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Título

Los años habían pasado muy rápido. Bruce había dejado de ser un niño y se buscó la vida de alguna manera para poder seguir adelante. Alex también creció, permanecieron juntos todo ese tiempo y aquel traumático evento intentó borrarse. Sin embargo, con frecuencia Bruce experimentaba episodios de estrés y tenía pesadilla donde rememoraba aquella noche. Se levantaba gritando y llorando, sudando por todas partes y temblando de miedo.

Ambos habían logrado ganarse la vida en el bajo mundo y Bruce constantemente protegía a Alex de cualquier peligro. El mundo en el que estaban era injusto y malvado y Bruce no podía permitir que algo así afecté a Alex.

A pesar de todo lo negativo y del hecho de que prácticamente vivían en la calle, Bruce no perdió el espíritu que tenía y siguió estudiando por su cuenta e incluso enseñándole a Alex sobre el mundo al que él le gustaba. No había nada que pudiera frenarlos y estaban muy unidos.

Bruce tenía un objetivo claro y haría lo que fuera con tal de conseguirlo. Su meta, la universidad. Bruce quería ser alguien, quería que lo inculcado por su madre y la corta vida de su padre, tuviera frutos positivos y ellos habrían querido que estudiara una carrera profesional. Pero la falta de estudios secundarios le eran un gran impedimento para poder conseguir tal hazaña y la edad que tenía ya no le permitía poder terminar sus estudios en una escuela. La idea de no poder lograrlo por ese pequeño percance, le rompía el corazón y la impotencia de no lograr nada más en la vida lo hacía sentir miserable. Alex apoyaba en todo lo que podía al joven Bruce y juntos buscaban una manera de poder lograrlo.

Una noche, antes de regresar con Alex. Bruce pasó a ver a un tipo con quien trabajaba. Bruce tuvo que buscar opciones que no eran legales en ocasiones con el fin de poder seguir de pie.

Al llegar a dicho a lugar, entró por un callejón que, al cruzarlo, daba con la puerta trasera del local al que debía entrar. Era un lugar psicodélico con luces neón por todos lados y en la puerta principal ponía "Aura". Desde afuera se podía escuchar la música que estaba a todo volumen e incluso se podía sentir como el piso temblaba de las personas que bailaban y saltaban adentro. Al tocar la puerta de la parte trasera del lugar, un hombre de peinado extraño. De color morado y de estilo punk, con una chaqueta de cuero negro y unas botas enormes, salió recibiendo a Bruce de la mejor manera. Lo levantó con sus grandes brazos y dio vueltas saltando con él mientras se reía y Bruce intentaba zafarse. Tenía unos ojos grandes y de color verde, con pecas en todo el rostro, una enorme nariz y sus dientes frontales eran tan grandes que sobresalían y se podían ver.

—¡Mi buen Bruce! —decía el hombre con gran entusiasmo. —¡¿Cómo está mi muchacho?!

—Ya suéltame Dante, maldición —decía Bruce mientras intentaba zafarse.

—¿Qué pasa hermano?, ¿por qué esa actitud?

—Nada, no importa.

—¿Qué tienes para mí?

—Estuvo bien el día.

—Ese es mi hombre, siempre puedo contar contigo.

Bruce sacó una bolsa de papel arrugado y se la dio a Dante. El joven miró dentro de la bolsa y revisó su interior. Metió la mano y sacó un fajo de billetes de dentro. Dante comenzó a contar los billetes uno a uno con total atención haciendo que sus dientes sobresalgan aún más. Al llegar al último billete comenzó a saltar y a reírse hasta el punto de golpear en el hombro a Bruce.

—Dios, ¿está todo? —preguntó Bruce un poco fastidiado.

—Sí hermano, está completo —dijo Dante con una gran sonrisa en el rostro. —Mañana debes estar temprano en el mismo punto de reunión de siempre para el siguiente encargo. Esta vez será un poco más grande.

—Siempre es un poco más grande.

—Y siempre puedes con eso. No lo olvides, mañana temprano.

Dante estaba a punto de entrar de nuevo, pero entonces Bruce se quedó de pie antes de irse.

—Oye —dijo Bruce. —¿Conseguiste algo respecto a lo que te pedí?

—¿Qué cosa? —preguntó Dante.

—Los documentos.

—¿Hablas de esa estupidez que me dijiste sobre la universidad?

—¿No pensarás que quiero estar haciendo esto el resto de mi vida?

—Hermano, ganas un buen dinero aquí. ¿Por qué diablos quieres meterte a estudiar con un montón de idiotas?

—Porque no quiero ser un idiota sin conocimiento. Al menos si me preguntan más adelante podré decir que soy un idiota con un título universitario.

Dante borró la sonrisa de su rostro dejando ver solo sus dientes. Se mostraba enojado ante tal comentario, parecía ser directo en la forma en la que Bruce lo decía. Dante se sentía superior a muchos otros. Él pensaba que el dinero lo podía todo, pero dentro de sí mismo había una clara inseguridad que había ido formando con los años.

—Aún no tengo nada —dijo Dante.

—Llevas días diciéndome eso. ¿Sí vas a poder o no? —preguntó Bruce.

—¿Crees que es muy sencillo?

—Hasta el momento he sido yo quien hace los trabajos por ti. Nunca has ido a ensuciarte las manos. Volveré mañana temprano para el trabajo.

Bruce le dio la espalda a Dante, cruzó el callejón y se fue a su refugio. Dante estaba algo incomodo y furioso con los comentarios de Bruce, pero sabía que tenía razón.

El joven Bruce llegó a un gran edificio casi en ruinas. Habían muchas personas ahí de todos los tipos: ebrios, drogadictos, enfermos, ludópatas. En general, personas rechazadas por la sociedad y que no tenían a donde ir. Bruce subió las enormes escaleras corriendo y saltándose escalones hasta llegar al piso ocho y a la habitación tres. Bruce se puso frente a la puerta, tomó aire y guardó un profundo silencio. Puso su puño frente a la puerta y tocó, dos toques, luego uno, espero cinco segundos, volvió a tocar esta vez cinco veces, tres veces una vez más y por último dos veces. La puerta se abrió y Alex hizo entrar a Bruce rápidamente a la habitación.

—Dios, es súper tarde Bruce —dijo Alex muy asustada.

—Lo siento, me quedé hablando con Dante —respondió Alex.

—¿Todo salió bien?

—Siempre sale bien, no te preocupes.

—¿Qué hay de lo otro?

—Dante dice que aún no tiene nada.

—No confío en ese sujeto.

—Tampoco yo, pero hasta ahora es la única opción que tenemos.

—Este sueño es más tuyo que mío.

—Si sale bien para uno, saldrá bien para los dos.

Alex se acercó a Bruce y le dio un fuerte abrazo dejando salir su miedo. Bruce respondió al abrazo con una pequeña palmada en la espalda sin saber cómo responder a tal gesto. Todos los años habían afectado a Bruce y el afecto había desaparecido en cierto grado de su alma.

En la habitación había una litera en la que ambos dormían. Alex dormía en la parte superior mientras que Bruce lo hacía en la parte inferior. Alex siempre se cambiaba de ropa para poder dormir, pero Bruce ya hacía tiempo que no tenía un pijama. Debía estar siempre alerta a cualquier riesgo, por eso Alex le abría la puerta a quien tocara con aquella clave que Bruce había implementado y él dormía listo por si algo surgía en la noche.

Alex subió a la parte superior y Bruce se recostó en la parte inferior. Alex se quedó con los ojos abiertos y mirando al techo por un largo mientras Bruce tenía los ojos cerrados ya listo para poder dormir.

—Bruce —dijo Alex.

—¿Qué ocurre? —preguntó Bruce.

—¿Estarás bien esta noche?

Bruce abrió los ojos y analizó la pregunta. Alex se preocupaba por él, era lo único que le quedaba en todo el mundo. Bruce sentía en ella el cariño que le había sido arrebatado y buscaba cuidarla a toda costa.

—Tranquila, estaré bien —respondió Bruce.

—¿Seguro? —preguntó Alex.

—Seguro, no te preocupes. 

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