Mercancía
Al día siguiente y después de una noche pesada, Alex levantó a Bruce quien despertó asustado. Ya hacía mucho tiempo que el joven no podía dormir a gusto sin tener pesadillas y siempre estaba alerta aún mientras dormía. Ya era muy temprano, Bruce debía salir para reunirse con Dante tal y como habían coordinado.
Alex regresó a la cama y Bruce salió en silencio sin llamar la atención de nadie. Aún era de noche, no había amanecido, pero la parte industrial ya había empezado. Algunos comerciantes estaban abriendo sus negocios mientras Bruce solo caminaba sin ver a nadie, con la capucha puesta y mirando al suelo.
Dante estaba esperando bajo un puente donde no llegaba nadie y podrían hablar en paz. Bruce llegó poco después y ninguno dijo nada. Dante sacó un paquete enorme de su pantalón y le entregó a Bruce quien lo guardó en su mochila.
—Ya lo sabes —dijo Dante con una voz firme y seria. —Entregamos esto, recibimos el dinero y nos vamos.
—¿Tiene que ser rápido? —preguntó Bruce.
—¿Esperas quedarte a desayunar con ellos? Sí, debe ser rápido.
Ambos iniciaron su viaje a su destino y después de unos minutos de larga caminata llegaron a un barrio bastante extraño. Se veía muy peligroso, con tipos en todas partes que los observaban fijamente y con miradas matonescas. Bruce parecía estar más tranquilo, no le importaba en donde estaba. Ya vivía en la inmundicia como para preocuparse de algo así. A diferencia de Dante que, a pesar de estar a la cabeza, se le notaba más nervioso y asustado.
Llegaron a una casa vieja y maltratada, llamaron a la puerta y los recibió un tipo enorme con el rostro serio y con un enorme corte en la mejilla. Dante intentó ser amistoso y excedió la confianza al hablar como si fuera amigo del hombre, lo cual tomó muy mal porque su mirada cambió a la de alguien molesto. Dante lo notó, borró la sonrisa de su cara y entró a la casa. Atrás de él iba Bruce quien no miró al hombre y no mostraba intimidación.
Pasaron por la sucia y desordenada sala de la casa donde en el sofá que estaba en medio había una chica que sostenía muy finamente un cigarrillo con la mano derecha, tenía las piernas cruzadas y llevaba una falda apretada junto con una blusa que había amarrado y dejaba ver su abdomen. Llevaba mucho maquillaje en su cara y parecía estar esperando a alguien.
Entraron al comedor y fue entonces que la realidad chocó más fuerte a Bruce. Había un pequeño de cabello negro, que tenía cara sucia y su ropa parecía un par de trapos. Estaba con unas hojas de papel y unos lápices de colores gastados que algunos ni siquiera pintaban bien. Bruce vio al niño y ya no pudo avanzar más, de hecho, todos se quedaron esperando en el comedor.
Bruce se sentó frente al niño para poder verlo mientras Dante esperaba a quien fueron a ver. Tras unos segundos de espera y Bruce mirando al pequeño como intentaba dibujar lo que parecía ser un delfín, un hombre obeso, de piel clara, con barba frondosa y desaliñada al igual que su cabello y que desprendía un olor bastante desagradable, apareció en el comedor rascándose el trasero y después olfateando su mano.
—¿Qué quieres Dante? —preguntó el hombre al acercarse a su mesa y empezar a buscar algo.
—William, mi hermano —dijo Dante con el mismo tono amigable. —¿Qué te cuentas?
William levantó la mirada y la apuntó a Dante quien borró su sonrisa y su amabilidad desapareció en un segundo.
—Te pregunté algo —dijo William.
—Sí. Venía por un pequeño inconveniente que tuvimos hace un tiempo...
—Oye, ¿dónde están mis cigarrillos? —preguntó William con fastidio al niño.
El pequeño se encogió de brazos al no saber dónde estaba lo que quería y William comenzó a tirar todo para poder dar con lo que buscaba.
—Creo que pude encontrar la parte que hacía falta para... —intentó hablar Dante.
—¡¿Dónde están mis malditos cigarrillos?! ¡Maldita Sea! —gritó William ya enfadado. —¡Mocoso, te pregunté algo!
El niño, ya asustado, volvió a encoger sus hombros en señal de no saber dónde estaban los cigarrillos. Al oír el grito, Bruce miró fijamente al pequeño y notó como sus ojos, a causa del terror provocado, empezaban a humedecerse. El corazón se le llenó de rabia al no entender cómo es que algo así era posible.
—Como decía, tengo lo que hacía falta... —volvió a intentar hablar Dante.
—¡Cierra la boca! ¡Cállate! —gritó Dante muy furioso. —¡Quiero mis cigarrillos! ¡O dejas de hablar o te arrancó la cabeza y comienza a fumar desde ahí!
—La mujer de afuera llevaba unos cigarrillos —dijo Bruce mientras seguía mirando al niño.
William escuchó y con el rostro aún furioso e intuyendo que podría tratarse de una insolencia la manera en la que Bruce habló, se dirigió a la sala y encontró a la mujer con el cigarrillo en la mano.
—¡Estúpida, te dije que no tocarás mis cigarrillos! —gritó el hombre para después darle una cachetada a la mujer tan fuerte que se puedo escuchar en toda la casa.
—¡Maldito adicto enfermo! —gritó la mujer.
—¡Vete al diablo!
William regresó al comedor con la cajetilla en su mano, se sentó a la cabeza de la mesa, encendió el cigarrillo y comenzó a fumar mientras veía a Dante. Con una expresión de apuro, ordenó a Dante a que siguiera hablando.
—Sí. Decía que... —intentó hablar Dante.
—¿Dónde está lo que falta? —preguntó el hombre tajantemente.
—Seguro, Bruce.
Bruce no estaba, seguía mirando al niño impactando, molesto, triste y con frustración al simplemente mirar sin hacer nada más y sabiendo que al salir de ese lugar, ese niño seguirá con su horrible vida.
—¿Qué rayos le pasa?, ¿lo tienes o no? —preguntó William molesto.
—No sé qué pasa con él. Bruce, dale el paquete —dijo Dante.
Bruce seguía mirando al niño y con mucho esfuerzo, el pequeño logró terminar su dibujo y se lo mostró a Bruce. Un pequeño perro corriendo por un campo. Bruce pasó sus dedos por el dibujo y una pequeña lágrima corrió por su mejilla. En ese momento, Dante golpeó el hombro de Bruce para que despertara y este reaccionó mirando a William y luego a Dante.
—Sí, el paquete —dijo Bruce.
Tomó su mochila, la abrió, comenzó a buscar y sacó el paquete que Dante le había dado al principio y se lo entregó. Dante tomó el paquete y se lo dio a William quien se mostró disconforme y mucho más molesto.
—¿Me quieres ver la cara? —preguntó William. —Esto es menos de lo que me debías.
—Eso te quería decir —dijo Dante muy nervioso, asustado y con la voz entrecortada. —Tuve unos problemas para poder conseguirla y eso fue lo que pude obtener, pero tendré lo siguiente en dos semanas, lo prometo.
—Siempre con promesas maldito idiota. Dame lo que falta.
—Ya te lo dije, lo tendré en dos semanas.
—No, lo quiero ahora.
—Pero, ¿cómo haré eso?
—Ese no es mi problema. Ve y robalo o sácatelo ahora mismo de trasero, pero me das lo que falta en este momento o le arrancaré la cabeza a los dos.
—Espera William, hermano, hemos trabajado juntos en esto durante varios años. Solo fue un error.
—Un error me está costando mi dinero.
—Lo tendré, lo juro.
—¡Omar!, ¡ven aquí ayúdame a matar a estos idiotas!
El enorme tipo de la entrada apareció atrás de ellos mientras seguían sentados y los tomó de los hombros para que no se levanten. Bruce vio de nuevo al niño quien salió corriendo a los brazos de la mujer, la que parecía ser su madre, pero la mujer de la sala solo lo apartó de ella y lo empujó haciendo que el niño caiga y tenga que ir a otra habitación.
—¡Un kilo más! —gritó Bruce. —Un kilo más por el retraso.
—No puede con lo que le pedí y podrá traerme un kilo más. Mata a estos dos —dijo William.
—La deuda es con él, yo te daré el kilo extra de garantía de que él traerá lo que falta en una semana.
—Quiero lo que falta ahora.
—No podemos dártelo, pero piensa en esto. Una semana para que te dé lo que falta y ese mismo día te daré el kilo extra. Es mucho más dinero del que te puede dar ahora.
William se quedó pensativo por un segundo mientras veía a Dante quien parecía aún más asustado. No sabía si era por la oferta o que estaba a punto de morir.
—Cinco días —dijo William.
—Seis días —dijo Bruce.
William volvió a pensar. Agachó la cabeza y se tronó el cuello al levantarla. Miró a Bruce y asintió.
—Seis días —dijo William.
—Es un trato —respondió Bruce.
El dúo salió del lugar y de regreso nadie dijo nada. Dante parecía furioso, lo que le causaba gracia a Bruce debido a su rostro. Cuando llegaron al puente, Dante empujó a Bruce contra la pared muy molesto.
—¡¿Qué te pasa?! —preguntó Dante. —¡¿De dónde crees que vamos a sacar lo que dijiste?! ¡Tenía dos semanas claras en las que iba a poder conseguir lo que faltaba y lo arruinaste!
—¡Maldito mal agradecido! —dijo Bruce. —Acabo de salvarte el trasero y lo que haces es gritarme. El problema lo tengo yo ahora, tú solo debes conseguir lo que falta. Piensa en quien es más idiota, yo por salvarte la vida o tú por hacer tratos con alguien a quien no puedes pagarle. Tienes seis días, fue el plazo que pude darte, no ibas a tener dos semanas.
—¿De quién se supone que sacaré eso ahora?
—Ese idiota no se da cuenta de nada.
—¿De qué hablas?
—Confundí los paquetes. Tenía un trozo de yeso en mi mochila, lo usaría para mis ratos libres, quería hacer un experimento. Me quedé mirando al niño y no me percaté de que lo tenía. Se lo di y ni siquiera se percató de ello.
—¿Es una broma?
—No, aquí lo tengo.
—Déjame ver.
Bruce sacó su mochila y le mostró el paquete que tenía Bruce. Dante lo tomó y se percató de que era la mercancía que le había dado al principio.
—Es un idiota, la droga le afectó el cerebro. Si descubre que lo que le diste es un trozo de yeso, va a querer corroborar este y verá que es el real y estarás libre de deuda —dijo Bruce. —Solo entrégalo ese día y ya.
—¿Cómo estás tan seguro de que funcionara? —preguntó Dante.
—El tipo no se dio cuenta de que lo cigarrillos estuvieron en su bolsillo todo el tiempo. Incluso cuando fue a buscar los de la mujer y lo tomó, se puso a buscar el cigarrillo que estaba fumando.
Dante se percató de que Bruce tenía razón y que había sido muy listo en sacarlos de ahí. Dante soltó una enorme sonrisa y abrazó a Bruce con mucha fuerza mientras se reía.
—¡Eres un maldito genio! —dijo Dante. —No hubiera podido hacerlo sin ti.
—Sí, ya déjame —dijo Bruce para después ser soltado por Dante. —Solo dale eso en unos días.
—¿Tú cómo lo resolverás?
—Ya lo averiguaré después.
De regreso a "Aura", ambos se dirigieron a la puerta trasera y Bruce se iba de regreso con Alex para dejar todo ese día en la basura.
—Oye —dijo Dante. —Espera aquí un segundo.
Dante entró al local y Bruce se quedó esperando afuera. Los minutos pasaban y se hacían más largos, incluso Bruce llegó a pensar en irse sin más cuando de pronto vio a un pequeño gato husmeando en la basura. El gato parecía muy hambriento, tenía el cuerpo muy delgado y entonces el animal sacó la cabeza de una de las bolsas y Bruce se dio cuenta de que no tenía un ojo. Había sido lastimado y lo había perdido definitivamente. Fue entonces que recordó a Fred y lo maravilloso que era al regenerar sus partes y pensó en lo genial que sería si ese gato tuviera ese factor, habría podido recuperar su ojo. El gato miró a Bruce, le maulló y se acercó a él. Bruce se agachó para estirar su mano al gato quien comenzó a olfatearlo y a restregar su débil cuerpo por la mano de Bruce.
En ese momento, Dante salió y el gato salió corriendo. Dante se acercó a Bruce mientras veía como el gato se iba corriendo.
—Tardaste un poco —dijo Bruce.
—No encontraba lo que quería —dijo Dante. —Ten.
Dante estiró su brazo y le entregó un sobre a Bruce. El joven abrió el sobre y al ver su interior se percató que eran unos papeles. Al revisarlo, notó que era documentos alterados sobre sus estudios, lo que le daba la oportunidad de poder cursar la universidad.
—Lo conseguiste —dijo Bruce sorprendido.
—Fue difícil. Considéralo una paga por lo de hoy, me salvaste —dijo Dante. —Espero que después de esto puedas hacer lo que querías. Realmente estás desperdiciando una mente brillante en algo que no vale la pena.
Bruce guardó los papeles en el sobre, asintió con la cabeza y le dio le estrechó la mano a Dante. Ambos se ofrecieron una sonrisa y Bruce dio media vuelta para irse.
Bruce llegó corriendo a casa muy entusiasmado por lo conseguido. Tocó la puerta con la clave de siempre, Alex abrió y Bruce no dijo nada, solo se puso a recoger toda la ropa, tanto la él como la de Alex.
—¿Qué pasa? —preguntó Alex preocupada.
—Nos vamos de aquí —dijo Bruce muy apresurado.
—¿A dónde?
—A donde sea, menos aquí.
—¿Podrías explicarme qué sucede?
—Dante consiguió los papeles de la universidad. Hay que irnos antes de que sea muy tarde.
—Pero, ¿por qué?
—Fuimos con un tipo, una especie de traficante. Le dimos un paquete de droga, pero faltaba más de lo que Dante le debía y le hice un trato para que nos dejara ir.
—¡¿Qué cosa?!
—Silencio. No tenemos mucho tiempo antes de que se enteren que fue lo que hice.
—¿Qué hiciste?
—Ni el traficante, ni Dante tiene la mercancía real. Ambos tienen dos bloques de yeso que hice hace unos días.
—¿Por qué hiciste eso?
—Investigué a Dante antes de involucrarme con él. Sabía que no era de fiar, pero sabía que, si me ganaba su confianza de alguna manera, él podría ayudarme con lo que sea. Me hice su socio y le pedí ayuda con los papeles y hoy tuve la oportunidad de demostrarle que soy de fiar, pero no debió confiar en mí. El tipo con el que trabaja es un idiota y él también. Pronto se darán cuenta de que la mercancía de ambos es falsa y vendrán por nosotros.
—¿Cómo sabes que no te seguirán?
—Porque nos iremos ahora.
—¿Dónde está la mercancía real?
Bruce se acercó su mochila, se puso frente a Alex, abrió la mochila y sacó el paquete de su interior para mostrárselo. Alex no podía creer lo que había pasado y Bruce solo sonreía.
—Con esto, podremos tener dinero para algunos días —dijo Bruce. —Vámonos.
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