama. Sus labios se encuentran con desesperación, besándolo con hambre, como si cada segundo sin tocarlo fuera una tortura. Sus manos rápidas eliminan cualquier barrera, bajándole el short y dejando al omega únicamente con sus converse negras y las medias rojas que tanto le provocan.
Con un movimiento decidido, Louis le entrelaza las piernas alrededor de sus caderas, sosteniéndolo firmemente.
—Papi... —susurra Harry, con un jadeo sorprendido, apenas procesando lo que acaba de suceder.
Louis entra en él con una única y profunda embestida, arrancándole un gemido ahogado mientras su propio cuerpo se estremece de placer. El cuarto se llena de sus respiraciones pesadas y los suaves gemidos de Harry.
De fondo, ambos pueden escuchar ruidos en la casa. Es Ivonne, caminando por el pasillo, quizás revisando algo en la cocina. Sin embargo, ni Louis ni Harry parecen darle importancia.
—Cállate, bebé. —Gruñe Louis al oído de Harry, sin detener sus movimientos. —O vas a hacer que Ivonne venga aquí.
Harry sonríe con malicia, sus manos aferrándose a la espalda de Louis mientras mueve sus caderas en sincronía con él.
—No puedo... papi... es tu culpa —responde entre gemidos, su tono cargado de provocación.
Louis baja la cabeza para morder suavemente su cuello, su ritmo volviéndose más intenso.
—Te dije que no me desafiaras, Harry. Esto es lo que pasa cuando lo haces.
Louis lo levanta con facilidad, sus manos firmes sosteniéndolo por debajo de los muslos, mientras lleva a Harry hacia la ventana de la habitación. La espalda del omega golpea suavemente el vidrio frío, y sus piernas delgadas se ajustan automáticamente alrededor de las caderas del alfa. Están rodeados de posters de las bandas favoritas de Harry, algunos pegados torpemente, otros ya descoloridos por el tiempo.
Louis lo embiste con fuerza, haciendo que el marco de la ventana tiemble ligeramente y varios objetos de la habitación caigan al suelo: un par de libros, un peluche, incluso una botella vacía. Harry grita entre jadeos, sus manos aferrándose al cuello de Louis mientras este se mueve con una intensidad brutal, cada embestida más profunda y rápida que la anterior.
—¡Louis! —chilla Harry, su voz cargada de placer, sus ojos brillantes y llenos de lágrimas de emoción.
Louis lo mira, su respiración entrecortada mientras acelera el ritmo, su cuerpo firme controlando cada movimiento.
—Dime que me quieres, bebé. —Gruñe con voz ronca, presionándolo más contra la ventana.
Harry asiente frenéticamente, las palabras escapándose de sus labios temblorosos.
—¡Te quiero, papi! Te quiero tanto... —responde, su voz casi un sollozo mientras sus uñas se clavan en los hombros del alfa.
Louis sonríe, satisfecho, bajando ligeramente la cabeza para besar el cuello de Harry, dejando marcas oscuras mientras sus caderas no disminuyen el ritmo ni un segundo.
{...}
Dentro del baño de la habitación, el vapor del agua caliente crea una atmósfera íntima. Louis tiene a Harry contra el lavabo, besándolo con pasión. Sus manos recorren cada centímetro de la suave piel del omega, deslizándose con confianza por su espalda y bajando hasta sus caderas. Harry suspira, sus dedos entrelazándose con los cabellos del alfa mientras le devuelve los besos con la misma intensidad.
Tras un rato, ambos salen del baño. Harry, envuelto en una toalla ligera, observa cómo Louis se inclina hacia la cama, sacando algo de una bolsa que había dejado allí.
—Ven aquí, bebé. —Dice Louis con una sonrisa traviesa, haciendo un gesto para que Harry se acerque.
El omega obedece, caminando descalzo hasta quedar frente al alfa. Louis se arrodilla lentamente, tomando un par de medias blancas con delicados bordados de encaje de entre sus manos.
—¿Para mí? —pregunta Harry con una mezcla de sorpresa y timidez, mientras Louis asiente con una sonrisa segura.
—Para ti, mi precioso omega. —Responde, deslizando con cuidado la primera media por su pierna delgada y tersa.
Sus manos son firmes pero gentiles mientras sube la prenda, asegurándose de ajustarla perfectamente a su muslo.
Al terminar, se detiene un momento para admirar cómo el encaje contrasta con la piel de Harry. Sin poder resistirse, Louis toma el muslo con ambas manos, apretándolo suavemente mientras lo llena de besos lentos y profundos.
—Eres tan perfecto... —murmura contra su piel, su aliento cálido provocando escalofríos en Harry, quien se muerde el labio, completamente entregado a las caricias de su alfa.
—Gracias, papi.
{...}
La luz de la mañana iluminaba la cocina mientras Harry corría descalzo por la casa, su risa resonando alegremente. Louis, apoyado en el marco de la puerta, no podía evitar sonreír al verlo tan lleno de energía. Ivonne, por otro lado, estaba sentada en la mesa, con una expresión de fastidio evidente.
—Siéntate a comer tu desayuno, Harry .—Dijo ella en tono seco, apenas volteando a mirarlo.
Harry obedeció, aunque con un puchero fingido, y se subió a la mesada. Tomó el tazón de cereal que estaba preparado y comenzó a comer a cucharadas rápidas. Entre bocados, empezó a tararear una melodía, dejando escapar pequeñas risitas entre versos improvisados.
—Por favor, Harry, deja de cantar tan temprano. —Protestó Ivonne, volteando los ojos y llevándose una taza de café a los labios.
Harry, lejos de desanimarse, dejó que su sonrisa traviesa se ampliara. Lanzó una mirada fugaz hacia Louis, quien seguía observándolo desde el otro lado de la cocina, con esa mezcla de ternura y adoración que siempre lograba que su corazón latiera con fuerza.
Aprovechando que su madre tenía la espalda vuelta hacia ellos, Harry, aún sentado sobre la mesada, se subió lentamente un poco la falda que llevaba puesta, dejando a la vista más de su piel de lo necesario. Su mirada se clavó en Louis mientras se mordía el labio inferior, un destello pícaro en sus ojos verdes.
Louis, al notar el gesto, sintió que la sangre se le agitaba. Apretó la mandíbula, manteniendo la compostura, pero sus ojos no podían despegarse del omega. Era imposible ignorar la provocación descarada de Harry, y aunque intentó disimular, una leve sonrisa cómplice se formó en sus labios.
Ivonne, ajena a lo que ocurría detrás de ella, continuaba enfocada en su desayuno, murmurando algo sobre un evento al que debía asistir más tarde. Harry, triunfante, soltó una pequeña risita, sabiendo perfectamente el efecto que tenía sobre el alfa.
{...}
—Ahora ven aquí. —Ordenó Louis con un tono grave, apenas se escuchó el clic de la puerta principal al cerrarse tras Ivonne.
Harry no dudó ni un segundo. Con una sonrisa juguetona, dejó que Louis lo tomara firmemente de las caderas y lo alzara como si no pesara nada, sentándolo sobre su regazo en el sofá.
El omega soltó una risita nerviosa, esa que siempre hacía que Louis se perdiera aún más en él. Pero la risa se transformó en un jadeo, sus labios abriéndose en un gesto de puro placer cuando sintió la hombría del alfa empujando con fuerza dentro de él, llenándolo por completo.
—Louis... —susurró Harry, inclinando la cabeza hacia atrás, mientras sus manos se aferraban a los hombros del alfa.
Louis no le respondió con palabras. Su mirada oscura se dirigió al vientre de Harry, donde podía ver claramente el abultamiento que provocaba con cada movimiento de sus caderas. Una mezcla de orgullo y deseo se apoderó de él al observar cómo el cuerpo del omega se adaptaba perfectamente a él.
—Mira cómo te lleno, bebé. —Murmuró Louis con un gruñido, deslizando una mano por el abdomen de Harry, acariciándolo mientras seguía empujando, más profundo con cada embestida.
Harry se mordió el labio inferior, sintiendo cómo el calor se apoderaba de cada rincón de su cuerpo, sus piernas temblando ligeramente al ritmo intenso que Louis imponía.
La casa estaba en completo silencio, salvo por los sonidos de su conexión, pero ninguno de los dos parecía recordar que Ivonne podría volver en cualquier momento.
Harry, con los labios entreabiertos y la piel perlada de sudor, no podía contenerse más. Con un movimiento, comenzó a dar pequeños brincos, aferrándose a sus hombros como si dependiera de ello.
Louis, aún dentro de él, dejó escapar un gruñido profundo al sentir cómo el omega lo atrapaba con desesperación, como si no quisiera soltarlo jamás.
El alfa ya había alcanzado su límite dos veces en el interior de Harry, pero su resistencia no flaqueaba. Lo sostuvo firmemente por las caderas, marcando el ritmo con embestidas que parecían más intensas con cada segundo que pasaba.
—Papi... —jadeó Harry, apenas capaz de formar palabras mientras su cuerpo temblaba con el clímax que se apoderaba de él.
La fuerza de su orgasmo lo hizo arquearse contra el pecho de Louis, quien lo sostuvo con firmeza, manteniéndolo en su lugar. El alfa observó con una mezcla de adoración y posesividad cómo Harry se rendía por completo, sus gemidos llenando el aire mientras sus uñas se clavaban suavemente en la piel de Louis.
—Eso es, bebé. —Susurró Louis con una voz ronca, acercándose para besar los labios de Harry, suavemente al principio, y luego con una intensidad que igualaba el momento que acababan de compartir.
{...}
En la tranquila penumbra de la habitación de Harry, solo el suave brillo de las luces decorativas iluminaba el espacio. Harry estaba sentado en el regazo de Louis, entretenido pegándole pequeñas pegatinas de colores en el rostro. Louis, con una paciencia infinita, lo dejaba hacer mientras lo miraba con ternura, sus manos descansando firmemente en las caderas del omega.
—Harry, he estado pensando... —empezó Louis, su voz dulce, cargada de una suavidad que solo usa para él.
—¿Mhm? —respondió Harry, sin despegar los ojos de su tarea, colocando cuidadosamente una estrella dorada en la mejilla de Louis.
—Deberíamos irnos de aquí. Tú y yo. —Louis lo miró directamente, capturando la atención de Harry.
El omega dejó caer la siguiente pegatina que tenía entre los dedos y levantó la mirada, sus grandes ojos verdes brillando con una mezcla de sorpresa y emoción.
—¿De verdad, papi? —preguntó, su voz temblando ligeramente, incapaz de contener la esperanza que latía en su pecho.
Louis asintió, pasando una mano por el rostro de Harry, acariciando su mejilla con el pulgar.
—Sí, bebé. Ya eres mayor de edad, nadie puede detenernos. No tendremos problemas. Solo quiero que seas feliz... contigo no necesito nada más.
Harry parpadeó, las lágrimas acumulándose en sus ojos, aunque una sonrisa comenzaba a hacerse presente en sus labios.
—Papi... yo también quiero eso. Quiero irme contigo, a cualquier parte.
Louis lo atrajo más cerca, besándolo con delicadeza, mientras sus brazos lo envolvían, protegiéndolo como siempre había prometido.
{...}
La noche era serena, y la luz de la luna iluminaba el camino mientras Harry se deslizaba cuidadosamente por la ventana de su habitación, sosteniendo la mochila que Louis le había regalado. En su interior, había guardado sus pertenencias más preciadas: un par de camisetas, unas fotografías y su reproductor de música. Intentaba no hacer ruido, conteniendo la respiración cada vez que algo crujía.
Al llegar al suelo de pasto, miró hacia la camioneta donde Louis lo esperaba, encendiendo un cigarrillo con calma, sus ojos atentos a cualquier movimiento alrededor de la casa. Harry corrió hacia él, su corazón latiendo con fuerza, no solo por el miedo de ser descubierto, sino por la emoción de lo que les esperaba.
—¿Listo, bebé? —preguntó Louis, apagando el cigarrillo y abriendo la puerta del copiloto para que Harry entrara.
Harry asintió rápidamente, tirando la mochila al asiento trasero antes de subirse. Louis le dedicó una sonrisa cómplice, encendió el motor y aceleró, alejándose de la casa que había sido una prisión para Harry durante tantos años.
Cuando ya estaban lo suficientemente lejos, Harry soltó un grito de emoción, golpeando sus manos contra sus muslos mientras reía.
—¡Lo hicimos, papi! ¡De verdad lo hicimos!
Louis lo miró de reojo, divertido por su entusiasmo.
—Sabía que lo harías bien, bebé. Ahora somos solo tú y yo.
Harry comenzó a hacer globos con su chicle, uno tras otro, mirándolo con una sonrisa traviesa que Louis conocía demasiado bien.
—¿Sabes lo mejor de todo, papi? —dijo Harry, apoyando su cabeza en el hombro de Louis mientras le lanzaba una mirada provocadora.
—¿Qué cosa, bebé?
—Que ahora podrás hacerme tuyo en cualquier parte, sin tener que escondernos.
Louis soltó una carcajada grave, pasando una mano por el muslo de Harry mientras apretaba ligeramente.
—¿En cualquier parte, eh? —dijo, con un tono cargado de intención.—Espero que estés preparado, porque ya no habrá excusas esta vez.
Harry solo sonrió, mordiéndose el labio inferior mientras observaba el camino frente a ellos. Sabía que su vida estaba a punto de cambiar, pero con Louis a su lado, no le temía a nada.
{...}
Louis estaba recostado en la cama desvencijada del motel, con los brazos detrás de su cabeza, observando a Harry bailar despreocupadamente por la habitación. Estaba cansado y decidió que lo mejor sería parar un momento a descansar.
La luz amarillenta de la lámpara parpadeaba, pero nada parecía importar en ese momento. Harry giraba y movía sus caderas al ritmo de la música que sonaba en su cabeza, su sonrisa iluminando el ambiente mucho más que cualquier lámpara.
Louis no podía apartar la mirada. Sabía que a Harry le encantaba bailar, y verlo tan lleno de vida siempre lograba calmar su alma inquieta.
De repente, Harry se detuvo en seco y se subió a la cama, parándose justo frente a Louis, con sus rizos despeinados y una expresión seria pero traviesa.
—Quiero un bebé. —Dijo de repente, con esa naturalidad que siempre lo desarmaba.
Louis arqueó una ceja, ligeramente sorprendido, pero sin dejar de sonreír.
—¿Un bebé? —repitió, sin moverse de su posición relajada.
Harry asintió rápidamente, inclinándose hacia él, con sus ojos verdes brillando de emoción.
—Sí, papi. Quiero que pongas un bebé en mi vientre.
Louis soltó una risa divertida, incorporándose un poco mientras colocaba sus manos en las caderas de Harry.
—¿Estás seguro de eso, bebé? Porque una vez que comencemos, no habrá marcha atrás.
Harry lo miró fijamente, con sus labios curvándose en una sonrisa llena de determinación.
—Nunca he estado más seguro de algo en mi vida, papi.
Louis tiró de él suavemente, haciendo que cayera sobre su pecho.
—Entonces, creo que deberíamos empezar a practicar. Mucho.
Harry rió, apoyando su frente contra la de Louis mientras sus dedos jugaban con el cabello del alfa.
—Mucho, mucho. —Repitió antes de besarlo, mientras el mundo fuera del viejo motel dejaba de importar.
{...}
Louis dejó las bolsas sobre la mesa destartalada del pequeño motel y se giró hacia Harry, quien estaba saltando en el viejo sofá con una energía contagiosa. Los resortes crujían bajo sus pies, pero el omega parecía demasiado feliz para notar cualquier otra cosa.
—Papi, me gusta este motel, por más que sea viejo.—Dijo Harry, riendo mientras saltaba, sus rizos rebotando con cada movimiento.
Louis lo observó con una mezcla de diversión y ternura, sacudiendo la cabeza mientras se acercaba lentamente.
—¿Sí? —respondió con una sonrisa. —Por más que yo ya haya conseguido una casa para los dos, si te hace tan feliz, podemos venir a estos moteles de vez en cuando.
Harry se detuvo, arrodillándose en el sofá para mirarlo fijamente, con esa expresión brillante que Louis siempre encontraba imposible de resistir.
—¿De verdad?
—De verdad, bebé. —Asintió Louis, colocando sus manos en las caderas del omega para bajarlo del sofá antes de que se lastimara.
Harry envolvió sus brazos alrededor del cuello del alfa y apoyó su frente contra la suya.
—Entonces es un trato. Una casa bonita, pero escapadas a moteles viejos para que puedas ser más rudo conmigo, papi.
Louis dejó escapar una risa ronca, sacudiendo la cabeza mientras sus dedos acariciaban suavemente la cintura de Harry.
—Eres imposible, bebé.
—Y tú me amas así.
Louis sonrió, acercándolo aún más.
—Sí, sí que lo hago.
{...}
La habitación de la nueva casa estaba comenzando a tomar vida con cada póster que Harry pegaba en las paredes. La luz del atardecer entraba por la ventana, iluminando los colores vibrantes y los rostros de sus artistas favoritos. Harry estaba de puntillas en una silla, intentando desesperadamente que uno de los pósteres más grandes se quedara pegado.
—¡Maldita sea! —gruñó frustrado cuando el borde del póster se despegó por cuarta vez.
Louis, recostado contra el marco de la puerta, no pudo evitar reírse. Harry era un torbellino de energía, siempre espontáneo y tan lleno de vida. Esa chispa, esa alma liviana, era una de las cosas que más amaba de él.
—¿Te vas a quedar ahí riéndote o me vas a ayudar, papi? —preguntó Harry, mirándolo con un falso puchero, aunque sus ojos verdes brillaban de diversión.
Louis se acercó, aún riéndose.
—Ven aquí, bebé. Yo me encargo.
Bajó a Harry de la silla con facilidad y tomó el póster de sus manos. Con movimientos firmes y seguros, Louis lo colocó en la pared, asegurándose de que esta vez quedara perfectamente pegado.
Harry lo miraba desde abajo, con las manos en las caderas y una sonrisa amplia.
—¿Cómo lo haces ver tan fácil?
—Talento natural, supongo. —Respondió Louis, dándole un guiño.
Harry soltó una carcajada, tirándose en la cama mientras lo observaba terminar de alisar el póster.
—Gracias, papi.
Louis se giró, sonriendo al verlo tan relajado y feliz.
—Cualquier cosa por ti, bebé.
Harry se incorporó de un salto y corrió hacia él, abrazándolo con fuerza. Louis lo envolvió con sus brazos, inclinándose para besar su cabello.
—Nuestra casa ya se siente como un hogar contigo aquí. —Murmuró Harry contra su pecho.
Louis lo abrazó aún más fuerte, con una sonrisa tranquila en el rostro.
—Porque tú eres mi hogar, Harry.
{...}
El ambiente en la cocina era cálido y relajado, la luz tenue de la lámpara sobre el fregadero iluminaba suavemente el espacio. Harry estaba sentado en el regazo de Louis, sus piernas enredadas a su alrededor mientras saboreaban un helado que habían encontrado en el congelador.
Louis sostenía el pequeño recipiente de helado con una mano, mientras la otra estaba firmemente colocada en la cintura de Harry, guiando sus movimientos. Harry daba pequeños saltos, su rostro ligeramente sonrojado mientras se mordía el labio inferior para contener los sonidos que querían escapar.
—Abre la boca, bebé. —Dijo Louis con voz ronca, tomando una cuchara de helado y acercándola a los labios entreabiertos de Harry.
Harry obedeció, sus ojos brillantes fijos en los de Louis, mientras la cuchara entraba en su boca. El frío del helado contrastaba con el calor que sentía en su cuerpo, y dejó escapar un suave gemido al saborear el dulce.
—¿Te gusta? —preguntó Louis, con una sonrisa traviesa, empujando un poco más la cuchara para que Harry lamiera hasta el último rastro del helado.
Harry asintió, sacando lentamente la cuchara de su boca y lamiéndose los labios.
—Me encanta, papi. —Respondió con un tono juguetón, apoyando sus manos en los hombros de Louis mientras seguía moviéndose lentamente.
Louis dejó el recipiente de helado a un lado, sosteniendo ahora a Harry con ambas manos. Sus movimientos se hicieron más profundos y controlados, su mirada fija en el rostro dulce y vulnerable de Harry.
—Eres un capricho más delicioso que cualquier helado, bebé. —Murmuró Louis antes de atrapar los labios de Harry en un beso hambriento.
Los sonidos suaves de sus suspiros llenaban la cocina, mezclándose con el eco de la cuchara que había caído al suelo, olvidada en medio del momento.
{...}
El sonido de las pieles chocando resonaba en el espacio, amplificando la intensidad entre ellos. Harry estaba sentado en la mesada, sus piernas colgando y rodeando ligeramente a Louis, mientras este lo sostenía con firmeza.
Louis, con una sonrisa traviesa, tomó un poco de helado del recipiente y lo dejó caer sobre el pecho de Harry, la fría sustancia contrastando con la calidez de su piel. Harry dejó escapar un jadeo, su espalda arqueándose ligeramente mientras sus manos se aferraban al borde de la mesada.
—Eres irresistible, bebé. —Susurró Louis con voz ronca antes de inclinarse para lamer el helado. Su lengua recorría la piel de Harry con lentitud, sus ojos azules nunca perdiendo contacto con los verdes del omega.
Harry soltó un suave gemido, sus manos buscando desesperadamente los hombros de Louis para sostenerse. Sentía el calor de Louis moviéndose dentro de él, la mezcla de sensaciones haciéndolo perderse completamente en el momento.
—Papi... —murmuró Harry entrecortadamente, su respiración acelerada mientras las embestidas de Louis se volvían más profundas y constantes.
Louis sonrió contra su piel, su lengua trazando un camino desde el pecho de Harry hasta el hueco de su cuello, donde dejó una mordida suave antes de susurrarle palabras que vuelven loco a Harry.
—Dime cuánto me quieres, bebé.
Harry se estremeció bajo el toque de Louis, su voz temblorosa pero clara.
—Más que a nada en este mundo.
Los movimientos de Louis se volvieron más intensos, el sonido de sus cuerpos mezclándose con los jadeos de ambos. Harry cerró los ojos, entregándose por completo al momento mientras Louis seguía marcando cada centímetro suyo como propio.
{...}
El cielo comenzaba a dejarse ver en anaranjados mientras Louis y Harry estaban en el patio, disfrutando de una tarde tranquila. Ambos estaban acostados en el colchón que habían sacado, rodeados por el sonido del viento y las risas suaves de Harry mientras Louis intentaba hacerle reír con sus chistes.
Harry estaba radiante, sus mejillas enrojecidas por tanto reír, hasta que el sonido de su celular interrumpió el momento. Al principio, pensó ignorarlo, pero algo lo hizo tomar el teléfono. Al mirar la pantalla, el nombre de su padre apareció, y su sonrisa desapareció de inmediato.
Con un nudo en el estómago, Harry aceptó la llamada apretando el botón y llevó el teléfono a su oído.
—¿Hola? —preguntó con voz temblorosa.
La respuesta llegó fría y autoritaria:
—Harry. Tienes que volver a tu casa. ¡Ya! —La voz de su padre era firme, dejando claro que no era una petición. Sin esperar una respuesta, cortó la llamada.
El silencio que siguió fue abrumador. Harry miró el teléfono, todavía con el corazón latiendo desbocado, antes de volver la vista hacia Louis.
—Era mi padre... —murmuró, su voz apenas audible. —Quiere que regrese a casa. No sé por qué, pero suena grave.
Louis se incorporó de inmediato, su expresión pasando de relajada a preocupada.
—¿Quieres que te acompañe? —Preguntó con seriedad, sus ojos buscando los de Harry.
Harry negó con la cabeza, aunque su inseguridad era evidente.
—No lo sé... Pero tengo que ir. Necesito saber qué está pasando.
Louis lo observó por un momento antes de tomarle la mano.
—Si algo no va bien, llámame. No importa la hora ni el lugar, ¿de acuerdo? —Su tono era firme, pero protector. Preocupación.
Harry asintió, sus ojos llenos de gratitud mientras trataba de calmar el torbellino de emociones que sentía.
Sabía que enfrentarse a su padre nunca había sido fácil.
{...}
Fin.
Espero que a la chica que me pidió esto, le haya gustado. Al igual que a todos los que leyeron esta pequeña novela.
Si quieren pedirme que escriba algo que deseen, pueden buscarme en Instagram y mandarme mensaje sofi.nadaaal
Lxs quiero.
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