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Carta

Todos intentaban mantenerse con los pies sobre la tierra. Ceder a la locura de todo del ambiente podría poner en riesgo toda la cordura y objetivo de los soldados. Se había dejado en claro que nadie se quedaría en la base el día del ataque. Todos pelearían sin excepción, cualquier mínima ayuda iba a ser importante.

Los planes seguían en curso, Hazel, Lapadat y Santaolalla iban ajustando los últimos detalles mientras todos los demás iban entrenando. Arlet hablaba con Price y entonces las puertas de la entrada de la base se abrieron. Liv apareció sola, miró a Arlet y a Price y se hizo a un lado. Barra apareció entre las sombras y observó toda la base. Los vexianos se veían intimidados y un poco asustados, estaban alerta con la presencia de Vatra. Arlet y Price se acercaron al dúo y ellos a su vez se acercaron a ellos.

—No lo imaginaba así—dijo Vatra con una sonrisa en el rostro.

—El hotel de lujo está cerrado por mantenimiento—respondió Liv con sarcasmo. —Por mientras estamos aquí.

—Bueno, siempre y cuando puedan darme una manta para el frío.

Arlet y Price se pararon frente a ellos y Vatra no podía esconder su risa. Habían pasado muchos años y siempre los recordaba.

—Lamento llegar tarde—dijo Liv.

—Fue un viaje largo—agregó Vatra. —Siempre es bueno verlos chicos. O'Claire, te queda bien el corte. Deberías afeitarte Collins.

—Han sido años difíciles—dijo Price.

—Sí, dímelo a mí. Tuve que pasar gran parte de mi vida en cautiverio después de que escape. Tuve que tragar arroz licuado y pasado por un tubo.

—¿En serio? —preguntó Arlet.

—En serio. Cuando tuve comida de verdad la comí de un bocado. Intenta comer de la manera en que lo hice y dime si no te trataría un elefante.

Todos seguían viendo a Vatra con cautela, con el ceño fruncido, molestos y algunos temerosos. Vatra notó esto y trató de no darle importancia, pero se le notaba en su rostro que le afectaba la manera en que lo miraban.

—Hazel va a querer verte—dijo Liv tras ver lo mismo que Vatra.

—Seguro, hay q conocer al equipo. Aunque puedo identificar a algunos—respondió Vatra.

Liv, Vatra, Arlet y Price se presentaron ante Hazel quien seguía ocupada trabajando en el plan. Apenas Vatra entró, todos dejaron de hacer lo que estaba haciendo para apartarse un poco. Hazel fue la única que se quedó de pie mirando a Vatra.

—Como lo ordenaste—dijo Liv.

—Parece que ya me esperaban—dijo Vatra mirando a todos. —Por favor, no les haré nada. A menos que me den motivos.

—Vatra.

—Es un chiste, ya no se puede decir nada aquí.

—Gracias por venir Vatra, nos alivia saber que tenemos tu ayuda—dijo Hazel.

—Sí, gracias por considerarme. Me hicieron sentir amado—respondió Vatra. —¿Cuál es el plan?

—Destruir “Agros”.

—Vaya, tienen el mismo deseo y sueño. A veces también me levanto pensando en ello.

—Eso parece. Antes que nada, ponte cómodo, hay habitaciones disponibles para que puedas descansar.

—Eso me vendría bien.

—Parker, tengo dudas respecto a… —intentó hablar Saiko.

La joven se detuvo en seco en cuanto vio a Vatra. El hombre se dio la vuelta, la miró y no supo que hacer o decir. Estaba helado, ambos, pero Saiko sentía rabia.

—¿Por qué no se me ocurrió eso? —se preguntó Vatra a sí mismo.

—¿Qué hace él aquí? —preguntó Saiko muy furiosa.

—Saiko—intentó calmarla Hazel. —Necesitamos toda la ayuda posible, sé que lo entiendes.

—Entiendo que quisieron burlarse de nosotras.

—Saiko—dijo Arlet. —Yo sé que lo que pasó entre ustedes fue algo grave, pero esta guerra, esa batalla, es más importante que cualquier discusión o problemas que tengan.

—Claro, tú no tienes que lidiar con ello. Este maldito, nos torturó durante años a Elise y a mí.

—Y lo sé, pero en ese momento, ambos tenemos un enemigo en común. No dejemos que nada nos separe en este momento.

Saiko se acercó a la mesa, dejó los papeles que traía consigo sobre ella u se acercó a Vatra llena de ira.

—Si te acercas a ella, juro por Dios que te haré trizas—dijo Saiko.

—Quisiera ver que lo intentaras—respondió Vatra. —Estoy aquí por “Agros”, no por ustedes. Hay una misión que es más importante ahora y daré mi vida por ello. No por ustedes, ni por alguno de los que está aquí, sino por mí.

Saiko salió de la habitación y Vatra quedó con la cabeza agachada y pensativo. Levantó ligeramente la cabeza y vio como todos habían cambiado la mirada de temor por una de confusión.

—¿Estás bien? —preguntó Hazel.

—Por supuesto que sí, claro—respondió Vatra con una sonrisa. —¿Ya me dirán donde voy a dormir?

Liv llevó a Vatra hasta su habitación, el hombre dejó el poco equipaje que tenía y comenzó a ver todo.

—Quizás no sea mucho, pero servirá—dijo Liv.

—Seguro. De hecho esto es lujoso. A veces dormía en el sillón que viste o a veces ni dormía.

—Lo siento.

—No te preocupes, uno se acostumbra a ello.

—Bueno, te dejo para que te instales.

Liv salió de la habitación, cerró la puerta y dejó solo a Vatra. El hombre comenzó a caminar por toda la habitación, totalmente en silencio y mirando a todos lados. Estaba triste, se le veía en el rostro. Se sentó sobre la cama mirando a suelo. Tomó su maleta y de su interior sacó unos papeles. Comenzó a leerlos y las lágrimas caían sobre el papel. Lo que leía eran los expedientes de Elise. Los documentos hablaban sobre los experimentos que Vatra había realizado en su hermana.

Tiró los papeles y se cubrió el rostro, apretó fuerte debido a la rabia. Volvió a sacar más papeles de la mochila y ahora era una carta. Una de Saiko de cando eran parejas y le confesaba sus sentimientos, donde le decía cuanto lo amaba, pero recalcándole que Elise sufría mucho, pero que sin importar nada, iba a seguirlo hasta el fin del mundo. Vatra se echó en la cama en posición fetal mientras abrazaba con fuerza dicha carta hasta que por fin se quedó dormido

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