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39. desicion

CAPITULO TREINTA Y NUEVE
Decisión

ELIZABETH SE HABÍA PERCATADO DEL COMPORTAMIENTO EXTRAÑO QUE ESTABA TENIENDO DAMIAN. Si bien con ella siempre ha sido detallista y romántico, sin embargo, en esta ocasión era totalmente diferente. En estos cinco días se ha comportado demasiado empalagoso demostrándolo en esa necesidad de contacto con ella, también había notado como se quedaba largos ratos mirándola como si intentara memorizar hasta el más pequeño e insignificante detalle físico que ella poseyera provocando más de un sonrojo y mariposas en su estomago, y como dejar pasar el hecho de que, a diferencia de las veces anteriores, esta vez su novia la besuqueaba de una forma extraña y necesitaba.

No se estaba quejando. No, no, para nada. Afortunada es ella de tener a un hombre como Damian Wayne como novio, destinado y futuro esposo, pero es solo que sentía algo raro.

Como si ocultara algo. 

Ahora lo observaba como se movía de por aquí a por allá en la cocina. La latina había ido a comprar unas cosas y al regresar se topó con su guapo y preocupado novio en el departamento, se notaba agitado mientras se despeinaba el cabello y hablaba por teléfono en árabe, pero al verla sus facciones se relajaron y corrió a ella para abrazarla con fuerza.

—Estas bien —Susurró.

—¿Damian? —Estaba comenzando a preocuparse. —Estoy bien ¿Qué pasa?

—No sabia donde estabas y me asuste. Pensé que te había ocurrido algo 

—Estoy bien —Le sonrió. —Te envié un mensaje avisándote donde iría

 —Lo olvide

—¿Lo olvidaste? —Arrugó el entrecejo. —Tu nunca olvidas nada Damian. Yo soy la olvidadiza, no tu y es extraño 

—Lo siento, mi cabeza ha estado en otro lado 

—¿Esta todo bien? —No, nada esta bien. —¿Quieres hablarme de lo que te preocupa?

—No es nada Habibi —Le sonrió. —Te amo 

Ahí iba otro te amo de la nada. 

—Voy a fingir que te creo —Caminó con las bolsas del mandado hasta la encimera de la cocina. —Yo también te amo

Y Damian nuevamente se perdió en sus pensamientos mientras la observaba.

Ella es sin duda alguna el amor de su vida. La mujer que le ha provocado el sentimiento de amar y sentirse amado.

Elizabeth Castro es la mujer de su vida.

Sensible, humilde y amorosa. Ella es todo lo opuesto a él y aún así fue capaz de amarlo.

Y es por eso que debe de tomar una decisión.

De forma inconsciente su mente jugaba a imaginar situaciones catastróficas solo para torturarlo. En los últimos cinco días había dormido pésimo gracias a las estúpidas pesadillas la cuales siempre tenía el mismo desenlace.

Los ojos preciosos de su mujer perdiendo el brillo de la vida.

Elizabeth agonizando mientras clamaba a su nombre.

Su destinada y el amor de su vida muriendo en sus brazos. 

Jamás durante su entrenamiento con su abuelo tuvo miedo de perder a alguien o algo en su vida. Para ser un simple mocoso se sentía invencible y los muertos que cargaba lo comprobaba.

Es letal.

Alguien frívolo y calculador. 

Un asesino sin piedad si así lo quiere.

Pero cuando se trata de Elizabeth Castro todo eso no valía absolutamente nada. La mirada de su chica provocaba que sus murallas cayeran y solo sintiera la necesidad de ser Damian Wayne; un adulto joven de veintitres años que disfruta demasiado el ser amado y amar.

Su abuelo siempre le inculcó que el amor te hace débil, pero a diferencia de lo que se le enseñó él no se sentía así.

Se sentía pleno, amado y a gusto.

Porque amaba a Elizabeth Castro y sabia que era reciproco. 

—¡Damian!

—¿Eh?

—Es la tercera vez que te llamo. No estas bien ¿Qué te preocupa? —La chica de cabello lacio se acercó hasta su pareja y lo tomó de los brazos mientras lo miraba con ojitos de preocupación.

Esos ojos. 

No quería que por su culpa esos preciosos luceros perdieran aquel brillo.

No quería que la bonita familia de Elizabeth sufriera las consecuencias. 

Debía ser valiente y tomar una decisión.

—No es nada 

—¿No confías en mi?

—¿Qué? No, no se trata de eso

—¿Entonces?

Damian no respondió.

¿Cómo lo haría? ¿Cómo se separaría de la chica que logró aceptarlo tal y como es? Con pasado y presente desastroso. 

Pero no quería que por su culpa ella muriera.

No quería perderla.

—Elizabeth creo que debemos terminar.

—¿Qué? 

—Debemos terminar

—Espera, espera. Tiempo fuera —Se separó de su pareja. —¿Qué estas diciendo? Me acabas de decir que me amas

—Y es por eso que debemos terminar

—¿Qué? —Frunció el cejo mientras sentía como los malos sentimientos la invadían. —¿Te estas escuchando? ¡Lo que dices es ridículo!

—No, no lo es

—¡Si lo es! —Gritó furiosa. —¿Por qué? ¿Por qué tan dé repente? ¿Qué sucedió? ¿Hice algo mal?

—¿Hacer algo mal? —Rió sin ganas. —Cariño, tu no has hecho nada más que amarme con honestidad ¿Por qué si quiera te lo cuestionas?

—¡Entonces dime qué es! —Se acercó a él.  —Comunicación Damian. Comunícate conmigo, dime que ocurre 

—Elizabeth

—Dímelo y hallaremos una forma de solucionarlo. Si es algo entre vigilantes lo entenderé, si son tus inseguridades te recordaré cuanto te amo porque somos una pareja, nunca hemos discutido de esta forma en estos casi once meses así que dime ¿Qué ocurre?

Damian se sentía orgulloso de su novia, de lo que habían construido en todo esos meses.

Generaron un vinculo fuerte y sano. 

—Mi madre vino en mi búsqueda para que tome el lugar de mi abuelo en la liga de las sombras —Elizabeth sintió como el miedo llenaba su sistema. 

—No puede obligarte

—Si puede Elizabeth —Vio como la castaña hacia un pequeño puchero con verdadera tristeza mientras luchaba con las ganas de llorar. —Por primera vez en mi vida tengo una debilidad 

—Damian

—No quiero que tu ni tu familia sufran las consecuencias

—Lo siento —Lagrimas comenzaron a bajar por sus mejillas mientras su voz se quebraba. —Lo siento mucho... si no nos hubiéramos conocido nada de esto estaría sucediendo

—¿Te arrepientes de haberme conocido? ¿De tenerme como tu destinado?

—¡No! ¡Nunca!

—Yo tampoco cariño —La tomó por sus mejillas limpiando las traviesas lagrimas que las inundaban. —Jamás podría arrepentirme de esto 

—Damian

—¿Recuerdas la clave de mi guarida? 

—S-si... sueles guardar tus cosas de valor 

—¿Cómo qué? 

—Dinero, armas y la escritura de tu departamento

—¿Puedes decirme cuál es la clave de mi tarjeta bancaria de emergercias?

—Mi fecha de nacimiento

—¿Qué es lo que debes hacer siempre qué llegas a un nuevo lugar?

—Observar mi entorno y revisar si hay cámaras ocultas o alguna persona sospechosa —Contesto confundida.

—¿Qué tiene de especial la cadena que te regale? 

—Que tiene un botón de pánico que esta conectada a la cuerva y toda la batifamilia

—¿Qué comida come Titus y Alfred? 

—Ambos comen Bravery premium de pollito ¿Por qué me estas preguntando todo esto?

—Una ultima pregunta —Dijo suspirando. —¿Qué dijimos que debes hacer si estas en peligro?

—Activar mi botón de pánico, buscar algo con que defenderme y esconderme hasta que llegue alguno de ustedes. Si me encuentra y es hombre debo golpearlo en las bolas y si es mujer en la boca del estómago aunque lo ultimo sirve para ambos casos

Elizabeth estaba confundida ¿Qué rayos estaba pasando? ¿Por qué de repente Damian le hacía esas preguntas?

El azabache le sonrió más calmado a su novia para luego tomar aire y hablar.

—Aceptaré la petición de mi madre 

—Damian no pu-

—Lo haré para protegernos a ambos pero sobretodo a ti —Elizabeth era un mar de lagrimas. —Mi departamento, auto y escrituras quedan a tu nombre

—No lo hagas

—Te encargaras como la buena madre que eres de Titus y Alfred —Solo había dulzura y amor en su tono de voz, pero aún así quería llorar.

Su destinada estaba llorando por su culpa.

Pero era mil veces mejor que verla muerta.

—No te pediré que me esperes Elizabeth. Encuentra tu felicidad 

—No

—Y sigue siendo fiel a ti misma. Encuentra a un chico que valga la pena

—¡No! ¡Cállate! —Lo empujo rabiosa. —No lo haré. Te esperare y cumpliremos la promesa de casarnos 

—Elizabeth

—Es mi promesa. Te esperaré el tiempo que sea necesario —Se limpió las lagrimas de forma brusca. —A-así que no te quites el anillo porque yo —Se quitó de un tirón la cadena donde lo traía colgando. —A partir de este instante no me lo quitare y lo cargaré toda la vida —Se lo puso en el dedo anular izquierdo. —Te esperaré, no lo olvides. Prometeme que volverás

—Habibi

—Cumpliré y respetare lo que digas y tus decisiones —A este paso ambos estaban llorando. —Así que has lo mismo con las mías

—Si, lo hare

—Promételo

—Lo prometo Hayati —Suspiró. —Prometo amarte

—¿Puedes no irte?

—Elizabeth

—Lo siento, quería intentarlo una última vez —Juntó sus manos temblorosas.

—Vamos a la cama

—¿Al menos lo pensarás?

Su pecho dolió al verla tan destrozada por su partida.

—Lo pensaré

Pero la decisión estaba tomada.

La había tomado el mismo día que vió a su madre.

Dejaría a su chica perfecta para protegerla de sus demonios.

Hola ¿Qué les pareció el capítulo?
Mas tarde les actualizo lo que queda de historia

Las quiero mucho.

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