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Capítulo 1 🏴‍☠️

Por alguna razón, Louis tenía un presentimiento extraño desde el momento en que despertó. Sintió una punzada en el pecho, como si algo le advirtiera sobre lo que iba a suceder.

Sin embargo, ignoró esa punzada y caminó hacia el negocio familiar que ahora le correspondía manejar. Su bisabuelo había fundado este taller de herrería, el cual se había hecho muy popular debido a la escasez de herreros, que eran muy necesarios en la comunidad.

Debían tener todo tipo de armas, desde una espada hasta una daga. ¿Por qué deberían estar armados hasta los dientes si ese pueblo siempre había sido tranquilo? La respuesta era muy sencilla: los piratas.

Últimamente, había habido muchos saqueos a tiendas perpetrados por piratas, y el rey había declarado una ley que obligaba a todos los negocios a contar con un arma para esas ocasiones. La situación era tan grave que los jóvenes debían ser "entrenados"; tenían que aprender a utilizar espadas y a defender al pueblo de los piratas.

—Louis, ¿ya irás a la herrería? —le pregunta su padre—. ¿No piensas desayunar?

—No voy a desayunar; se me está haciendo tarde y tengo mucho trabajo pendiente. Debo hacer bastantes espadas y tengo un encargo especial —responde sonriendo. Se acerca y le da un beso en la mejilla antes de salir.

Luego de despedirse, comienza su camino hacia la herrería, que queda un tanto lejos de su casa. A lo largo del trayecto, se encuentra con personas que lo saludan amablemente, y él les devuelve el saludo con una sonrisa.

Al llegar, abrió la puerta y comenzó a hacer lo que tenía pendiente desde hacía unos días, tarea que estaba casi terminada.

—Louis, ¿ya está lista la daga que te había pedido? —preguntó el señor, sonriendo—. He estado escuchando que los piratas están rondando por estos lugares nuevamente y quisiera estar preparado para cualquier eventualidad.

—Hola, Don Julián —respondió Louis, sonriendo amablemente—. Justo le estaba dando los últimos retoques a su daga; quería que quedara perfecta.

—Oh, muchacho, eres tan atento a los detalles que no me preocuparía por eso —le dijo, riendo.

Louis también rió ante ese comentario y continuó con la daga, la cual contenía algunas piedras, como rubíes y esmeraldas, perfectamente alineadas en el mango. De igual manera, llevaba unas líneas de oro que formaban las iniciales del dueño. Al terminar con cada detalle, pudo entregársela a Don Julián, quien lo había esperado el tiempo necesario y se fue con una gran sonrisa.

Siguió con otros trabajos hasta que miró el viejo reloj que tenía cerca de la puerta y notó lo tarde que era. Dejó todo en su lugar y se aseguró de cerrar bien el negocio.

Iba caminando tranquilamente cuando fue interceptado por varios hombres.

Suspiró mirando el mar; algunas veces era tan relajante estar en medio de él.

—Capitán, ¿Cual es el curso? —escuchó a Zayn, su mano derecha y mejor amigo desde hacía años.

—Vamos al puerto más cercano. Necesitamos comida y ron —le respondió, mirándolo—. Pueden tomarse la noche libre y nos vemos a mediodía aquí —añadió, acomodando sus rizos.

Ninguno de la tripulación sabía ni se atrevía a preguntar por qué siempre paraban en ese pueblo. Sabían que al valiente que se atrevía a preguntar eso, al día siguiente desaparecía, o al menos eso se decía.

—Bien —dijo, limitándose a esa sola palabra antes de darse la vuelta y comenzar a dar órdenes para marcar en el mapa.

La noche había llegado y el capitán Styles se encontraba solo en su barco. Acababa de disfrutar de un corto baño y se había cepillado el cabello. Llevaba puesta una camisa de manga larga blanca, pantalones formales negros y zapatos bien boleados; cada uno de sus tatuajes estaba completamente cubierto.

Decidido, bajó del barco y comenzó a perderse entre la multitud. Aquella noche prometía ser buena; mientras caminaba, el capitán observaba cada tienda. Al ver la calidad de las mercancías, tomó una manzana de un puesto, le dio unas monedas al dueño y siguió su camino. Sin embargo, unos gritos ahogados lo hicieron detenerse y buscar rápidamente el origen del alboroto.

Su mirada se detuvo en un chico de ojos azules como el océano, que estaba siendo sometido por varios piratas; podía identificar sin dificultad el característico tatuaje que todo pirata llevaba. Así que, sin dudarlo, se acercó con pasos firmes e impidió que se lo llevaran.

—¿Qué estás haciendo, hombre? —dijo uno de ellos—. Muévete si no quieres morir.

Los otros tres que sujetaban al chico rieron ante ese comentario y lo empujaron hacia el capitán.

—¿Por qué no lo intentas? Dudo que puedas hacerme siquiera un rasguño. —Sonrió desafiándolos, asegurándose de que todos lo escucharan.

—No tengo tiempo para tus provocaciones y no me importa —respondió, sin miedo alguno—. Y deja de meterte en mis asuntos. El capitán Jack quiere a este chico dulce y lo va a obtener.

—¿Conoces al capitán Styles? —lo miró con una pequeña sonrisa en los labios rojos—. El pirata temido por los piratas, aquel a quien nadie puede cuestionar o siquiera retar.

—Claramente lo conozco. ¿Qué tiene que ver en esto? —Lo miró confundido y enojado.

—Entonces te diré dos cosas y espero que comprendas perfectamente por qué no pienso repetirlo dos veces —le dijo con un tono de voz frío—. Yo soy el capitán Styles y, si no sueltas a ese muchacho ahora mismo, es mejor que se despidan de su miserable y asquerosa vida.

En ese momento, notó cómo los cuatro hombres se quedaban pálidos de miedo; sus expresiones lo revelaban. Comenzaron a temblar y murmurar "perdón, capitán" mientras soltaron al chico y salieron corriendo.

—¿Estás bien, chico? —le cuestionó, mirándolo desde lejos.

—No, no sé qué acaba de pasar y tengo miedo. —Ahogó un sollozo mientras miraba al hombre.

—Párate, vamos —le dijo, continuando su camino sin ayudarlo, a pesar de que veía que el chico no podía ponerse de pie.

—N-no puedo —sollozó el chico—. ¿Cómo te llamas? ¿Por qué me ayudaste?

—Soy Harry y te ayudé por lástima —le respondió de manera grosera—. ¿Qué hacías tan tarde en la calle? A estas horas rondan los piratas y es peligroso.

—Lo sé perfectamente, solo que estaba terminando un trabajo y no noté que había oscurecido —dijo mirándolo—. Soy Louis.

—Bien, Louis, me voy —informó el capitán, dándose la vuelta para dirigirse a un bar; necesitaba alcohol.

—¡Espera! —le gritó, recuperándose un poco del susto—. ¿A dónde irás?

—Al bar más cercano, necesito alcohol —respondió sin mostrar ninguna expresión en su bello rostro.

—Te acompaño, espera —dijo Louis, lo que hizo que el pirata frunciera el ceño, mirándolo. Sin embargo, no se negó.

El silencio siempre había sido algo que Styles amaba, pero ese chico era más ruidoso y parlanchín que Zayn. Por todos los mares, estaba casi arrepentido de haberlo salvado.

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