El día del capitán había sido tranquilo; había marcado en el mapa el curso, basándose en las últimas noticias que había recibido.

Cansado de ver las mismas cosas desde su camarote, decidió salir y comprobar que la tripulación hiciera bien su trabajo.

Urgentemente necesitaba un buen trago; su cuerpo se lo exigía, sin importar el daño que esto pudiera causarle.

—Zayn, avisa a la tripulación que esta noche tendrán la noche libre para que hagan lo que quieran, y mañana a esta hora partiremos. —dijo el capitán, observando a la escasa multitud que transitaba por el muelle.

—¡Sí, Capitán! —respondió Zayn con una amplia sonrisa.

—Iré a beber un poco; me hace falta una botella de alcohol. —anunció mientras descendía de su amado barco, desapareciendo entre la gente.

La mañana de Louis en la herrería había sido bastante tranquila, a decir verdad. Había completado algunos pedidos, afilando dagas y ultimando los detalles de cada trabajo. Por suerte, había sido bien recompensado por terminar todo a tiempo

Había decidido cerrar temprano la herrería. Acompañaría a Liam a su casa, y luego él regresaría a la suya para ayudar a su papá con la cena. Desde hacía días, se había distanciado de su padre, todo por evitar el tema de Harry, quien aún no se había aparecido por el pueblo, lo que entristecía a Louis.

—Oye, Lou, vamos a pasear un poco —dijo Liam sonriendo; sabía que Louis no podía negarse a esa sonrisa—. Después te acompaño a tu casa.

—Li, necesito llegar a casa; ayudaré a mi papá con la cena, no puedo fallarle. —Louis lo vio hacer un puchero; sabía que no podía negarse ante ese gesto, pues lo utilizaba en su contra —. Está bien, pero solo una hora. Tengo que llegar a ayudar a papá con unas cosas.

—¡Sí! —gritó Liam, jalando a Louis hacia la costa del pueblo, donde podían ver cómo las olas del mar chocaban contra las rocas—. Cuando me siento molesto o muy triste, vengo a este lugar.

—Es muy hermoso, Liam —dijo Louis, impresionado ante el paisaje—. Es muy relajante estar aquí, alejado de toda la gente.

Soltó un suspiro; estar en ese lugar era lo que Louis necesitaba; realmente era agotador recibir a clientes que lo miraban como si su padre lo estuviera subastando al mejor postor o algo así. Cada día llegaba un cliente para ofrecerle a su hijo o hija en matrimonio. Era estresante tener que ser amable y rechazar cada propuesta.

¿Acaso Louis parecía alguien desesperado por que todos lo quisieran casar? El bullicio en la plaza del pueblo lo sacó de sus pensamientos drásticamente. Volteó a ver de qué se trataba, pero solo podía ver a la gente correr y esconderse.

En ese momento, su corazón empezó a latir con gran fuerza y, tembloroso, se levantó del lugar, jalando a Liam.

—Vámonos en este momento, Liam —le dijo, frunciendo el ceño—. Algo anda mal.

—¿Qué sucede? —preguntó Liam a una persona que pasaba.

—¡Piratas, corran a esconderse ahora mismo! —les respondió mientras seguía corriendo.

—¡Dios mío! —murmuró asustado. —¡Vámonos por las calles de atrás para evitar a toda la gente!

—¡Pero Lou, nuestra casa queda frente a la plaza! —dijo Liam, quien estaba pálido del susto. —¿Qué hacemos?

—Tranquilo, Li. Si es posible escabullirnos entre las tiendas, lo haremos —le murmuró Louis, frunciendo el ceño. —Vamos.

Con el corazón en la boca, caminaron hacia la plaza y, en los momentos en que las personas corrían, se escondían en cualquier lugar disponible.

Louis le hizo una seña a Liam para que avanzara; tenían el camino libre para llegar sanos y salvos a casa. Suspirando de miedo, caminaron cuidadosamente, pero no supieron cuál fue su error: ¿no darse cuenta de que alguien los estaba observando de lejos? ¿Gritarle a Liam que fuera a casa sin mirar atrás?

De repente, unos brazos rodearon a Louis por atrás y taparon su boca con un pañuelo, impidiendo que gritara. Fue entonces cuando todo comenzó a nublarse; una especie de neblina lo envolvía y, a lo lejos, podía ver cómo Liam entraba en casa a salvo.