A medida que pasaban los días, Harry descubrió que Draco Malfoy enviaba cartas a casa dos veces por semana, más de lo que enviaban la mayoría de los estudiantes. Hermione escribía a sus padres una vez al mes y Ron solo lo hacía durante las vacaciones o circunstancias especiales. Harry..., bueno, Harry deseaba poder escribirle a Sirius con tanta frecuencia. Pero no era tan simple como eso. Su padrino aún no había respondido a su primera carta.

Ron podría haber encontrado la correspondencia constante de Malfoy con sus padres algo para burlarse, pero Harry se sintió amargado por eso.

Pero esa no fue la razón por la que Harry comenzó a pasar más tiempo en la lechucería. Nada de eso. Era solo que la lechucería estaba tranquila y vacía. No hubo miradas burlonas ni fuertes empujones en los hombros. A pesar de ser un congelador, era un buen lugar para estudiar, o simplemente estar solo.

No tenía nada que ver con la diversión que Harry sintió ante la expresión de sorpresa de Malfoy cuando entró y lo encontró allí. O su satisfacción cuando Malfoy entrecerró los ojos con irritación, absteniéndose visiblemente de decir cualquier insulto que quisiera escupir porque, si lo hacía, entonces Harry habría ganado.

Molestar al rubio era quizás la única diversión que tenía Harry en esos días, pero no era la razón por la que Harry seguía yendo a la lechucería, porque era una persona decente y eso era realmente inmaduro.

El prolongado silencio, aunque incómodo, se convirtió en nada más que un ruido de fondo, ya que ambos se mantuvieron en sus asuntos, Malfoy generalmente terminaba y se iba primero, siempre lanzando la misma mirada a Harry. Ese breve segundo fue el único momento en que realmente se reconocieron el uno al otro.

Hasta dos semanas después, cuando una maldición susurrada en voz baja llegó a los oídos de Harry, sintiéndose mucho más grande de lo que era debido al largo silencio que había roto. Harry miró a Malfoy, quien parecía no darse cuenta de su paso en falso, demasiado ocupado buscando en su bolso, con el ceño fruncido en su pálido rostro.

Harry miró el banco en el que estaba sentado el rubio, notando la botella de tinta ahora vacía. Luego miró el ensayo de Transformaciones casi terminado en el que había estado trabajando y arrugó la nariz.

Aparentemente, el ser condenado al ostracismo por toda la escuela estaba afectando a Harry, porque recogió sus cosas y se acercó a Malfoy. El rubio lo miró con cautela, una mano pálida ya alcanzando su varita.

Harry puso los ojos en blanco y colocó una botella de tinta junto a la vacía de Malfoy.

El rubio lo miró como si se hubiera vuelto loco, y tal vez Harry lo había hecho porque soltó un bufido divertido ante su expresión desconcertada.

Malfoy pareció terriblemente ofendido por eso. -No necesito-

-¿Tinta? Estás fuera. ¿Estás planeando caminar todo el camino de regreso a las mazmorras por más?

Cuando Malfoy no lo negó, Harry dejó escapar un suspiro exasperado y dio un paso atrás. -Solo tómalo, ¿de acuerdo?

Malfoy levantó la botella de tinta y lo miró fijamente. -Potter, esto está lleno.

-Entonces devuélvemelo la próxima vez o lo que sea- dijo Harry antes de alejarse.

Esta vez, no se dio la vuelta cuando Malfoy lo llamó y sonrió para sí mismo por las pequeñas victorias.