16- Las Serpientes no Oyen Mentiras
El sonido de un par de ratas chillando interrumpió el silencio. La oscuridad del lugar impedía vislumbrar a Olesis por completo, sin embargo, los tres podían jurar haberlo visto sonreír mientras esperaba la respuesta. Finalmente Marie habló.
—Olesis, tu “nombre” es Olesis.
La serpiente se quedó en silencio como si esperase más, al ver que nadie decía nada, habló con voz profunda.
—Conocen solo mi nombre, bueno... conocen el nombre que me dio mi ama hace muchísimos años. —Olesis dejó escapar una bocanada de aire, olía a sangre, humedad y muerte—. ¿Qué os trae a este hueco lleno de muerte y oscuridad?
—Vinimos buscando un artefacto que te encargaron custodiar hace muchísimo tiempo —respondió Marcus tratando de recobrar la compostura.
Olesis no pareció inmutarse, como si ese tipo de respuestas fueran las únicas que estuvieran acostumbrados a oír. Dio un largo vistazo hacia la oscuridad que había tras ella, solo se llegaba a distinguir un tenue brillo fácil de pasar por alto. Volteó hacia el trío nuevamente.
— ¿Saben el precio a pagar por semejante objeto? —Al ver que ninguno le respondía decidió hacerlo ella misma—. El más difícil para un humano: la verdad.
— ¿La verdad? —Preguntó Marie con ingenuidad—. No creo que eso sea un sacrificio tan grande.
—Señorita Marie, o mejor dicho Marie Court. ¿Cómo se encuentra su familia?
La rubia palideció, incluso en la oscuridad, la luz de las llamas hacían notar cómo su expresión había cambiado drásticamente. Se notaba cómo su ritmo cardíaco había cambiado al punto que su pecho se expandía y contraía de forma frenética.
— ¿Te ocurre algo? —susurró Marcus con un hilo de voz.
Marie solo asintió mientras intentaba mantener la compostura.
— ¿A qué te refieres con la verdad? —preguntó Kran.
—Me refiero a que si tienen la determinación de venir a buscar el collar, deben saber que exige la máxima paz mental de su portador. Y para que eso ocurra, la mente debe estar libre de todo tipo de secretos. ¿Quieren conseguirlo? —Dirigió una mirada rápida hacia su espalda—. Entonces demuestren que se lo merecen.
Todos la miraron en silencio, como si esperasen que atacara y que todo eso de la verdad fuera un simple engaño, pero ese ataque nunca llegó y en su lugar solo recibieron una mirada carente de emociones por parte de la serpiente.
Decidido a intentar avanzar en la conversación, Marcus habló:
—Mi familia me abandonó, nunca creí merecer un cariño que fuese más allá del que me brindaba ese señor que me encontró a los siete años. —Dibujó una sonrisa forzada que dejó ver sus colmillos—. Cuando conocí a Kran pensé que solo sería un compañero más, la verdad no pensé que llegáramos a ser tan buenos amigos... si es que de verdad lo soy.
Kran le dirigió una mirada como si estuviera cansado de ese tipo de cosas:
—Sí lo eres, idiota.
Olesis hizo una mueca que llamó la atención de todos.
— ¿Y qué pasa con Marie?
— ¿Qué ocurrió con ella? —dijo Marcus mientras su corazón se aceleraba más que en una pelea.
— ¿Qué sentimientos tienes por tu compañera? No has hablado de ella.
— ¡No está obligado a responderte! —gritó Kran haciendo que algunas piedras del techo de la cueva cayeran—. ¿No vas a decir nada, Marie?
La chica permaneció muda mirando la cara de Marcus, como si de su boca fuese a salir algo sumamente importante.
—E-es una amistad algo rara. —Exhaló. La espada en su mano se movía con un ligero temblor, no era miedo lo que sentía—. N-no entiendo la pregunta.
Olesis dejó escapar aire por sus fosas nasales, dejando un olor a humedad en el ambiente que hizo que Marie dibujara una mueca de asco.
—¡Marcus! De todos los aquí presentes, eres el que tiene los secretos que menos me interesan, lo siento, pero de tus compañeros hay uno que su pasado no lo deja estar en paz.
—¡No sé de qué estás hablando! —gritó Marie acercándose más a la serpiente, saliendo de detrás de Marcus.
—Marie, ambos sabemos lo que arrastramos, estamos aquí dentro y no hay forma de salir con el collar si no es contando la verdad. Así que tú eliges, o vas tú primero, o voy yo.
La chica abrió la boca como si quisiera hablar, pero no podía articular dos sílabas juntas. Marcus puso su mano en el hombro como si intentara calmarla, esta le respondió con una débil sonrisa.
—Muy bien, ¿quieren saber con qué es con lo que cargo?
Marie contó que su verdadero nombre era Marie Court, hija de los reyes del Reino de Borh. A pesar de la popular creencia de que los hijos de reyes tenían vidas que cualquiera envidiaría, no había nada más lejos de la realidad. Su infancia fue alejada de la plebe, mientras que todos los seres queridos de su alrededor eran solo figuras de porcelana cuidadosamente colocados para fingir perfección. Cuando Marie alcanzó una etapa más adulta consiguió tomar clases de combate con un chico llamado Lucas, en el momento en que sus padres descubrieron esta relación el muchacho fue ejecutado en público, frente a ella y el resto del reino. Luego de eso Marie huyó, dejando detrás de ella una de las mayores cadenas que la había atado durante su vida.
Mientras hablaba, unas lágrimas que parecían llevar años escondidas se deslizaron por su mejilla izquierda, hasta caer y desaparecer en el suelo. Sus sollozos se hicieron más agudos hasta que no pudo contenerse y estalló en llanto.
Kran posó con delicadeza su pesada mano en el hombro de la chica mientras la movía para darle un abrazo.
— ¿Qué pretendes con esto? —Preguntó Marcus apretando fuertemente su mandíbula—. No vamos a darle la espalda por cuestiones del pasado. Marie es parte de nuestra familia, no importa lo que haya ocurrido en el pasado.
—No lo terminas de entender Marcus—. Olesis retrocedió hacia la oscuridad, apenas la luz de la antorcha permitía distinguir los gestos de su cara—. Ese punto brillante que ves en el fondo es el Collar de las Sombras, y su función es la de ocultar a su portador, sin embargo, no va a ocultar a cualquiera. Aquellos que en su interior ocultan maldad, mentiras y malas intenciones serán consumidos por el collar haciéndolos los seres más abominables que jamás hayan pisado el Continente—. Olesis dibujó una sonrisa mientras dejaba escapar las últimas palabras—. Kran, tu turno.
Kran, que hasta ese momento se había mantenido lo más centrado posible en Marie se vio obligado a dejarla de lado, asegurándose de que estuviese mejor.
—Mi pasado… mi pasado no es importante. Antes de perder a mi padre ya había tenido que experimentar la ausencia de mi madre, nunca le pude perdonar abandonarnos. Por su culpa mi padre cayó en el alcohol y pasé unos años muy jodidos—. En su cara se dibujó una expresión que Marcus solo veía cuando su compañero luchaba, se le notaba como el rencor le inundaba cada parte de sus recuerdos—. Cuando mi padre murió me dejó tantas preguntas que lo único que hice fue huir de ellas. Huir nunca es la solución, cuando le das la espalda a un problema aparecen más.
»Terminé en muy malos pasos: robos, asaltos, estafas y asesinatos se volvieron mi rutina, una mala costumbre que me llenaba de toda clase de lujos mientras poco a poco perdía mi humanidad, o lo que quedaba de ella. Desde el momento en que preguntaste por nuestros pasados sabía que eras consciente de que uno de nosotros ocultaba algo, pero ahora no importa; ninguno está libre de culpa en este mundo, aunque algunos soportamos cargas peores.
Olesis los dejó solos durante casi un minuto, Marcus abrazó a Marie, que ya había parado de llorar y tenía su cabeza en el hombro de su compañero.
El sonido de algo gigante arrastrándose los hizo fijarse en Olesis, había vuelto, con el collar en la boca. Lo dejó caer en el suelo, produciendo un sonido seco.
Kran la miró mientras esperaba que le dijese algo.
—No se dejen engañar, sé que ustedes no están solos. —Sus ojos se centraron en Kran, sus pupilas se había dilatado tanto que podían casi distinguir sus reflejos a pesar de la oscuridad—. Las madres que abandonan a sus hijos no tienen perdón, pero la tuya… la tuya es un caso muy raro. Que no ocurra con el collar lo mismo que con la daga, tu camino se encuentra muy avanzado, pero debes aprender que los peores enemigos son aquellos que nos matan por dentro, no aquellos que nos apuñalan o disparan. Vayan a por el anillo, está muy cerca de ustedes, y cuiden la urna, que aunque no lo crean será la que los mantenga con vida.
Kran tomó el collar, estaba compuesto por una fina cadena dorada que lucía bastante frágil, la cual sujetaba una piedra gris oscura que reflejaba la escaza luz que llegaba a ella.
El trío se mantuvo quieto durante unos segundos, como si esperasen que Olesis los atacase de un momento a otro, pero este ni se inmutó. Se arrastró hacia un lugar de la cueva donde no se le llegaba a ver.
El silencio los envolvió mientras salían de la cueva. En el ambiente seguía ese extraño olor que desprendían unos hongos diminutos que llenaban la parte inferior de las húmedas paredes. A medida que se acercaban a la salida podían sentir cómo el aire se iba purificando y luz se iba colando por la entrada.
Tras ellos un derrumbe los obligó a correr, las paredes se deslizaron hasta que la cueva se terminó convirtiendo en un cúmulo de rocas inamovibles.
—¿Qué habrá ocurrido con Olesis? —preguntó Marcus al asegurarse de que todos estuviesen bien.
—Probablemente haya sido él mismo quien destruyó la cueva, para evitar futuras búsquedas —respondió Kran mientras miraba de cerca el collar.
Se sentía extrañamente liviano tenerlo entre las manos, como si el mundo físico y el abstracto se fundiesen y no permitiese que nada lo pueda modificar. Marcus y Marie lo miraron como si esperaran que él les dijera algo.
—Tenemos que irnos, no creo que nuestros amigos del pantano nos dejen irnos con el collar.
Ambos asintieron. Marie abrió su bolsa y dejo sobre la hierba un frasco con un líquido incoloro:
—¿Se acuerdan del Ocultador que tomé prestado del mago? —Removió la poción mientras dibujaba una sonrisa de satisfacción—. Con esto podremos movernos sin producir ruidos, olores ni nada por el estilo.
La ronca voz de una anciana se oyó tras ellos:
—No la van a necesitar, sería incapaz de matar a mi hijo y sus compañeros.
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