Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

•capitulo 2•


- ¿Acaso no logras entender que solo deberíamos ser nosotros dos? -repito, con la paciencia desbordándose del vaso.

- ¿Qué tan egoísta tienes que ser? Es mi hermano del que hablamos ¿Acaso estás celoso, Io?

Reprimo una carcajada sarcástica mientras cierro mi portátil con mi tarea a medio hacer y carraspeo, apoyando mis brazos en el escritorio.

- Nada de celos, ¡Simplemente no quiero al estorbo de tu hermano entre nosotros veinticuatro siete!

- ¡No hables así de mi hermano, Io! ¿Tanto te cuesta dejar que venga con nosotros?

Suelto un gruñido y despeinó mi cabello con frustración.

- De acuerdo -me rindo, sabiendo que no íbamos a llegar a ningún lado-, deja que venga, pero evita que se entrometa entre nosotros; me pone de los nervios.

Suelta una exclamación victoriosa y sonrío instintivamente.

- ¡Iré a arreglarme, estaba deseando ver esa nueva película!

Cuelga la llamada y suelto un largo suspiro, tomando a mi gato en el regazo.

Estos días habían sido un martirio, tantas cosas estaban en mi mente que incluso aquel suceso ocurrido en la puerta de mi apartamento figuraba como uno irrelevante ante el estrés de las clases que llevaba encima.

Me había tomado el tiempo para visitar a mi doctor, como hacía regularmente, pero este se había limitado a cambiar mi medicamento y darme pequeñas charlas sobre cómo masajear mis hombros. Vaya desperdicio de dinero.

***

Apoyado en uno de los pilares del cinema espero pacientemente a Euridice y su pequeño hermano siamés, hasta que la veo llegar vistiendo tan hermosa como siempre, con una blusa color salmón y una corta falda negra que resaltaba sus elegantes piernas largas.

Últimamente le había dado muchas vueltas a lo que dijo Orpheo, había empezado a ser consciente de que una chica como ella no encaja con alguien como yo. Mientras pensaba en ello, ruedo los ojos al ver tras mi novia a dicho estorbo.

¿De qué le sirve vestir tan bien si es tan molesto? ¿Para qué la vida le dió tal rostro si ni siquiera presta atención a las chicas a su alrededor? Un desperdicio, Io, es la definición perfecta de Des-per-di-cio.

- ¡Amor! -suelta una sonriente Euridice, corriendo con los brazos abiertos en mi dirección- ¡Amor, estoy tan feliz!

La abrazo de la cintura y correpondo a su beso olvidándome por completo de mis problemas, hasta que la mano del desagrado me saluda con un carraspeo que corta nuestro feliz encuentro.

- Ví un motel a un par de cuadras ¿Quieren que les pida un cuarto?

Ruedo los ojos y Euridice lo empuja juguetonamente, iniciando su camino hasta la taquilla. Aprovecho la distancia para ver de soslayo a aquel tipo.

- Hablas demasiado para no manejar tan bien el idioma -suelto entre dientes.

- Es una de las maravillas que puedo hacer con la boca -susurra, inclinándose un poco a mi oreja- ¿Te enseño otra?

Me cubro rápidamente con la palma y le lanzó una mirada llena de ira. Mi paciencia tiene un límite, y él lo está tocando.

Murmurando maldiciones por lo bajo me acerco a la butaca y pido dos entradas para la película que Euridice había elegido; sin embargo, la mirada de dicha rubia me detiene.

- ¿Por qué has pedido solo dos? -inquiere, con el ceño fruncido- Orpheo viene con nosotros, no seas tacaño, Io.

La sonrisa satisfecha de aquel chico me hizo crujir los nudillos, hasta que recordé cierto detalle y se la devolví, palmeando amigablemente su hombro.

- Por supuesto que sí, mi cuñado merece lo mejor. Es más, ¿Por qué no vas a pedir algo a la dulceria, corazón? Yo invito.

Saco la tarjeta negra de mi cartera y se la paso a la cajera, quién sin más demora cobra la tarifa y me entrega los boletos. Seguido, y sin siquiera darle importancia a la creciente sonrisa de Orpheo, acompaño a Euridice a la dulceria y pago nuevamente con mi nueva tarjeta.

- Eres un amor -suelta con la ternura de una niña mi novia, tomando mi mano para llevarme hasta nuestros asientos, los últimos de la sala, justo en una esquina (para nada intencional, por supuesto)

- Tu asiento está en la otra fila -indico a Orpheo.

- Yo creo que me sentaré a tu lado -responde, sin borrar la sonrisa.

- ¿Por qué lo pediste lejos? -reprocha Euridice, viéndome molesta- Quédate acá, de todas formas la función no se veía muy demandada.

Ruedo los ojos, pero en algo tenía razón ¿Quién idiota pagaría para ver esta porquería de película? Ah, sí, yo pagaría por ella.

Me siento de mala gana, tratando de ignorar lo mejor posible al estorbo sentado cómodamente a mi derecha que se dedicó a comer en silencio durante los créditos, acción que agradecí, pero mi paz no duró demasiado, mis manos empezaron a picar y sentía adormecidos los dedos de mis pies; definitivamente el cambio de medicamento había sido un fatídico error.

Trato de ignorar aquellos efectos secundarios, pero mientras la película avanzaba mi situación también lo hacía.

Miro a Euridice comer por su cuenta nuestro pedido y de repente mi vista cae en su falda; la película estaba demasiado aburrida como para tomarla de distracción, ahora estaba prestando completa atención a como comía palomitas por puñados, sin ninguna delicadeza.

- Ojalá lo que te estuvieses metiendo fuera algo más grande -le susurro, dejándola paralizada a medio masticar.

Me mira estupefacta y me apoyo un poco en ella.

- Lo siento, pero desde que te fuiste a Francia no hemos tenido tiempo a solas -explico, mirando un poco por su escote- No soy de cartón ¿Sabes?

Su mirada era de pura incredulidad, simplemente termina de masticar y vuelve su rostro a la película, sin siquiera molestarse en darme una respuesta. Veo la corta falda que viste, la que deja al descubierto sus largas piernas contorneadas que me dispongo a tocar hasta que me propina un fuerte golpe en la mano.

- ¿Qué diablos pasa contigo? -masculla molesta- ¿Tienes ganas? Entonces mira porno.

Vuelve a la película ahora mucho más enfadada y me doy por vencido. Si ella dice no, es un no.

Suelto un suspiro y trato de acomodarme en la butaca.

- ¿Problemas de calentura? -susurra una voz masculina a mi lado, cargada de diversión- Qué pena.

Hago una mueca de molestia, sin siquiera prestarle la más mínima atención.

- ¿Sí ubicas el porno? -continúa- Patético.

Le volteo a ver lleno de molestia.

- ¿Te tengo que recordar quién te ha traído? -mascullo por lo bajo- Cierra la jodida boca.

Suelta una risa discreta con el popote de su refresco entre los dientes, que me pone todavía de peor humor.

- ¿Por qué no te abres conmigo Io? -suelta, sin intención de dejarlo ir- ¿Buscas porno? Te puedo prestar una de mis cuentas, puedes masturbarte con los favoritos, así estrechamos lazos.

Me limito a fingir que no le he escuchado.

- ¿Vas a ignorarme? Trato de que seamos amigos.

Continúo con mi tarea.

- Yo también puedo aburrirme, Io, no hagas nada que te traiga arrepentimiento en el futuro.

Tomo un par de palomitas y me las como con tranquilidad.

- Oh, vamos a jugar de este modo, entonces... Vous l'avez voulu, Io.*

*Tú lo has querido, Io.

Frunzo el ceño ante su comentario en Francés, dispuesto a exigir una inmediata traducción, hasta notar la presencia de cierta mano deslizándose sutilmente por mi muslo que casi me hace atragantar. Era un toque juguetón de sus dedos que fingían caminar por la longitud de mi pierna. ¿Qué diablos...?

Aparto su mano con el ceño fruncido y sin hacer mucho escándalo. Me cercioro antes de cualquier cosa que Euridice no nos preste ni la más mínima atención antes de voltear hasta ese tipo y mirarle airado.

- ¿Qué estupidez crees que haces? -gruño.

Alza sus manos en son de paz, fingiendo inocencia, y le lanzó una última mirada antes de volver a ver al frente.

Orpheo se recuesta en su asiento, lejos de la mirada de Euridice, y luego se inclina un poco en mi dirección.

- ¿Por qué estás tan agitado? -susurra, acariciando con su dedo índice el dorso de mi mano que sostiene el vaso en el apoyo de la silla- ¿Nunca te habían tocado así?

Apreto la mandíbula, negándome a responder o hacer algún movimiento brusco.

- Lo dudo, Euridice debe tratarte bien -prosigie- ¿Entonces qué es, Io? ¿Tienes miedo?

Me volteo ligeramente, quedando frente a frente, con la punta de nuestras narices rozándose por un centímetro.

- ¿De qué supones que tengo miedo? -espeto.

Orpheo baja sus ojos azules iluminados solo por la irregular luz de la pantalla a mi nariz.

- Miedo de que te guste, por supuesto -responde, sacando su lengua y propinandome un delicado toque en la punta de mi nariz, poniéndome alerta de inmediato.

Vuelvo a la pantalla, hacia esa película que había decidido ver cómo a fin favorita desde ahora, pero que, al parecer, no me dejaría disfrutar.

Orpheo apoya su cabeza en mi hombro, bebiendo de su bebida como si fuese lo más normal del mundo, pero deslizando su dedo desde mi dorso hasta mi muñeca, pasando sobre mis pulceras hasta desaparecer al final de mi codo, recorrido que me hizo tragar grueso más de una vez.

Volteo hacia Euridice y noto como ahora come más lento, con la mirada tan prendida en la pantalla que sus ojos se notaban cansados. Quería sacudirla y pedirle que saliéramos, pero no podía simplemente decir "Oye ¿Sabes qué? Tú hermano mayor me está metiendo mano, vámonos." sería una dura muerte a mi orgullo.

Aquella insaciable mano vuelve a escabullirse hasta mi muslo, esta vez recorriéndolo con suave deleite, dando especial énfasis en las zonas rasgadas de estos donde descaradamente introducia sus dedos y tocaba mi piel.

- Lindas piernas -halaga, llevando sus labios a mi oreja. Vuelvo a tragar grueso- Encajarán de maravilla sobre mis hombros.

Mis labios se presionan en una delgada línea. Sí que tiene una boca audaz ¿Quién se cree este tipo?

Maldecia constantemente su existencia en mi mente, pero era solo para ocultar las grietas de mi cordura; algo estaba saliendo mal, yo también soy un hombre, puedo apartarle fácilmente, entonces ¿Por qué sigo tratando de ignorale? ¿Por qué miro constantemente a Euridice para asegurarme de que no se entere?

Su mirada me estudia en silencio mientras su mano sube bajo mi camiseta, tanteando mi disponibilidad a lo que se preparaba a hacer; para mí mala suerte, mi cuerpo no respondía como quería, y eso le dió la victoria a mi oponente.

Sus labios fríos se pegan poco a poco a mi cuello, haciéndome cerrar los ojos ante el efecto de sus caricias húmedas llenado mi piel ardiendo, aliviando aquella sensación de incomodidad como un remedio sutilmente morboso que se acompañaba de su mano navegando hasta mi entrepierna.

Euridice se mueve a mi lado, haciendo que de inmediato empuje con mi hombro a orpheo y ponga sobre aquella mano el contenedor de las palomitas, carraspeando un poco, fingiendo ver con actitud crítica aquella absurda escena.

- ¿Te la vas a comer? -pronuncia mi novia, señalando las palomitas.

La miro con cierto nerviosismo.

- ¿El qué?

Orpheo suelta una ligera risa a mi lado.

- Las palomitas -responde con obviedad- ¿Te las comerás? -niego, permitiendo que las tome- La película está muy aburrida -se queja, apoyando su mejilla en su mano.

Ni siquiera le presté atención.

Con sutileza aquel tipo se inclina un poco y sus labios se cierran sobre mi desnudo cuello, con mayor deteminacicion y técnica que antes. Doy un respingo en mi asiento y aprovecha mi guardia baja para deslizar sin miedo su mano bajo mi camisa, subiendo y acariciando todo mi torso lentamente hasta llegar a uno de mis pezones, el que roza con la yema de los dedos, aprieta y pellizca. Cierro los ojos y siento como mi miembro empieza a calentarse.

- Para -susurro- Detén está locura.

Recordé la presencia de Euridice y entreabri mis ojos, notando que ella ahora tenía sus párpados totalmente cerrados. Me maldije mentalmente por la descarga de morbo y excitación que experimenté al ver que se había quedado dormida, a mi lado, totalmente ignorante a aquellas manos que exploraban mi cuerpo sin miedo alguno.

- ¿Soy yo o te estás poniendo duro? -murmura, tirando con sus labios del arco de mi oreja- Es muy alagador de tu parte.

No, no, NO ¡NO!

Mi pulso estaba acelerado, mi cuerpo no respondía a mis deseos y no podía dejar de suspirar ante el tacto de sus manos sobre mí piel y su boca comiéndose a mordiscos mi cuello. Mi cabeza iba a explotar.

Lucho por encontrar el camino de salida de este bucle de erotismo que inunda mi mente, pero se me hace más que imposible encontrarlo; caigo y caigo en un laberinto que ciega mis barreras en donde sus expertos dedos tirando de mi pezón y su boca chupando lentamente mi piel son la tortura más placentera que he experimentado. Casi sin quererlo un suave y profundo gemido abandona mi garganta y se pierde junto a las voces de los actores de la película de la cual ya había olvidado hasta el nombre.

En la oscuridad de mis párpados cerrados la visión de aquella señora con su gata panqueca en las escaleras se repetía como un recuerdo de mi maldición, hasta que de repente recordé mi medicamento nuevo.

Abro los ojos con la respiración un poco agitada y me pongo en pie bajo la atenta mirada de Orpheo, a quién miro entre jadeos, notando que bajo su pantalón se marcaba el bulto producto de nuestros manoseos.

No me demoro más, salgo de la sala tratando de mantener la compostura y me refugio en el baño justo cuando el último individuo sale, lo que aprovecho para salpicar agua en mi cara buscando recuperar la lucidez. Estaba completamente irreconocible, con las mejillas rojas del calor y sutiles marcas de besos y mordidas en el cuello.

Dejo caer mi cabeza entre mis brazos apoyados en el lavabo y niego.

- Mierda, estoy tan caliente -suelto con la voz agitada- Maldito medicamento, maldita bruja y maldito gato.

Mi miembro dolía dentro de mi pantalón, debía deshacerme de ello lo antes posible o corría el riesgo de abrirme el cráneo contra la pared.

Me giro dispuesto a entrar en un cubículo hasta que la puerta se abre dejando entrar a un Orpheo un poco sonriente a la habitación.

Sus ojos se prenden en los mios y camina a grandes zancadas hasta tenerme cerca y así sujetar la parte posterior de mi cabeza, juntando nuestros labios en un intenso beso.

Su lengua se abre paso entre mis dientes y abro mi boca para darle paso absoluto a mi cavidad bucal, enredandonos sin control, invadiéndome con una mezcla de experiencia y dominio que erizó mi piel. No pude negarme más. Enredo mis dedos en su alborotado cabello celeste, tirando de él y acercándolo a mí para profundizar el beso.

Sus manos no eran para nada dulces sino desenfrenadas, tocando a su antojo mi cuerpo, apretando a placer mi trasero y pegándome descaradamente a su dura pelvis.

- Adentro -pronuncia entre nuestras bocas antes de tomar mis caderas con firmeza y conducirme hasta dentro de uno de los cubículos, poniendo el pestillo tras nosotros.

No deseaba separarme de él, pero mi cuello empezaba a resentir nuestra diferencia de altura por lo que sin dejar de saborear sus labios le empujé hasta dejarle sentado en el inodoro con la tapa abajo y yo sobre él, acomodándome sinvergüenza en su regazo erecto.

- Dieu...Io. Je veux baiser³ -murmura en francés, lo que logra ponerme más caliente aún.

³ Dios, Io. Quiero follarte.

Estaba en mi límite, los besos ya no calmaban el incontenible deseo que me fundía el pecho, necesitan más, más que solo tocarle sobre la ropa, más que solo imaginar tener en mi boca aquello que tanta presión ejercia en mi trasero.

- ¿Puedo? -pregunté entre un jadeo al separarme de sus labios, viéndole con los ojos nublados en éxtasis, deseosos de su afirmación.

Su respiración era igual de errática que la mía, pero aquel deje de superioridad y complacencia no podían ser opacador por sus ganas, incluso sus comisuras se levantaron marcando en sus mejillas un par de hoyelos.

- Bon appetit.

Bajo de sus piernas hasta colocarme entre ellas, empezando a desabrochar su cinturón para seguir con el botón de su jeans negro, logrando visualizar un largo, húmedo y grueso miembro totalmente erecto dentro de su bóxer. Estaba perplejo.

Lo rodeo con toda mi mano aún sobre la tela y me dedico a ascender y descender de forma tortuosa antes de bajar la última prenda que separa mi mano de su caliente pene, tomándolo de nuevo sin apuros, sintiendo como su líquido pre-seminal empapa mi palma, dedicándome a trazar lentos círculos alrededor de su glande y uretra.

Orpheo murmura algo en su idioma y deja caer su cabeza hacia atrás, llenando mi mente de satisfacción.

- Oh, por favor -logro distinguir entre uno de sus suspiros.

Sin más demora saco la lengua de mi boca y la deslizo acunando la punta, dejando caer un poco de saliva para luego dejarlo entrar centímetro a centímetro siendo abrazado por mis labios apretados adrede.

Escucho sus gemidos mientras la meto en mi boca hasta llegar a la mitad, sintiendo su mano sujetar mi cabello cuando la saco lentamente, succionando y acariciando su longitud con mi lengua.

Tomo lo que mi boca con puede abarcar y me ayudo con mi mano para brindarle más placer, escuchándole suspirar con pesadez. Empieza a levantar su pelvis para meterlo y sacarlo de mi cavidad bucal con mayor rapidez a lo que respondía apretando mis labios lo más posible y él presionando mi cabeza contra su pene, tratando de que entrara por completo. Tira de mi cabello y embiste mi boca con un poco de brusquedad, provocándome arcadas al chocar contra mis amígdalas.

Me embestía una y otra vez manteniendo su miembro en lo profundo de mi garganta, dejándome sin respirar por unos largos segundos, luego lo retiraba y volvía desde el inicio.

Sujeta mi cabello con firmeza y entra en mi garganta presionando mi cabeza contra su pene hasta que mi boca lo engulle por completo. Lágrimas bañan mi rostro por la presión y luego lo saca suavemente, permitiendo dar una enorme bocanada de aire acompañada de arcadas hasta ver entre mis ojos empañados el firme y duro miembro de orpheo brillante gracias a mi saliva que creaba puentes colgantes desde mi boca hasta toda su dimensión. Sería una vil mentira decir que lo que llevaba entre las piernas no era hermoso, incluso yo podía afirmarlo.

Convencerme de que no me gustaba esto era ya en vano, por lo que cerrando los ojos introduje mi mano por la cinturilla de mi pantalón y empecé a masturbarme sin olvidarme de aquel miembro frente a mí que me dediqué que besar una y otra vez desde su base hasta su erguida cabeza que se pegaba a mi nariz cuando mi lengua delineaba el borde de su capullo palpitante.

Orpheo toma con su mano mi mentón antes de introducir nuevamente su miembro, el que sin demoras me apresuré a complacer al igual que el mío. El rostro de aquel hombre era tan desconocido para mí, con su cabello revuelto, su respiración profunda y su ceño levemente fruncido sin perderse ni un solo segundo de mi boca comiéndose su miembro.

Su expresión se vuelve más complicada, aceleró mis movimientos, metiéndole nuevamente adentro hasta que pude sentir escurrir dentro de mi boca borbotones de semen que salieron acompañados de un grave gruñido de su dueño.

El líquido se desliza casi involuntariamente por mi garganta, pero poco me importó este detalle ante la magnífica sensación que me invadió al correrme en mi mano luego de tanto.

Me sentía muy exhausto, por lo que agradecí en silencio cuando él me alzó y sentó sobre sus piernas, tomando un poco de papel para limpiarme mientras mi cabeza caía sin fuerzas en su hombro.

Los minutos pasaron antes de que la niebla espesa en mi razón empezara a disiparse, recordando la función que estaba a punto de acabar.

- Mierda -suelto, poniéndome en pie para arreglar mi ropa y luego salir hasta el lavabo, en donde lavo mis manos y enjuago mi boca.

Mientras estaba en lo mío escucho a orpheo también salir y luego noto como un par de brazos rodean mi cintura, haciéndome fruncir el ceño.

- Tu es à moi* -susurra antes de depositar un casto beso en mi hombro

¹ Tú eres mío.

Mi desagrado era palpable, por lo que no di muchos rodeos antes de salir de su abrazo, negando en el proceso.

- No sé nada sobre el francés, así que realmente no me importa -suelto, secando mis manos con el papel.

Se le escapa una risa con cierta incredulidad.

- ¿Vamos a fingir que esto no pasó? Un poco infantil luego de que ambos estábamos cómodos hace un rato -señala.

- No -respondo con firmeza-. Lo que ha sucedido es gracias a los efectos secundarios de mi medicamento, algo asqueroso e incómodo si me preguntas, así que vamos a pasar esta desagradable página aquí y tú -espeto, presionando mi dedo en su pecho- seguirás siendo el mismo estorbo hasta que me case con tu hermana y te demos muchos sobrinos que te joderan la vida ¿Entendido? -frunce el ceño, dispuesto a objetar, pero le interrumpo- ¿ENTENDIDO?

Me mira fijamente apoyado en la puerta del cubiculo y es una sonrisa inocente su única respuesta. Bufo de mala gana y salgo del baño con una de mis manos frotando mi mandíbula ante la reciente molestia que sentía en esta.

Estaba tan absorto en comprender mi dolor que un golpe en mi hombro me sorprende tanto que doy un respingo antes de notar a la molesta Euridice frente a mí.

- C-corazon, yo... -empiezo, pero la muestra de su dedo medio justo frente a mí cara acalla cualquier excusa.

- No vuelvas a llamarme, Io -mascullaantes de dar media vuelta y marcharse enfurecida.

La veo salir del cinema y suelto un pesado suspiro.

- Creo que dijiste algo sabré tener sobrinos en el futuro -pronuncia orpheo, con aquel rastro de diversión que tanto odiaba-, espero de todo corazón que los míos te hayan caído bien hoy, Io.

Levantó la mirada como un halcón para poder mirarle con la ira que derribó miles de imperios, acercándome lentamente a él con el fin de estrangularle.

- Voy a matarte -mascullo- ¡Voy a matarte!

Su risa resuena en mi cabeza como una sirena de alerta, una sirena que solo escuché cuando ya era tarde.

~~~~~•~~~~~~•~~~~~~~~•~~~~~~

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro