Confianza
En la base de "Agros", Arlet es encontraba desnuda de la cintura para arriba mientras varios enfermeros trataban sus heridas producto de su pelea con Derek. La joven tenía una mirada llena de rabia e ira. Si alguien colocaba su dedo entre los dientes de la joven, ella podría partirlo de un mordisco. Se sentía frustrada. En ese momento llegó Kai a la sala donde atendían a la joven.
—Déjenos solos—dijo Kai.
Los enfermeros dejaron sus utensilios en sus lugares correspondientes y salieron de la habitación. Arlet seguía mirando al suelo sentada sobre la camilla y con los pechos al aire. Nada le importaba en ese momento. Kai caminó lentamente y se colocó frente a ella. La miró serio y fijamente, pero la joven no conectaba con él.
—Yo...—trató de hablar Arlet.
—Estás dejando que la ira tome el control de tí, muchacha—dijo Kai.
—¿Cómo esperas que esté ahora?
—No esperaba menos de alguien como tú.
—¿Qué?
—Eres una guerrera, Arlet. Tus sentimientos ahora son justificados, pero no estás usándolos correctamente.
—Usar la ira...
—Exacto, usarla a tu favor.
—¿Cómo hago eso?
—Vístete, vamos a practicar.
Kai salió de la habitación y Arlet lo observó salir. La joven tenía miles de cosas en que pensar, pero Kai tenía razón. No usaba bien sus emociones y si quería hacer pagar a los mentirosos, tenía que ir a pelear de mejor manera. La joven tomó una camiseta que había cerca, se la colocó y se fue en busca de Kai.
En la nueva base de "Vex", las cosas parecían ir como estaba calculado. Nadie sabía dónde estaban y podían planear sin problemas sus estrategias.
Derek se encontraba en el comedor principal de la base el cual era enorme. Había un gran ruido debido a la cantidad de soldados que estaban comiendo en aquel lugar. Derek estaba frente a un platillo típico del lugar donde estaba. Se trataba de un cuy al horno. Pese a que al principio no le resultaba apetecible debido a la forma en que el plato se presentaba, en el momento que le dio una probada al plato, no pudo evitar seguir comiendo. En ese momento, a la mesa donde se encontraba Derek, llegaron Liv y Price que traía otros platos diferentes.
—¿Puedes creer que ya me perdí unas cinco veces aquí? —dijo Price. —Este lugar es enorme, además de increíble.
—Tiene razón, es genial—dijo Liv.
Price miró el plato de Derek y levantó la mirada para verlo con sorpresa.
—¿Qué estás comiendo? —preguntó Price.
—Sé que se ve mal debido a la forma de este extraño animal, pero está muy bueno—dijo Derek.
—Es un cuy—dijo Liv. —Es un animal muy típico de aquí. Se suele consumir, pero también lo puedes tener de mascota. Siempre quise uno.
—¿Estás segura que no eres peruana? —preguntó Price.
—Por lo que sé, no. Pero leí mucho sobre este lugar, tiene una historia muy interesante. ¿Sabían que una vez iban a construir unos condominios en la capital y que cuando hacían las excavaciones se encontraron con una especie de casa que perteneció a una familia importante o algo así? Increíble.
—Habría que poner en duda lo de tu nacionalidad.
—¿Hazel ha dicho algo? —preguntó Derek.
—No, aún se siguen instalando. Debemos darles tiempo—dijo Liv.
—No tenemos mucho tiempo.
—Lo sé, pero la situación escapa de nuestras manos.
—Hay que ser pacientes hermano, todo estará bien—dijo Price.
Derek dejó caer su tenedor y se cubrió la cara en señal de ansias. Liv y Price se miraron con tristeza y comenzaron a comer. Un silencio incómodo se hizo presente y Price sonrió de pronto.
—¿Qué? —dijo Liv.
—Nada, es solo que... Estar así me hace acordar a la Universidad—dijo Price.
—No lo había pensado.
—Solíamos compartir así y hablar de mil cosas.
—Sus peleas por ver quien era el mejor.
Derek dejó salir una risa aún con la cara cubierta. Se retiró las manos en el rostro y vio a sus amigos con una sonrisa.
—Siempre te gané—dijo Derek.
—Por favor—dijo Price también entre risa. —Tú mejor que nadie sabe que eso es mentira.
—No, claro que no.
—Derek tenía buena labia—dijo Liv.
—¿O sea que ya no? —preguntó Price.
—Tenía, después empezó a salir con Arlet y eso se le acabó.
—Dios, eso fue directo a mi corazón—dijo Derek.
—Pero podrías recuperar ese talento.
—O aceptar que ahora soy quien está a la cabeza—dijo Price.
—Te toca aceptar que no importa lo que hagas, siempre estaré por encima de ti—dijo Derek.
Todos comenzaron a reír a carcajadas ante la disputa que se había formado. Tras unos segundos, la risa cesó y el silencio nuevamente reinó. Los recuerdos inundaron la mente de los tres amigos presentes. Price se llevó la mano a la cabeza tratando de relajarse y evitar recordar, ya que, el alma se le estaba quebrando poco a poco.
—Algún día—dijo Liv. —Algún día regresaremos a nuestras vidas.
Derek apartó su platillo, se levantó de la mesa y se disponía a retirarse para evadir a sus amigos.
—Ya no tengo hambre—dijo Derek.
El trébol comenzó a caminar y se alejó de ellos. Price se quedó mirándolo y luego vio el plato de Derek y pensó que tal vez su amigo tenía razón con respecto a dicha comida.
—¡¿Puedo comerme esto?! —gritó Price.
Derek levantó la mano y su pulgar en señal de afirmación y continuó su camino. Price tomó el plato, lo observó detenidamente y después lo olfateó. Liv lo vio extrañada y avergonzada.
—¿Sabes lo desagradable que es eso y que a algunos se podrían ofender? Los peruanos son muy orgullosos con el tema de su gastronomía—dijo Liv.
Price la observó también con vergüenza y dejó de hacer aquellas acciones. Tomó su tenedor y se dispuso a probar la comida. Para sorpresa de él, aquel platillo estaba delicioso y decidió quedárselo para comer junto con lo que había ordenado.
Derek caminó cabizbajo hacía su habitación en la base. Sentía el peso del mundo en sus espaldas y una gran responsabilidad que lo asfixiaba con cada pasar de los segundos.
Cuando estaba a punto de llegar, pasó por aquella habitación donde evaluaban a los reclutas y notó que estaba vacía. Solo estaba encendida una luz a una esquina de la habitación donde se podía observar a aquella joven frustrada, entrenando muy duro golpeando a un saco de boxeo. Derek la observó por unos segundos y decidió entrar para verla con detenimiento. Abrió la puerta y se quedó observándola desde ahí y apoyado en el marco. La joven no perdió la concentración y seguía entrenando, pero había mucho por hacer en ella. No tenía la protección en sus manos y le dolía cada golpe que daba, además de estar extremadamente cansada, lo que significaba que no tenía una gran capacidad de aguante.
La muchacha dio un último golpe y sintió un dolor casi incontrolable en su muñeca que la obligó a detenerse en seco. Comenzó a quejarse y a mover su mano para despejar el dolor y nuevamente se disponía a seguir golpeando el saco.
—Si continuas así, vas a hacerte más daño. Quizás incluso irreparable—dijo Derek mientras seguía apoyado en el marco de la puerta y con los brazos cruzados.
La chica bajó los brazos, lo miró mientras respiraba con fuerza y cansancio. No le tomó importancia y nuevamente optó una pose para seguir golpeando al saco.
—Lo tendré en cuenta—dijo la joven, quien continuó golpeando mientras hacía gestos del dolor.
Derek se acercó lentamente y la joven notó su presencia. Se detuvo y lo miró con seriedad. Derek la observó de la misma manera y colocó su mano en el saco. Miró las manos de la muchacha y notó que sus nudillos, estaban morados debido al daño que se hacía.
—¿Cuál es tu propósito? —preguntó Derek. —¿Mejorar como recluta o desahogarte? Porque sea cual sea tu razón, no lo haces bien.
—Estoy entrenando—respondió la chica.
—¿Cuál es tu nombre?
—Ysamar, Ysamar Ibars.
—Edad.
—Diecisiete años.
—¿Hace cuánto llevas aquí?
—Un tiempo.
—Y, en ese tiempo, ¿no te han enseñado nada con respecto a la seguridad?
—Usualmente no eligen a personas como yo.
Derek la observó y vio en su mirada a una joven decepcionada, sola, que solo debía valerse por sí misma y que estaba cansada de ser quien era. Nada le funcionaba. Daba igual cuánto lo intentara, siempre obtendría el mismo resultado. No le quedaba nada más en la vida, solo esto y ni siquiera le estaba saliendo bien. Un alma vacía sin motivaciones porque este lugar también le había cerrado las puertas. ¿Qué podrías esperar de los demás, si no eras suficiente para ti misma?
Derek tomó las manos de Ysamar y levantó la mirada para verla a ella. Giró la cabeza y se dirigió a una estantería que estaba cerca al lugar donde la joven entrenaba. Abrió las pequeñas puertas y notó que había un botiquín en su interior. Lo tomó, se dirigió a la joven, abrió el botiquín y de su interior, sacó una crema que aplicó en los nudillos morados e inflamados de la joven. Ysamar comenzó a quejarse y hacer gestos debido al dolor, pero pudo aguantar. Derek notó que, a pesar de todo, la joven era fuerte en su interior. El trébol tomó un vendaje y cubrió la mano de Ysamar con esto.
—Cuando vas a construir una puerta, debes asegurarte que el martillo y los clavos estén en óptimas condiciones. Si los clavos están oxidados, se romperán en el momento de clavarlos y si el martillo está mal, se romperá de la misma manera. Esto es igual, debes asegurarte que tus herramientas estén en óptimas condiciones, si no, tus dedos se romperán y serán inútiles. Debes cuidar tus nudillos y la muñeca para evitar accidentes.
Derek terminó de vendar las manos de la joven y la respuesta de Ysamar fue mirarse las manos con sorpresa y darle al trébol una pequeña sonrisa.
—Gracias—respondió Ysamar.
Derek puso su mano en la espalda de Ysamar y la llevó de vuelta al saco de boxeo.
—Ya están protegidas tus manos, es como subirte a una moto con casco. Tu postura debe ser correcta, debes tener las piernas firmes para evitar moverte en el momento de golpear. Sepáralas un poco y ponlas fuerte. Tu cintura debe estar relajada para que puedas moverte con suavidad. Tus brazos y manos firmes y fuertes para dar un buen golpe. Pero los más importante, tener el corazón y la mente serena y vacía, no pienses en nada. Respira hondo y deja que tus pulmones se llenen de oxígeno.
Ysamar cerró los ojos y obedeció las indicaciones de Derek a la perfección. Se relajó y dejó salir toda esa frustración con cada respiro.
—De acuerdo—dijo Ysamar.
—¿Lo tienes? ¿Puedes sentirlo? —preguntó Derek.
—Sí.
Derek se separó de la joven quien seguía con los ojos cerrados. Se paró cerca de ella y la observó por unos segundos. Sintió dentro de él como si le enseñará a alguien a andar en bicicleta. Era turno de que ella lo haga por sí sola.
—Ahora—dijo Derek.
Ysamar abrió los ojos, frunció el ceño y comenzó a golpear nuevamente al saco de boxeo. Lo hacía con detenimiento, pero sus golpes ahora eran seguros, firmes e iban con mucha fuerza. Comenzó a moverse alrededor del saco y golpeaba con ambas manos mientras dejaba salir gritos estremecedores.
Derek observó a aquella joven y vio en ella una oportunidad, una segunda oportunidad en su vida. Esa lección de golpes, la habían vuelto en una responsabilidad, una que podría llevar por un mejor camino y guiarla como debía ser.
Ysamar sintió en Derek a una persona capacitada, alguien que podría ayudarla a mejorar constantemente, pero no confiaba en él. Aún así, sentía que podía contar con él. Podía sentir que las cosas iban a mejorar.
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