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8-Pueblo Diamante.

Kran y Marcus habían dejado atrás, hacía ya varios kilómetros, los alrededores de Kor. El cielo se hallaba repleto de estrellas que hacían a ambos resaltar incluso en medio de la madrugada.

-Si no nos ven por la silueta nos ven por tu cabeza -dijo Marcus burlándose de la calva de su compañero.

Kran continuó caminando sin hacer caso. Sabía que había algo más importante que pelear con su amigo, y era alejarse lo más posible.

Los vientos desérticos soplaban con mucha fuerza, haciendo que la arena se levantase y les entorpeciera la visión. Como si no fuera suficiente, bajo sus pies el suelo parecía querer comérselos, y a cada paso que daban sus botas se hundían un par de centímetros más.

-¡Esto es un infierno! -se quejó Marcus a viva voz. Sus palabras fueron arrastradas por los fuertes vientos que soplaban en dirección al norte-. Necesitamos dormir, dentro de poco amanecerá y de día somos presa fácil.

Kran observó el cielo como si en él estuviese escrito algún mensaje, en realidad sí había uno, pero solo los exploradores lo podían descifrar.

-¿Dónde se encuentra la Estrella Diamante? -preguntó mientras giraba su cabeza de un lado a otro.

Marcus lo imitó y observó el cielo, no tardó ni dos segundos en encontrarla.

-¡Está ahí! -dijo señalando una estrella al este de su posición-. ¿Por qué preguntas?

-Necesitamos viajar a Pueblo Diamante, es un lugar vacío sin gente que nos reconozca.

Por un instante el lugar se sumió en un absoluto silencio. La dirección del viento no había cambiado, pero la intensidad había disminuido hasta convertirse en un susurro apenas perceptible. Los cactus se mantenían inamovibles en su lugar, como si escuchasen atentamente la conversación entre los dos hombres.

-Vamos a acampar aquí -propuso Kran, haciendo que la cara de Marcus se llenase de un brillo cargado de felicidad-. Mañana continuaremos nuestro camino. Saquemos las bolsas de dormir y algo de comer para poder aguantar la noche.

Marcus rebuscó en su mochila y sacó un par de sacos de dormir. Rústicos, sucios y con un olor capaz de hacer que una rata vomite. Quizás fueran sus incesantes usos, o su relleno de pelo de algún animal raro. Al fondo había un par de paquetes llenos de carne seca, Marcus los sacó mientras los miraba con decepción.

-¡Ojalá hubiéramos comprado algo mejor! Odio la comida seca.

Kran dibujó una sonrisa y comentó:
-Eso lo tenías que haber pensado antes de hacerte mensajero. Casi todas nuestras comidas son secas. ¿Recuerdas el viaje que hicimos desde la cuidad de los enanos hasta Nueva Etípolis? Comimos carne seca por dos semanas.

Ambos miraron sus raciones de comida. Kran la devoró en un par de bocados sin pensarlo, mientras que su compañero daba mordiscos más pequeños mientras hacía gestos de inconformidad. El viento cesó, dejando tras sí un clima helado que los obligó a meterse dentro de sus sacos de dormir.

Hubo un instante donde Marcus pensó en soltar de una vez esa pregunta que rondaba su cabeza desde hacía varios días. Pensó que Kran estaba dormido, por lo que preguntó en voz alta a ver cómo sonaba, lo que no sabía era que su compañero tenía el sueño ligero.

-¿Sabes una cosa Kran? Desde que te rescatamos de Faith me pregunto cómo fue tu vida en esos años. Debió ser una época oscura, pero a veces contar las cosas te ayuda a desprenderte de ellas.

Kran dejó escapar un pesado suspiro. Quizás Marcus tenía razón y debía contárselo a alguien de una vez. Se levantó de su saco y dirigió su mirada hacia la arena, se sentía incapaz de mirar a su amigo.

-Esos años junto a Faith han sido los más oscuros de mi vida. -Sus ojos se humedecieron levemente-. Me encontré con él en una época muy difícil para mi, donde no tenía quien me guiara, acababa de perderlo todo; Faith prometió que lo recuperaría, incluso más de lo que podía imaginar. Fui un imbécil, uno muy grande.

-Venga Kran, seguro no fue para tanto.

Marcus no había pensado en la reacción que podía llegar a tener su compañero. Kran volteó hacia él, sus ojos se veían hinchados a pesar de la oscuridad, tenía los puños cerrados y en su voz se podía sentir el odio, pero no hacía su compañero, sino hacia él mismo.

-¡Marcus hice cosas muy malas, más de las que me gustaría admitir! Robar, engañar y lastimar eran las cosas más suaves que hice.

No pudo evitar esconder la cara entre sus manos, necesitaba esconder el arrepentimiento que sentía.

-Tranquilo, no conocí a tu yo de aquella época, pero estoy seguro de que tu yo de ahora es el verdadero. Vamos a dormir, perdóname la pregunta, nunca más la haré de nuevo.

Kran intentó calmarse, no quería volver a rememorar aquel momento de su vida. Al final entre tantas vueltas recordó cuál había sido el detonante de todo: la muerte de su padre.

-¿Sabes una cosa? Quizás si mi padre no hubiera muerto todo eso no hubiese pasado. No fue su culpa, pero es inevitable pensarlo.

-¿Cómo murió? -preguntó Marcus dubitativo sobre si debía hacerlo.

-El dictamen oficial dice que fue el alcohol.

-Pero tú sabes que no fue así.

El silencio fue suficiente para confirmarlo. Kran volvió a meterse en su saco. Se despidió de su compañero y se acostó sin esperar respuesta. Fingió estar dormido por un rato, hasta que el cansancio lo terminó venciendo.

............

Al día siguiente ambos fingieron no haber tenido esa conversación. Marcus caminaba junto a Kran y de vez en cuando soltaba uno que otro mal chiste característico de él, cosa que su amigo agradeció; no se reía, pero aliviaba la tensión.

Una vez que el Sol había alcanzado su máxima altura ambos se hallaban entre Pueblo Soleado y Pueblo Diamante, justo en las afueras del Foso. El lugar se hallaba abandonado, desde la última incursión de la guardia de Kor, los bandidos se habían largado.

Luego de caminar un par de horas el Sol comenzó a ponerse por el horizonte, dándole al desierto un contraste entre amarillo y naranja bastante hipnotizante. Nuevamente el viento hacía acto de presencia, aunque con menos intensidad que el día anterior. Las montañas de arena daban la impresión de que el desierto nunca se acabaría, hasta que a lo lejos se pudo distinguir un conjunto de estructuras apenas visibles.

-Mentiría si te dijera que no me esperaba algo mejor.

Kran lo miró por un par de segundos y luego cambió la vista hacia un pequeño espacio perfecto para acampar, Marcus captó el mensaje y comenzó a sacar las cosas. Quedaban solo un par de paquetes de carne seca, algo de agua y los sacos de dormir.

-Creo que mañana tendremos que ir al pueblo más cercano a comprar provisiones.

Marcus se limitó a mirarlo con cara de "te lo dije".

Unos minutos después ambos se hallaban metidos en sus sacos, pero ninguno podía dormir, Marcus por culpa del frío, pero Kran, no paraba de darle vueltas al tema de Faith y su padre. Ahora dudaba sobre las causas de su muerte. No quería pensar que en realidad había muerto por borracho, después de prometerle que más nunca bebería. No quería echarle la culpa a su padre de haber llevado esa vida tan dura a tan corta edad.

-Kran -llamó Marcus de repente-. ¿Le echaste un vistazo al libro?

-La verdad es que no. Estos días han estado bastante ocupados.

-Sí, es lo que suele pasar cuando te persigue toda la guardia de la principal ciudad del continente.

Ambos rieron hasta que poco poco se fueron durmiendo en medio de la oscuridad y el frío del desierto del sur.

-¿Estás loca? ¿Cómo se te ocurre contradecirlo? -La voz del hombre sonaba bastante molesta-. Si se entera condenarás a toda tu raza al exterminio, todo por demostrar algo de lo que no estás segura.

-Estoy haciendo algo que ustedes no tuvieron el valor de hacer -respondió una voz femenina con firmeza-. Saben lo que él quiere, solo que no tienen el valor de enfrentarlo. Pero me cansé, me cansé de ver cómo miles de los nuestros mueren por su culpa, no más.

-Si sigues con esto me veré en la obligación de hablar con el consejo y serás destituida. Me dolerá mucho, pero lo haré sin contemplaciones.

-¡No puedo creer que estén tan ciegos! Solo los quiere usar por su maldita profecía. No dejen que su poder os ciegue, podemos enfrentarlo.

-Hija mía, no interfieras en esto. Todo el consejo está de acuerdo con el proyecto.

-¿Y el pueblo qué dice?

-Les informaremos a su debido tiempo.

-¿Cuándo estén muertos?

Kran se levantó con el corazón acelerado, igual que aquella noche donde se había encontrado con su padre.

¡Un momento!

Delante suyo se hallaba un hombre de pie mirándolo fijamente. Ambos se observaron en silencio durante unos segundos, hasta que el desconocido se acercó con lentitud.

Kran fue divisando poco a poco sus facciones, hasta que comprobó que su teoría era cierta: se hallaba soñando nuevamente con su padre.

-Siento mucho hacerte esta visita después de tanto tiempo, pero algo me dice que me necesitabas.

«Llevas sin aparecer años, y vienes con esa prepotencia» pensó Kran mientras intentaba que no se notara su incomodidad.

-Veo que estos años han sido algo duros para ti -dijo mientras echaba un vistazo a las cicatrices que cubrían las diversas partes de su cuerpo.

-Estas cicatrices son las que menos duelen, simplemente han sido experiencias, momentos que me pude ahorrar; pero la vida no siempre es justa. ¿Por qué volviste?

El padre de Kran ladeó la cabeza mientras intentaba dibujar una sonrisa. Finalmente dejó escapar un suspiro mientras confesaba.

-Vi que te habías decidido a seguir con aquello que te pedí hace mucho tiempo.

-Las circunstancias me obligaron. Aunque te confieso que me arrepiento de no haberlo hecho antes.

Arthur dibujó una sonrisa mientras afirmaba:
-Mejor tarde que nunca hijo mío. No te preocupes. Además te confieso que mi encargo no es algo que te haya encomendado por mí, sino que es para tu bien.

Kran no pudo evitar sentirse culpable.

-No te culpes, entiendo perfectamente lo que ocurrió. Con el tiempo perdiste el interés y te asaltaron dudas sobre si merecía la pena continuar la búsqueda.-Hubo una pausa donde Arthur observó a Marcus. Una leve sensación de satisfacción invadió su cuerpo-. Con una persona que te apoya, las tareas son más sencillas, pero siempre cuídate, nunca sabes dónde hay una puñalada.

Kran sabía a quien se refería su padre, y no era a Marcus precisamente. De repente recordó que justo antes de la aparición de su padre escuchó dos voces discutir.

-¿Quiénes eran?

Arthur lo miró con desconcierto, inclinó su cabeza hacia los lados y contestó:
-¿Quiénes?

-Las voces que escuché, tú también debiste haberlas oído.

-Lo siento hijo, pero yo no oí nada. Solo te puedo decir que debes apurarte. El tiempo corre, y siempre es contra ti.

Kran quedó desconcertado.

¿Cómo era posible que solo él las hubiera oído?

Una tenue luz blanca comenzó a surgir del cielo, poco a poco se fue haciendo más intensa hasta que de un momento a otro Arthur había desaparecido, dejando a Kran solo en medio de aquél desolado lugar. El viento se había calmado, al igual que el frío, solo quedaba un absoluto silencio que le permitía escuchar cualquier ruido, por mínimo que fuese. Hubiera despertado a Marcus, pero estaba seguro de que ni con un rayo lo conseguiría.

Los párpados comenzaron a pesarle cada vez más, hasta que cayó rendido.

-Kran, Kran- Sentía como unas manos algo más pequeñas que las suyas lo movían de manera algo brusca- Despierta de una vez tenemos que salir ya- Continuó agitándolo por unos segundos más.

-Marcus para de una vez- exclamó su compañero algo enfadado. Se sentó sobre su saco de dormir todavía algo dormido- Tengo que hablar contigo.

-Muy bien, te escucho- Se agachó para ponerse a su altura.

-Te lo cuento de camino, ahora solamente preparemos el equipaje y salgamos rápido- dijo mientras contemplaba como el Sol se asomaba por el horizonte.

Prepararon todo lo necesario para continuar con su objetivo: llegar al Pueblo Diamante.

Durante su travesía por las dunas del desierto Kran le contó a su compañero lo que había soñado aquella noche, la discusión entre los dos extraños y la posterior visita de su padre. Marcus solamente se limitaba a escucharlo y a intentar entender algo que ni siquiera Kran entendía.

-Entonces, seguimos igual, bueno no, peor, ahora necesitamos saber quiénes eran esos dos que discutían.

- ¿Cómo piensas averiguarlo? Solamente los he oído en mis sueños.

-Cada cosa en su momento.

Finalmente llegaron a lo que parecía la entrada del pueblo. Todo se hallaba totalmente en silencio y desde afuera se podía ver que el tiempo no había sido precisamente generoso con los edificios. Había un inmenso cartel medio destrozado, sin embargo, todavía se podía leer una parte de lo que una vez decía.

-Bien... a Ciudad...., No puedo leer nada más- comentó Marcus- Ni siquiera la cantidad de habitantes, aunque bueno, a estas alturas no creo que haga falta saberla.

Kran observó el panorama durante unos segundos, a pesar de llevar tanto tiempo abandonado, el pueblo desprendía cierta aura misteriosa.

Un leve chirrido resonaba, provenía de un viejo molino de madera al cual le faltaban dos aspas, por otro lado, las ventanas y puertas se abrían y cerraban según soplará el viento.

-Este pueblo da miedo. ¿Estamos a tiempo de volver? - preguntó Marcus asustado.

-Imagina si hubiéramos llegado de noche como dijiste- Se burló Kran.

-No sabía que este lugar fuera así.

-Para tu mala suerte, estaremos un tiempo- Concluyó mientras entraba a paso decidido a la ciudad.

Notas del autor:

Hola a todos/as, muchas gracias por haber llegado hasta aquí.
Solo me gustaría recordarte que por favor si te gustó la historia puedes votarla, igualmente si encuentras algún error o algo así puedes comentarlo sin problema.
Muchas gracias por el apoyo. :⁠-⁠)

Recuerden que tengo otros libros que tratan sobre plantas, animales y relatos cortos que guardan relación con la historia, si gustan pueden darle un vistazo.

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