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Asco

En otra parte del mundo, donde la civilización parecía ser más refinada, apegada a las leyes y con una característica extravagancia en su cultura, Arlet llegó sin llamar la atención y mezclándose con los demás. Las personas eran muy elegantes, pero los trajes que llevaban eran muy exóticos, pomposos y llamativos.

Tenían costumbres distintas y algunos incluso llevaban personas como si fueran mascotas. Atados con correas en el cuello u paseando como si fueran animales. Eran incluso vendidos para las personas de recursos elevados y que podían costearse tales lujos. La esclavitud era bien vista y aceptada por la ley. Las personas oprimidas eran quienes habían cometidos crímenes en contra del régimen, pero que no eran tan graves como para ser sentenciados a muerte o para que terminen en la isla.

Arlet había logrado pasar cerca de dos días en aquel lugar, infiltrada como una ciudadana más de alta alcurnia. Pasaba investigando por todos lados para poder encontrar a su objetivo, un club de entretenimiento liderado por un hombre llamado Aidan Green y eso la llevo a hacerse amiga de un asqueroso oficial del poder llamado Francesco que todo el tiempo intentaba conseguir una noche de pasión con ella. Arlet, tras atar algunos cabos y entender bien la situación con ese hombre, acepto pasar la noche.

La joven se dirigía a verlo donde la citó. Era un lujoso hotel atendido en su mayoría por esclavos atados de pies y manos, sucios y con un olor hediondo, pero estaba bien vestidos. Arlet iba vestida con un vestido de color negro que marcaba su figura a la perfección. Se acercó al mostrador, solicitó la habitación en donde la esperaban y fue acompañada de la mano de un esclavo. Un hombre anciano que tenían múltiples golpes por todo el rostro.

Mientras iban caminando, Arlet debía fingir ante los demás ser una de ellos, pero en cuanto el hombre la dejó en la puerta de la habitación, lo tomó del brazo cuando se disponía a irse y lo miró a los ojos.

—Juro por ti y por los que has perdido en estos años, que haré que ellos paguen por lo que te hicieron —dijo Arlet.

El hombre no supo que responder, pero por su mirada llena de lágrimas se podía intuir que había sentido la esperanza en un juramento cargado de ira. Mismo sentimiento que él cargaba.

El hombre se fue, Arlet llamó a la puerta y Francesco lo recibió. Era un sujeto de estatura baja, con alopecia y muchas arrugas por todo el cuerpo. La esperaba con un extraño traje negro que estaba muy pegado a su piel de lo que parecía ser un material que reflejaba la luz. Además, tenía una extraña máscara del mismo material.

—Tardaste un poco —dijo el hombre con una voz ronca, rasposa e intentando ser atractivo.

—Tenía que hacerte esperar para que lo desees más —respondió Arlet siendo más sexy, pero aguantando el asco que sentía en ese momento. —No esperemos más, el momento ha llegado.

La joven cerró la puerta y Francesco saltó a la cama para ver el espectáculo de como Arlet intentaba seducirlo. Se puso a los pies de la cama mientras Francesco la veía y con movimientos sensuales comenzó a desvestirse dejando ver una lencería del mismo color del vestido. Francesco estaba hipnotizado por tremendo momento, Arlet lo seguía teniendo cada vez más en sus manos. Comenzó a acercarse a él, lo empujó en la cama y se subió sobre él, pero mirando a sus pies. Comenzó a moverse sensualmente generando más placer en el hombre.

—Ay Dios, esperé mucho este momento —dijo Francesco con su asquerosa voz.

Francesco se levantó para poder tocar a Arlet quien seguía sobre él generando aún más repudio en ella. No sabía podía estar haciendo todo eso, pero la misión debía seguir y lo que hacía tendría una gran recompensa, la caída de "Agros".

—También yo cariño —respondió Arlet. —Pero, ¿sabes qué es lo que ahora quiero?

—Tú eres quien manda —dijo el hombre.

—Respuesta, y sé exactamente como las conseguiré.

Arlet le dio un golpe en la nariz con su codo, se dio la vuelta, se levantó, giró al hombre y lo tomó del cuello con sus brazos y apretó con fuerza.

—¿Qué estás haciendo? Maldita —dijo el hombre con dificultad.

—Háblame de Aidan Green antes de que destrocé tu cuello en diez partes diferentes —amenazó Arlet.

—No sé de quien me estás hablando.

Arlet se levantó y aprovechó que Francesco intentaba recuperar el aire para tomarlo del brazo y romperlo, generando un grito de dolor que podría llamar la atención de cualquiera. Arlet se percató que en el suelo estaba la ropa interior de Francesco, así que la tomó y se la metió en la boca. Volvió a ponerse sobre él y comenzó a golpearlo muchas veces y con mucha fuerza.

—Tienes muchas extremidades más —dijo Arlet. —Dime lo que quiero saber antes de que rompa todos los huesos que tienes y una vez que termine me inventaré otros huesos para poder seguir rompiéndolos.

El hombre se resistía a hablar por cómo se mostraba a Arlet y su rostro desafiante. Ya cansada y harta por de la situación, Arlet tomó la pierna del hombre y volvió a hacer lo mismo. Esta vez no se escuchó por la prenda que tenía en su boca. El hombre comenzó a llorar, a mover la cabeza y estaba hablando. Arlet le quitó el trapo de la boca para que hombre pueda hablar.

—¡Edificio "Dark Paradise"! —gritó el hombre de dolor. —¡Se refugia ahí, es el jefe del edificio! ¡Realizan ventas de mujeres esclavas o directamente las secuestran y las hacen pasar como una!

—¿Qué hacen con ellas?

—¡Lo que ellos quieran! ¡No hay límite!

Arlet se apartó de la cama y comenzó a pensar en todas las atrocidades que pudieron haberle hecho a la persona que estaba buscando. El hombre estaba llorando de dolor sobre la cama. La rabia de que ese asqueroso sujeto estaba metido en ello y que muchas mujeres estaban sufriendo por personas como él, le nubló el juicio y la llevó a su decisión.

Arlet y Francesco estaba en el piso 15 de ese hotel, cuando un balcón que dejaba ver toda la hermosa ciudad. La joven tomó a Francesco del cuello y lo llevó hasta el balcón. Ambos sintieron el frio viento y Francesco intuyó al instante las intenciones de Arlet.

—En nombres de todas a las que les hiciste daño, vete al infierno maldito idiota —dijo Arlet muy furiosa.

—¡No por favor! ¡Haré lo que quieras, te daré lo que quieras! —comenzó a gritar el hombre muy asustado.

—No podrás resolver todo el desastre que hiciste y menos puedes darme lo quiero. Con un poco de suerte y sales ileso. Comprobémoslo.

Arlet empujó al hombre del balcón y solo se escuchó su grito de desesperación mientras caía.

Una pareja que estaba disfrutando de su noche, bebiendo champagne y riendo, vieron como Francesco iba cayendo. El cuerpo impacto contra el suelo dando fin a su vida y dejando una satisfacción muy grande que Arlet. Su objetivo ahora estaba en ese edificio junto con ese hombre y lograr salvar a todos aquellos que estaban siendo afectados por la malicia de estas personas. 

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