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Capítulo 07


"Para las guerras hay sacrificios, y estoy dispuesta a ser uno."

Miko

Lan-Sui golpeó la mesa, provocando que la superficie de madera se llenara de ranuras y escarcha, Katana y JiuJiu se encogieron en sus asientos, Miko por su parte, siguió mirando a su compañera sin inmutarse, cruzó las manos sobre su pecho y alzó una ceja.

—No. —Lan-Sui hizo una pausa, cerró los ojos con fuerza, su pecho subía y bajaba erráticamente, respiraba con dificultad por culpa de la herida que se había reabierto y la ira que se acumulaba en forma de bilis y presión. La escarcha en los párpados, cayó sobre sus dedos que sujetaban la mesa cuando se agitaron, abriéndose de nuevo. —No vuelvas a mencionarme algo así.

—¿Por qué? —Miko no la retó con la voz, pero sus ojos no cooperaron, desprendiendo un nuevo brillo que igualaba al de su compañera. Lan-Sui se puso rígida. 

—Una boda no es la solución a nada. —regresó a su asiento, trazando círculos en su pecho para apaciguar las hordas de dolor.

—La nuestra lo es. —presionó Miko.

—Miko. —Una advertencia, Lan-Sui no estaba dispuesta a dar mucho más que eso. 

—Si nos casamos, las brujas se verán en la necesidad de apoyar al clan, tendríamos ventaja sobre los mortales, podríamos...

—Justo porque se trata de nuestra boda es que no quiero hacer esto. —Lan-Sui hizo una pausa, tragó la bilis mezclada con sangre que subía por su garganta y dejó de tocar su pecho. —Si nos casamos quiero que sea un momento agradable, inolvidable para ambas, no a mitad de una guerra, no para tener ventaja numérica. Ya encontraré otra forma. ¿Crees que te veo como un intercambio acaso?

—No hay otra forma Lan-Sui. Eres emperatriz ahora, tienes que ver lo mejor para el imperio.

—Eso hago. Solo... —Lan-Sui se apoyó en la mesa y sostuvo su cabeza, a veces temía que se le cayera, otras ocasiones su miedo era a que estallara. —Solo denme tiempo. ¿Esta bien? Encontraré algo, lo que sea.

Katana apoyó una de sus manos en el hombro izquierdo de su prima.

—Ese es el problema Lan-Sui, ya no tenemos tiempo. Zaia lleva muerta seis días, en esta situación, tu coronación ya ha demorado bastante. 

Miko observó el color cenizo en el rostro de Lan-Sui y sintió una punzada. Bajó la mirada y habló, sin reprocharle nada, soltando la pregunta libre de hostilidad, pero cargada con curiosidad.

—¿O es porque no quieres casarte conmigo?

—¿Qué? No, no es eso. —Lan-Sui pasó sus dedos entre los mechones de su cabello, lo revolvió, lo alborotó, pero los nervios y el temblor que le causaba la impotencia encerrada en su cuerpo persistió. —Quiero, sin embargo no así. Hay cosas Miko, cosas que necesito que sepas antes de aceptar casarme contigo, quiero que seas tú, completamente, y puedo esperar a que eso suceda, no tenemos que apresurarnos, no de este modo.

— Ya no es únicamente por nosotras Lan-Sui. —Miko estiró su mano y atrapó los dedos helados e inquietos de su compañera, ayudando a calmarlos por un instante. Lan-Sui se hizo pequeña con el contacto, la miró, por primera vez en mucho  tiempo se atrevió a conectar de nuevo con el azul del zafiro. —Si no tenemos el apoyo del clan...

—Encontraré otra forma.

—¿Y cuánto tiempo te tomará eso? —Katana alzó un dedo. —¿Un día? ¿Dos? ¿Un mes? No estamos para juegos Lan-Sui.

—¿Te parece que estoy jugando? —Lan-Sui se aferró al contacto con Miko, iba a perder el control si se liberaba, si se soltaba. 

No podía dejar que eso sucediera.

—Tías imperiales, padre. —Aren entró al pabellón siendo un fantasma silencioso de carne y hueso. 

La pelea y el fuego dejaron de crecer. 

Katana se tragó su reprimenda, Lan-Sui calmó las tormentas feroces en su cabeza, JiuJiu suspiró aliviado.

—Aren. —Miko le sonrió al recién llegado y él le correspondió con amabilidad y moderación.

—Tía imperial, saludos.

—Ven aquí pequeño engendro. —JiuJiu se levantó y materializó su alma para poder rodear a su hijo en un abrazo. —Me alegra que llegaras bien. ¿Tu padre?

Sin ser descortés, Aren se separó de los brazos de su progenitor y negó con la cabeza, las astas tiraron pequeños copos que se pegaron cuando ingresó al clan.

—Padre imperial quedó retenido en la corte estelar. —Su tono pacífico ayudó a mejorar todavía más la discordia en el pequeño grupo. —Él y mis abuelos estaban en una reunión cuando vine, no sé si tomarán cartas en el asunto, pero es seguro que debatirán por un largo rato, el emperador de la primer dinastía salió al enterarse de los hechos, pidió al abuelo Lu que se quedara al margen. No tengo más información al respecto. Esta alteza se disculpa por no ser de ayuda.

—Está bien. —JiuJiu volvió a sentarse, cayendo como una tela delicada que era guiada por el viento suave de una brisa. —Fuiste de ayuda aunque no lo creas, hiciste que los zorros dejaran de mostrarse los colmillos.

Aren sonrió, hoyuelos pequeños se marcaron en las mejillas doradas por la exposición al sol. En otro momento, Lan-Sui hubiera pellizcado sus pozos de estrellas un par de veces, pero ni siquiera se atrevió a mirar a su sobrino más tiempo del requerido ahora que él la vio actuar como un niña encaprichada.

Crecido en los cielos, Aren tenía un comportamiento demasiado pulcro, demasiado irreal para alguien de su edad, aún así respetaba a su tía a pesar de todo, la comprendía de cierta forma, y quizá por eso Lan-Sui se avergonzó más.

¿Ese era el ejemplo que daba?

¿El de una líder que buscaba su beneficio antes que el del resto?

Ya no era una princesa...

No.

Miko la apretó con mayor fuerza, pero apenas y logró sentirla.

Emperatriz.

Emperatriz.

La palabra taladraba sus oídos, su cabeza, impidiéndole escuchar algo más que no fuera el compuesto de letras que formaban esa palabra, esa maldita palabra.

Emperatriz.

Eso era.

Ya no podía jugar y esperar a que sus problemas fueran resueltos por alguien más. Ya no había nadie más.

Su padre estaba lejos, su madre... No contaba, nunca contó. La emperatriz, ya no era su tiempo de subir al trono, y Zaia...

Zaia.

El nombre de su hermana seguía presente, tan firme que pensarlo dolía, escucharlo le quemaba, le recordaba que no fue suficiente para salvarla.

No era suficiente, y tampoco era la niña que podía esperar tranquila, creció, y tenía que conseguir que el imperio, su imperio, hiciera lo mismo. Perdió demasiado, no podía permitirse perder también su reinado, su invierno.

Besó el dorso de la mano de Miko y se levantó, dejó de sentir el calor del apoyo firme de su pareja al alejarse, dejó de sentir el frío, los sonidos.

Dejó atrás sus problemas y se concentró en los del imperio.

Lan-Sui, la pequeña e imprudente princesa de la nieve había muerto. Murió con Mo-Quing, murió de nuevo con JiuJiu, y volvió a morir con sus padres y su madrina, con Zaia se fue la última parte que quedaba en pie. 

Lan-Sui. Sí, seguía siendo su nombre, seguía siendo ella, pero no iba a ser acompañada de un "alteza" nunca más, no, ahora el mundo entero se dirigiría a ella de otra forma.

Majestad.

Emperatriz.

Estaba sucediendo, ya lo era, no porque reclamara los títulos, eran los títulos quienes la reclamaban a ella, la obligaban a centrar los pies y la cabeza. Pero aún así, pero todavía...

Por un minuto.

Por lo que quedaba del día, quería olvidarse de todo.

Quería olvidarse de lo que era.

—¿La dejamos marchar así cómo así? —JiuJiu miró a las dos que quedaban atrás, ambas asintieron. —¿Y qué hacemos con los problemas que tenemos?

Miko retrajo su mano abandonada, el calor de sostener a Lan-Sui aún permanecía cuando la cerró en un puño. 

—Aceptó. —dijo poniéndose de pie.

—¿Es posible que eso sea una aceptación? Para mí que estaba molesta, y no quiero ser grosero, pero que quede claro que yo no fui quién la cabreó.

—Aceptó. —reafirmó Katana. 

—Todo. —Miko comenzó a caminar, siguiendo los pasos de Lan-Sui. —Ya lo aceptó todo, así que dejémosla por hoy, no es mucho tiempo el que queda para el amanecer, sin embargo, estoy segura de que es suficiente. 

No lo era.

En el fondo, Miko sabía que, por mucho tiempo que pasara, no era suficiente, no sería suficiente, y aún así ella no lo diría. Mentiría en parte, era experta en hacer eso.


***


La luna no estaba en el cielo, los orbes no iluminaban las sombras, el ruido del arpa no se escuchaba y tampoco ningún otro. 

Estaba muerto.

El palacio estaba muerto.

Miko lo sentía, y una sensación extraña la impulsaban a crear un gran alboroto para llenar el desesperante vacío.

No lo hizo.

Si ella quería estar así, iba a acompañarla.

Llegó a la habitación del anochecer, caminó sin detenerse, atravesando el dormitorio hasta la terraza, donde una figura de nieve se congeló en la orilla que incitaba a una caída que podía resultar mortal.

Una grieta igual a las que cubrieron la mesa, horas atrás, se expandió en el corazón de Miko, la ocultó con un pensamiento agridulce y siguió adelante.

—Recuerdo que, tenía cuatro años cuando, por accidente, una de las cocineras derramó una sopa hirviendo —Miko se sentó a un lado de Lan-Sui, ignorando la mirada profunda que le dirigía. —, mi hermano se encontraba debajo y al empujarlo, el contenido quemó uno de mis brazos. La segunda vez que me herí de gravedad fue por salvar a Izumi, había demasiado barro, y ella entró al pantano, me interpuse sin pensar a la hora que el cocodrilo salió de la nada. 

—¿Así que tu complejo de heroína viene desde ahí? —Lan-Sui no estaba feliz, pero su humor ya no se debía a los problemas mayores que tenía, sino al relato de Miko. Ella se encogió de hombros al escucharla, molestando más a Lan-Sui. —A veces tengo ganas de pegarte por ser tan...

—¿Insensata?

—Buena. —Lan-Sui sostuvo de vuelta una de las manos vendadas entre la suya. —Pensar en ti un poco más no sería malo, y si lo hicieras evitarías lastimarte. No es malo ser egoísta. ¿Sabes?

—Lo mismo digo. —Miko sacudió los restos de nieve de los hombros ajenos. —Pero tenemos razones. ¿Verdad? Es por eso que estamos aquí, juntas, porque si te descuidas, yo seré quien te atienda, y lo mismo conmigo. Ya no estás sola Lan-Sui, me tienes a tu lado, si hay problemas vamos a afrontarlos juntas. ¿Entendiste? El peso de la corona no tienes que llevarlo tú nada más, el dolor no tiene que destruirte a ti nada más, ya no somo un tú y yo, somos un nosotras. ¿Quedó claro?

Lan-Sui no se movió, un largo rato pasó antes de que sonriera, se acercara lo suficiente y pegara su frente a la de Miko.

—¿Por qué tardaste tanto en volver? No respondas. —Uno a uno, besó todos los dedos de Miko. —Ya no importa, ya estás aquí.

Dejó de lado la mano de su compañera y voló a sus labios. Un par cálido que se estremeció al entrar en contacto con el frío que la envolvía. Los tomó con cuidado, los trató con suavidad, y los poseyó con deseo. 

Pero no era suficiente.

No para Miko.

Rodeó el cuello de Lan-Sui y la atrajo más, hasta que sintió los latidos de su corazón como parte de ella, hasta que, lo que eran, dos cuerpos separados, dos almas opuestas, se unieron, fusionándose en uno.

Y la besó. 

La besó con la intensidad del sol en verano, la besó con la urgencia de las aguas por llegar al océano, la besó para decirle lo que no pudo con palabras.

Te amo.

Te adoro.

Te apoyo.

Aquí, estoy aquí.

Estamos aquí.

Y no quedó la necesidad de decir más, porque todo lo que urgía ser hablado fue transmitido con ese beso, y si no era suficiente para volcarlo todo, para soltarlo todo, habría otro, y otro más. 

Si un te amo no bastaba, lo dirían tantas veces como amaneceres pasaran juntas. 

Si un te adoro quedaba suelto, lo repetirían hasta que las estrellas supieran también de ese mensaje.

Siguiendo la noche, completando el ciclo, hasta el alba.

Hasta el amanecer.

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