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• AU •
Capitulo desligado de la línea temporal de la serie original tanto como de sus acontecimientos.
— ¡Hola, buenas tardes señores! — Gritó un extraño casi con alegría, acercándose de más a el teñido.
— ¿Buenas tardes? — Respondió por ambos el ruso, siendo evidente cómo su mirada se endureció cuando el de coleta extendió un pequeño pero tierno ramo de rosas a su acompañante, alarmandolo.
— Pero bueno, ¿y esto? — Preguntó con una sonrisita Horacio, apreciando el inesperado obsequio.
— Son de un admirador secreto, me dijeron que se lo trajera, jovenazo — Explicó con un acento raro para la pareja, mientras se apoyaba en el respaldo de su asiento, incomodado al de cabello gris.
— Disculpe — Llamó su atención — ¿Se puede saber de quién...? — Apuntó el ramo, irritado por la sonrisa de tonto que se le había quedado a Horacio por la ilusión de recibir rosas rojas.
— Es secreto güero, ¿pos no me está oyendo? —
— Menuda cara de tonto tiene, dile a él —
Sonrió con gracia, acercándose al oído de el moreno — Oiga, alguien que ni escucha lo que uno dice no vale la pena, namas mirele la cara de wey que tiene —
Horacio contuvo una risita, y Volkov se inclinó en su lugar, molesto por el cuchicheo y la situación en general.
— ¿Cómo dice, caballero? —
— ¡Le digo!, yo ya le avisé —
Soltó una carcajada, contagiando a el curioso extraño, y fastidiando a su acompañante.
— Horacio —
Tomó aire, limpiando una pequeña lágrima que se quedó en su ojo — ¿S-Si? — Preguntó aún con su enorme sonrisa.
— ¿Le conoces? —
— Ni puta idea de quién es, pero es espectacular —
— Soy Pablo Escobilla, señor. Namas venía a hacerle un recadito y mi buen de aquí — Palmeó el hombro de el menor con una confianza que no le gustó para nada a Viktor.
— Hostia, la cara — Carcajeó — Pablito, dile lo que te dije hace rato —
Gustabo llevó el tenedor que sostenía a su boca, acomodando sus lentes oscuros de paso. No dejaba de hacerle gracia las expresiones de el ruso cada que Pablito, como le decía a el chico que había conocido hacia diez minutos, se acercaba a su amigo de esa manera tan descarada.
— Pero, ¿no está muy simplón este vato pa' usted? — Mostró inocencia en su voz, teniendo la mirada curiosa de el de ojos bicolor en su persona — Digo, parece que acaba salir de un convento el cabron. No me gusta ser chismoso, pero con todos mis respetos, no le veo futuro con este — Murmuró, y Horacio dirigió su mirada a su cita.
Volkov estaba de brazos cruzados, bebiendo de su café con la mueca de fastidio y asco más grande que había visto, haciendo que su corazón se oprimiera. Miró lo que había pedido, lo más simple y aburrido del menú; bajó la vista hacia su propio plato, en donde reposaba la ensalada más colorida de la carta junto a un jugo. Fue como un choque de mundos.
Con las palabras del mexicano, lo pensó un segundo. Cuando le conoció le pareció lo más lindo del mundo, podían mantener una conversación y era alguien interesante y misterioso, pero con las intenciones inocentes y obvias que tenía el contrario con tener algo más que una aventura, se sentía un poco obligado a estar ahí.
De repente se sintió incómodo, y cuando sus ojos se cruzaron, desvió la mirada.
— Gracias por las flores — Le dedicó una pequeña sonrisa, y el tono de voz que usó hizo que Pablito tomara un poco de distancia.
Le devolvió el gesto — No hay de qué joven; provecho, y suerte — Se despidió, solo de Horacio, ignorando la mirada insistente y amenazante de el pálido.
— ¿Pero qué haces?, ¡tirale el café encima, Pablito! —
— Eso ya es de perro, señor García. Algo entendió el morro, ya fue suficiente — Murmuró cerca de su camisa, en donde parpadeaba una sutil luz roja.
Resopló, recargandose en su asiento y retirando el micrófono que se había puesto para las órdenes que le estaba dando al hombre.
La imagen de Horacio regresó a su cabeza, en donde su mirada brilló al ver las flores que le había enviado.
Cubrió sus labios con pena; había sonreído más que con el ramo de Volkov.
Dejó las rosas a un lado de los lirios, cogiendo su bebida y tomando un sorbo ante el tenso silencio que se formó después de la retirada del curioso mexicano. Su cabeza seguía en las nubes, pensando y pensando, ignorando a el mayor cada que sentía su intensa mirada encima suyo.
Se la había pasado bien al principio, pero no se estaba divirtiendo.
Es más, de la nada se sentía aburrido, ¿qué mierda hacia ahí?; sus cejas se contrajeron por su propio pensamiento, porque de repente quería disculparse con el ruso y regresar a casa.
Porque de repente las rosas le parecían mucho más hermosas que los lirios.
Cierto, aquel hombre dijo algo interesante sobre un admirador secreto. ¿Quién podría ser aquella persona?, y si ese alguien de verdad existía, debía estar cerca como para haberle mandado un detalle a una cafetería tan discreta como esa.
La idea le emocionó, porque en ese momento cualquier cosa le iba a gustar mucho más que estar sentado con un chico que no hacía otra cosa que verse tierno al sonrojarse cuando sus pies rozaban accidentalmente por debajo de la mesa.
Suspiró, dejando sus cubiertos en el plato.
— ¿Quieres algo más? —
Le miró de reojo — Ahm, no, estoy bien —
Un par de minutos más pasaron en silencio, y entonces Volkov se apoyó en la mesa, buscando hacer contacto visual — ¿Te ha incomodado el sujeto de hace un segundo? —
Sonrió por el recuerdo — Para nada, me ha agradado —
Una mueca apareció en sus labios — El ramo...¿sabes quién te lo ha dado? —
Quiso tomarlo, pero Horacio se lo impidió, sujetando su muñeca.
— No, pero me lo quedaré —
— No veo por qué quedarse con algo de un desconocido —
— Pues no debe de haber un por qué, solo quiero conservarlo —
Le dedicó una mirada desafiante, y entonces el ruso abrió la boca para contestar, pero no pudo replicar nada. Estaba siendo muy severo, pero para cuando se dio cuenta, Horacio se había enfadado por su actitud.
— Mira, Viktor — Tomó el ramo de rosas, su bolsa, y de paso el vaso que todavía tenía jugo, bebiendolo de un trago antes de continuar — Gracias por invitarme, pero creo que me iré a casa; no me estoy sintiendo muy bien —
— Oh, vale. Puedo llevarte si quieres, traje mi coche — Ofreció, levantándose también, mostrando preocupación.
— No, es que... — Lo pensó un segundo, borrando su expresión nerviosa, entonces apareciendo una que mostraba seriedad cuando un pensamiento se fijó en su cabeza — No quiero —
Se dio la vuelta, caminando a la salida sin ninguna pizca de duda ante la mirada atónita de Volkov.
Y
por supuesto, también la de Gustabo.
Horacio no se había llevado los lirios.
— Llegué — Anunció, dejando sus cosas en el sofá más cercano, y dejando las llaves de la casa en la mesa que había en la entrada.
Tardó un par de segundos, pero pudo ver a su amigo asomarse poco después con una sonrisa algo extraña en su rostro.
— Hombre, Horacio, ¿cómo te fue? —
Se acercó con cautela, sintiendo un pinchazo en el pecho cuando le vio bajar la mirada con desánimo.
— Pues, me imaginaba que sería mejor —
— ¿Por qué?, ¿te ha hecho algo? — Fingió incredulidad, jugando con sus manos detrás de sí.
— No, para nada; ha sido muy educado y todo ese rollo, pero... — Apretó los labios, pensando en lo que quería decir — No lo sé tío, quizás se me fue el interés, nada más —
— Hostia, ¿de verdad nada rescatable de hoy? — Dio unos cuantos pasos más, quedando a una corta distancia.
En eso la imagen de aquel ramo iluminó sus orbes, y con una emoción renovada fue a buscarlo entre sus cosas.
— ¡Mira! — Alzó las flores ante el rubio — ¿No son preciosas?, al parecer tengo un admirador —
Sonrió con ternura, apreciando la calidez en su corazón por verle tan feliz por su anónimo detalle.
— ¿Te han gustado? —
— Pues claro, ¿a quién no le gustaría recibir flores? — Se alejó, buscando un lugar en donde ponerlas en la sala, contoneandose con aquella chispa de alegría.
Gustabo sin poder evitarlo recordó la cara de la cita de su amigo, y el cómo después de sentarse un rato con su ramo en manos se fue como el más triste del mundo. Chistó con irritación, pero al menos se encontraba más tranquilo, solo esperaba que aquel hombre entendiera el mensaje y no buscara al moreno de nuevo.
Horacio llenó un jarrón con agua, dejando las rosas en ella. Suspiró con suavidad, un respiro para empezar a pensar. No era la primera vez que se aburría tan fácil de alguien, por eso pensaba que era más de relaciones furtivas; aún así añoraba encontrar a alguien con quien sentirse a gusto, quien le sacara una sonrisa con tonterías y pudiera pasar un buen rato solo con estar juntos.
Enarcó una ceja con extrañeza, pues dejando de lado su emoción, ¿quién podría haberle dado eso?, ¿y quién podría haber sabido donde estaba para dárselo?.
Una pequeña idea cruzó su línea de pensamiento, queriendo desecharla por lo bochornosa e imposible que era, o eso creía.
Sus mejillas se colorearon al igual que los pétalos, y el calor no tardó en arremeter contra él, un castigo por pensa con ensoñaciones y delirios raros con a quien consideraba su mejor amigo.
Porque era imposible que Gustabo sintiera algo por él, ¿verdad?.
¡Hi!
Quería que el capitulo que publicara primero fuera un one-shot corriente pero acá está esto ah
Estoy muy feliz de anunciar que ya estoy de vacaciones prácticamente, así que espero poder tener mucho tiempo para escribir en estos meses wU
Un abrazo enorme, y feliz inicio de mes, ¡nos vemos pronto! ♡
Ciao.
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