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capítulo 5

- Io, pásame la diez.

La voz llega a mí en un suave y temeroso susurro, algo muy acorde a la situación en la que actualmente nos encontramos. Baian, mi amigo, me mira con suplica desde su banca a mi lado, tratando de ocultarse lo mejor posible tras la espalda de la persona frente a él para que el astuto maestro Julián no le viera.

Volteo con desinterés.

- ¿En qué te ayudo, mortal?

Me lanza una mirada ofendida pero ni siquiera me inmuto. Aprieta sus labios, aparentemente tragándose su orgullo, y se acerca un poco más ayudado por sus codos.

- Pásame la diez y yo te daré la fecha.

Suelto una risa y deslizo con más ánimo mi dedo por la pantalla de mi móvil.

- ¿Tú crees que si quiera sé de qué materia es este examen?

Me mira confuso.

- Pensé que estabas buscando el móvil las respuestas ¿Qué diablos haces?

Me encojo de hombros y bajo más mi lista virtual.

- Mañana es mi aniversario con Euridice, estoy buscando un regalo.

- ¿En Tiffany's? ¿No te habían despedido de McDonald's? ¿Piensas robarlo?

Justo cuando me disponía a maldecirle un borrador de pizarra vuela a la velocidad de la luz entre ambos y se estrella con un sonido sordo contra la pared. Baian y yo miramos al frente con sorpresa y nos topamos con el rostro a punto de estallar del maestro Julián.

- ¡Qué demonios hacen hablando en un examen, chimpancés!

- ¡S-sólo le preguntaba a Io dónde debía poner mi nombre, sólo eso!

- ¿No pensaste ponerlo en el espacio que dice nombre, neandertal?¿Crees que vengo a verte la cara a clases todo el día porque me gustas, idiota? ¡Si tienes una duda házmela a mí, el profesor!

Alzo mi mano, llamando su atención.

- Tengo una duda: Si usted fuera una hermosa chica rubia ¿Dejaría a su novio porque le despidieron de McDonald's?

- Oh, déjame pensar -empieza con tranquilidad antes de que su rostro se deforme del enojo- ¡Incluso si fueras mi hijo te dejaría por el simple hecho de ser tú!

- Eso me hirió, mis padres me dejaron por ser yo -volteo hacia el cerebrito de la clase-. ¿Cuánto dinero me darían si le demando por daños psicológicos? Necesito comprar una pulsera.

En ese momento había olvidado por completo que el maestro tenía dos borradores en su poder, así como también olvidé que el lanzamiento justo a la cabeza es su especialidad.

***

- Aún me duele la cabeza -me quejo, atravesando el parqueo con un enfurruñado Baian.

- ¡A mí me duele haber dejado el examen a la mitad, Io!

Ruedo los ojos.

- Es tu culpa por poner tu confianza en alguien como yo, ni siquiera sabía que hoy habían clases, vine solamente para tener wifi gratis.

Puede que suene increíble, pero de verdad no tenía idea de mi evaluación de hoy, mi cerebro había pasado en vela ya dos noches pensando cómo resolver mi problema monetario para no llevar mañana a Euridice por pizza en una acera como el año pasado.

Baian siguió quejándose todo el camino hasta el parqueo, aquel lugar predilecto para charlar mientras te apoyas en el auto nuevo que tu padre te compró, un lugar donde obviamente yo no tenía nada que hacer ya que no poseo auto alguno, pero debía encontrarme aquí con uno de mis amigos.

Entre aquella marea de presunción y altanería se dejaba ver una cabellera rulosa y Lila como el algodón de azucar de un delgado joven que sentado en el capó de su Toyota Corolla revisaba su móvil con la tranquilidad de un estudiante con promedio excelente luego de haber completado una evaluación.

Sube la mirada y me observa a través de sus gafas.

- ¿No me vas a felicitar? Estoy a un día de mi aniversario -presumo, llegando a su lado.

Sorrento rueda los ojos.

- En realidad me estaba preguntando qué tanto habrá remojado su ropa interior en tu café para que ya sean tres años.

Baian suelta una carcajada a mi lado y le propino un golpe en la cabeza. Sorrento sonríe y decido dejar pasar su comentario, no es un secreto que a mis amigos no les agrada mi novia.

- No lo entenderías. Por qué mejor no me hablas de lo que necesitas ¿A qué viene ese mensaje de la mañana?

Sorrento guarda su móvil y señala hacia el otro lado del parqueo donde mochila al hombro y gafas de sol puestas se acerca la persona faltante, Kanon, caminando como si la tierra entera fuese su pasarela y presumiendo con una camiseta sencilla el marcado abdomen que mantenía gracias a su duro entrenamiento como capitán del equipo oficial de básquet de la universidad.

- ¿Por qué me miras con esos ojos, Sorrento? ¿Te hice esperar demasiado? -pronuncia, intentando darle un beso al peli lila que no duda en patearlo para alejarlo.

- Tu entrenamiento acabó hace una hora, he estado acá sentado como un estúpido antisocial.

Suelto un suspiro y palmeo su hombro para tranquilizarle.

- Seguro las personas no notaron la diferencia, pareces antisocial todos los días.

Me da un golpe en la cabeza y seguido uno igual a Kanon cuando empezaba a burlarse de mí, pero luego, repentinamente, se queda con la mano suspendida en el aire pareciendo pensativo, para finalmente golpear a Baian, quien seguía a mi lado.

- ¡¿Por qué el golpe?!

- Es que Isaac no ha venido y mi mano se siente extraña si no golpeo a tres idiotas a la vez.

Baian estaba a punto de seguirse quejando pero una llamada entrante hace que deba dejar eso de lado y marcharse para poder responder.

Habiendo quedado ya solo tres personas bajo un frondoso árbol en el parqueo, Sorrento baja de su auto con un suspiro, dispuesto a empezar a desarrollar el asunto por el que nos había citado aquí desde buena mañana.

- La cosa está así -empieza-. Mis padres han abierto un nuevo restaurante de comida rápida en el centro pero aún no cuentan con el personal suficiente debido a unas complicaciones de salud de los mismos, por eso me pidieron que buscara un par de tipos sin trabajo y con tiempo de sobra para reemplazarlos; inevitablemente pensé en ustedes.

Sorrento a penas había terminado de hablar cuando yo ya había alzado la mano con entusiasmo para hacer una pregunta. Rueda los ojos y me calla antes de que siquiera hable.

- Sí, Io, te pagaremos hoy tu día para que invites a tu salamandra a comer mañana.

- Listo, ya tienes un esclavo.

Kanon parece pensárselo un poco más; no lo juzgo, el tomar trabajos de la nada por un poco de dinero es algo a lo que nosotros los pobres estamos acostumbrados, no un tipo guapo como él que solo debe extenderle la mano a una de sus novias.

Sorrento abre la puerta de su auto y le mira de soslayo mientras se acomoda las gafas.

- Sube tu trasero al auto, Kanon.

El peli azul de mi amigo sonrío ampliamente y obedeció al ver tocado su gusto por ser dominado, yo subí por ver tocado mi bolsillo y mi gusto por comer tres comidas.

Durante el viaje hasta el centro Sorrento se dedicó a explicarnos cómo funcionan las cosas y el trabajo que cada uno realizará, donde yo seré el cocinero y Kanon atenderá la caja.

- ¿Es porque soy feo que me enviarás a la cocina? -pregunto, enfurruñado.

Sorrento estaciona el auto frente al nuevo restaurante y los tres salimos.

- No, te enviaré a la cocina porque Kanon es una zorra y las zorras atraen clientela.

El susodicho sólo sonrió con satisfacción.

Nos paramos frente aquel nuevo local y no tardé en admitir que era bastante llamativo, ya sea por su techo rayado color rojo brillante, los anchos ventanales de vidrio decorados con stickers alusivos a las comidas que se sirven o la enorme salchicha con gorro de chef en la cúspide dónde se mostraba su nombre "Pinki Sausage". Solté una carcajada.

- ¿Tú padre se inspiró en tus fotos de bebé desnudo? -pregunté entre risas.

Sorrento hace una mueca.

- Fue idea de su asesor de marketing, dijo algo como "a todos les gustan las salchichas rosaditas".

Mi risa solo incrementó a tal punto que sentía mis órganos golpear mi garganta.

- Un hombre muy inteligente, ocho de cada diez mujeres le darían la razón -agrega Kanon.

Intentando controlar mi risa nos adentramos al local, dónde no me sorprendió ver que todo estaba perfectamente nuevo y reluciente, incluso los pocos trabajadores que se habían hecho cargo del servicio de la mañana lucían como personas decentes con sus uniformes a rayas negras; los padres de Sorrento no escatimaba en gastos al momento de abrir un nuevo restaurante, ya contaban con uno de mucho éxito con tres sucursales y ahora habían incluido este.

- Muy bien, síganme -indica, llevándonos hasta el cuarto exclusivo del personal, lugar donde nos entrega un par de camisetas y las características gorras negras con la salchicha al centro- El horario es de doce a cinco pero se les pagará la jornada completa debido a que es el primer día. Está prohibido coquetear con los clientes, prohibido tratar mal a los clientes y súper prohibido comerse los productos.

En la primera regla miró a Kanon, las últimas dos fueron con gran énfasis para mí.

Solté un chasquido de lengua y empecé a colocarme mi uniforme.

- Me comía las hamburguesas en McDonald's porque no me daban tiempo para almorzar, no sucederá de nuevo.

Sorrento me lanza una mirada de advertencia y empieza a colocarse también su uniforme.

- Yo estaré contigo en la cocina así que si te metes una salchicha a la boca voy hacer que te la tragues sin masticar, ¿Entendido?

Recuerdos tenebrosos me erizan la piel mientras asiento frenéticamente.

Sorrento delega a kanon bajo el cuidado de Tetthys, la empleada que se encarga de la segunda caja, mientras ambos nos metemos a la cocina rodeados de embutidos y vegetales en vinagre.

- ¿Entonces sólo tengo que ponerle las verduras? -pregunto nuevamente.

- Vegetales -corrige-. Sólo las pones ahí y luego te encargas de las bebidas, yo freiré las salchichas.

Asiento con seguridad y tomo una larga bocanada de aire al colocarme los guantes para empezar mi trabajo.

Llevaba ya tres años viviendo solo desde que me marché de casa, desde entonces inicié la constante rutina de buscar trabajo, ser despedido, buscar nuevamente, pagar lo que debe ser pagado y ser despedido nuevamente; mis trabajos nunca pasan de restaurantes de comida rápida o de ordenanza a medio tiempo en alguna bodega, las cuentas son muchas y mi paga nunca ha sido buena, es gracias a la confianza de mis amigos y el amor de Euridice que me han concedido prestamos y puedo con ello pagar mi elevado alquiler.

Las órdenes salieron más rápido de lo que pensé y Kanon también se desenvolvió como un profesional en la caja, habían pasado ya tres horas de servicio por lo que nos tomamos unos minutos de descanso, tiempo que aproveché para revisar mis redes sociales, notando que Euridice había colocado una nueva foto en Facebook.

Euridice Gautier. Hace tres horas.

Se me antojó.

📷

Se trataba de la fotografía de un collar de oro con un dije en forma de pluma con lo que hasta yo reconocería un muy caro diamante al centro. Tragué grueso por instinto.

- Entonces -empieza Sorrento- ¿Ya sabes qué le obsequiarás a Euridice?

- Mi riñón -suelto sin pensar, pero pronto me corrijo-. Tenía pensado darle una pulsera que ví en Tiffany's.

Ambos beben de su bebida con las cejas alzadas, algo que me pudo haber disgustado pero estaba más que ocupado revisando los comentarios de la publicación.

Dohko Crown:

Te regalo dos, muñeca.

Inmediatamente Dohko corona fue coronado como el dueño de los arrastrados.

Pandora Smith:

Si aún estuvieras con Faraho ni siquiera tuvieras que enviarle indirectas por facebook. F*cking mint!

Respuestas:

Io Scyllia: Retrasada. Fockin miin

Sonreí con satisfacción.

Seguí hurgando en la publicación de mi novia hasta llegar a las reacciones de la foto, entre las que destacaban los corazones de chicos que en su vida tendrían una oportunidad con ella y luegos los likes de chicas que en su vida tendrían lo que ella; sin embargo, había un solo me divierte, el que pertenecía a un perfil cuyo nombre identifiqué.

Orpheo Gauthier.

Mi dedo se movió hasta su perfil a la velocidad de la luz, su cuenta estaba casi secreta por completo por lo que solo pude ver su fotografía y nuestras amistades en común donde solamente figuraba Euridice. Indagué con más ahínco pero lo único que encontré fue que la cuenta era reciente, pues no tenía más de un año.

- Esto parece tan falso -murmuré-, incluso su foto sólo tiene diez reacciones.

- ¿Está tan feo? -inquiere Kanon, inclinándose para ver luego de haberme escuchado- ni siquiera yo tenía diez me gusta antes de cumplir los doce.

Les muestro la fotografía de Orpheo con una taza de café en su mano en la terraza de su casa y ambos solo asienten.

- Es falso -sueltan al unísono.

- La persona no es falsa -aclaro-, es el hermano de Euridice, mi cuñado.

Sorrento se atraganta un poco con el refresco y me quita el móvil de las manos.

- ¡¿Su hermano?! ¡¿Sus padres aún quisieron reproducirse luego de haber visto a tu novia?!

Les arranco el móvil de las manos y les veo molesto.

- Es su hermano mayor, imbéciles. Ese engendro y yo no nos llevamos bien, es insoportable.

- Dile que te pase su rutina de ejercicios, quizá así crezcas unos cuantos centímetros -se burla Kanon, ganándose un buen golpe de mi parte.

- Ya, dejen de pelear aquí adentro ¿No ven que hay cosas calientes ahí atrás?

- ¡Una orden de Pinky Dog con pepinillos! -indica la cajera, haciendo que dejemos nuestro descanso.

Sorrento deja su comida a un lado y trata de limpiarse las manos con una servilleta.

- Diablos, estoy lleno de mayonesa.

- No te preocupes, yo frío las salchichas -me ofrezco.

Tomo un buen poco de salchichas y las dejo caer en el aceite sin mucha prisa, la imagen del collar que Euridice tanto quería no dejaba de rondar por mi cabeza, estaba completamente absorto entre números y ajustes para sacar dinero extra y poder costearlo que solo el olor extraño a quemado me hizo volver a la realidad.

- Algo huele feo -señala Kanon, tomando el puesto de Sorrento mientras este se había marchado al baño a limpiarse- ¿Las salchichas?

Volteo rápido a mis rosaditas responsabilidades y niego, no viendo nada fuera de lo normal.

- Incluso parecen más brillantes y crujientes -me jacto.

Kanon frunce el ceño y se acerca para comprobar que digo la verdad.

- ¿Esas burbujas son normales?

Mire a lo que se refería, las salchichas parecían burbujear de manera extraña.

- No lo sé, tú dime...

Ambos nos miramos de soslayo.

- Nah, están crujientes.

- Saca el pan -indico con precisión al haber sacado ya una salchicha-, tengo que ponerla está caliente.

- Pero aún no lo caliento ¿Está bien que la pongas así?

- Solo hagámoslo, ya se calentará cuando la ponga.

Kanon abre el pan y meto la salchicha para que él pueda bañarla con lo aderezos que el cliente había solicitado, pero, como era de esperarse de un tipo que pasa más tiempo en un gimnasio que preparando hot dogs, una tarea tan fácil fue todo un desafío.

- ¡Está cosa no sale! -se queja.

- ¡Es tu inteligencia la que no sale! -suelto- Debes hacerlo con amor, ¡Con amor!

Kanon y yo forcejeábamos con el bote de la mayonesa, el que sin importar cuánto apretábamos no salía ni la más mínima gota.

- ¡Ya va a salir! -exclama eufórico Kanon .

- ¡No, va a salir demasiado, para!

En ese preciso momento Sorrento llega a la cocina con el rostro plasmado de confusión, nos ve luchando con la mayonesa y la señala.

- Tiene la tapa, imbéciles.

Miro que efectivamente tenía en la punta un pequeño taponcillo y me apresuro a quitarlo, al hacerlo tuve una epifanía: la vida a veces se empeña en demostrarme que ser estúpido es parte de mi ADN.

La mayonesa explotó, Kanon y yo apretábamos tan fuerte que cuando quite el tapón salió con tanta fuerza hacia la salchicha que rebotó y nos bañó a los tres con aquel es espeso líquido blanco. Sorrento nos miró inmutable mientras de nuestro rostro escurría el aderezo y Kanon tranquilamente empieza a poner la mostaza como si nada.

- ¡Deja de ponerle mostaza! -explota el Peli lila- ¡¿Tú te comerías está porquería?! ¡ESA SALCHICHA INCLUSO TIENE EL MALDITO PLÁSTICO!

Kanon sonríe y menea su dedo frente a Sorrento en negación.

- ¿No ves como hemos acabado? Es obvio que está salchicha no tenía protección.

Sorrento no pudo aguardar más, se lanzó con furia sobre Kanon haciendo que ambos caigan al suelo mientras luchaban, dejando en mis manos todo el cargo para acabar esta misión.

- Creo que me entró en el ojo -me quejo, intentando limpiarme el rostro lo mejor posible a la vez que intentaba reparar aquella escena del crimen que pretendía ser comida- Solo hay que pelarla, solo hay que pelar -me repito.

- ¡IO! -grita Sorrento bajo el cuerpo de Kanon- ¡Ni se te ocurra, no está terminada!

- ¡Solo necesita ayuda manual! -respondí, colocando los vegetales de la mejor manera posible.

- ¡Está bañada de esa cosa blanca! -exclama al borde del colapso.

- Ahora mismo se la quito, soy todo un experto.

- ¡No, Io! ¡No podré soportarlo!

- ¡Sí! ¡Sí, Sorrento! ¡Acabaré por los dos!

- ¡Ahhh! -se queja.

La acabé.

Tomo mi creación en mis manos y la alzo al techo.

- ¡Está vivo! -suelta Kanon, sin dejar de aplastar a Sorrento- ¡ESTÁ VIVO!

Sorrento intentó con todas sus fuerzas tomar mi tobillo para evitar que saliera de la cocina pero se le hizo imposible salir del fuerte abrazo de nuestro peli azul amigo, solo pudo ver con impotencia como salía con la orden.

- Un Pinky dog recién salido de...-la emoción en mi voz fue disminuyendo al ver la cantidad de ojos bien abiertos que me observaron- la freidora.

Al menos diez personas incluyendo a la cajera me veían fijamente, algunos con mucha confusión, algunos con las mejillas levemente sonrojadas. Sonreí un poco nervioso y me apresuré a dejar la orden en la superficie frente a la clienta, quién me sonrió con cierta confidencia.

- Las gafas evitarán que te vuelva a caer en el ojo -suelta, ampliando su sonrisa al momento de dejar todo su cambio en el bote de tips.

Sorrento, quién parecía por fin haber vencido a su captor, se asoma bruscamente desde la cocina justo cuando sucedía todo esto, pareciendo el doble de sorprendido cuando las siguientes clientas pidieron exactamente la misma orden, pero con el doble de Pinky salchichas.

Voltee con una sonrisa de victoria hacia Sorrento, dispuesto a alardear de mis habilidades.

- Puedes llamarme, Io, el calienta salchichas.

***

- ¿Quieres que te lleve a casa o te dejo en otro lugar?

- Llévame a casa -indico a Sorrento, luego de sorber mi refresco para tragar mejor mi hot dogs.

- Pensé que querrías ir a alguna joyería -pronuncia, cuando un semáforo en rojo detiene su trayecto-, mañana es tu aniversario.

Niego, acomodándome mejor en el asiento de su auto. Ahora éramos solo dos, Kanon se había bajado unas cuadras antes ya que se reuniría con unos miembros del equipo de básquet.

- Necesito completarlo con unos ahorros que tengo en casa, iré mañana antes de entrar a clases.

- ¿Te alcanzará? -inquiere- Puedo prestarte dinero si te hace falta, sabes que no es ningún problema.

- No, no, Sorrento. Ya te debo hasta mis calzoncillos ¿Planeas quedarte con ellos algún día? ¿Te gustan los de Bob esponja?

Mi amigo suelta una carcajada.

- ¿Qué haría con ellos? ¿Llevarlos a un museo?

- ¡Oye! Tengo un par de Calvin Klein, ¿recuerdas? son los favoritos de Euridice, aumentan mi trasero.

Sorrento niega con una sonrisa, luego voltea hacia mí brevemente.

- ¿Estás seguro que te bastará con la paga de hoy?

- Estoy seguro. Muchas gracias.

El auto aparca frente a mi edificio y me apresuro a ordenar el tiradero de comida que llevaba encima para poder salir de la manera más decente posible; estaba a punto de cerrar la puerta cuando Sorrento me llama. Me inclino por la ventana para poder verle.

- Si no puedo ayudarte económicamente ¿Por qué entonces no te quedas con el trabajo? -propone- La paga no es la mejor del mundo pero estoy seguro que te sacará de algún apuro a fin de mes. ¿Qué dices?

Una sonrisa se dibuja inmediatamente en mi rostro y meto la mitad de mi cuerpo por la ventana para poder tomarlo entre mis manos y llenar de besos su rostro.

- ¡Pero qué dices, mi príncipe de la colina de Pony! ¡Soy pobre, claro que acepto! -exclamo, dándole ruidosos besos.

- ¡Entiendo, entiendo! ¡Ya suéltame!

El sonido de un pitido hace que saque mi cuerpo de inmediato del auto solo para ver de pie a Krishna, el guardia de seguridad del edificio viéndome de manera reprobatoria.

- La prostitución está prohibida en este lugar, señorita.

- Aún no llegaba a esa parte, señor, estaba esperando el momento preciso para hacer contacto visual y agarrarle el miembro -volteo hacia Sorrento- ¿Nos saltamos el juego previo, preciosa?

Sorrento enciende el auto con el rostro lleno de vergüenza y entre risas se pone en marcha, haciendo que tanto a Krishna como a mí nos sea imposible no reír. Krishna es un hombre muy agradable, de las pocas personas en este edificio que me agradan y yo también les agrado.

Le saludo con mi puño y me apresuro a subir a mi departamento, ignorando lo mejor posible a la señora Calvera y su gorda gata Panqueca.

- Eo, el señor Gordon vino a buscarte -avisa, antes de que tenga el tiempo de cerrar la puerta.

Frunzo el ceño y asomó mi rostro.

- ¿Qué quería? El alquiler se paga hasta la próxima semana.

Los arrugados labios de aquella maquiavélica viejecita hacen una mueca mientras sus dedos hurgan en el blanco pelaje de su gata.

- Dijo que la fecha se había adelantado por la llegada de las lluvias y la reparación de las tuberías que se obstruyeron.

- ¿Qué? -fue lo que logré soltar antes de ver al señor Gordon, un chaparro pero ancho hombrecito que camina como si tuviera una escaldadura. Me mira a través de sus redondas gafas y su rostro se vuelve amargo.

- Io, ya que la señora Calvera te ha adelantado las cosas, no nos retrasemos más, vengo por el alquiler.

Ante la incómoda situación la señora Calvera se apresura a encerrarse en casa junto a sus gatos, dejando solo a dos personas en el pasillo.

Miré inexpresivo la palma de su mano que se estiró frente a mí y no pude hacer nada más que suspirar, entrar a casa por mis ahorros, unirlo a la paga de hoy y depositar mi dinero en esa mano regordeta que se aferró a él y luego de contarlo minuciosamente lo metió en su bolsillo sin darle más importancia; ignorante por completo a los trabajos informales, caminatas largas desde la universidad, sopas instantáneas y noches sin comer; ignorante de los esfuerzos de este número más es su libreta de huéspedes.

Suelto un suspiro de resignación y me preparo para entrar a casa pero la voz de la señora Calvera me detiene de nuevo.

- ¿Quieres un pedazo de tarta de manzana, Eo? -ofrece sonriente, sosteniendo en sus manos un plato con una buena rebanada de humeante tarta color dorado.

La tensión en mi frente se relaja y asiento con una sonrisa de agradecimiento mientras lo recibo, pero rápidamente la señalo con advertencia.

- Ni crea que un pedazo de tarta hará que me olvidé de lo que me hizo, eh -suelto, medio en broma.

Suelto una risa y aquella viejecita diabólica me secunda con una curiosa risilla aguda.

- Pero, Eo -habla a mi espalda-, cómela caliente, si se enfría quizá te vuelva más gay.

Me giré con la violencia de un huracán.

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