Kyungsoo estaba a punto de irse a la escuela y como todas las mañanas, lo vio pasar. Era Kim Jongin, en su auto, no tan nuevo, pero que era mucho más que su desvencijada bicicleta. Ahogó un suspiro al verlo doblar la calle.

Se había descubierto enamorado cuando notó como los latidos de su corazon aumentaban de manera directamente proporcional a la cantidad de sonrisas que Jongin regalaba todas las mañanas. Y las miradas, esas que secretamente compartían. Era tan hermoso, Kyungsoo podía verlo incansablemente.

Jongin tenía a un montón de gente tras él, con más dinero, mejores ropas y autos. Él no tenía mucho que ofrecer más que un corazón sincero.

Pese a todo, no quería rendirse sin luchar así que subió a su bicicleta y pedaleó con el corazón dando tumbos y las mariposas revoloteando en su estómago hacia la escuela. Ese sería el día que confesaría sus sentimientos y le preguntaría a Jongin si quizás, solo quizás, tenía alguna oportunidad.

Al llegar, Jongin estaba a punto de entrar, volteó a verlo y sonrió. Kyungsoo respiro profundo, apretando más el ramo de rosas robadas contra su espalda, y sonriendo de vuelta, caminó hacia el encuentro con su destino.