04. «Buenas Amigas»
La mañana siguiente, Alondra y yo contamos con el gusto de recibir una visita sorpresa que supera con creces la del día anterior: Nanda de la Torre. Entre bromas, abrazos y cuchicheos, disfrutamos el tremendo placer de tenerla en casa y degustar sus magníficos huevos rancheros en honor a los viejos tiempos.
—¿Tú no piensas probar ni siquiera un bocado de tu propia comida? —inquiere mi roomie, tan extrañada como yo, mientras se sirve su café matutino.
—No lo creo —contesta junto a un rotundo hastío—. Es el segundo día que despierto con náuseas. Ayer cometí el error de desayunar sin darle importancia y tuvo un mal final. No planeo repetirlo.
—¿Te saltarás una comida tan importante? Tampoco es una elección sana —Aquí una enfermera al habla.
—Solo esperaré hasta que se me pasen antes de ingerir cualquier alimento. Realmente no quiero terminar en otra charla con el váter.
Ella esboza una mueca de asco a la par que una rara tensión se aloja en el ambiente. Sé que Alondra comparte mi sospecha sobre el malestar misterioso; sin embargo, ambas sabemos también que es muy pronto para tomar partido, por lo que sencillamente lo dejamos pasar.
Fernanda ni siquiera se entera del intercambio y salta a otro tema como si cambiara el canal de la tele:
—Chicas, ¡no me lo van a creer! —anuncia con expectación antes de hacer un redoble de tambores con un par de espátulas sobre la encimera—. ¡Rigo está enamorado!
Yo me atraganto y acabo tosiendo como si estuviera a punto de expulsar uno de mis pulmones por la boca, mientras Alondra trata de disimular que casi escupe su bebida de vuelta en la taza.
—Bianca, ¿estás bien? —pregunta la causante de mi quasi muerte por asfixia al mismo tiempo en que reparte palmaditas por mi espalda.
—No te preocupes. Solo olvidé que esa vía de mi esófago estaba en reparaciones.
Ella ríe con su humor habitual y detecto la tensión en los hombros de mi compañera de piso cuando la inocente recién casada retoma el asunto de su cuñado:
—Ayer fue a buscar a Fer antes de clases para pedirle consejos sobre cómo conquistar a una mujer. ¡Estoy tan emocionada! ¡Finalmente ese chico va a sentar cabeza! Apenas puedo esperar para conocerla. Lo que será pronto porque su hermano lo envió a la floristería donde preparan esos arreglos enormes que tanto me gustan, así que esa enigmática chica no podrá resistirse por mucho tiempo.
Veo al inanimado rostro de Alondra transitar por varias tonalidades mientras nuestra amiga sigue parloteando:
—Sí recuerdan los ramos a los que me refiero, ¿verdad? Aquellos que incluyen jarrones, equilibrio entre los colores y la opción de enviar uno de esos tiernos mensajes basados en floriografía a los que nadie puede permanecer inmune —declara con entusiasmo; sus ojos recorriendo la estancia hasta detenerse en un punto en concreto: la mesilla ubicada en la sala de estar en la cual descansa un buqué que encaja perfectamente con su descripción—. Justo como ese...
Dos segundos. Ese el tiempo exacto que le toma encararme con un dejo inquisitivo destellando en sus pupilas.
—Bi, ¿hay algo que te gustaría compartir conmigo?
Abro la boca en un gesto de profunda ofensa al punto en que estoy segura de que cualquiera a cuatro kilómetros de distancia podría distinguir mis amígdalas.
—¿Qué? ¿Por qué tu primera reacción es asumir que fui yo?
Una vez que entiende la verdad, se gira hacia nuestra otra amiga con la misma mirada.
—¡¿Alondra?!
La acusada alza su vista al techo antes de intentar explicarse penosamente:
—Lo siento, las cosas se me fueron de las manos.
Y aunque disfruto de la escena de Alondra rindiéndole cuentas al cachorrito de Nanda como si fuera su madre, continúo bastante insultada.
—Momento, momento, ¿por qué creíste que sería yo?
Ella oculta un mechón de cabello castaño tras su oreja y me observa con la expresión culpable de una niña sumamente adorable. La desgraciada luce como un verdadero angelito.
—Lo lamento. En realidad, sospechaba que ustedes tenían química desde hace un tiempo. Además, los dejé muy estimulados por el vodka después de la boda y mi primera teoría fue que no habían logrado manejar el efecto.
—Pues acertaste parcialmente en tu deducción, excepto porque la que probó al otro De la Torre no fui yo.
Repentinamente, Fernanda parece recordar que estaba enojada (a juzgar por sus cejas enarcadas) y se apresura a exigirle más detalles a Alondra.
—Se suponía que dormiría con Romina, pero todo indica que esa noche soñó que era karateca y me tiró fuera de la cama. Resumiendo: bajaba a la cocina por un vaso de agua, me encontré con Rigo en las escaleras y...
—Y en lugar de agua, acabó bebiendo leche.
No es preciso aclarar que esa fui yo, ¿cierto?
—¡Bianca!
Y si no había sido lo suficientemente obvio para ustedes, estoy segura de que el regaño de Alondra arrojó luz sobre el asunto.
¿Qué puedo decir? Disfruto plenamente de lanzar esta clase de comentarios incómodos solo por la satisfacción de ver el mundo arder. El rojo vivo predominante en el rostro de Nanda en este instante es prueba fehaciente de ello.
—Sin embargo, las dos bien que entendieron mi referencia, ¿cierto? No finjan ser santas.
La nueva De la Torre traga su llamativo bochorno en tanto se aparta de su papel como interrogadora para adoptar un tono compresivo.
—¿Y qué piensas hacer al respecto? No quiero presionarte, mas, Rigoberto sonaba bastante ilusionado, Alondra. ¿Realmente te interesa?
—No, para nada. O sea, él ha sido persistente y admito que me atrae, no obstante... Es más joven, también el hermano de Fer, así que...
—Te has metido en una situación engorrosa, ¿eh?
—Hasta las patas.
—No te preocupes, estoy segura de que encontrarás una solución con la que ambos se sientan conformes. Si te quiere, lo entenderá.
«Que alguien nomine a Nanda como embajadora de la ONU, por favor.» Apuesto a que los conflictos armados en Medio Oriente se resolverían en menos de una semana con ella a cargo.
—En fin, en tanto la niñera especializada en adolescentes lidia con sus dilemas morales, yo quiero hacer una sugerencia ultra fabulosa para nuestra celebración del Día de la Madre, más conocido como: ¡mi cumpleaños!
Sí, nací un 10 de mayo y ha resultado un completo asco que en México coincida con una festividad tan señalada. En mi país solo ocurría en ocasiones aisladas y aquí me persigue como una maldición.
—¿Qué tienes en mente?
Aunque dado que somos un trío de huérfanas, la casualidad al menos sirve para elevar el ánimo de mis chicas en una fecha bastante triste. Por otra parte, yo jamás conocí a mi madre, así que no me afecta tanto. Solo siento cierta nostalgia por Adela.
—¿Han escuchado sobre Playa La Concha?
—¿No es el sitio en el que dispersaste las cenizas de tu padre?
—El mismo.
—Creí que no querías regresar jamás.
—Una paciente me ha hecho reconsiderar esa decisión.
Alondra está a punto de lanzarse sobre mí con una lupa a raíz del sorpresivo cambio de opinión cuando Nanda interviene:
—Es curioso, ahora que lo mencionas. Soledad, la hermana de Don Román, nos lo sugirió a Fer y a mí como un buen sitio para nuestra luna de miel. No lo tomamos en cuenta porque ya nos habíamos decantado por Las Maldivas, aunque si ella lo sugirió debe ser sensacional. Yo me apunto. ¿Qué dices tú, Alondra?
La aludida deja a un lado las intrigas que maquina su cabecita y acepta sin dilación.
—Cuenten conmigo.
—Me alegra muchísimo. No obstante, tengo otra confesión que hacerles: estuve dándole vueltas al tema y creo que me gustaría echarle una ojeada para ver si descubro pistas sobre mi pasado.
—¿Piensas que ese lugar podría guardar relación con tu madre?
—Tengo un fuerte presentimiento al respecto y estoy convencida de que es la causa por la que he estado ignorándolo por tanto tiempo. Tengo miedo de la caja de pandora que podría abrir si empiezo a indagar en esa historia. O sea, mi padre tuvo que tener una excelente razón para llevársela a la tumba, ¿no les parece?
—No tendremos certeza de nada hasta que averigüemos algo; pero, lo que sea que suceda, sabes que puedes contar con nosotras.
Nanda junta nuestras manos en el centro de la mesa y opto por besar la punta de sus dedos como muestra de agradecimiento.
—Es precisamente por eso que son las mejores amigas del mundo entero.
...
—Buenas tardes, ¿cuál es su destino? —pregunta amablemente el taxista una vez me he acomodado en la parte trasera del auto.
—Lléveme al hospital más cercano, por favor.
—¿Acaso se siente mal? —El chófer se gira rápidamente en mi dirección con un grave semblante de alarma—. ¿Desea que conduzca a toda prisa?
Río suavemente, conmovida por su preocupación.
—No, no estoy enferma. Trabajo allí.
—Oh.
Le sonrío dulcemente para el eliminar el atisbo de vergüenza que colorea su rostro y él me dirige una mirada cohibida desde el espejo retrovisor.
—Por tanto, conque vaya a una velocidad moderada, me daré por bien servida. Llegaré ilesa y mis compañeros no tendrán que atenderme por un accidente, ¿está de acuerdo?
—A la orden.
Un par de minutos transcurren en silencio mientras admiro el panorama que se desliza a nuestro paso hasta que me animo a iniciar una plática con cierto tinte reflexivo:
—Es muy valiente, ¿sabe?
—¿Podría saber por qué lo dice, señorita?
—Obtuve mi licencia de conducir hace prácticamente una década, sin embargo, después de mi examen jamás he vuelto a sentarme tras un volante. Asumir la responsabilidad que lleva consigo es... demasiado. Trato diariamente con docenas de personas que han sido víctimas de accidentes automovilísticos y sinceramente, no me siento capaz de cargar con ese peso.
«Sin mencionar el hecho de que la mujer que se portó como mi madre fue mortalmente atropellada.»
—No obstante, se hace responsable de intentar todo lo que esté en sus manos para mantenerlos con vida, lo cual, no dista mucho, ¿eh? En este valle de lágrimas, todos somos valientes a nuestra propia manera.
Me encuentro todavía flotando entre sus palabras cuando mi celular interrumpe el momento de distensión. Checo el contacto y verifico que se trata del señor Ruiz. Pobre hombre, debe ser el dolor fantasma acosando nuevamente sus miembros perdidos.
—¿Señorita Bianca?
—Dígame, Orlando.
—Duele, duele muchísimo. Por favor...
Escuchar a un hombre que podría ser mi abuelo implorando por ayuda es más de lo que mi corazón puede soportar. Me obligo a pasar saliva con fuerza para ahuyentar mis ganas de llorar.
—Lo siento, lo siento en verdad. Mas, tengo grandes noticias. Estuve leyendo y creo que hay una opción que podría ser efectiva. ¿Ha escuchado antes sobre la acupuntura?
—¿La técnica de las agujas?
—Sí, es una tradición milenaria china, así como una forma de medicina alternativa y han sido numerosas las investigaciones que han probado los alentadores resultados de su aplicación en pacientes con dolores neuropáticos.
—En este punto, intentaré lo que sea.
—Lo pondré en contacto con una clínica maravillosa que tiene un programa con esta modalidad. Confío en que le brindará el alivio que necesita.
—Gracias, muchísimas gracias.
—Es mi trabajo.
Cuelgo con una sonrisa triste. La acupuntura no es milagrosa, aunque, ahora mismo, es su última esperanza para controlar el dolor crónico antes de quedar condenado para siempre.
«Tiene que funcionar.»
—¿Un paciente?
Vuelvo a la realidad cuando el conductor reanuda nuestra conversación.
—Incluso si firman el alta médica y cruzan las puertas de salida, la mayoría del tiempo eso no indica que mi labor haya terminado.
El hombre asiente con un dejo de aprobación y yo me pierdo nuevamente en la vista hasta que me anuncia que hemos llegado.
—¿Cuánto le debo?
—Es gratis.
—No, me opongo totalmente. Este es su empleo, no puedo perjudicarlo.
—El quehacer de los médicos no tiene precio. Insisto.
«Otro que cree que debería ser doctora.» Me anticipo y preparo mentalmente para su expresión decepcionada cuando le aclaro:
—En realidad, soy enfermera.
—No hace la diferencia. Gracias por su trabajo.
Previendo que quizás esta vez no pueda soportar el llanto, cierro la puerta del coche con una sonrisa de gratitud.
...
—Pensé que hoy era tu día libre.
Montserrat archiva un par de carpetas junto al escritorio y se despoja de su bata. Señal inequívoca de que su turno ha terminado.
—Y lo es, solamente vine de pasada para concluir unos formularios antes de enfurecer todavía más a Norma.
Imagino a mi jefa con el tonillo irritante de la vieja cascarrabias que aparece en la película Monster Inc. y simultáneamente recreo el icónico meme en mi mente: “Bianca, ¿por qué no ordenaste tu papeleo anoche?”.
Evito reírme de un episodio que solo ocurrió en mi cabeza en aras de sortear una futura estancia en el ala de Psiquiatría en condición de paciente, y esta vez soy quien pregunta:
—¿Y tú? ¿Ya vas de salida?
Ella guarda el estetoscopio antes colgado en su cuello dentro de una mochila negra con varios pines.
—Así es.
—¿Qué tal tus primeros días?
—Tal cual había predicho: de fábula. Te dije que era buena.
Pongo mis ojos en blanco frente a semejante despliegue de humildad.
—También modesta, y no he visto mucho de esa cualidad últimamente.
—La imperfección es inherente a la naturaleza humana, Bi. Ni siquiera yo puedo competir con eso.
Río brevemente mientras camino junto a ella hacia la salida. También he acabado con mis pendientes.
—¿Tienes planes para esta tarde?
—Ninguno. Estoy más sola que una ostra y si voy a casa de mi madre, enloqueceré.
—Debo ir de compras y detesto no tener compañía para cotillear. ¿Quieres unirte?
—¿Qué hay de tus amigas?
—Una de ellas se quedará hasta tarde corrigiendo exámenes de Química respondidos por adolescentes que no tienen ni idea de lo que es un átomo, y la otra tratará de poner al día su trabajo en la ONG que dirige. Son mujeres ocupadas.
—Soy el plan C, ¿entonces?
Me encojo de hombros ante su reclamo.
—¿Lo tomas o lo dejas, chiquita?
—Voy a tomarlo, pero me ofende muchísimo
No puedo evitar acordarme de Rigo.
—Esta generación Z...
...
—¿Y por qué buscas un vestido nuevo?
Contesto a su pregunta mientras inspecciono, perchero por perchero, una sección de la tienda a la que recién entramos:
—Iré a una boda próximamente.
La palabra con “b” espanta la sonrisa de su cara.
—Ay, no. Otra de esas no —lamenta con pesar.
—¿Qué ocurre?
—Mi madre contraerá nupcias el próximo fin de semana y es la razón por la que me volveré loca. Me ha obligado a probarme mi vestido por lo menos una cien veces debido a imperfecciones que no existen y he tenido que reajustar la organización de las mesas otro centenar porque algunos invitados se llevan como perros y gatos. Eso sin contar que mi papá llevará a una chica mucho más joven como acompañante y mamá se está halando los pelos del coraje. Como verás, tengo todos los motivos para no querer saber nada de bodas por el resto de mi vida. De hecho, estoy reconsiderando la perspectiva de siquiera casarme algún día. Demasiado trabajo para firmar un mugroso papel que acabará siendo disuelto en un divorcio.
Ella culmina su extenso discurso con una larga exhalación e intento reconfortarla acariciándole los hombros.
—Si te sirve de consuelo, yo renuncié a ese problema hace tiempo.
—Pero tienes una cita, ¿cierto?
—Él me invitó.
—¿Entonces...?
Reconozco la apertura como una táctica para chismorrear sobre mi vida amorosa y no caigo en su trampa.
—No es nada serio. Iremos como amigos.
Ella alza una ceja como quien no se traga el cuento y, esperando que quede satisfecha, ruedo los ojos para posteriormente brindarle solo una porción más de información.
—Tuvimos algo fugaz tiempo atrás, pero era demasiado riesgoso.
—No me digas que temías perder su amistad.
Lo hilarante de su planteamiento teniendo en cuenta la realidad, ocasiona que se me escape un detallito en forma de chiste:
—Lo que temía perder era mi empleo.
Resulta que Montse tiene un oído excepcional y ha captado la idea al dedillo.
—¿Acaso es uno de tus superiores?
Sello mis labios como si se tratara de un zipper.
—No pienso abrir más la boca, Herrera.
—Pero...
—¡Ni lo intentes!
—Oh, vamos, ¡esto es oro! Pensé que los enfermeros eran los encargados principales del comité de Rumores y Divulgación. ¿Cómo puedes negarme la oportunidad de conocer un chisme así de candente de primera mano? ¡Porfis, porfis! Anda, cuéntame. Te prometo que seré una tumba.
Por fortuna, estoy vacunada contra el encantador efecto de su mirada de corderito.
—No vas a conseguirlo.
—¡Rayos!
Nota de la autora: ¡Y esta increíble tríada de amigas está oficialmente de vuelta! <3
¡No saben cuánto extrañaba a escribir una escena con estas tres en toda su extensión! :)
En fin, un poco de chismecito por aquí, otro poco de chismecito por allá. Amo dejar pistas sobre lo que va a suceder sin decir nada en concreto.
Loviü,
Lis
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