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2-El Foso

El ambiente era completamente oscuro y desprendía un aroma capaz de separar la piel de la nariz, el ecosistema en sí daba asco. Los chillidos de las ratas resonaban algo distantes, sin embargo, se podía decir que eran muchas y estaban hambrientas.

A lo lejos se sentía cómo un goteo caía lento, pero indetenible sobre una superficie de metal, provocando un ruido desesperante.

Kran abrió los ojos, y no pudo evitar llevarse las manos a la cabeza. Un intenso dolor lo estaba matando, sintió un pequeño bulto en esta; al parecer el golpe le había hecho un chichón. Sintió un leve frío en su espalda, ya que se hallaba acostado sobre el suelo, sin camisa, solo con un pequeño trapo a modo de ropa interior. Observó su celda durante unos segundos, ese cuchitril no tenía ni cuatro metros cuadrados. La cama era tan solo un poco de paja sobre la cual había una colcha, o más bien un trozo de tela rasgado y defecado por ratones; de no ser porque ya había visto cosas peores, hubiera vomitado.

Caminó con cierta dificultad hacia la cama. Soltó un pesado suspiro mientras pensaba en cómo escapar de aquella situación.

-¡Eh tú! -Una voz algo débil lo sacó de sus divagaciones, haciéndole voltearse para buscar el origen de esta. Venía de la celda de enfrente

-¿Yo? -Caminó hacia los barrotes algo confundido, no llegaba a distinguir a quién le hablaba.

-¡Sí tú! -Repitió con cierto entusiasmo en su voz-. ¿Sabes dónde estás?

Miró al suelo algo abatido. Aquella sonrisa traicionera hizo acto de presencia nuevamente, delatando la impotencia que sentía.

-Supongo que en un puto calabozo. Si mis ojos no me fallan, este es El Foso* ¿Verdad?

-¡Bingo! Bienvenido a tu última parada antes de morir -Sus palabras a pesar de querer brindar ánimo solo consiguieron minar aun más la moral de Kran.

-No pienso morir aquí, no sería la primera vez que estos idiotas me dejan escapar.

-¡Un momento! -El anciano se acercó a los barrotes de su jaula para ver de cerca. Entre la oscuridad se podían distinguir dos ojos de un color azul muy intenso, lamentablemente era lo único visible- ¿Eres Kran?

-¿Quién eres? -preguntó con ciertas reservas, los extraños no le gustaban.

-¡Oh perdón! -El anciano se alejó un poco de los barrotes, algo avergonzado por su comportamiento- Soy Melvin, digamos que ahora mismo soy el más afortunado de todos aquí, si todo sale según lo acordado, mañana mismo estaré muerto.

De repente pudo verlo mejor gracias al reflejo de una antorcha. El anciano no parecía estar pasando por su mejor momento. De su frente caía un pequeño hilo de sangre, el cual se perdía entre los pelos de su descuidada barba. La mugre se había apoderado de aquel anciano que miraba a Kran con mucha amabilidad.

-Entonces, vuelvo a estar aquí -Pegó su espalda contra la pared y se dejó caer sintiéndose totalmente derrotado.

-Sé que volverá a escapar como la última vez -Lo consoló el anciano desde su celda.

Sonrió un poco más animado, no esperaba encontrarse con alguien así en aquellas condiciones. La última vez que había pisado ese lugar era casi un niño, un niño con muchas dudas y odio acumulado.

-Lo dudo mucho la verdad, pero nadie sabe, por cierto ¿Por qué estás aquí? -No solía hablar con desconocidos, pero en ese momento no tenía muchas más opciones disponibles.

Ahora fue el turno del anciano de reírse, mientras Kran se limitaba a observarlo en silencio.

-Digamos que ni todo el dinero que les ofrecí fue capaz de librarme de estos salvajes.

-¿Eras comerciante? -preguntó decidido a entablar una conversación con él, al menos en lo que esperaba que lo buscaran.

-Casi... era el jefe de un pueblo que se dedicaba a la minería. Teníamos de todo: tiendas, cabaret, bares; incluso había un banco y un casino, sin embargo, la mina se terminó agotando y los guardias nos dejaron a nuestra suerte. -Melvin soltó un breve suspiro y su mirada se enturbió ligeramente-. Se corrió la voz de que estábamos desprotegidos y llegaron estos salvajes a llevarse lo que quedaba. Por suerte me olí lo que iba a pasar y lo enterré todo. Creo que esa es la única razón por la que sigo vivo, bueno... -Mostró varias partes de su cuerpo cubiertas de sangre y heridas, algunas parecían tener días, otras semanas-... casi vivo -Sonrió débilmente.

-¿Y por qué no les dices dónde pusiste todo?

Melvin lo miró a los ojos, en su mirada se reflejaba algo más que dolor; dentro de él habitaba una fuerza de voluntad sin medida.

-Sería darles la razón. -Negó con la cabeza ante aquella idea-. El mundo no puede funcionar con violencia, y ellos se empeñan en que sea así, antes prefiero morir que entregar el fruto de mi vida a ellos. Si tengo que morir desangrado lo haré.

El anciano sonaba bastante convencido de su idea, antes morir que ceder al chantaje. Kran no pudo evitar sentir orgullo -y pena- por aquel hombre; retar a los Jerkas no era algo para tomarse a la ligera.

De pronto se oyeron unos pasos aproximarse por el pasillo.

-Seguimos luego -dijo Kran, a lo que Melvin asintió con una sonrisa.

Un guardia se paró frente a la celda del anciano. A pesar de la oscuridad se le podía ver cómo vestía la ropa típica de su banda, era de un color amarillo algo apagado; sin duda para camuflarse en el desierto, tenía un pañuelo que le cubría la mitad de la cara y llevaba colgando del cinturón un mazo de llaves; algo lógico en el guardián del calabozo. Sin embargo, había algo curioso, no tenía su arma; algo muy extraño teniendo en cuenta lo agresivo que pueden ser algunos prisioneros.

-¡Eh tú!, arriba, Faith quiere verte -Ordenó el guardia con voz amenazante mientras abría la puerta de forma brusca.

El anciano se levantó y se dirigió hasta la puerta, al pasar junto a la celda de su compañero susurró:

-Si vuelvo de esta, te cuento mi secreto.

-¿De qué hablas anciano? -El guardia se había percatado del intento de comunicación entre presos, por fortuna no oyó nada.

-De lo bien que se come aquí, en serio, no me gustaría irme nunca -ironizó Melvin, haciendo que Kran sonriera algo impresionado ante su valor.

Ambos se marcharon por el pasillo. Los pasos se hicieron cada vez más distantes. Kran no pudo evitar quedarse intrigado y un poco triste, se le veía buen hombre, y Faith no se caracterizaba por su amabilidad a la hora de "persuadir" a la gente.

Pasaron los minutos, las horas, y todo igual, solo se oía uno que otro grito aislado. El guardia pasó varias veces por su celda soltando insultos tanto a él como a los demás prisioneros, ninguno le respondía; algunos por miedo, otros por cansancio.

Después de un tiempo decidió intentar dormirse en aquel apestoso pedazo de tela cubierto de mierda de ratón. Arrugó su nariz al percatarse del mal olor que esta desprendía; era como vivir en un establo.

Llegó la media noche, y nada, el sueño lo evadió de todas las formas posibles; quizás la preocupación de no saber dónde estaba su compañero tenía algo que ver. Lo único bueno fue que al pasar la mano por la parte posterior de su cabeza pudo sentir que la bola había disminuido.

«Quizás me deje crecer pelo, así evito que los golpes lleguen directo a mi calva» -Dejó escapar una ligera carcajada ante tal pensamiento, al menos lo había sacado por un segundo de su mal pensar.

Fue sacado de su mundo al oír cómo la celda de enfrente se abría. No alcanzó a ver muy bien, pero sintió cómo algo, o alguien, había sido arrojado al interior de esta.

-Tienes suerte de que te perdonaran la vida otra vez, eres peor que una cucaracha -El guardia escupió al anciano que yacía en el suelo, lleno de golpes y moretones.

-Soy un hombre con suerte, a diferencia de ti -dijo mientras lo señalaba y se reía, haciendo que el guardia sintiera la necesidad de golpearlo hasta morir; pero si lo hacía él sería quien muriera.

-Tienes suerte de que te quieran vivo, si fuera yo, te hubiera arrancado la cabeza.

El jerka se alejó a paso lento, mientras chocaba sus llaves contra los barrotes de las celdas. Unos segundos después se podía oír a los prisioneros protestar, esto le importaba poco, pues Kran pudo escuchar su asquerosa risa propagarse por el oscuro pasillo.

-Te iba a preguntar qué pasó, pero... -Kran observó al anciano de arriba a abajo, le faltaban más dientes que antes, tenía moretones en todos lados, y sus ojos prácticamente habían desaparecido en una inmensa bola morada. Sin duda "El Cerdo" no había perdido práctica intentando "convencer" a la gente-. Supongo que no hace falta que te pregunte cómo fue todo.

-Tú mismo puedes comprob... -El anciano sufrió un repentino ataque de tos que lo hizo sentarse sobre su cama, Kran solo lo pudo mirar, impotente de no poder hacer nada. Una vez calmado prosiguió-. Cuando salgas de este lugar dirígete a Ciudad Diamante, es un pequeño pueblo al noroeste de aquí.

-¿Por qué me lo cuentas a mí? -dijo sorprendido- No nos conocemos de nada, y me cuentas aquello que nadie ha conseguido en tanto tiempo... ¿Por qué?

-Sinceramente... eres la primera persona que se ha preocupado por mí, a tu forma, pero igual te has preocupado. -Pasó una de sus manos por su ojo izquierdo para evitar que una lágrima traicionera apareciese-. Además estoy muy cerca de morir; a la vista resalta y la verdad no me gustaría que "eso" se quedara ahí por siempre. Además no tengo hijos a los cuales dejar nada, esos hijos de puta me abandonaron en cuanto pensaron que era pobre.

Kran no pudo evitar sentir algo de lástima, no lo conocía hace mucho, pero aún así se compadeció de él. Melvin era simplemente uno de esos hombres de los que ya no quedaban.

Solo pudo asentir en señal de agradecimiento, el anciano lo imitó, y antes de que Kran se diera la espalda este volvió a hablar:
-Es extraño lo que te voy a decir, pero... necesitas llegar a mi despacho y abrir la caja fuerte. Está escondida justo debajo del primer tablón frente a la puerta. La contraseña es 8675. Nunca descubrí qué era, pero tú podrás -Lo miró por unos segundos con una sonrisa dibujada en su maltratada cara.

-¿En serio no tienes esperanzas de salir de aquí? -preguntó Kran con tono lastimero, Melvin hizo un leve gesto de dolor, pero no cambió la sonrisa que tenía.

-Llevo muchísimo tiempo aquí. Día tras día solo sueño con poder dormir y nunca despertarme, por favor. -El anciano fue bajando su voz hasta que quedó un tono apenas audible-. No permitas que esos bastardos tomen lo que hay allá.

-Entiendo, cuando salga de aquí será lo primero que haré. -Se alejó de los barrotes y se acostó sobre la cama mientras susurraba-. Lo juro.

El cansancio venció a Melvin rápidamente, pero Kran no podía domir. Se sintió algo intimidado por lo ocurrido. Sabía que al otro día tendría que lidiar con Faith, el reencuentro no sería bonito. Sin embargo, sus pensamientos no iban todos dirigidos a ese tema, sino a lo que el anciano le había dicho.

Al final, por muchas preguntas que formulara, todas terminaban llegando a la misma raíz:
«Tengo que escapar de esta prisión»

La mañana siguiente se presentó silenciosa. Los prisioneros seguían dormidos, o quizás muertos. Los guardias no pasaban a esas horas por las celdas, pues la mayoría se hallaban afuera disfrutando de la luz del día; la tarea de fastidiar a los prisioneros sería dejada para la noche.

Las horas pasaron y el anciano se mantenía durmiendo. Descansaba plácidamente en su cama, ajeno a la suciedad que lo rodeaba. Kran lo llamó en algunas ocasiones, esperando seguir la charla de ayer, pero Melvin no respondía. La preocupación lo invadió poco a poco, sintió la necesidad de gritar; pero el hambre se lo impidió.

Sintió unos pasos aproximarse, se puso en pie mientras sentía un ligero alivio llegar a su pecho; rápidamente este se fue al ver que el Jerka que había venido era el mismo de ayer. Quería hablar con el anciano, pero ese hijo de puta no lo dejaría.

El guardia paró frente a su celda, sin tan siquiera percatarse de que el anciano seguía dormido tras él.

La puerta se abrió y unos grilletes fueron arrojados a los pies de Kran. El carcelero lo miró con asco, mientras esperaba que él mismo se los pusiera.

-Melvin no se levanta -dijo mientras tomaba los grilletes y se los ponía en las manos. El guardia lo miró extrañado.

-¿Quién? -Lo empujó para que pasara por la puerta, Kran lo miró con ganas de romperle el cuello con los mismos grilletes; en su lugar solo pudo mover su cabeza señalando al anciano.

Melvin seguía tendido sobre su cama, entre la sangre de su cara se distinguía una sonrisa, sin embargo, su pecho no se movía.

-Ya vendrá alguien a recogerlo -contestó con total indiferencia.

«Menudo pedazo de idiota, tienes suerte de que no estemos en iguales condiciones»

Caminaron a través del pasillo que dividía las celdas. Kran se impresionó de ver que todo seguía igual. Las paredes de los pasillos tenían rastros de pintura carcomida por la humedad del lugar; el suelo tenía porciones con losas, pero la mayoría estaban rotas, dando lugar a enormes cantidades de tierra que lo desnivelaban.

Kran intentó hacer memoria sobre el lugar, sobre sus cabezas se hallaba la zona de ocio de esos psicópatas; en el mismo pasillo estaban los dormitorios y la sala de luchas; donde se solucionaban los problemas entre bandidos. Alejado de todo ese problema estaba la habitación de Faith, justo a donde se dirigían.

El corazón se le aceleró, ir a ese lugar no era buena señal, pero al fin podría enfrentar su pasado.

Llegaron a un pasillo solitario, solo estaban él y el guardia, quien lo empujaba en ocasiones con la intención de provocarlo.

-Si me vuelves a empujar te meto el hacha por el culo -Se volteó quedando frente al Jerka, quien por un segundo quedó congelado. Él tenía un arma, pero Kran le sacaba tres cabezas y su mirada lo intimidaba.

-Ca...camina imbécil -ordenó inseguro.

Distinguieron una puerta roja al final del pasillo. Kran caminó hacia ella como lo había hecho años atrás. Observó su color rojo algo desgastado por el paso del tiempo, mientras el guardia daba suaves toques en la puerta.

-¿Jefe? -llamó inseguro.

-¡Pásalo! -La voz del interior sonaba excitada, como la de un niño al recibir un regalo.

La puerta se abrió haciendo un leve chirrido. Dentro había una habitación oscura, donde se distinguía una silueta justo en el centro, mirándole en silencio.

Al entrar pudo distinguir de quién se trataba. Un hombre de piel oscura y figura obesa lo miraba con ojos de enfermo. Se lamió el labio superior aumentando la repulsión de Kran hacia él.

El hombre se acercó a la puerta, dejando ver su expresión de psicópata.

-¡Déjanos solos! -ordenó con voz amenazante mientras se le acercaba.

-¡Sí señor! -El guardia salió de prisa, tropezando con el marco de la puerta, Kran dejó salir una leve carcajada que irritó al Jerka.

Ambos quedaron sumidos en un silencio bastante prolongado.

Faith lo miró por unos segundos. Sonrió, pero no era una sonrisa normal, era una sonrisa que erizaba el vello de todo el que la viera.

-Volvemos a vernos.

*El Foso: Es un antiguo cuartel, que cayó en manos de los bandidos durante un ataque hace varios años. Es el centro de reunión de la banda Jerka.

Notas del autor:

Hola a todos/as, muchas gracias por haber llegado hasta aquí.
Solo me gustaría recordarte que por favor si te gustó la historia puedes votarla, igualmente si encuentras algún error o algo así puedes comentarlo sin problema.
Muchas gracias por el apoyo. :⁠-⁠)

Recuerden que tengo otros libros que tratan sobre plantas, animales y relatos cortos que guardan relación con la historia, si gustan pueden darle un vistazo.

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