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4-Choque con el Pasado

La búsqueda de Kran se prolongó durante meses. Recorrió amplias llanuras para llegar a Nueva Bhor, aunque solo consiguió ser estafado por un charlatán de los tantos que había en la ciudad. Luego tuvo que lidiar con el frío del norte para arribar a Ciudad Harryn, el resultado fue peor pues ni siquiera fue recibido por los magos. Por último, decidió visitar el árido desierto de Ciudad Kor, mientras repetía una y otra vez las mismas preguntas:
«¿A qué se refería mi padre cuando me habló sobre el ciclo?»
«¿Qué tiene que ver esa daga conmigo?»

Todo eso no importaba, sus pensamientos siempre conducían a la misma duda final:
«¿Será hora de dejarlo todo?»

Día y noche sentía la tentación de unirse a cualquier ejército, para vivir de lo único que sabía hacer: luchar como una bestia. Sin embargo, era interrumpido por el recuerdo de su hogar siendo reducido a cenizas; una lágrima recorría su mejilla cada vez que esto pasaba.

-Supongo que es hora de volver. -Soltó un pesado suspiro acompañado de una sonrisa. No quería admitir que tantos meses de búsqueda habían sido en vano.

Se detuvo unos segundos a analizar su situación. No tenía mucho dinero, ni agua, ni comida. Estaba a unos cien kilómetros de Ciudad Kor, siendo este su único destino posible en esos momentos. Palpó su bolsillo derecho y encontró una pequeña pieza de metal redonda. Era dorada y tenía grabada el rostro de un hombre, pero Kran no sabía quién era; quizás uno de los tantos políticos del continente. La volteó y pudo ver cómo había una serie de pequeños números que servían como identificador de moneda.

«Si me sale este viejo voy a Kor, si salen los números vuelvo a mi hogar» -Pensó mientras la lanzaba al aire con una sonrisa en el rostro. Con un rápido movimiento de manos la agarró y miró el resultado de su apuesta personal.

Había caído el hombre de cara arrugada.

-Definitivamente no quieren que vuelva. -Guardó la moneda y emprendió camino hacia la áridas tierras del sur.

Con el paso de los días la idea de volver a su tribu y ser juzgado por sus actos se volvió más atractiva. El hambre, la sed y la constante sensación de ser observado estaban causando estragos en su mente. Sin embargo, para Kran nada de eso se comparaba con la decepción de haber fracasado en su propósito.

Al tercer día de viaje oyó un grito aproximarse por su espalda, a lo lejos venían tres caballos a una velocidad muy sospechosa. Dejó su bolsa sobre la arena y sacó la daga que llevaba consigo. Los esperó unos segundos hasta poder distinguirlos, eran bandidos.

Apretó con fuerza la daga mientras los hombres se detenían frente a él. Los observó con atención, analizando desde su aspecto hasta sus armas.

-No te conocemos -dijo uno de ellos mientras miraba a sus compañeros-. ¿Ustedes lo conocen?

-Para nada -respondieron a coro.

-No me interesa si me conocen o no, ¿Qué quieren?

Los hombres desmontaron de sus caballos desenfundando sus armas. Kran no retrocedió un paso ante aquella amenaza, turnó la mirada de uno a otro sin inmutarse.

-No te pongas agresivo.

Notó cómo los bandidos se movían lentamente buscando rodearlo. Intentó disimular su nerviosismo mientras pensaba en la forma de salir de allí.

-Solo danos lo que tienes -exigió con una sonrisa fingida.

-No sé a qué están acostumbrados, pero no os voy a dar una mierda. ¡Váyanse!

-¡Tú no nos das órdenes imbécil!

La situación no se iba a sostener por mucho tiempo. Solo quedaba esperar un ataque por la espalda, o quizás uno simultaneo. Kran sujetó con mayor fuerza la daga, su mirada seguía puesta en el bandido de enfrente; pero sus oídos escuchaban lo que había detrás.

-Te propongo algo -dijo el bandido luego de unos segundos-, si nos das todo lo que llevas, te dejamos vivir.

-Llevo toda mi vida entre amenazas. Tú no eres el primero. Si quieren atacar háganlo... pero midan las consecuencias.

El hombre a su espalda llevaba varios segundos esperando el momento de atacar. Levantó su espada y embistió a Kran, quien con una rápida finta lo hizo fallar el golpe, haciéndole caer de cara contra la arena.

-Atacar por la espalda no es de guerreros. -Se burló mientras ponía su bota sobre la cabeza del bandido.

Sus compañeros no aguantaron la humillación, y atacaron juntos. Kran esquivó al primer atacante, pero al segundo le propinó un codazo en la nariz; quebrándola al instante.

-¡Mi nariz hijo de pu... -El quejido quedó acallado por una puñalada en el centro de la cabeza.

Los dos bandidos restantes se quedaron quietos durante unos segundos. Observaron a su compañero desangrarse sobre la arena, y a su ejecutor mirándolo con indiferencia.

-Están a tiempo de correr -dijo mientras sacudía la daga, haciendo que gran parte de la sangre los salpicara.

-¡Maldito hijo de perra, te vamos a matar!

El bandido que había sido derribado corrió hacia él con la espada en alto, Kran se agachó y sin darle tiempo le clavó la daga de lleno en el estómago. Su compañero miró horrorizado cómo sus órganos comenzaban a salir, dio dos pasos atrás buscando los caballos, pero estos habían huido desde el primer muerto. Sobre la arena habían dos hombres desangrándose lentamente, mientras el tercero intentaba huir de aquella carnicería.

-Siento decirte que ya no te puedo dejar ir, tendrás que matarme o terminar como tus amigos.

-Me da igual. -Intentaba sonar seguro, sin embargo, su voz se había convertido en apenas un hilo. Comenzó a caminar en círculos, buscando atacar por la espalda.

Kran se detuvo, dejó que su rival se situara tras él. Esperó unos segundos mientras sentía el abrasador sol a sus espaldas. Notó cómo la sombra del bandido se detenía justo donde lo había planeado. Pasó de tomar la daga por el mango a hacerlo por la hoja.

-¿No piensas hacer nada? -preguntó el bandido sintiéndose humillado.

No tuvo tiempo de reaccionar, Kran volteó y con un rápido lanzamiento envió la daga hacia su cara. Cayó de espaldas, con el puñal incrustado de lleno en su nariz.

El tiempo pareció congelarse. Un silencio bastante tranquilizador invadió el desierto. Kran cayó de rodillas en la arena, y se puso las manos en su cara mientras lloraba. Odiaba esa versión de él, no le gustaba matar; aunque fueran bandidos sin alma.

Luego de unos segundos limpió sus lágrimas y se encaminó hacia el muerto que todavía llevaba la daga encajada en su nariz. La retiró y con sumo cuidado limpió el arma, para luego dirigirse a la bolsa y guardarla.

Sus reservas de comida y agua eran tan bajas que decidió rebuscar entre los cuerpos en búsqueda de algo útil. Encontró un poco de comida y un par de cantimploras con algo de agua.

«Tendré que aguantar con esto el resto del viaje» -Pensó mientras guardaba las provisiones.

Después de los sucesos de ese día decidió que lo mejor sería avanzar por la noche, evitando a los bandidos y cualquier otro incidente.

A pesar del frío y del tiempo que se demoraba, su idea estaba dando grandes frutos, solo le quedaba atravesar el tramo crítico de su trayecto: "El Foso", lugar donde un grupo de bandidos habían decidido reunirse para atemorizar a cada persona del lugar. La fortaleza estaba cercada y rodeada por varios hombres que patrullaban día y noche sin descanso.

-¿Cómo paso esta mierda? -Se quejó mientras veía a diez hombres salir a caballo del lugar-. Quizás estos sean los encargados de encontrar a los tres desparecidos... mucha suerte con eso.

Sintió un carraspeo de garganta tras él. Al voltear pudo ver cómo cinco hombres apuntaban con sus espadas directamente a su pecho. Por un segundo se le ocurrió luchar, sin embargo, no tenía ni siquiera la daga consigo; por lo que solo pudo decir una idiotez:
-¡Hola amigos! Soy... emm... ¿vendedor de arena?

-¿Es este? -preguntó el más alto de ellos mientras mostraba una sonrisa.


El plan de evitar a los bandidos había fracasado. Kran se vio obligado a entregar todas sus pertenencias y fue conducido hacia la fortaleza, con las manos atadas y cinco hombres escoltándolo.

Una vez pasado el patio entraron por una puerta doble que daba directo hacia unos pasillos. El suelo del lugar tenía porciones cubiertas por losas blancas, pero la gran mayoría estaban rotas. El techo seguía el mismo estilo, pero con madera, habiendo trozos carcomidos o quemados.

Descendieron a través de un pasillo, que por alguna razón hizo a Kran creer que se adentraban en una cueva. El ambiente húmedo y la soledad de los corredores contribuían a esa sensación; estuvo atento a cualquier ruido posible, pero solo oyó el sonido de sus pisadas y las de sus captores.

Llegaron a un corredor más largo que el resto, al final se podía distinguir una puerta roja; parecía la entrada al mismísimo infierno.

-¿Nervioso? -Preguntó uno de los bandidos a sus espaldas. Kran sintió cómo este se acercaba a su oreja y susurraba-. Yo lo estaría en tu lugar.

Aprovechando las risas de aquellos imbéciles lanzó un cabezazo hacia atrás, dándole a algo duro.

-¡Imbécil! -dijo el que había recibido el golpe con la mano puesta en su nariz. Embistió contra Kran a toda velocidad, pero una finta a la izquierda lo hizo irse de cabeza contra la puerta.

Los cuatro bandidos quedaron paralizados hasta ese momento, miraron a su compañero caído por unos segundos. Uno de ellos le propinó un golpe en el estómago, haciéndolo caer del dolor.

En muy poco tiempo se encontraba rodeado por aquellas bestias, recibió una patada en las costillas y otra en el pecho, sin embargo, los golpes se detuvieron al sentir cómo la puerta se abría de golpe.

Un hombre se hallaba en el umbral de la puerta. Tenía la vena del cuello hinchada y su cara se notaba algo roja, a pesar de que su oscuro color de piel lo camuflaba. Los miró por unos segundos, nadie se atrevió a hablar. Bajó su mirada y vio cómo uno de sus hombres se hallaba a sus pies con las manos puestas en la nariz.

-¿Qué pasó aquí? -Preguntó dirigiéndose al hombre de nariz rota.

-¿Ge... ñor, captudamos al que madó a nuesdos hombres? -contestó con dificultad intentando que la sangre no cayera al suelo, aunque ya comenzaban a caer pequeñas gotas sobre las blancas losas.

-Señor... -Faith levantó su dedo índice indicándole que se callara.

Se acercó a Kran y examinó cada parte de su sudoroso rosto. Turnó la mirada entre sus hombres y él como diciendo ''¿En serio?''.

-¡Váyanse de aquí! -gritó haciendo que los cinco bandidos salieran corriendo a toda velocidad, incluso el de la nariz rota iba dejando un rastro de sangre tras él.

Kran soltó una leve carcajada al oírlos correr como gallinas, hubiera sentido pena por ellos de no ser porque ahora le tocaba a él.

-Levántate y ven conmigo. -Le tendió la mano invitándolo a entrar.

Lo primero que llamó su atención fue el cambio de decoración, comparado con el exterior este lugar era más acogedor, el suelo era de piedra al igual que las paredes. Había antorchas en las esquinas, las cuales iluminaban todo debido a lo pequeño que era el espacio. Sin embargo, lo más llamativo eran las inmensas mantas que se hallaban cuidadosamente colocadas sobre algunos artefactos.

-¿Qué es este lugar? -Preguntó mirando su alrededor.

-Mi laboratorio -respondió tajante mientras abría los cajones de un armario que había junto a él. Sacó una bolsa y la colocó sobre una mesa que había frente a Kran- ¿Sabes qué llevo ahí?

-Material de tortura quizás.

Faith asintió impresionado, había acertado con la respuesta, sin embargo, eso no lo libraba de las consecuencias.

-¿Cómo acabaste con tres de mis hombres?

-Poco entrenamiento quizás.

-No estoy de humor para bromas. -Su voz dejaba entre ver la ira que llevaba reprimiendo todo ese tiempo.

-No es broma, su entrenamiento es deficiente.

-¿Cómo estás tan seguro?

-Primero que todo, si soy capaz de acabar con tres yo solo y salir sin un rasguño, es porque algo pasa; segundo, no sé si te habrás dado cuenta, pero eran cinco contra mí; y te aseguro que si no salías iban a terminar siendo cuatro; por último, tus hombres no te respetan, te temen, el temor es una buena arma; pero cuando se pierde no queda nada. -Culminó mostrando una gran sonrisa de satisfacción personal.

Faith lo miró fijamente a la cara, Kran no se había inmutado durante su pequeño monólogo, a estas alturas parecía que tenía asumido que iba a morir, y todo le daba igual.

-Eres de Ciudad Eris ¿verdad?

-¿Lo dices por esto? -Descubrió su pecho y dejó a la vista el tatuaje.

-"Libertatem Fratribus" -comentó Faith desconcertado.

-Hermanos de Libertad, eso es lo que significa -respondió como si le hubiera leído la mente.

-¿Por qué llevas eso tatuado en tu pecho?

Kran soltó un pesado suspiro mientras paseaba su mirada por la habitación nuevamente, buscando las palabras adecuadas.

-Mi tribu siempre tuvo luchas internas por el poder, gracias a eso no duramos mucho y terminamos siendo esclavizados por años. Suena ridículo, pero tuvimos que trabajar para levantar ciudades de imbéciles que se creían superiores. -Hizo una pausa para pensar-. ¿Sabes por qué Hermanos de Libertad? Porque es lo único que nos ha unido a todos, la única razón por la que nuestro pueblo no desapareció fue porque renunciaron al poder individual y comenzaron a pensar en el bien común.

-Eso no se ve mucho en estos días -admitió asombrado.

-Fue la única vez que se vio, lamentablemente todos parecen haberlo olvidado, y los conflictos volvieron a estar presente un tiempo después. Ahora que lo pienso, ¿Por qué te interesa mi historia? -Preguntó algo confuso-. No creo que mi vida sea interesante, mucho menos la historia de mi pueblo.

Faith bajó la mirada, no podía creer que se emocionara con alguien a quien no conocía de nada.

-Mis hombres no se atreven a dirigirme la palabra más allá del "Sí señor". Encontrar a alguien que no me trata así es extraño.

Ambos se quedaron callados unos segundos, Faith observaba a Kran, mientras este paseaba su vista por la habitación. Al final se rompió el silencio.
-¿Qué harás conmigo? -Cortó repentinamente aquella atmósfera-. ¿Me matas o me voy?

-Te daré una oportunidad que no suelo dar nunca.... te puedes ir, simplemente así, o puedes quedarte y formar parte de nuestra banda. Olvidarte de tu pasado y ganar todo el dinero que quieras, siempre y cuando seas capaz de renunciar a tu humanidad.

Kran se quedó en silencio, como si estuviera tomando una decisión que podría ser la última de su vida. Después de unos minutos soltó un suspiro bastante pronunciado.

-Supongo que no tengo nada que perder por decirte que sí... formaré parte de tu banda.



Hola chicos/as. Espero que os esté gustando la historia, en caso de ser así recuerden que pueden dejar un voto o un comentario, os lo agradecería muchísimo. Igualmente en caso de no poderlo hacer os lo agradezco igual.
Estos dos capítulos son algo así como un recordatorio de la vida de Kran, y qué lo ha llevado a estar donde está.
Igual no me quiero enredar más. Gracias por todo.

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