Capítulo 2: Planes sospechosos.
Un hombre de cabello largo se encontraba en un pequeño departamento de la ciudad Neoyorquina, preparándose un café cargado con azúcar.
—Mierda… no otra vez. — se dijo a sí mismo mientras tomaba la taza con su mano mientras la misma temblaba. Con la otra mano tomó el periódico con las noticias más recientes y comenzó a leer.
“Desastre en las calles de Nueva York: Desde la caída del empresario Liam Blake hace un año, las mafias de la ciudad tratan de recuperar sus territorios y robar los de sus rivales. Sin embargo, la noche del sábado anterior, un grupo de la mafia italiana fue asesinada en un pequeño casino del Norte de Brooklyn, la policía investigará si se trata de una guerra entre bandas o algo personal.”
El hombre de cabello largo solo suspiró, bajó el periódico y lo colocó tranquilamente en la mesa junto a su taza de café vacía, para luego levantarse y dirigirse hasta la puerta, saliendo de su departamento.
[Un día antes]
Era de noche, Payton se encontraba en su área de trabajo totalmente solo, lidiando con aquella pared que estaba a punto de derribar. Cuando de repente escuchó el chirrido de un auto a toda velocidad, frenó en seco y un grupo de personas se bajó del mismo, corriendo tras un joven de tez oscura. Payton sólo miró y sin prestarle atención siguió golpeando la pared con aquel mazo.
—¡No huyas, maldito bastardo! — exclamó uno para después abalanzarse sobre el muchacho más joven.
—¡No era mi intención hacerlo, lo siento mucho! — gritó el muchacho con un poco de miedo.
—Eres un imbécil, nos descubrirán por tu puta culpa y nos vendrán a matar… pero al menos tendremos la satisfacción de matarte a ti, así que nos veremos del otro lado, maldito infeliz.
El hombre encima del muchacho de tez oscura sacó un cuchillo y estaba a punto de clavarselo en el abdomen, pero antes de poder hacerlo recibió un fuerte golpe en su cabeza que le provocó la muerte instantáneamente.
Payton había sido el causante de la muerte de aquel hombre amenazante.
—¡Maldito infeliz! — exclamó otro de los hombres intentando darle un puñetazo al de barba.
—¿Porque no aprendes a meterte con alguien de tu tamaño, pedazo de mierda? — soltó Payton con rabia, agarrando del cuello a aquel hombre y lanzandolo contra el suelo.
El hombre se deshizo fácilmente de los demás con aquel mazo en sus manos, luego de hacerlo, limpió su cara llena de sangre y ayudó al muchacho de tez oscura a ponerse en pie.
—Y-yo…
—¿Qué mierda hiciste para que intentaran matarte? — preguntó el hombre pelinegro.
—Son unos tipos que le ayudan a la mafia italiana… ellos le robaban a mi padre su salario por una deuda de hace años, ahora vinieron por mi. Lo peor es que si no saben nada de mi esta noche… irán tras mi abuela.
Payton sólo miró al chico, se dio media vuelta dejando el mazo en el suelo, de repente se frenó.
—Toma tus cosas y huye con tu abuela, no pierdas más el tiempo.
Pasaron un par de horas desde aquel enfrentamiento, la ciudad estaba tranquila debido a las altas horas de la noche, cosa común en la zona. Dentro de una pequeña tienda se encontraba un grupo de mafiosos italianos, jugando al poker tranquilamente.
—¿No hay noticias del muchacho?
—No, pero ya enviaré a mis hombres a investigar.
Un ruido extraño interrumpió la conversación del grupo, pero no le prestaron tanta atención. Uno de los hombres se puso de pie y ordenó buscar a aquel hombre de tez oscura.
—Bien, es hora de movernos, ya saben la dirección de su casa, vive con su abuela.
Los demás se pusieron de pie y cargaron sus armas, pero en cuanto se pondrían en marcha, la luz del lugar se fue.
—¿Pero que mierda? — dijo uno.
Un par de disparos sonaron, alertando a los mafiosos quienes comenzaron a disparar a oscuras y a cualquier lugar, esto provocó que algunos se dispararan entre sí, provocando la muerte de sus compañeros. Uno quedó en pie, corrió a regresar la corriente eléctrica y cuando la luz encendió, todos sus colegas se encontraban muertos en el suelo.
—Por Dios… — susurró.
—Hay que ser justos. — dijo un hombre a su lado, quien le tomó el brazo y le disparó con su propia arma en la cabeza.
» Imbéciles… — susurró Payton, para después salir del lugar por la puerta trasera a un callejón cercano.
[Un día después]
Las calles de Nueva York estaban repletas de personas corriendo hacia sus trabajos. Una señora corría a toda prisa hasta un edificio donde abrió la puerta y comenzó a subir escalones a toda prisa hasta llegar a su destino.
—¡Abre! — exclamó una mujer rubia tocando la puerta de un departamento.
Loly abrió la puerta, dejando ver su cara de no haber dormido nada.
—¿Qué haces acá tan temprano? Merlín… pasa.
—Oh si, también es un gusto verte.
—Lo siento, Bells… es solo que no he dormido mucho.
—¡Feliz cumpleaños, Loly! — exclamó la rubia con alegría mientras hacía aparecer un pastel en la mesa con su varita.
Loly miró a la mesa, sonrió solo un poco y luego se acercó a su amiga a darle un abrazo.
—Olvidé que era hoy.
—¿Cómo puedes olvidar tu propio cumpleaños, Diggory? — preguntó la rubia.
—Tú más que nadie sabe que no le tomo importancia a las fechas.
—Bueno, lo único que tomas es alcohol. — dijo Bells para después reír. — traje el periódico.
Loly lo tomó, invitó a su amiga a sentarse y comenzó a leer el periódico.
—Vaya, asesinaron a casi la mitad de una mafia italiana…
—¿Dónde fue? — preguntó la rubia, curiosa.
—En un bar privado al norte de Brooklyn, al parecer fue una guerra entre bandas.
—Hoy escuché a una de las vecinas diciendo que un hombre ensangrentado anduvo anoche por la zona.
Loly se quedó pensativo y miró hacia el suelo.
» ¿Vas a investigar, verdad? — dijo la rubia.
—Sin duda alguna.
Aquel hombre ciego se dirigía camino a su trabajo, caminaba tranquilamente con el palo guía en su mano derecha, sin tomarle importancia a muchas cosas o eso parecía. El hombre tenía un buen sentido de audición, por lo que podía escuchar lo que hablaba cada persona que pasaba por ahí. De repente, el hombre tropezó con un sujeto de ropa deportiva
—Ten más cuidado idiota… — dijo el hombre, quien había tirado su batido sobre su ropa.
—Lo siento señor, aún me es difícil controlar esto.
El de ropa deportiva se percató y sin dudarlo se disculpó con el hombre ciego.
—Lo siento mucho señor, no se preocupe por el accidente.
Sin más, siguió su camino. Andrew se concentró en escuchar lo que el hombre hablaba mediante un aparato en su oído.
» Disculpen la interrupción, un ciego idiota chocó conmigo y tiró mi batido sobre mi.
—Bingo. — susurró Andrew.
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