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11. lies

CAPITULO ONCE
Mentiras


SI ELIZABETH SE VIERA EN LA OBLIGACIÓN DE DESCRIBIRSE EN UNA PALABRA SIN duda alguna sería "cobarde", nunca se caracterizó por tener coraje o valentía para enfrentar sus temores ni los problemas que surgían en su vida. Cuando vivía con sus padres en su país natal y debía matar a una araña solía llamar a gritos a su papá para que él pudiera exterminarla, si tenía algún tipo de conflicto verbal con cualquier personas prefería simplemente callar y esconderse para evitarlos y no agravar más la situación.

Eso es lo que estaba haciendo.

Desde que se enteró del crudo secreto que Damian Wayne guardaba generó inconscientemente una distancia entre ambos. Él seguía enviándoles mensajes y bonitos regalos que aún permanecían con el envoltorio al no atreverse a abrirlos, le mintió durante una semana diciéndole que estaba atareada con la universidad como para aceptar una cita.

Pero todo era una mentira.

Estaba aterrada y no se sentía con la suficiente capacidad de enfrentarlo y mirarlo a los ojos porque recordaba vívidamente los sucesos de hace tres días. Sabía que por impulsividad pondría una barrera y sería totalmente distante con él demostrando la incomodidad y el miedo que sentía hacia él.

Sabía que Robin no era un mal superhéroe, ya que patrullaba por las noches la ciudad del crimen y se exponía combatiendo a cualquier villano que se le pusiera en el camino, lo había visto luchar en la televisión y en videos de redes sociales pero para ella era muy distinto el verlo sin tener total consciencia de su identidad secreta. Damian Wayne era el chico detrás de la mascara y ella era la destinada de aquel chico, sabía que si los villanos descubrían la identidad del superhéroe irían tras toda persona que estuviera afiliada a él.

Y ella lo estaba.

Su cuerpo se invadió de escalofríos al volver a pensarlo. Irían tras ella y su familia, no podía exponer a sus amados padres a algo como eso pero tampoco quería romperle el corazón al hombre que se ha esforzado durante un mes y medio en cortejarla demostrándole el total interés que había en él por ella.

Se acurrucó más con las mantas que tenía su cama.

Su pecho dolía, se sentía asfixiada, y de sus ojos cafés caían lagrimas silenciosas. Ella era una chiquilla común y corriente que emigró a Estados Unidos para terminar de estudiar, pero que para su mala suerte tuvo que toparse con un hombre cargado de secretos y ella no se sentía capaz de sostenerlos.

El sonido de notificación de su celular la sacó de la burbuja de sus pensamientos.

Era él.

Damian:

"Pase a la universidad a dejarte un café con unos croissants para el frío pero me informaron que no fuiste porque estas enferma"

Un nudo en la garganta se le formo a la castaña al leer el mensaje. Ella jamás podría odiar a Damian Wayne porque a pesar de mostrarse al mundo como un hombre con actitud soberbia y arrogante con ella era todo lo opuesto.

Era un hombre amoroso que estaba ansioso por mostrarle lo mejor de él y todo el amor que tenía por ella.

Sus manos inconscientemente comenzaron a temblar mientras que su respiración se agitaba producto de las lágrimas. Debía responder al mensaje.

"Creo que cogí una gripe :("

"Lamento que hayas gastado e ido a la universidad en vano"

"No fue en vano"

"Y debiste haberme avisado para poder ir a cuidarte"

No sabia como responder ni como continuar con la conversación así que bloqueo el celular mientras se volvía a cubrir más con las mantas

Estaba siendo una mal agradecida, lo sabía, sin embargo no podía fingir demencia ante tal descubrimiento. Ese día se dijo así misma que podría fingir que nada había pasado pero no era así.

El celular volvió a vibrar.

Damian:

"¿Fuiste al médico? ¿Tomaste medicinas?"

"No fui al doctor pero me automedique con analgésicos"

"¿Comiste algo?"

"No, no respondas"

"Iré a verte y te llevaré al doctor. Alistate"

"No es necesario que vengas, Damian"

"Estoy bien"

No recibió más respuesta que los dos tickets azules que informaban el visto.

Su pecho se lleno de angustia.

No quería verlo, no se sentía preparada para aquello y por algo se estaba ocultando con mentiras. No sabía como enfrentarlo y verle la cara sin sentir remordimiento, angustia y temor.

Simplemente no.

Se colocó de pies para salir de la cama e ingresar al baño para darse un baño y cambio de pijama. Tendría que ponerse decente y prepararse mentalmente en la ducha para enfrentar al hombre de ojos preciosos.

Su vientre se lleno de nervios.

No quería terminar con todo aquellos que estaba viviendo al lado del azabache, pero tampoco quería que su vida ni la de sus seres queridos peligrara.

Cuando salió se colocó una nueva muda de ropa interior junto a un jeans claros, una camiseta blanca y encima de esta un sweater cafe con detalles blancos que le quedaba grande. Caminó hasta su habitación y se colocó sus únicas par zapatillas de lona — Porque las otras las tuvo que botar gracias a la sangre —, luego procedió a cepillar su cabello castaño.

Se dió una mirada al espejo percatandose de lo demacrada que estaba. Sus ojos se encontraban algo irritados y debajo de estos le acompañaban unas bolsas moradas atribuidas a las noches de insomnio que ha tenido que enfrentar.

Se sentía ridícula.

Quizás estaba dilatando demasiado el problema y también agradandolo más de lo normal.

Era una completa cobarde.

Suspiró pesadamente y dió un pequeño brinco al oír el timbre sonar. Su estomago se lleno de cosquillas producto de los nervios, su pecho se apretó y en garganta se formó un nudo que le costó pasar.

Caminó con extrema lentitud a la puerta principal, colocó la mano en el pómulo de la puerta mientras pasaba saliva de forma nerviosa.

No quería abrir.

No quería enfrentarlo y acabar con todo.

Suspiró pesadamente mientras abría la puerta lentamente.

Bonita

Editado.

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