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01. «Sacrificio por Amor»

Cautiva. Esa es la palabra perfecta para describir cómo me siento en este preciso instante.

¿Y a que no adivinan quién es mi captor? Un muestrario de colores para los dichosos manteles. Debido a que, al parecer, si te preguntan al respecto, blanco no es la respuesta correcta. Por más obvio que parezca…

Así que, aquí estoy, descubriendo finalmente que el burdeos es simplemente una bizarra mezcla entre rosa y púrpura que por alguna extraña razón está catalogado como un tipo de rojo y que definitivamente debo ser medio daltónica pues no importa cuánto me empeñe en ello, no consigo distinguirlo.

Pero eso es lo de menos, ¿conocen el color ocre? Porque yo no. O bueno, no había tenido el placer hasta hace unos minutos, cuando le pregunté a Ingrid cuál era ese tono pardo amarillento tan horrible que figuraba en la tabla. Sí, hm, por su expresión al oírme, no creo que le haya gustado mi comentario.

Regresando al presente, mi querida suegra debe ser capaz de identificar el desinterés ligado a la estupefacción en mi rostro, ya que toma la sabia decisión de hacer una pausa y pedir unos aperitivos mientras dejamos el tema de los colores a un lado y pasamos a discutir el plato principal del día de hoy: el lugar. Y digo discutir, puesto que estoy segura de que no hay mejor verbo para describir el debate que se aproxima.

—Ya está decidido: será en la misma capilla donde se casaron mis padres.

Sí, por su rostro, deduzco que la señora Ingrid no está muy de acuerdo con ello.

—¿Hablas en serio? —Alzo una ceja en tanto noto cómo se contiene para no perder los estribos y con ello, su indiscutible glamour—. La ceremonia se llevaría a cabo demasiado lejos de la fiesta. Sería una total descortesía para nuestros distinguidos invitados.

No encuentro un modo respetuoso de hacerle saber que me valen un rábano sus distinguidos invitados así que paso a otra táctica.

—He hablado con Fer y él me apoya.

—Los hombres no conocen nada de estas cuestiones —Ella rueda los ojos y desestima la opinión de su hijo como si no tuviera gran importancia —. Podrías proponer que la boda se realizara en Marte y Fernando diría que sí sin dudarlo. Él aceptaría cualquier locura, tal es el caso.

Respiro profundamente; ahora la que está a punto de perder los estribos soy yo—. Señora, esto es muy importante para mí. Es la única forma en la que podré estar cerca de mis padres. Necesito sentir que están a mi lado, acompañándome en uno de los días más importantes de mi vida.

Como era de suponer, apelar a su aún no descubierta sensibilidad humana representa un rotundo fracaso. Solo a mí se me ocurre embarcarme en la búsqueda de compasión en un ser tan desprovisto de empatía o cualquier otro signo de humanidad como Ingrid de la Torre.

—¿No llevas ese colgante a todas partes para recordarlos siempre? —instintivamente toco el collar del que habla y lo acaricio con suavidad para calmarme. Detesto el tono con el que se ha referido a uno de los pocos recuerdos que conservo de ellos —. ¿Entonces? No entiendo tus quejas, estarán contigo de cualquier modo sin importar donde la celebremos.

Hago un enorme esfuerzo para no poner mis ojos en blanco en su propia cara—. Si mal no recuerdo, ayer, cuando hojeábamos revistas y repasábamos algunos estilos, usted aseguró que sería inadmisible que lo llevara puesto durante el casamiento.

—No importa lo que te pongas o donde lo hagamos, —Ese dejo aburrido e insignificante con el que habla respecto a una cuestión tan importante para mí hace que me hierva la sangre— ellos siempre te estarán cuidando desde el cielo.

«¡No la mates, Nanda! ¡No la mates!» Repito una y otra vez en mi mente para preservar la cordura.

Sin otra alternativa, opto por ser indudablemente concisa:

—Señora, he cedido en muchas cosas, sin embargo, esto no está abierto a discusión: es mi boda y se realizará donde entienda.

Ambas nos enfrentamos en un desafiante duelo de miradas en el que pongo todo de mí para no flaquear.

—Te recuerdo que yo también he cedido en muchas ocasiones. Por ejemplo, en el momento en que permití que mi hijo te propusiera matrimonio, ¿o no es así?

Tenso mi mandíbula y siento mis ojos cristalizarse, como siempre que la señora de la Torre y su estúpido pensamiento clasista salen a la luz con la intención de juzgarme.

Hace varios meses le hubiera dejado en claro mi opinión respecto a su comportamiento retrógrado y mezquino, mas hace varios meses yo no era la prometida de Fernando de la Torre.

Mi boda con él nos convertirá en familia para siempre. ¡Por Dios, mis hijos serán sus nietos! Por ello y con eso en mente he jurado que haré hasta lo imposible por llevar la fiesta en paz. Después de todo, no puedo mantenerme en pie de guerra por el resto de mi vida.

Los sacrificios que hacemos por amor…

Hago que los ojos caramelo de Fer y ese brillo característico que reservan exclusivamente para mí aparezcan en mi mente para traerme paz y como siempre, surte efecto.

Así termino por tragarme mi orgullo y dar mi brazo a torcer.

Otra vez…

—De acuerdo, ¿qué lugares tiene en mente?

—Me alegra que nos entendamos tan bien —Esa macabra sonrisa hipócrita e imperecedera que muestra en los eventos con fines caritativos de los que es habitual anfitriona se adueña de su rostro provocándome náuseas—. Por supuesto, la Catedral Metropolitana será una locación excelsa. Además, conseguiré que el arzobispo, Carlos Aguiar, la oficie.

Imito una sonrisa que termina en una mueca ante el pensamiento y trato de relajar mis músculos para evitar la tensión que proyecta mi cuerpo mientras digiero los nuevos planes.

Una del centenar de empleadas que pululan por la mansión De la Torre en busca de servir esmeradamente a sus refinados habitantes, se acerca trayendo consigo una bandeja con té verde y bizcochuelos de increíble apariencia.

No obstante, esta conversación (si es que es un término que aplique a lo que acaba de suceder) y su accidentado final me han revuelto el estómago, así que no pruebo bocado.

—Amén.

Hago la señal de la cruz y apago la vela con un soplido después de rezar, como es mi costumbre cada noche antes de ir a dormir. Me levanto del pequeño altar que tengo para la virgen de Guadalupe frente a una réplica de su imagen y dirijo mi andar hacia la habitación que comparto con mi novio.

Durante el camino, sopeso sobre lo bendecida que me siento de que a Fer le desagrade la casa de sus padres casi tanto como a mí y que vivamos a al menos media hora en auto de los sombríos dominios de su controladora madre.

En cuanto entro a nuestra pieza, él levanta la vista de su lectura para prestarme atención—. ¿Estás lista para venir a la cama?

Yo sonrío levemente y masajeo el nudo en mi cuello antes de contestar:

—No lo sé, ¿hay sitio para mí?

—Siempre.

Él aparta el libro y extiende sus brazos en mi dirección en una invitación tácita. Siento mi pecho calentarse en respuesta al tierno gesto y me apresuro a refugiarme en su confortable abrazo.

A pesar de la tormenta que estoy viviendo ahora mismo, no me arrepiento de los acontecimientos que me han llevado hasta este punto. Quizás los preparativos de mi boda no estén yendo como soñaba, pero eso no quiere decir que esté menos ilusionada ante la perspectiva de casarme con Fer; tampoco que me haya arrepentido de aceptar su propuesta hace seis meses.

Él deposita un suave beso en mi mejilla y se acomoda atrás de mí—. ¿Y cómo vas con la organización del próximo gran evento?

Hago una mueca que espero no sea capaz de ver antes de decantarme por decirle una mentirilla piadosa—. Viento en popa.

—Estoy feliz de escucharlo —Él acaricia mi cintura y puedo sentir su sonrisa oculta en mi cabello—. Mamá anda como loca.

Ríe dulcemente y yo no puedo contradecirle. «Si tú supieras…»

—Sí, me ha estado ayudando bastante —admito. «Tal vez más de lo que me gustaría.»

—Está emocionada de que le dieras carta blanca para formar parte de cada detalle —Fernan suena ilusionado y me convenzo de que no puedo arrebatarle el deseo de que su madre y yo entablemos al menos una relación cordial—. ¿Ya tienes un sitio?

—Sí, la Catedral Metropolitana. Tu mamá dijo que se encargaría.

Él detiene sus caricias en mi piel y se inclina hacia delante para poder mirarme de costado—. Creí que querías celebrarla en la misma iglesia en la que se casaron tus padres. Lo mencionaste en no pocas ocasiones y te oías muy emocionada en cada una de ellas. ¿Qué te hizo cambiar de opinión?

Por un momento, maldigo la excelente memoria de mi atento prometido.

—La señora Ingrid me hizo darme cuenta de que no era tan buena idea como creía.

—¿Qué te dijo? —Sus rasgos faciales adquieren un ligero tinte de sospecha.

—Nada malo —aclaro de inmediato, o quiero decir, miento de inmediato—. Solo tuvo buenos argumentos y me hizo comprender que no era factible.

Él me inspecciona con ojo de halcón como si tuviera incorporado un detector de mentiras capaz de develarlas con solo un vistazo.

—Nanda, conozco muy bien lo intimidante que mi madre puede llegar a ser. Sin contar su mal hábito de querer hacer su voluntad a cualquier costo. Si te está incomodando, puedo hablar con ella y…

—Fer, ¡no! —lo que menos necesito es a mi prometido preocupado en medio de este desastre—. La señora Ingrid solo quiere estar al tanto, es comprensible. No se ha portado de otro modo que no sea amable conmigo y sus consejos de verdad me están ayudando con todo esto. Planear una boda de esta magnitud es mucho más difícil de lo que parece y no todo lo que soñamos se puede hacer realidad.

Él se acerca a mí y me reclama con un puchero—. Pero yo quiero que tengas la boda de tus sueños.

Sonrío por su tono infantil y toco la punta de su nariz.

—Y la tendré, sin importar dónde se lleve a cabo. ¿Porque adivina qué? No importa la ubicación, tú serás el novio y eso bastará para que sea perfecta.

—Estás equivocada.

Es mi turno de fruncir el entrecejo y mirarlo con duda—. ¿Qué?

—Todo lo que soñamos sí se puede hacer realidad. Es la única explicación lógica para que estés aquí, conmigo, a semanas de convertirte en mi esposa y prometer frente a Dios compartir el resto de nuestras vidas juntos.

Con esas palabras consigue que mi corazón se salte un latido mientras yo…

Yo solo puedo lanzarme a besarlo.

Nota de la autora: Nanda y Fer son simplemente puro amor... <3

¡Hasta el próximo capítulo! ;)

Little Butterfly

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