𝑐𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 22
Voten y comenten si quieren otro cap hoy
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-¿A donde vamos?-preguntó su infantil y tierna voz mientras tocaba los troncos de los árboles.
Leven caminaba a su lado, sosteniendo su mano para evitar que el menor se perdiera.
-Buscaremos cuerpos.-Carlo la miró confundido.
-¿Cuerpos?-la pelinegra asintió.-¿Para qué?
-Enterrarlos, en el mar, así pueden descansar.-respondió girándose rápidamente en cuanto escuchó un ruido.
-¿Que es eso?-preguntó el menor en un susurro.
-No lo se.-murmuró, cargándolo con facilidad, subiéndolo a sus hombros.-Sube al árbol.-ordenó en voz baja, el menor obedeció torpemente, pues sus botas lo hacían resbalar y sus pantalones no lo dejaban moverse totalmente.
Leven escondió al ciervo entre un montón de arbustos, acostado y totalmente oculto.
Posteriormente subió al mismo árbol que Carlo, llevándolo un poco más arriba, ambos miraron hacia abajo con cuidado.
Lo siguiente que vieron fue una flecha, atravesando el cuerpo de un pequeño roedor.
Leven cerró los ojos con pesar, ante la vida que se había perdido justo frente a ella, mientras el pequeño solo miraba curioso a aquel hombre que jamás en su vida había visto, pero que vestía ropas como las suyas.
-¿Quien es?-preguntó el pequeño.
Leven entrecerró los ojos, mirando al desconocido.
No recordaba haberlo visto entre los piratas.
-No se.-respondió en un susurro, Carlo se encogió de hombros, recargando su cabeza sobre el hombro desnudó de Leven.
Ambos se quedaron ahí, mirando al hombre desconocido de cabello oscuro y como inspeccionaba a su presa recién capturada.
¿De donde vendría? ¿Cómo llegó? ¿En que momento lo hizo? ¿Estaba solo o debería cuidarse de una tripulación más?
Leven tenía tantas preguntas y ninguna de ellas tenía respuesta.
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-Te prometo que lo encontraremos Rubí.-dijo Luke, acariciando el cabello de su hermana.
-No puedo esperar más.-sollozó.-Quiero a mi niño, lo necesito aquí conmigo.-el rubio la abrazó con fuerza.
-Yo voy a buscarlo sin descanso, te prometo que no me detendré hasta encontrarlo, solo entonces volveré, lo juro.-aseguró serio.
-Por favor tráelo sano.-pidió entrecortadamente, abrazándose al ojiazul con fuerza.
Luke asintió, alejándose de la rubia para dejar que Franco se despidiera de ella, pues ambos, junto a Leonardo y Henderson iban a adentrarse en el bosque para buscar a Carlo, incluso pasando la noche ahí.
Solo les quedaba pedirle al cielo que el menor estuviese sano y a salvo.
Aunque ellos no tuvieran conocimiento de su paradero, definitivamente el pequeño Carlo estaba perfectamente bien, tal vez con uno o dos raspones en sus rodillas por haber cortado sus pantalones.
Y una que otra piedrita que se había enterrado en sus desnudos piecitos, aunque él estaba feliz, la tierra se sentía increíble contra las plantas de sus pies, el calor había disminuido y ahora tenía más movilidad, no importaba que estuviera semidesnudo, pues era un niño y el no le veía nada malo a eso.
Mientras los piratas volvían dentro de la selva, llamando a Carlo en voz alta, en hombre desconocido cocinaba en soledad su presa de hace unos minutos y Leven junto a Carlo y Zuiverheid caminaban por ahí, recogiendo los pocos cuerpos que el incendio había dejado.
-¿Cantas?-preguntó el pequeño, cuando se detuvieron a comer frutas.-Mi mamá siempre me canta cuando hacemos cosas.
-Si.-respondió Leven, dándole una mordida a su mango.
-¿Puedo escuchar?-preguntó sonriente, Leven negó.-¿Por qué?-preguntó confundido.
-Leven no quiere lastimar a Carlo.-susurró con una mueca.
-¿Lastimarme?-realmente no estaba entendiendo nada.
Leven asintió.
-¿Por qué harías eso?
-Estaba enojada ayer, leven tiene que estar tranquila para no dañar a alguien cuando cante.-respondió con una pequeña sonrisa.
-¿Y porqué cuando estés tranquila no me harías daño?
-Solo habrá amor aquí.-susurró señalando su corazón.-Cuando no solo hay amor, es peligroso.
-Mmm, ¿es como la historia que me contaste anoche de las sirenas?-Leven asintió cabizbaja.-Genial.-admitió.
La mayor lo miró con la cabeza ladeada, ¿le parecía genial pensar que ella podía ser una sirena?
¿No se asustaría igual que Luke? Esperaba que no, pues no quería sentir aquel dolor irreparable en su pecho de nuevo.
-Me encantaría poder escucharte cuando sea seguro.-murmuró el castaño, mordiendo una ciruela.-Yo me se una canción.
-Canta.-pidió Leven, con una gran sonrisa.
El menor, apenado, comenzó a susurrar la canción de cuna que su madre cantaba para él cada noche, repitiéndola un par de veces para que Leven comenzara a murmurarla junto con él.
Sin esperarlo, el desconocido volteó hacia atrás, frunció el ceño al escuchar un ruido casi angelical.
No dudó mucho en caminar unos cuantos pasos más, en busca de aquel sonido, con su arco y flechas listos para atacar en cualquier momento por si algo lo sorprendía.
Y si, se sorprendió pero no de la forma que esperaba.
Frente a sus ojos, a unos veinte metros más o menos, había una bella mujer vistiendo sólo una diminuta falda y un niño frente a ella, ambos cantando en voz baja mientras un ciervo descansaba junto a ellos.
Sonrió con maldad, mordiendo su labio al notar los bellos senos de la pelinegra en cuanto alejó el cabello de su pecho.
¿Hacía cuanto no estaba con una mujer?
Mucho tiempo, desde que lo condenaron a la horca hace unos cuatro meses, después de asesinar a una familia entera.
Y es que aquella tormenta que lo llevó a naufragar a penas hace un día le había venido perfecta, justo a uno o dos meses en barco para llegar al lugar en el que se le ejecutaría, tuvo una nueva oportunidad de libertad.
No se alejó de ellos, simplemente se quedó ahí observando con detenimiento, calculando todos sus movimientos y siguiéndolos silenciosamente como un depredador acechando a su presa.
Y es que en realidad en eso se habían convertido.
Los miró recoger cuerpos de animales pequeños y grandes, para regresar por el mismo camino y dejarlos sobre una especie de lancha, llena de más cuerpos.
Después los siguió hasta el lugar en el que pasarían la noche, una cueva pequeña, en la que también los observó dormir.
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