11. «Lazos»
—El día de hoy trabajarás codo a codo con la Dr. Herrera, De la Torre.
No sé qué me resulta más detestable: si la exasperante costumbre que Norma ha decidido adoptar al llamarme por el apellido de mi madre biológica a todas horas (como si tuviera la intención de echarme en cara mi desagradable historia de origen) o la horrible expectativa de pasar mi turno entero junto a Montserrat.
Especialmente debido a que esta última no ha tenido la delicadeza de dirigirme la palabra (ni siquiera para saludarme) desde que fui la acompañante de su papá en la boda de su madre.
Sí, sé que la situación fue embarazosa, pero me parece que está un poquito grandecita para protagonizar esta clase de berrinches.
—Buenos días, Espinosa.
«Vaya, ¡qué sorpresa! El universo debe haber oído mis quejas esta mañana», pienso al escuchar su voz por primera vez en casi una semana, aunque su timbre frío y monótono deje mucho que desear.
—Buenos días, doctora Heredia —retribuyo con una entonación pomposa que suena impropia en mí.
—Por favor, llámame por mi nombre.
—Solo si tú dejas de pronunciar mi apellido con ese tono gélido, Montserrat —condiciono a la par que busco algunos expedientes—. No estamos en el Ártico.
Ella suspira y se revuelve el flequillo en lo que supongo es un gesto nervioso.
—De acuerdo. Lo siento. Es solo que todo lo que está ocurriendo me tiene muy tensa.
—Y yo me siento tan cómoda en esta situación —afirmo con un fluido sarcástico goteando de cada letra—. Salir con el padre de una amiga siempre estuvo entre mis fantasías sexuales.
Sé que suelo mostrar una irreverencia apabullante con respecto a las normativas tradicionales impuestas por la sociedad, mas, asumir tal posición sería demasiado. Incluso para mí.
—Vale, vale. Ya entendí. Lamento lo que pasó en la iglesia, admito que interpreté con maestría el papel de niña mimada, sin embargo, tú también debes confesar que los dos hicieron un excelente trabajo descolocándome por completo —reclama tan bajo como puede—. Mamá no paró de darme cuerda sobre la chica, un par de décadas más joven, que papá planeaba llevar a su casamiento. ¡Te lo conté el día que fuimos de compras!
Muerdo mi labio y asiento con la cabeza al recordarlo.
—Y encima del inminente desastre que se avecinaba, ese mismo día me entero de que la famosa acompañante especial se trata, nada más y nada menos, que de mi nueva amiga y colega. ¡Me sentí sobrepasada!
—Okey, eso puedo entenderlo perfectamente, Montse. Mas, no cambia lo que sucedió en los días siguientes. ¡Trabajamos juntas y somos adultas! ¡Reconoce que, si no llega a ser por la orden de Norma, hubieras seguido evitando verme la cara al menos por los próximos seis meses!
—¿Seis? Tampoco exageres. Seguramente después del tercero hubiera terminado aceptándolo y… —Mi ceja alzada pausa su broma fuera de lugar—. ¿Me pasé?
Suelto un suspiro cargado de decepción antes de retomar el asunto con seriedad:
—Creí que éramos amigas.
—¡Y lo somos!
—¿Estás segura? Porque estos días no me dieron esa vibra.
—Lo siento, de verdad. No tenía idea de cómo lidiar con la situación en general.
—¿Y ya descubriste el secreto para hacerle frente?
—Más o menos. Podríamos decir que la respuesta sigue en proceso —A continuación, ella hace la pregunta de los diez millones—: ¿Lo quieres?
Intento transmitir la convicción en mis ojos al contestarle:
—Muchísimo.
Ella asiente, conforme, y acomoda su uniforme.
—¿No preguntarás si él siente lo mismo? —interrogo al verla tan satisfecha con esa única respuesta—. ¿O tal vez hacia dónde vamos con esta relación? ¿Quizás tengas dudas sobre cuándo y cómo diablos empezó la locura?
—Ya tuve esta plática con él, así que descuida, el resto está cubierto. Solo necesitaba confirmar lo más importante contigo.
—Momento, ¿hablaste con tu padre? ¿Qué te dijo sobre nosotros?
—¿No deberías tú hacerle esa pregunta a él?
—Oye, ¡aun trabajo en ello! —Ella se ríe abiertamente y yo olvido la ofensa al recordar que por fin ha regresado la armonía entre ambas—. De acuerdo. ¿Borrón y cuenta nueva?
—Por favor —Sonrío por el alivio que se dispersa a través de sus facciones juveniles. Seguidamente, me tiende su mano como el primer día—. ¿Qué tal? Soy Montserrat Heredia y estaré cumpliendo mi servicio social en este hospital. ¿Te importaría darme el recorrido inicial?
—Será un placer, Dr. Heredia.
—Por favor, llámame Montse.
—Y tú a mí, Bianca.
Le guiño un ojo con complicidad, y juntas, nos acercamos a nuestro primer paciente.
…
A la hora del almuerzo, contesto una llamada proveniente de Fernanda y me llevo una sorpresa al ser recibida por una secuencia de sollozos desordenados en lugar de sus habituales saludos cariñosos.
—¿Nanda? ¿Te encuentras bien? ¿Qué está pasando?
—No lo sé —masculla con voz apagada entre el llanto que la acongoja.
—Sagrado Corazón de Jesús, ¿qué te ha puesto así?
Espero pacientemente (aunque no es un rasgo que conste en mi lista de cualidades) hasta que se siente preparada y capaz de hablar con normalidad.
—Estoy embarazada.
—Oh, finalmente —me alegra de sobremanera que lo haya descubierto.
—¿Lo sabías?
—¿Quién crees que compró el test de embarazo que llevabas en tu bolso? ¿Pepe Grillo?
—Debí haberlo imaginado.
—Lo que no entiendo es tu reacción, amiga. Se supone que este debería ser el siguiente paso más lógico en tu relación con Fer. Ya están casados, ¿qué más podrías esperar?
—No sé, ¿un perro quizás? —Frunzo mi entrecejo al escuchar. Realmente no es una mala opción—. Ya había previsto esto, no soy tonta y aprobé la materia de Biología en la secundaria. Sin embargo, no pensé que sucedería tan pronto.
En eso le concedo la razón, hasta a mí me parece que las cosas pasaron demasiado rápido. No obstante, dicen que los niños siempre son una bendición.
«No es que yo esté de acuerdo, claro. Desde que cumplí dieciséis, mis mejores amigos han sido el condón y las píldoras anticonceptivas.»
—Hay hombres más efectivos que otros en esa tarea —le explico cortamente—. Todo indica que mi primito tiene una magnífica puntería.
Me río de mi propio chiste y me extraña que no me haya seguido la corriente.
—No me causa ninguna gracia, Bi. Esto es serio. Estoy asustadísima.
—Lo que no logro comprender es, ¿qué podría preocuparte, Nanda? Ese bebé no podría estar en mejores manos ni con San José y la virgen María.
—No estoy tan segura de eso.
—Los recuerdos regresan, ¿eh? —Ella me lo confirma con un tenue tarareo—. Amiga, si cargas con esa culpa por el resto de tu vida como si se tratara de tu cruz particular jamás podrás liberarte de ello y sentirte en completa paz —reitero el mismo discurso por ya no sé cuál número de veces desde que la conozco—. Mírate, ¡ni siquiera puedes disfrutar como mereces de una noticia tan increíble como esta!
—Creo que necesito volver a terapia. Los preparativos de la boda me obligaron a interrumpir mis sesiones, pero siento que no sobreviviré a los cambios hormonales que se apoderarán de mi cuerpo en los próximos meses sin ayuda.
Temiendo que se ponga peor, opto por no traer a colación el tema de la depresión post-parto.
—Lo resolveré. Organizaré una cita con el mejor ginecólogo del hospital cuanto antes y agendaré otra con la doctora Esquivel. ¿Estás de acuerdo?
—Eres la mejor.
—Cuentas conmigo, Nanda. Para todo. No lo olvides.
…
—¿Acaso venir por mí a la salida del trabajo para llevarme a sitios sorpresa se transformará en la nueva tradición de los De la Torre? Porque, si continúan a este ritmo, creo que pediré una orden de alejamiento —Es mi cálida bienvenida al divisar a Rigoberto a escasos pasos de las escaleras principales.
—Que conste que nuestra visita se debe a que la chiquilla traviesa, acá presente, decidió pasar una tarde exclusiva con su nueva prima favorita.
Solo entonces reparo en que Romina lo acompaña.
—¿Cómo estás, dulzurita? —Me encorvo para hablar a su altura y ordenar los cabellos que se escapan de su trenza.
—¿De verdad serás nuestra prima?
Sonrío por su entusiasmo y deposito un breve toque en la punta de su nariz.
—La mejor parte será ser tu prima, lindura —Regreso a mi postura esbelta para dirigirme nuevamente a Rigo—: ¿Y qué tiene este dúo en mente para mí durante la tarde de hoy?
—Alondra nos confesó que eres un fan de Pixar a muerte y Romi no ha insistido durante semanas en que la llevemos al cine a ver Elemental. ¿Quieres acompañarnos?
La niña demuestra ser muy perceptiva al distinguir el atisbo de incertidumbre en mis facciones y exclamar lo próximo con el propósito convencerme:
—¡Mi hermano nos comprará ositos de goma!
-Suena genial. Solo tengo una pregunta súper importante para ti y mi decisión final dependerá de tu respuesta. ¿Estás lista? —Ella asiente con confianza y lanzo la pregunta—: ¿Pepsi o Coca?
Finjo analizarla con persistencia mientras ella toca su barbilla y pretende pensarlo como si se tratara de la resolución de una ecuación logarítmica.
—Coca-Cola.
—¡Esa es mi chica! ¡Choca esos cinco, bella!
Si quedaba algún rastro de duda, es espantando por completo al escuchar su gritito de absoluta felicidad tras mi respuesta.
«Esto de ser una De la Torre no está yendo tan mal como esperaba.»
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