
Hermosa
Al llegar al orfanato, Bruce fue recibido por dos monjas que se quedaron hablando con los oficiales mientras él esperaba en el auto. Después de unos minutos, un oficial llegó, abrió la puerta del auto y Bruce bajó del vehículo para dirigirse a la entrada del orfanato. Una de las monjas intentó hablarle, pero el niño no respondía. Mantenía su mirada fija en un solo punto y se le veía cansado.
Al no recibir una respuesta, Bruce ingresó al orfanato y fue llevado a una habitación donde habían muchos niños durmiendo en varias camas distribuidas en todo el lugar. Lo dejaron en una de las camas y el niño colocó sus pertenencias bajo esta. Sin cambiarse de ropa, Bruce se echó en la cama en posición fetal para poder dormir, pero simplemente no podía a causa de la tristeza y el miedo, pero tampoco tenía fuerzas ni lágrimas para continuar su llanto.
Al día siguiente por la mañana, Bruce se dirigió al gran jardín que tenían y observó la cantidad enorme de niños que había en ese lugar. Todos corriendo en un lado a otro muy eufóricos y felices, jugando con juguetes ya gastados e imaginando todo un mundo de fantasía. Al ver tal escenario, pensó que quizás no todo era tan malo, parecía un lugar agradable, con muchos nuevos amigos a los cuales conocer y para empezar de cero.
Bruce caminó por el césped mientras veía a todos con una ligera sonrisa en el rostro, cuando a lo lejos vio un gran árbol sobre una pequeña colina, donde las hojas hacían sombra al sol y la brisa acariciaba el rostro. Caminó hasta ahí y al sentarse en las faldas del árbol, sintió como el pasto lo abrazaba y el viento le susurraba suavemente al oído, era pacifico. Se sentía mucho mejor a pesar de todo el cambio abrupto que había sufrido.
Comenzó a sonreír cuando escuchó como las ramas del árbol iban moviéndose bruscamente, como si alguien estuviera pasando de una rama a otra. Observó bien y sintió como alguien caía desde arriba y aterrizaba en el suelo, pero el ruido venía desde atrás del árbol. Al acercarse lentamente vio a una pequeña niña limpiándose la tierra y quitándose las hojas. Estaba de espaldas a Bruce y no podía ver su cara, cuando de pronto se giró. Bruce quedó maravillado, era la niña más hermosa que jamás había visto, con el cabello de color castaño, ondulado, de piel clara, pero lo que más le gustaba, eran sus ojos grandes y de color verde. Bruce estaba paralizado, había sido flechado en ese momento por la niña, jamás había sentido algo así por alguien.
La niña lo miró por un segundo y luego le sonrió amablemente. Intentó acercarse, pero entonces Bruce reaccionó y entró en pánico.
—Hola —le dijo la niña con una dulce voz que enamoraba más a Bruce. —Tú debes ser el nuevo aquí, ¿cómo estás?
—Yo... —intentó hablar Bruce sin ningún éxito debido a sus nervios.
—Rayos, lo siento tanto, fue muy rápido. Sé lo difícil que es estar aquí en tu primer día. Iré más lento, ¿te parece bien?
—Sí.
—Tranquilo, solo quiero conocerte, ¿cómo te llamas?
—Bruce.
—¿Solo Bruce?
—Bruce O'Claire.
—Pues es un placer Bruce. Yo me llamó Alex, Alex Jennings.
—Un...Un placer.
—Veo que descubriste a "Agros".
—¿"Agros"?
—Es el nombre del árbol. No lo descubrí yo porque es casi imposible que alguien no lo haya visto con lo grande que es, pero nadie más viene aquí y lo usé como mi lugar feliz.
—Es genial.
—Puedes usarlo también y venir cuando quieras, pareces ser un chico interesante.
—No tengo nada de interesante.
—No seas tan duro contigo. Entiendo la razón por la que estás aquí, todos lo estamos por eso. A unos les fue peor a que a otros, pero todos estamos aquí por lo mismo. Que ese momento no te ciegue de tu personalidad, no te conozco, pero seguro no eres así.
—Yo...
Bruce no sabía que decir, solo admiraba a la niña en cada gesto que hacía, en cada palabra, en cómo se movía su cabello con el viento. La niña se acercó a Bruce, puso su mano en la mejilla del niño, le sonrió y se fue.
—¡Adiós Bruce! —gritó la niña mientras se iba corriendo.
—Adiós —respondió Bruce en voz baja, mientras la niña se iba.
Ya en la noche, cuando todos se preparaban para dormir, Bruce decidió al fin ponerse una ropa idónea para poder estar más cómodo. Se dirigió a los baños y al llegar vio varios cuartos pequeños con inodoros, las duchas estaban en otros pequeños cuartos frente a los de los inodoros y había un gran lavado al entrar a ese ligar. Ingresó a uno de los cuartos que tenía inodoro y comenzó a desvestirse para después colocarse las otras prendas. Cuando estaba saliendo, vio a un niño lavándose los dientes. Era más pequeño que Bruce y tenía pecas por todo su rostro. Su cabello era rizado y pelirrojo y tenía una nariz pequeña, pero unas orejas muy grandes.
—Vaya, tú debes ser nuevo que llegó ayer por la noche —dijo el niño. —No te vi en todo el día, quería conocerte.
—Hola —le respondió Bruce con timidez.
—No tengas miedo amigo, no te haré daño. Sé que este lugar es nuevo para ti, pero te acostumbraras. Me llamó Harold, Harold White.
—Soy Bruce O'Claire.
—Un placer Bruce. Como te dije, te acostumbras. No es tan malo como parece. A menos que...
En ese momento, un grupo de cuatro chicos, mucho más grandes que Bruce y Harold, entraron al baño al notar que no había nadie más que ellos dos. Uno de ellos cerró la puerta y se quedó ahí para cuidar de que nadie entré. Los otros tres ser acercaron, pero había uno en especial, el que estaba al medio de los tres, que parecía ser más importante a los demás. Tenía el cabello negro y los ojos rasgados ligeramente. Bruce se asustó un poco y comenzó a retroceder, pero entonces solo siguió caminando el chico de en medio. Se arrodilló y miró a Bruce fijamente para mostrarle una sonrisa y luego le estiró la mano.
—Hola —le dijo el chico. —Solo veníamos a saludarte y a darte la bienvenida al lugar.
—Pareces estar asustado —dijo el chico que estaba a la derecha.
—Lo siento, no quisimos espantarte. Me presentó, soy Archie Fitzgerald.
—¿Qué diablos quieren ustedes? Déjennos en paz —dijo Harold muy molesto.
—Tú cállate maldito orejón —respondió el chico que custodiaba la puerta.
—Vete al diablo Steven.
En ese momento, uno de los chicos se acercó a Harold y lo golpeó en el abdomen tan fuerte que lo dejó sin aire y en el suelo. En ese momento, Bruce entendió que algo no andaba bien, que esos chicos no eran fiar y que estaba en problemas.
—Solo queríamos saludarte y que esperamos que tu estancia en este lugar sea muy placentera —dijo Archie. —Que no te intimide esto, eso le pasó por abrir la boca. A veces las personas sobrepasan una línea muy delgada y deben ser castigadas para aprendan que no pueden ir por el mundo sin reglas. Nosotros nos encargamos de eso, de poner reglas y de hacer que los demás las obedezcan. Eso es todo lo que debes hacer, obedecer. ¿Queda claro?
—Sí —respondió Bruce muy asustado.
—Genial, así será mejor. Vámonos.
Los tipos se fueron y la bondad de Bruce lo hizo reaccionar e ir a ayudar a Harold. Todo lo bueno que había sentido en la mañana, se había esfumado en un segundo y había recibido un duro golpe de la realidad.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro