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Juventud

Un adolescente mal vestido, con la ropa sucia y rota, pero intentando mantenerlo decente, se iba acercando poco a poco a un cuerpo tirando en un callejón. Estaba solo y asustado y llegó a ese lugar buscando que comer de entre la basura. Se podía oír el ambiente del tránsito y algunas sirenas de las camionetas de los oficiales del poder.

El muchacho iba con un palo de madera sujeto de su mano derecha y con su brazo izquierdo sostenía algunos alimentos que había podido rescatar. Su cabello rizado se volado con el aire y le dificultad poder ver en ocasiones, ya que su frente era cubierta por esta característica y le provocaba comezón.

Cuando estuvo cerca al cuerpo se percató que era el de una chica de cabello corto y negro, con una vestimenta bastante dañada y hecha trizas por todos lados. Ella también estaba lastimada por todo su cuerpo y en especial por su espalda. Se le podía llegar a ver unas cicatrices enormes producto de una flagelación y la ropa que tenía el muchacho la conocía, era de los cazadores, o al menos de quienes vivían en esa civilización.

Con el palo, el chico intentó despertar a la joven, golpeando en su hombro delicadamente. Sin embargo, al notar que eso no servía y que la joven seguía en la misma posición, comenzó a golpear más fuerte y el temor se iba disipando. La intensidad de los golpes fue aumentando y la joven seguía sin responder. El chico comenzó a gritar en un último esfuerzo por verificar el estado de la joven y entonces tuvo una idea. Tomó el palo con firmeza y volvió a golpear, pero esta vez en la espalda.

El dolor se sintió en todo el cuerpo y entonces la joven se levantó gritando de dolor e intentando llevar sus manos a la espalda. El muchacho se cayó hacia atrás debido al susto y el palo quedó lejos de él. La joven volteó para ver al joven revelando que se trataba de Arlet, pero el chico no lo sabía. Rápidamente, el adolescente giró la cabeza y puso sus manos frente a él para evitar poder ver. Arlet no entendí nada, pero al ver a donde dirigían las manos del chico se percató de que se trataba al verlo ella también. La ropa había terminado tan desgastada y rota que la parte del hombro izquierdo que estaba herido, había quedado destruida y al descubierto totalmente, dejando al aire el pecho de Arlet.

La joven se cubrió con ambas manos zona descubierta y el chico, aún sin mirar, se acercó a los objetos que había recogido y tomó una camiseta super grande que se la dio a Arlet.

Ella tomó la vestimenta, se dio vuelta para que el chico no la vea y se retiró la prenda dañada. La curiosidad le ganó al joven y no pudo evitar girar para ver a Arlet. Su espalda estaba destrozada, pero por alguna extraña razón, sus heridas estaban sanando sin ningún problema y a una gran velocidad. Arlet se puso la camiseta, se dio vuelta y el chico volvió a girar para aparentar que nunca vio nada.

—Ya está —dijo Arlet con la voz cansada. —Gracias.

—No sabía si aún estabas... —dijo el muchacho mientras movía los brazos sutilmente para hacer entender a Arlet lo que quería decir.

—Siento eso. ¿Cómo te llamas?

—Soy Derek.

Arlet cambió su expresión al oír el nombre del chico. Bajó la cabeza por un segundo mientras intentaba tragar saliva con normalidad, pero el nudo que se le había hecho le impedía poder realizar esa acción.

—Pues es un placer, Derek —dijo Arlet con mucho pesar y dificultad.

Derek volvió a rebuscar entre sus cosas y sacó un pedazo de pan. Le arrancó las partes que estaban con hongos y le estiró su brazo ofreciéndoselo a Arlet.

—Te ves hambrienta —dijo Derek.

Arlet miró al chico, agachó la cabeza y al movió de un lado a otro, negándose a la invitación que se le ofrecía.

—No niño —dijo Arlet mirándolo. —Probablemente eso es para alguien más o incluso para ti.

—No tengo a nadie, pero, aunque fuera para mí, siempre hay alguien que lo necesita más —respondió Derek.

Arlet le mostró una ligera sonrisa y aún con duda, tomó el pedazo de pan que le ofrecía Derek. Su estómago comenzó gruñir en cuanto puso sus manos sobre el pan y a la velocidad de la luz, Arlet comenzó a devorar el pan.

—Gracias —dijo Arlet con la boca llena.

—¿Qué te pasó? —preguntó el niño.

—Me... Resbalé.

—¿De dónde? ¿Un décimo piso?

—Es una larga historia.

—Imagino que sí.

—¿Sabes dónde estoy?

—Un callejón.

Arlet miró sarcásticamente al chico mientras seguía comiendo, lo que le causó gracia a Derek porque la broma le había salido según lo tenía planeado.

—Eres muy inteligente —dijo Arlet con sarcasmo.

—Lo sé. Esta zona ahora es conocida como "El Cráter". Después de lo que pasó esa vez, es algo que caracteriza mucho.

La joven se limpió la boca con la mano, se levantó con dificultad y a punto de caerse de no ser porque Derek la ayudó. Arlet se separó del chico en cuanto estuvo de pie haciéndole saber que podía sola y no debía preocuparse. Arlet caminó hasta la entrada del callejón con lentitud aún adolorida y vio a varios oficiales del poder rodando las calles y en todas las esquinas junto con sus camionetas y más.

—Maldición —dijo Arlet en voz baja al ver todo el panorama.

—Fuiste tú, ¿verdad? —preguntó el niño parado detrás de Arlet. —Tú lo hiciste.

—No niño, no tengo nada que ver.

—No tienes que ocultarme nada, no soy un informante o espía. Además, si lo fuera, sería muy estúpido si intentara hacerte revelar esa información preguntando tan directamente.

En ese momento, Arlet se percató que aquel niño realmente era muy listo. Entendía el entorno en el que estaba y entendía el mundo en el que vivía. Era otro superviviente como los demás.

—Sí eres muy inteligente por lo visto —dijo Arlet.

—¿Viniste a salvarnos? —preguntó el muchacho. —Eres el diamante.

Arlet giró su cabeza para ver a Derek con el ceño fruncido y decir nada. En ese silencio, el chico sonrió aliviado al ver que la falta de palabras de Arlet sustentaba su teoría.

—Gracias de nuevo —dijo Arlet.

En la base de "Vex", Hazel seguía viviendo el proceso de recuperación de Liv y Price. Claramente, la naturaleza de Price le ayudaba para recuperarse más rápido y a comparación de Liv, él ya había despertado y estaba a unos días de darse de alta.

Hazel entró a la habitación de Price mientras era atendido de sus heridas en la espalda. Tenía a una enfermera desinfectando sus heridas mientras Price se quejaba del dolor causado.

—Ya hemos terminado joven —dijo la enfermera.

—Gracias enfermera —respondió Price colocándose con cuidado la bata medica.

—Regresaré más tarde para aplicarle más antibióticos y seguir tratando sus heridas. Recuerde que debe seguir tomando los extractos de betarraga.

—Seguro.

En ese momento que iba saliendo la enfermera, Hazel iba entrando. Al pasar a su lado, la joven agradeció los cuidados a la enfermera y se acercó a Price.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Hazel.

—Mucho mejor ahora que estás aquí —respondió Price.

—Escuche que en unos días podrán darte de alta.

—Genial, el reclutamiento ya se retrasó demasiado.

—Ya le hablé con Aramis, buscaremos a alguien más para que pueda hacer tu misión.

—¿Qué? No, yo iré.

—Price estás muy delicado, debes descansar todavía unos días más.

—Tú me encargaste esa misión a mí. Iré por Elise y Saiko, estaré bien.

—No quiero ponerte en riesgo otra vez.

—Fue un mal calculo, iré solo. Tendré cuidado.

En ese momento, Londra llegó corriendo hasta la habitación. Al llegar, tanta fue su velocidad, que tropezó con sus propios pies y cayó de cara en la puerta de la habitación, provocando que su nariz comience a sangrar.

—Dios mío—dijo Hazel acercándose deprisa a la joven- —¿En qué estabas pensando? ¿Por qué corres así?

—¿Estás bien? —preguntó Price desde la cama.

—Sí, no se preocupe — dijo Londra, lo que dio cuerda a que comience a hablar. —No es la primera vez que me pasa. Hace años iba corriendo por la calle después de comprar un jugo de durazno y unas galletas y tropecé con la acera, pero esa vez fue diferente porque caí sobre excremento de perro. Era mucho, parecía una montaña y eso amortiguo mi caída. Estuve con olor a excremento casi todo el día, pero pude cenar bien. Las galletas estaban deliciosas, aunque el jugo no tanto, creo que ya habría caducado...

—Bien, ya entendimos —dijo Hazel. —Londra, ¿verdad?

—Londra Solans a sus órdenes.

—Gracias Londra. Ahora, ¿puedes decir la razón de por qué corrías así?

—Ah sí, hay unos chicos afuera que la buscan.

Hazel salió junto a Londra quien llevaba un trozo de algodón metido en la nariz para detener la hemorragia y con la cabeza hacia atrás. Al llegar a su destino, Hazel se encontró con Ysamar, Rose, Niel y Joseph. Hazel dio un respiro de alivio al ver que ya habían llegado uno de los tanto reclutados. Niel y Hazel se acercaron rápidamente para darse un fuerte abrazo.

—Dios, cuanto tiempo —dijo Hazel al borde de las lágrimas.

—Siento que la situación tenga que ser así —respondió Niel.

Londra se acercó a Rose para poder saludarla a causa de su llegada. El dar de Londra era torpe debido a que no podía ver nada ya que su cabeza estaba inclinada hacia atrás.

—Hola —dijo Londra muy emocionada. —Qué bueno que hayas regresado.

—¿Qué te pasó? —preguntó Joseph con una sonrisa en el rostro un poco burlesca.

—Tropecé cuando iba a contarle a la señorita Parker que ustedes habían llegado.

—No pongas la cabeza hacia atrás, te ahogarás con tu propia sangre —dijo Rose mientras le colocaba la cabeza a su posición original.

—Vaya, muchas gracias, básicamente salvaste mi vida. Es como aquella vez en que salvé a un soldado de atorarse con un trozo de pollo. Se había puesto morado y ya en el suelo lo golpeé con fuerza en el estómago y lo escupió.

—¿Es tu amiga? —preguntó Joseph a Rose.

—Solo la vi una vez. ¿Y tu mascota cucaracha? —preguntó Rose.

—No lo sé, es un alma libre. No podemos retener a nadie a quedarse con nosotros. A veces solo estamos aquí para ayudar en la formación de algunas personas y que sean mejores personas. Considero que soy así, un apoyo para los demás para que puedan ser mejores.

—¿Qué hay de ti?

—Yo evoluciono con ellos. Te sorprendería cuanto puedes aprender de las personas con solo ver, escuchar y hablar. 

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