Capítulo 14: La Disidencia.
Jeremy Spooner se encontraba camino a su oficina con varios archivos en su mano, al entrar, dejó las carpetas sobre su escritorio y al girar para volver a la salida se encontró a tres sujetos frente a él.
—Señor Ministro… cuánto tiempo.
—¿Qué hacen aquí? — preguntó el hombre de forma seria.
—Tenemos que hablar urgentemente. — dijo quien parecía el líder.
Jeremy no tuvo más opción, invitó a pasar a la sala de reuniones a los tres hombres donde se sentaron y comenzaron a charlar.
—¿En qué puedo ayudarlos? — soltó Spooner mientras se sentaba.
—Necesitamos comenzar con el plan lo más antes posible, hay información indicando que Carter escapó… se está saliendo de control y hay muchos cabos sueltos.
—¿Qué dice su líder? — preguntó el Ministro.
—Justamente nos ha enviado, desearía poder venir en persona pero ahora se encuentra algo ocupada, tratando de arreglar este desastre.
—Claro, como los demás que han causado… — soltó Spooner.
—No estamos acá para pedir su permiso, Spooner, venimos a advertir. El plan será ejecutado con su ayuda o sin ella, al fin y al cabo La Disidencia ha llegado hasta donde está sin hombres tan importantes como usted. — soltó el hombre japonés para luego ponerse de pie con sus secuaces y salir del lugar.
Spooner se quedó sentado de la forma más relajada posible.
[Nueva York]
Mónica se encontraba frente a frente con Jack, el hombre rubio estaba dispuesto a acabar con ella y con cualquier otro que se interpusiera.
—No creo que sea una buena idea pelear, señor Black, si pierde… y perderá, La Disidencia logrará su objetivo.
—¿De qué hablas? Estás con ellos. ¿Acaso no es tu objetivo también?
—Sígueme, confía en mí.
La pelinegra bajó sus armas y se dirigió a una puerta, la abrió para darse paso hasta una habitación llena de frascos en estantes, Jack iba detrás de ella siempre alerta.
—¿Qué es esto? — preguntó el rubio.
—Son recuerdos, memorias de miembros de La Disidencia que han guardado por años. Todos sus actos criminales cometidos por los últimos siglos.
—¿Siglos?
—Son una organización muy antigua, el primer registro que he averiguado sobre ellos abarca en 1700. — contestó Mónica mientras tomaba un frasco del estante. La mujer caminó hasta el pensadero y vertió el pensamiento en el mismo. —Ven, te enseñaré.
Jack dudaba de Mónica pero sentía que podía estar diciendo la verdad, el rubio se acercó hasta el pensadero y sumergió su cabeza para ver el recuerdo.
[Oregón, 1700]
Jack había aparecido en un lugar antiguo, a su alrededor podía apreciar como varias personas estaban sentadas en el suelo sobre un peculiar círculo, todos estaban tomados de las manos y en el centro había un árbol que el rubio reconoció de inmediato.
—Es el árbol rúnico… — susurró.
Las personas parecían estar en una especie de ritual, comenzaron a recitar algunas palabras mientras soltaban sus manos para levantarlas, inmediatamente después se comenzó a sentir como el suelo se movía muy fuertemente, tras percibir el movimiento, las personas en el lugar abrieron sus ojos observando con total atención como el árbol frente a ellos se desvanecía.
Jack salió del pensamiento, sacó su cabeza del pensadero y miró a Mónica.
—¿Has escuchado del terremoto de Cascadia? Acabas de apreciarlo…
—¿Cómo? — preguntó el rubio confuso.
—Esta gente encontró la forma de revivir a los muertos mediante nigromancia pero logrando mantener vivos sus recuerdos y vidas pasadas, han pasado así durante siglos, eso que viste fue un acto de resurrección.
—¿Y qué tiene que ver el árbol rúnico?
—Ese es el secreto, utilizan nigromancia y mediante el ritual la combinan con mutación rúnica para que el fallecido mantenga sus recuerdos.
Mónica comenzó a caminar por el lugar observando los demás recuerdos mientras Jack la seguía aún con más dudas.
—¿Y por qué estás con ellos? — preguntó Jack nuevamente.
—Ellos creen que tienen poder sobre todo aquel mutante rúnico por ser los primeros en explorar esa rama, mutantes como tú y yo.
—Claro, al revivirte te convirtieron en una mutante.
—Y no fue todo lo que sucedió en el 1700, un mes después de lo que viste fueron los causantes de la Gran Guerra del Norte en Europa y en diciembre uno de los suyos asumió el cargo en el Vaticano, el Papa Clemente XI.
—¿Por qué aún sigues con ellos después de todo lo que sabes?
—Jack, estos tipos han vivido siglos, nadie los ha podido derrotar, además… ahora no saben que estoy aquí, tienen control sobre los que reviven, nos ordenan hacer algo y simplemente lo hacemos.
—Bien, creo que la charla se acabó. — dijo una voz masculina entrando en la habitación. — Mónica, acaba con él. — le ordenó el hombre con traje púrpura.
Los ojos de la pelinegra se pusieron color negro, empuñó su arma y con todo intentó apuñalar al rubio, sin embargo, antes de lograrlo, un golpe seco en el suelo hizo que la pelinegra y Jack cayeran al suelo.
—¡Mierda! — exclamó el hombre de traje púrpura quien huyó del lugar rápidamente.
—¡Jack, arriba! — exclamó Billy acercándose a su amigo. —Hay que irnos.
—Espera, no podemos dejarla… está siendo controlada. — dijo el rubio mirando a Mónica en el suelo inconsciente.
—Escúchame, volveremos por ella cuando acabemos con esto, ahora debemos volver.
Billy ayudó al rubio a ponerse de pie para salir de aquel lugar.
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