2. Imbécil
Beocca le había contado el plan a Uhtred, y como era algo obvio, Uhtred había planeado todo. Así que nos pusimos manos a la obra.
Y menos mal que resultó porque logramos salvar al supuesto Rey y fuimos hacia el supuesto reino de Guthred. Algo no me convencía en absoluto de este hombre, pero no dije nada porque tal vez yo me equivocaba. Aunque pensándolo mejor, ¿cuándo me había equivocado yo?
El caso es que dejé el tema y ahora todos nos encontrábamos en el reino de Guthred, no había caos y debíamos disfrutar un poco de todo, pero el sentimiento que tenía sobre todo esto se mantenía en mí.
—¿Estás bien? —miré a Beocca que estaba a mi lado regalándome una pequeña sonrisa. Uhtred se encontraba peleando para enseñar a los hombres a pelear, o eso creía. Ni siquiera me fije bien, que es lo que estaban haciendo y no es que estuviera en mis planes saberlo.
Seguramente en unos segundos desaparecería de aquí para dar una vuelta a saber donde.
—Estoy bien, simplemente creo que debería ir a dar una vuelta y luego vuelvo.
—¿Estás segura? —asentí con una pequeña sonrisa y me alejé de ahí dando una vuelta por los alrededores.
Ni siquiera sabía que pintaba aquí, pero me alegraba de estar junto a mi hermano después de todo.
De pronto sentí pasos y me giré para encontrarme a Hild.
—Siento mucho molestarte querida, pero debes venir con nosotros. Hay daneses y lo menos que quiero es que estés sola —asentí porque no serviría de nada pelear con ella por esto. Así que volvimos con el resto y los vi hablando con mi hermano.
Aunque hubo uno que me llamó la atención.
—Ese chico te está viendo —Hild estaba en lo cierto. El chico, que seguramente era el más joven del grupo, no me quitó los ojos de encima.
Solté un pequeño suspiro y me di la vuelta.
—Vamos comer antes de que se lo coman todo —solté una pequeña risa y caminamos.
No es como si yo tuviera mucha hambre, pero Hild me obligó a comer aunque fuera una manzana. Así que tuve que hacerlo por obligación. Vi como se acercaban a nosotros y yo caminé para alejarme de ahí, ignorando las voces de Hild y Beocca.
Fui a un lago que había y me senté en la hierba admirando todo. Volví a sentir pasos y rápidamente me giré con una daga que tenía escondida para encontrarme al chico sin nombre.
—No me mates todavía —bufé, guardándola. Si quería matarme, lo tendría complicado.
—¿Necesitas algo?
—Solo quería buscar un lugar sin tanta gente, pero puedo irme si lo deseas —negué sentándome de nuevo.
Él se sentó a mi lado, manteniendo las distancias.
—Soy Sihtric —le miré.
—Helena —él asintió con una pequeña sonrisa.
—Bonito nombre.
—Gracias por el cumplido —lo mejor que podía hacer en estos momentos era irme de nuevo con el resto.
Así que me levanté, pero sentí como me agarraba de la muñeca delicadamente haciendo que lo viera.
—¿Puedo hablar contigo sobre algo? —le miré confundida—. Es algo importante.
—Entonces no esperes más y habla de una vez —él soltó un pequeño suspiro.
Se levantó acercándose a mí.
—No hace falta que me lo digas tan cerca campeón —sonreí divertida.
—No me importa.
—Debería, además, sería horrible para mí que me vieran contigo en este lugar solos. Así que aléjate o te clavo la daga en el cuello —él sonrió.
—Inténtalo —le miré mal sacando la daga y se la coloqué en el cuello.
—No me retes, porque el único que saldrá perdiendo eres tú, así que yo en tu lugar me lo pensaría dos veces —él me miró los labios y luego levantó su mirada a mis ojos.
—Tan adorable que eres, ya me encantas —volteé los ojos, alejándome de él.
Iba a decir algo, pero una voz nos interrumpió.
—¡Helena! —los dos dirigimos la mirada hacia la voz para ver a Beocca con una expresión seria en su rostro.
Miré al idiota.
—Debo irme o estoy segura de que te mataran —él sonrió.
—Qué lo hagan entonces —solté una pequeña risa, negando y caminé hacia Beocca—. ¡Helena! —me giré para ver a Sihtric—. ¿Nos volveremos a ver?
—Seguramente y más de lo que me gustaría —le dije divertida y él soltó una risa.
Negué de nuevo y me giré para ir con el padre Beocca.
—¿Qué hacías hablando con él? —me preguntó una vez que me posicioné a su lado.
—No estaba haciendo nada malo, simplemente conversábamos de cosas sin sentido. No te preocupes, tampoco es que me vaya a casar con un danés. Sé que si eso pasara te morirías del disgusto —sonreí y él volteó los ojos.
—No me preocupa eso, no sabemos qué hacen aquí y no me siento seguro de dejarte sola con esos daneses por aquí. Solo intenta tener más cuidado, podrían ser impredecibles.
Tal vez estuviera en lo cierto, así que me mantendría cerca de Beocca y Uhtred por si acaso. Sabía protegerme yo sola, pero sabía también que ellos estarían un poco más relajados si permaneciera con ellos.
—No te preocupes por nada. Desde ahora me mantendré lo más cerca posible de vosotros para quitarlos una preocupación.
—Te lo agradecería hija —asentí y fuimos con el resto, pero es verdad que no tenía muchísimas ganas de permanecer con ellos. Prefería ir a descansar un rato, así que seguramente le pediría a Hild que me acompañara.
Aunque tal vez, ella tuviera otros planes, pero al menos debía intentarlo.
Me acerqué a ella que contemplaba todo en silencio, ella se percató de mi presencia y me regaló una sonrisa.
—¿Ocurre algo? —negué con una pequeña sonrisa.
—Simplemente, venía a pedirte si por favor me acompañarías a mis aposentos, estoy cansada y creo que es lo mejor que alguien este conmigo porque a este paso Beocca perderá la cabeza. Esos daneses no le transmiten mucha seguridad y no quiere que esté sola —ella asintió.
—Entiendo, y él está en lo cierto. Tanto Uhtred como él harían lo que fuera por ti y no quieren que nada malo te pase. Así que no te preocupes, puedo acompañarte, de todas formas no me sentía muy a gusto —asentí.
—Gracias —ella asintió y las dos caminamos hasta mis aposentos. Cada una pensando en sus cosas.
Al llegar lo primero que hice fue tenderme en la cama y ver el techo agrietado.
—¿Estuviste hablando con ese danés? —giré mi mirada hacia ella y solté un pequeño suspiro. Como odiaba estar tan vigilada. Ya todo el mundo sabía lo que hacía y no era algo que me agradara.
—Simplemente, hablamos y le amenacé con mi daga, si te sirve de consuelo. No tengo intención de hacer nada malo, pero tampoco veo algo malo el hablar con él. Además, no era tan desagradable, pero no te preocupes, no bajaré la guardia. Ahora si me disculpas, voy a intentar dormir un poco —ella asintió y me giré para darle la espalda.
Cerré los ojos y en poco tiempo logré caer rendida en un profundo sueño.
NOTA DE LA AUTORA
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