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14-Isla del Silencio

—Aun no entiendo cómo te dejaste convencer para meternos en el lugar más peligroso de este continente, en serio Kran. ¿Estás loco o qué? — Marcus llevaba las últimas dos horas alternando entre discutir y protestar. Por lo general solía ser el más lento a la hora de caminar, pero ahora aceleraba el paso con tal de poder echarle la bronca a su amigo.

—No seas tan duro cara bonita, Kran lo hizo por una buena razón — Para su suerte, Marie lo intentaba defender, aunque ni así se libraba.

—¡No Marie! Estamos hablando de ir a un lugar donde hay plantas que te comen en dos segundos, y donde el tamaño promedio de cualquier animal es el doble del mío.

—Ahora resulta que es mi culpa que seas enano y que por eso vayas a morir — intervino Kran buscando relajar el ambiente, pero no funcionó. Solo consiguió enojar más a Marcus

—Iros todos a... — Abrió su boca, pero después de ver las malas miradas que le dedicaron sus compañeros decidió simplemente cerrarla. Abrió la mochila que llevaba y sacó la urna que Marie les había dado en Pueblo Diamante.

Comenzó a lanzarla de una mano a otro, parecía un niño pequeño, solo que la pelota era cuadrada y existía la posibilidad de que fuera uno de los artefactos más buscados del lugar.

Era increíble la capacidad que tenía Marcus de distraerse con cosas mundanas, para cuando quizo darse cuenta ya habían cabalgado casi hasta la orilla del pantano.

El frío se había marchado completamente, en su lugar quedó la humedad y los insectos que parecían cooperar para desangrarte y dejarte todo tipo de heridas.

—¡Joder! — gruñó Kran mientras se daba un manotazo directamente en su cuello, cuando quitó la mano pudo ver que había un rastro de sangre considerable en su lugar.

—Siempre buscan al de más sangre — comentó Marie bajándose del caballo — Lamentablemente tu estatura te juega en contra — Rebuscó en la mochila que portaba y sacó un pequeño frasco con un líquido verdoso y un olor fétido— Úntate esto, quizás espantes a la mayoría.

—¿Y si mejor no se lo das y que él nos desvíe los insectos? — preguntó Marcus, todavía seguía jugando con la urna, ya empezaba a ser preocupante esa afición que había adquirido.

Marie asintió levemente y dibujó una sonrisa que dejó a la vista sus blancos dientes.

—También es una opción, no lo había pensado.

Pasaron un par de minutos observando los alrededores en búsqueda de algo útil, sin embargo, no había mucho a la vista. El terreno se dividía en dos partes: por un lado había una inmensa llanura helada con la escasa vegetación que la acompañaba, por otro había un muro de árboles que parecían dividir mágicamente aquellos dos biomas tan opuestos.

El pantano era bastante imponente, aun sin entrar podían ver cómo los árboles se alzaban fácilmente sobre los veinte metros de altura, había sonidos muy variados que llenaban el lugar, convirtiendo esa zona en una pequeña orquesta de sinfonías salvajes bastante melódicas.

—Supongo que habrá que entrar — comentó Marcus algo inseguro. Guardó en la bolsa la urna y la cerró — Con un poco de suerte podremos llegar al centro y salir intactos.

—¿A quién intentas convencer, a nosotros o a ti mismo? — Se burló la rubia dirigiéndole una mirada pícara.
—Tenemos que soltar a los caballos antes de entrar, no sabemos qué pueda pasar con ellos.

Los tres se colgaron las bolsas del hombro y entraron cautelosamente hacia el inmenso infierno verde que se hallaba ante ellos, sin saber que dentro el mayor de los peligros no sería la naturaleza.

El pantano era más tranquilo de lo que parecía a primera vista, vieron varias plantas y algunos animales, pero de momento ninguno había intentado devorarlos; a excepción de un pequeño reptil que intentó morder a Kran, como resultado este lo decapitó con su hacha. Los árboles no dejaban pasar mucho la luz solar, de hecho, la poca visibilidad que tenían era provocada por unas pequeñas enredaderas que alumbraban con gran fuerza el lugar, de no ser por ellas el pantano se hallaría a oscuras. A medida que se internaban las aguas adquirieron un tono oscuro bastante siniestro, no podía verse el fondo a pesar de estar a solo unos centímetros.

El silencio ensordecía los oídos, ni siquiera Marcus, que era el más hablador de todos abría la boca por miedo a romperlo y que algo fuera a por ellos.

Media hora después la calma fue interrumpida por el graznido de un ave amarilla que los observaba desde la rama de un árbol. Todos la miraron por unos segundos, esta ladeó su cabeza y despegó a toda velocidad, en cuestión de segundos ya había desaparecido entre el tupido follaje del lugar.

—Debo reconocer que me tranquiliza encontrarme con ese bicho antes que con un Crusher * — comentó Marcus aliviado mientras sonreía.

—Por primera vez concuerdo con él — Marie se hallaba justo a su lado y por un segundo el ruido la había hecho sobresaltarse. Decidió ponerse en la retaguardia, para evitar más sorpresas.

—Me gustaría saber qué hora es, — dijo Kran mirando hacia las inmensas enredaderas que cubrían el cielo sobre ellos — pero tenemos un techo natural que tapa el Sol — Abrió la bolsa y tomó una pequeña moneda que emitía un parpadeo dorado bastante tenue, la observó por unos segundos y la volvió a guardar — Según esto ya casi anochece.

—¿Qué es? ¿Una moneda solar?

—Sí, me la dio Willbur antes de que nos fuéramos.

—¿Te dio algo más? — preguntó Marcus contemplando cuidadosamente el agua negra sobre la cual caminaba — Dime por favor que te envió con algo más que una moneda que brilla.

Kran volvió a abrir su bolsa, la removió por unos segundos mientras buscaba entre las provisiones que llevaban encima. Había comida como para sobrevivir un mes y algunos objetos bastante peculiares que comenzó a nombrar a medida que los sacaba.

—Pues me dio varias cosas. — Sacó un espejo cuadrado que tenía en la parte posterior una serie de símbolos que parecían decoración —. Esto me dijo que lo usaría para comunicarse con nosotros —. Lo observó por unos segundos con cierta duda — espero que sirva, me dio también una Llama Eterna, al menos estaremos iluminados por la noche —. Puso ambos objetos de vuelta a la bolsa y sacó unos bastoncillos blancos de no más de treinta centímetros de largo y unos siete de diámetro — Me dijo que esto lo usaramos en casos extremos de peligro  — dijo mientras los devolvía a la bolsa.

—¿Ya está? — preguntó Marcus enarcando una ceja — Dime que eso es solo una parte — Hizo el amago de arrodillarse para suplicar, pero al ver el color del agua sobre la que se hallaba desistió.

—De hecho — intervino Marie, mientras rebuscaba  entre las cosas de su bolso, un sonido de cristales chocando se produjo y sacó unos siete frascos de distintos colores —, aquí tengo un par pociones que tomé “prestadas” del aula de alquimia — Mostró una sonrisa pícara mientras los guardaba nuevamente.

—¿Y sabes para qué sirven? — comentó Marcus con desconfianza.

Marie respiró profundamente y miró a Kran, este se limitó a dibujar una sonrisa. Marcus no había estado presente cuando esta había sido capaz de identificar el sedante que el cazarrecompensas les quería dar.

Sacó un pequeño frasco que contenía un líquido rosado intenso.

—Esencia de Velirem: un alucinógeno bastante fuerte cuando se consume en altas cantidades, o cuando es muy puro; — Removió el frascos, haciendo que se quedara parte del líquido en las paredes  — este es bastante puro al parecer, con solo unas gotas verás las estrellas.  — Continuó removiendo la bolsa y sacó otro par de frascos: uno con un líquido incoloro y el otro de un color rojo brillante — El rojo es Sangre de Enano, aquel que lo beba será dotado de una fuerza sobrehumana, el otro es un Ocultador; hecho para ocultar todo rastro de olor y sonido que pueda emitir una persona — Los guardó nuevamente en la bolsa. Levantó su mirada y la dirigió hacia sus compañeros, estos la miraban bastante sorprendido, incluso Marcus había abierto ligeramente la boca durante la explicación.

—¿Co...co... cómo sabes tanto de eso? — preguntó impresionado, turnaba la mirada entre la rubia y su amigo, ambos lo miraban con una amplia sonrisa dibujada en sus rostros.

—Durante mi niñez me interesé por la alquimia, — sus mejillas se sonrojaron y dirigió su mirada al suelo — bueno, mas bien me obsesioné con ella.

—¡Chicos! — Intervino Kran con tono enérgico — Sé que es un lindo momento, pero tenemos que movernos, quisiera encontrar un lugar seco donde poner mis pies — Comenzó a caminar a paso rápido en dirección al corazón del pantano.

Sus compañeros lo imitaron e intentaron ponerse a su ritmo, cosa bastante difícil producto a la amplitud de sus zancadas. Marcus se detenía cada cinco minutos para quejarse del agua o los insectos, Marie no hablaba; pero su cara no era de conformidad.
Al cabo de unos minutos encontraron una zona bastante amplia que no estaba cubierta por agua, para ellos esto era un pedazo de paraíso. Sus piernas habían estado sumergidas en el agua por un par de horas, eso sumado al constante roce con las plantas había provocado cierta incomodidad en el grupo.

El primero en llegar fue Marcus, que en cuanto divisó un poco de tierra firme corrió tan rápido que sobrepasó a un Kran impresionado ante la velocidad de su amigo, Marie por su lado apuró el paso pues llevaba diez minutos afirmando que había algo rozándola desde hacía rato.

—¡Tierra al fin! — Marcus se echó sobre esta y comenzó a rodar, parecía un niño pequeño que retozaba ignorando su alrededor. Sus compañeros lo ignoraron y en cambio decidieron preparar el campamento.

Al cabo de unos minutos habían logrado encender una fogata y se encontraban armando un pequeño refugio para pasar la noche.

Kran fue el único que no pudo consolar el sueño esa noche, mientras sus compañeros dormían, él observaba el inmenso techo de enredaderas lumínicas que había sobre ellos, sin embargo, no le prestaba atención, su mente había sido invadida por la incertidumbre. No le había contado a sus compañeros todo lo que había hablado con el Primer Árbol, solo una parte muy resumida de la conversación.

«Quizás debamos simplemente desistir, este tipo de misiones están hechas para grupos experimentados, no para tres personas que casi ni se conocen» —pensó varias veces esa noche mientras daba vueltas buscando comodidad.

No podía dormir, necesitaba respirar, tenía que caminar, pero. ¿Dónde? Estaban rodeados de agua, y no podía alejarse. Caminó hacia uno de los extremos de esa pequeña isla sobre la que estaba,  no había avanzado mucho, pero un par de metros era suficiente para pensar. Dirigió su vista hacia un árbol solitario que se hallaba apartado del resto.

Que paradójico, parecía que el árbol también había decidido alejarse del resto, no pudo evitar sonreír ante aquella coincidencia tan repentina como tonta.

Un ruido lo sacó de su distracción, dirigió la vista hacia una oscura zona que había a su derecha, pero no vio nada. Era raro que todo ese lugar estuviera iluminado menos aquella parte.

«Seguro fue algún animal... más nos vale que sea así»

Caminó hacia el lugar donde se encontraban sus compañeros y se percató de algo muy extraño: Marcus se había volteado hacia Marie y había puesto su mano sobre ella, esta había colocado una de las suyas sobre la de él.

«Si pudieran verse ahora mismo»

No pudo evitar sonreír ante tal escena. Se sentó un poco apartado y observó nuevamente el cielo, o más bien, las infinitas enredaderas que lo tapaban, aun así no importaba, eran tan bonitas que compensaban la carencia de estrellas.

Para cuando quizo darse cuenta ya había caído en manos del sueño. Tuvo extrañas pesadillas donde veía una figura carente de rostro, susurraba cosas que no entendía; quizás era otro idioma. Con solo un pestañazo se hallaba en un lugar parecido al Continente, solo que el cielo era morado y estaba plagado de relámpagos que iban de un lado a otro como si de una carrera se tratase.

Caminó unos minutos hasta un bosque, todos los árboles estaban muertos, de alguno de ellos parecía provenir un susurro escalofriante que le erizó el vello del cuello, esto lo hizo ponerse en alerta.

De repente sintió como una fuerza invisible lo hizo girarse, y ahí estaba.
Aquella extraña figura carente de rostro, de cuerpo... de todo. Simplemente era una masa de humo negra que parecía observarlo; a pesar de no tener ojos.

—¡No rompas el ciclo!

Su voz carente de alma era más que suficiente para hacer que por la frente de Kran cayera una gota de sudor.

—¡AHHHHHHHHH!

Un grito lo hizo despertarse de su pesadilla. El primer pensamiento que le pasó por la mente fue la integridad de Marcus y Marie, se dirigió hacia el lugar donde habían dormido y lo halló vacío.

Levantó la vista y vio como unos metros delante había dos personas en medio del agua forcejeando. Por una parte estaba Marcus con media pierna sumergida en el agua, por la otra estaba Marie jalándolo por un brazo, intentando desatascarlo.

—¡No te quedes ahí, ven y ayúdame! — gritó alarmado, su cara estaba tan roja que parecía que iba a estallar, inmensas gotas de sudor cubrían su frente. ¿Cuánto tiempo llevaría así?

Kran corrió inmediatamente a ayudarlo, vio que una de sus piernas estaba siendo succionada por algo bajo el agua. Rápidamente metió la mano y buscó la fuente del problema, habían una serie de tentáculos que se habían aferrado fuertemente a la pierna de su compañero. Intentó romperlos a base de fuerza bruta, pero no pudo, estos solo apretaban más y más, haciendo que la circulación se cortara poco a poco.

—¡Jodeeeer, quítenlo de una vez! ¡Córtalo, haz algo!

Kran corrió hacia su bolsa y sacó su hacha de mano. Volvió a buscar los tentáculos, observó que estos salían un poco sobre la superficie del agua y con un fuerte tajo cortó dos. La cara de Marcus comenzó a recuperar su habitual color, sin embargo, todavía su pierna estaba atrapada por dos tentáculos restantes que seguían subiendo a un ritmo alarmante.

—¡Todavía quedan! — gritó Marie intentando liberarlo.

Kran alzó nuevamente su hacha.

—¿¡Qué haces loco!? ¡Me vas a dejar cojo!

Un segundo hachazo pasó rozando la rodilla de Marcus, de un momento a otro la pierna se hallaba libre.

—Gra...gra...cia — agradeció débilmente mientras se sobaba la pierna derecha. Estaba colorada y con ligeros cortes de una profundidad considerable por los que brotaba un poco de sangre, esta se mezcló con la oscura agua del pantano, haciendo que la herida pareciera infestada.

—¿Qué se supone que era eso? — preguntó Marie alarmada, sus ojos estaban puestos sobre el agua; no confiaba en que esa fuera la única planta de ese tipo.

—Eso es una de las tantas plantas que pueden devorarte en este lugar. — Kran caminó lentamente hacia la pequeña zona de tierra donde habían acampado — Mejor avancemos con cuidado, pueden haber más.

Dejaron que Marcus se acostara en uno de los sacos que habían traído, mientras Marie buscaba en la bolsa algo con lo que curarlo.

—¡No me fío! — protestó cuando la rubia se acercó con un frasco que contenía un líquido incoloro.

—Pues la última noche la abrazaste — intervino su amigo, los cachetes de Marie se sonrojaron, Marcus frunció el seño e intentó protestar, pero tuvo que conformarse con cerrar la boca.

—Advierto que...— Vertió un par de gotas sobre las heridas, Marcus hizo una mueca de dolor —...puede doler.

—Lo haces adrede.

—¡Deja de quejarte! —lo regañó Kran—. Para la próxima mira dónde pisas.

Decidieron pasar una noche más en aquel lugar, esta vez tanto Marcus como Marie decidieron dormir en lados opuestos del campamento, a pesar de que Kran insistió que las cosas no tenían que ser así.

—Pueden seguir abrazados — Se burló de su compañero.

—Te voy a envenenar, solo digo eso. ¡Marie dame un frasco de esos!

—Vale, ya paro. ¡Hasta mañana chicos!

—¡Hasta mañana Kran! — Se despidieron al unísono.

Cuando el brillo de las enredaderas alcanzó su máximo esplendor decidieron que era hora de seguir adelante. La pierna de Marcus tenía mejor pinta, solo quedaban pequeñas cicatrices, según Marie estas desaparecerían en unos días.

Tomaron todas las provisiones que les quedaban, y emprendieron el camino hacia el centro de la isla.

La densidad de plantas aumentó a tal ritmo que avanzar se hacía una misión casi imposible. Todos caminaban mirando hacia el agua, si una planta casi se come a Marcus, un animal se los comería a los tres.

A pesar de que el sonido ambiental era relajante, Kran sentía cómo unos ojos invisibles se clavaban en su espalda, incluso el crujir ocasional de algunas ramas hacía que se alertara con más frecuencia.

—¿Qué es eso?

Marcus señaló hacia un árbol solitario que se hallaba oculto entre algunos arbustos, lo que había llamado su atención no era el árbol en sí, sino una bolsa roja que se hallaba junto a este.

El trío se acercó para inspeccionar un poco, cuando estuvieron lo suficientemente cerca pudieron ver como junto a esta había un bulto escondido entre las enredaderas. Marie fue la más curiosa, se acercó lentamente a este y vio como un esqueleto humano se hallaba escondido en el lugar. Horrorizada volteó a pedirle a sus compañeros que se retiraran del lugar, sin embargo, vio cómo estos tenían cuchillos en sus cuellos.

—¡Bienvenidos a Isla Creta... Cuna del Silencio!



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