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Pequeña

Saiko levantó la cabeza, sintiendo que algo andaba mal. Algo dentro de ella le alertó de que algo andaba mal con Elise. Entró a la casa, tomó el arco y las flechas, salió para hacerse con el hacha encontrándose con Chenkis una vez más al cual espanto rápidamente y fue entonces que vi a Elise descender de los cielos y junto a ella venía un acompañante que parecía que su presencia emocionaba a Elise.

—Mira, al fin cacé algo más grande que tú —dijo Elise con una sonrisa en el rostro.

—Siento llegar de esta manera. No creí encontrarla sola por el bosque —dijo Price con una sonrisa nerviosa en el rostro.

—No te preocupes, siempre hace eso —respondió Saiko dejando el hacha en el suelo. —¿Qué haces aquí?

—¿Podemos hablar todos? Es bastante importante lo que debo decirles.

El trío entró a la cabaña dejando impresionado a Price como habían construido todo lo que estaba en ese hogar. Era hermoso para él y le sorprendían como habían podido formar todo eso ellas solas.

—¿Quieres algo de beber? —preguntó Saiko.

—Agua está bien —respondió Price.

Elise colocó tres vasos sobre la mesa, Saiko se sentó a la cabeza de la mesa, Price a ella y Elise, después de terminar de servir el agua a todos, se sentó al lado de Price.

—Qué bueno que elegiste agua, no teníamos nada más —dijo Elise.

—No se preocupen —respondió Price. —Este lugar es increíble, ¿cómo lo hicieron para levantar todo esto?

—En realidad todo lo hizo Saiko, yo solo ayude a pasarle las cosas.

—Esta genial, es un buen trabajo. A Hazel le encantaría.

—¿Vives con Parker? —preguntó Saiko.

—Desde hace mucho tiempo. Iniciamos una relación cuando empezamos a pelear contra ustedes —respondió Price tomando un sorbo de agua después.

—De nada por fortalecer la relación de ambos.

—Gracias.

—A lo que viniste.

—Seguro. No quiero ser muy extenso en mi explicación, pero tampoco quiero dejar nada en el aire algún dato que pueda afectar a la compresión. Estamos en guerra.

Elise miró a Saiko lo que provocó que la mirada se regresada por parte de Saiko. Ambas se miraron asustadas y sorprendidas ante el anuncio de Price y él pudo ver en sus caras que entendían la magnitud del evento

—Creí que eso era de siempre —dijo Saiko tragando saliva.

—En teoría sí, pero esta vez es oficial, es un decreto de "Agros". En ese momento, el decreto ha llevado a una cacería por todo el mundo en busca de erradicarnos en su totalidad a todos nosotros. Eso ya lo hacían, era parte del trabajo de los cazadores y si bien es decir que "Agros" hacía lo mismo, el objetivo ahora es extinguirnos por completo, garantizando la supervivencia de la orden por muchos años más.

Nuevamente ambos se miraron, pero esta vez parecía que Elise le decía con su mirada que no podían dejar las cosas como estaban, que debían hacer algo, pero Saiko no parecía convencida de querer apoyar.

—Es una lástima —dijo Saiko bajando la cabeza.

—¿Hace cuanto inició esto? —preguntó Elise.

—Como dice Saiko, la guerra jamás frenó, siempre estuvo en pie desde los años de la formación de ambas órdenes. Sin embargo, todo lo que ha ocurrido hasta entonces en estos años, fue a raíz de la muerte de Derek. La orden no supo cómo levantarse de ese golpe y simplemente se desmoronó.

—Supimos lo de Escarsa. Fue bastante duro —dijo Saiko.

—A pesar de todo, me caía bien —agregó Elise.

—Pero tenemos algo, una oportunidad, es pequeña, pero funcionará —dijo Price.

—¿A qué te refieres? —preguntó Saiko.

—Descubrimos un dato, algo que no beneficia un plan acorde a las circunstancias que podría, siendo optimistas, acabar con todo lo que se ha construido.

—Interesante.

—Es por eso que estoy aquí.

Saiko miró a Elise quien se veía inpaciente por la respuesta, ella quería apoyar, quería poder hacer algo más. Era la oportunidad de demostrar que ella no era ningún monstruo y podía redimirse, darles un sentido a sus habilidades y no solo ser una máquina de matar.

—¿Qué quieres? —preguntó Saiko tajantemente y un poco molesta.

—Necesitamos de ambas para poder ejecutar el ataque —respondió Price.

—No, gracias por venir, pero debes irte.

—No, ¿qué haces? Espera Price. ¿No crees que debemos hablarlo? —preguntó Elise preocupada.

—No hay nada que discutir, ya di mi respuesta.

—No hay problema, no quiero causar ningún inconveniente —dijo Price.

—Price, espera. Saiko, ¿qué pasa? No podemos solo mirar a un lado e ignorar lo que está pasando —dijo Elise ya con el tono de voz furioso y firme. —El enemigo esta afuera y podemos...

—¿Enemigo? ¿Cuál enemigo? —preguntó Saiko enfadada. —No hay ningún enemigo porque en todos estos años me encargué de eso. Te di un hogar, ropa, comida, te protegí como a una hermana o como a una hija y pasé noches para que puedas dormir en paz y por miedo a que alguien venga a hacerte daño. Ellos fueron los que nos metieron en esto y ahora, ¿planeas irte a pelear?, ¿a enfrentar lo que con tanto esfuerzo, sudor y sangre he evitado para tu vida? No, no irás. Tú eres mi responsabilidad y eres adulta, pero eres mi pequeña. Hasta lo que a mí me concierne, eres mía, mi pequeña y no haré nada que podría causarte daño.

Elise y Price se quedaron helados ante la respuesta de Saiko. La mujer se encontraba con los ojos llenos de lágrimas ante la impotencia y el miedo de lo que implicaba tal visita y tal propuesta. Elise se acercó lentamente a Saiko para poder mirarla a los ojos.

—Lo sé —dijo Elise. —Entiendo lo que dices y está bien. Pero debemos hacerlo o debes dejarme hacerlo.

—¿Por qué?, ¿por qué tendría que dejar que vayas a pelear? —preguntó Saiko.

—Porque es lo que tengo que hacer. No me preguntes cómo es que estoy convencida, solo lo sé. Tengo que ir, debes dejarme hacer esto.

—No voy a darte la oportunidad de destruirte.

Elise comenzó a llorar al ver que Saiko no iba a cambiar su manera de pensar, estaba asustada, aterrada y Elise sentía como el alma se partía poco a poco al no poder responder sus dudas. Ella sabía que debía ir, estaba convencida de que la respuesta estaba en el campo de batalla. Elise se levantó de la mesa y salió de la cabaña dejando a Price y a Saiko solos. Saiko seguía llorando desconsoladamente y Price solo miraba lo que había pasado. Elise estaba sentada sobre un trozo de leña, con la cabeza agachada y llorando al igual que Saiko.

—¿Sabías qué habría preferido mil veces que solo seamos tres en lugar de cuatro? —preguntó Price. —Me aterraba que Liv estuviera ahí y pasó después de nuestro primer enfrentamiento contra Vatra. Ella terminó en el suelo inconsciente y creí que había muerto. Después de eso, no quise que ella peleara, pero nunca lo dije, porque sin ella estábamos perdidos. Si faltaba uno de nosotros estábamos perdidos, y me concentré tanto en ella que terminé perdiendo a mi hermano. No pude salvarlo, intenté matar al tipo que le hizo daño, pero no pude. Durante años me sentí un fracaso al no poder vengar su muerte. Hazel fue la única que estuvo conmigo todo ese tiempo, pero ella tuvo que ver como durante años no dormía, no comía, no era quien alguna vez fui.

Sé que, durante todos estos años, la protegiste de todo, que fuiste tú quien la salvó de ellos y de nosotros. Sin embargo, nada de eso va a importar si esto se mantiene. No habrá paz, nunca podrán ser libres, ni ustedes, ni nadie. No quiero ir por encima de tú autoridad, pero debemos pelear. Por todos, por ustedes, por ella.

Saiko miró a Elise desde la venta y vio como su gato de acercaba a consolar a su dueña. Volteó a ver a Price, se secó las lágrimas, tomó un trago de agua y respiró.

—Bien —dijo Saiko. —Pero tengo condiciones.

—Seguro —respondió Price.

—No me interesa que pase con todos ustedes y no importa si la situación se pone peor. Si ella se ve en peligro o lo que sea, nos regresamos.

—Está bien.

—Dicho eso, ¿hay algo que debas decirme antes de irnos?

—Algo pequeño, no creo que vaya a ser tan relevante. 

—De acuerdo.

Saiko miró a la ventana una vez más y aceptando el destino de ella y el de Elise. Se paró para dirigirse afuera de la cabaña. Price se quedó mirando como Saiko daba la noticia y Elise abrazaba a la mujer al ver que había aceptado el llamado. 

Tenían a dos piezas fundamentales en el equipo que podrían poner fin a la guerra. Ya no faltaba casi nadie para poder tener a todos juntos y llevar a cabo el más grande ataque de la historia de la humanidad

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