Lisiado
Agni se acercó a un hombre mucho más joven que él para poder conversar mientras Kamal los veía a los lejos esperando salir del pueblo. Agni abrazó al joven y ambos voltearon a ver a Kamal. El joven asintió con la cabeza a Agni y este se dirigió a Kamal. Las puertas del pueblo se abrieron, ambos tomaron sus maletas y salieron rumbo a su destino.
En Ámsterdam, Sabine terminaba una llamada por teléfono mientras Danette podía escuchar todo. Al terminar la llamada, Sabine tomó el teléfono y lo rompió para después tirarlo en un basurero y que ambas puedan empezar su viaje.
En Chile, Lapadat e Ibars hablaban con un sargento capacitado sobre algunos asuntos mientras Rose los observaba a los lejos. Fue entonces que Joseph apareció junto a ella con unas maletas.
—Parece que irás a un viaje muy largo por mucho tiempo —dijo Rose.
—No tengo idea de si volveré, espero que sí —respondió Joseph.
El sargento asintió con la cabeza y estrechó la mano con Lapadat. El dúo de Niel e Ysamar, tomaron unas maletas del piso y se dirigieron con Rose y Joseph quienes los estaban esperando.
—Parece que tendremos mucho tiempo para conocernos —dijo Rose colocándose su mochila en la espalda.
—Eso parece. Cualquier cosa, yo quiero el asiento de la ventana —dijo Joseph.
—Oye, se supone que la dama va a la ventana y es resguardada por el caballero.
—Lo siento, linda. Yo no nací para ser un caballero, yo nací para ser un rey.
Ya quedaban menos a quienes reclutar y el equipo no tardaba en estar completo. En el aire se podía sentir una victoria anticipada, sentimiento contraproducente que podría generar una confianza excesiva. Sin embargo, era emocionante volver a pelear una última vez.
Jade Walker decidió ir de la mano con Esko Dubois. Pese al temperamento de Walker, Dubois era quien mejor conectaba con ella. El sentido refinado que tenía Esko era del agrado de Walker. Lo encontraba muy centrado y serio, frio y calculador y bastante maduro cuando se trataba del trabajo, no hacía bromas y tampoco holgazaneaba.
El destino de ellos fue Sudáfrica, país que estaba al borde de la ruina a causa del régimen. Una de las tantas naciones que estuvo a punto de desaparecer a causa de los bombardeos y los constantes conflictos políticos en un intento por frenar la invasión de "Agros". Ahora el país se había convertido en uno de los más estrictos en lo que leyes de "Agros" se trataba.
Era una de las misiones más difíciles que había sido encomendada, pero Hazel sabía que ambos podían con la misión. La misión requería encontrar a otro líder de la orden que estaba escondido y era Urko Almeida. Sentían que podía ser más sencillo dar con él debido a la personalidad amistosa de Urko.
El dúo tuvo que pasar durante unos días como infiltrados en la ciudad. Eran unos mendigos que pedían limosnas por la calle e incluso Esko fingía llevar una muleta debido a una pierna supuestamente rota.
Esko andaba por las calles repletas de personas que mendigaban comida y se apresuraban por alcanzar un plato de comida. Intercambiaban sus posesiones de valor como animales e incluso prendas de vestir por unas verduras en mal estado. Esko caminaba lentamente a causa de la muleta cuando pasó al lado de una mujer que estaba tirada en el suelo. El hombre se quedó mirándola por unos segundos hasta que la mujer lo miró disimuladamente.
—Tienes que ser hoy y ahora —le dijo la mujer a Esko.
El hombre siguió su camino con lentitud cuando de pronto se escucharon varias sirenas de camionetas de los oficiales del poder. Los hombres se bajaron de los autos y las personas comenzaron a correr de un lugar a otro para poder refugiarse y esconderse.
—¡Por favor, quédense donde están! —dijeron en las altas voces de las camionetas. —¡Esto no es un simulacro! ¡Por favor, no se resistan a la autoridad y dejen que los podamos someter! ¡Sientan orgullo de que tendrán el honor de pertenecer a nuestro honorable cuerpo de fuerza!
Las personas que lograron ser atrapadas, les ponían esposas, los formaban en filas y echaban boca abajo contra el suelo. Eso era para quienes habían aplicado cierta resistencia, para los demás los dejaban de pie y eran espectadores de todo lo ocurrido. Los oficiales del poder se iban acercando uno a uno mientras estos suplicaban por su vida y daban sus motivos para no ser ejecutados. Uno de los oficiales de alto rango, salió de una de las camionetas, portando su gran uniforme elegante y diferente al de todos los demás. Tenía el cabello canoso, bien cortado y limpio. El rostro con arrugas muy definidas a causa de los años que ya arrastraba y sus mejillas rosadas dándole una apariencia adorable. Era de estatura media, pero las enormes botas que llevaba la ayudaban a su tamaño. Los oficiales del poder estaban parados en puntos estratégicos y las personas estaban en el suelo empezaban a pedir perdón. El hombre se acercó a uno de los oficiales, tomó su pistola y caminó lentamente mientras veían las cabezas de los apresados.
—¿Tienen idea de por qué hacemos esto? —preguntó el sujeto. —Gran parte de la población global no es consciente del gran valor y honor que amerita ser parte de una de las ordenes más poderosas que el mundo. Ustedes deben sentirse agradecidos del sacrificio del gran Ryzak, quien por él podremos gozar de un futuro mejor, lleno de dicha y esperanza. El mundo requiere esto y su sacrificio lo va a conseguir.
Uno de los tipos que estaban en el suelo, se giró un poco para poder ver al hombre después de dar su discurso. Ambos chocaron sus miradas y con el honor inquebrantable y firme, el prisionero escupió en el suelo cerca a la bota del opresor.
—Que se vaya al diablo el sacrificio de un tirano genocida —dijo el prisionero.
La expresión del alto mando cambio y se acercó al tipo lentamente. Volvieron a verse y este le regaló una sonrisa. Apuntó con el arma a su cabeza, tiró del gatillo y se pudo escuchar el grito de los demás al presenciar la ejecución.
En ese momento, el opresor dio una vuelta para ver a todos y fijó su mirada en Esko, quien se mantenía neutro ante toda la situación, reacción inesperada para el hombre que veía a todos asustados.
—¡Tú! —dijo el hombre. —El de las muletas, ven aquí.
Esko se quedó de pie mientras todos los demás se hacían a un lado para que él pueda pasar. Esko caminó hasta el hombre lentamente. Al estar frente a él y sin ningún motivo, el opresor golpeó el rostro de Esko con tanta fuerza que lo hizo caer al suelo, provocando la indignación de todos y una pequeña manifestación que se calmó con tres disparos al aire por parte del opresor. Después de una macabra risa y demostrando que no había una pizca de empatía en el corazón del hombre, ordenó a los oficiales a que se llevaron a todos a un campo de concentración que estaba a la sabana.
Tras llegar, todos fueron despojados de sus prendas con intimidación debido a que eran apuntados con las armas. Esko fue puesto en otro grupo de personas apartadas de los demás ya que supuestamente estaba lastimando de la pierna. Cuando los oficiales llegaron al grupo de Esko, este se encontraba igual, con la misma mirada fría, seria y sin importancia, como si aceptara su muerte. Uno a uno, fueron obligados a despojarse de sus prendas hasta que un oficial llegó a Esko.
—Ponte de pie —dijo el oficial. Dicha orden no fue acatada por Esko quien siguió sentado sobre una banqueta. —¿No oíste maldito lisiado? Ponte de pie, es una orden.
Al ver la situación, varios oficiales del poder se acercaron furiosos y comenzaron a obligar a Esko. Ante la terquedad del prisionero, la paciencia de uno de los oficiales llegó al límite y sacó su arma para apuntarle a la cabeza.
—O te levantas idiota o empiezas a decir tus últimas palabras —dijo el oficial. —Tú decides.
Esko levantó ligeramente su cabeza y vio a lo lejos tirada en el suelo a la misma mujer que vio en la calle que se trataba de Jade Walker. Miró al oficial, demostró que su pierna no estaba rota y, manteniendo la mirada fría, tomó aire.
—Ahora, Walker —dijo Esko.
El lugar enteró explotó y del aire en naves vexianas comenzaron a caer soldados de la orden. La orden se dictó entre los agrocitas y una batalla se había librado en ese campo de concentración. El mismo tipo que había ejecutado al hombre en la calle, salió corriendo para saber que estaba pasando, pero antes de que se pueda tomar alguna acción, a esa oficina irrumpieron varios soldados de "Vex" que mataron a todos en un abrir y cerrar de ojos dejando solo al opresor que estaba temblando de terror. Con un uniforme que simulaba más una armadura y mostrando su liderazgo, Urko Almeida apareció con un rostro muy serio y el cabello más largo para poder pasar desapercibido entre los demás y poder estar oculto. Ahora tenía una cicatriz en un ojo que estaba totalmente en blanco debido a una ceguera y una pequeña barba que también le ayudaba.
El opresor intentó esconderse, pero fue visto rápidamente por uno de los soldados quien lo tomó del cuello y lo arrastró hasta Almeida.
—Por favor, se lo suplico —decía el sujeto muy asustado y al borde de las lágrimas.
—Maldito cobarde, todavía tienes el descaro de suplicar —dijo Urko muy enfadado. — ¿Cuántos te suplicaron a ti? No mereces una oportunidad.
—Yo solo seguía ordenes, lo juro.
—Y no te cuestionaste si eran correctas. Adivina, yo también sigo órdenes.
—¿En serio?
—Sí, las mías.
Urko sacó una pistola, apuntó a la cabeza y disparó. En cuanto el cuerpo inerte del sujeto cayó al suelo, entraron en la oficina Jade y Esko.
—¿Qué hacemos ahora, señor? —preguntó uno de los soldados.
—Liberen a todos los prisioneros, maten a todos los oficiales del poder y quemen este lugar —respondió Urko.
—¿Qué hay con lo otro? —preguntó Jade. —Venimos comunicados ya hace tiempo.
—Contacten a Parker. Díganle que nos unimos a la guerra.
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