capitulo 19
"Tranquilízate, Io", me repito. Su mano aún no soltaba la mía y no parecía tener ninguna intención de hacerlo, ni yo la oportunidad de escapar.
— Adelántate —indica Eurídice a su acompañante, quien puso una expresión de alivio al no tener que ser parte de esta incómoda situación.
— Te esperaré en el auto.
El agarre en mi muñeca se suaviza un poco y no desaprovecho la oportunidad de liberar mi mano rápidamente, ganándome en el proceso una mirada de reproche de la rubia.
"Perdón por no querer tener contacto con la misma mano que acabas de usar para acariciar a otro tipo", pensé con resentimiento.
Nos quedamos varios segundos en silencio, acto que duplicó la tensión entre ambos. Odiaba que esto sucediera pero, en primer lugar, yo ni siquiera pedí hablar con ella.
Cuando el tiempo se volvió insoportable tomé un suspiro y estaba a punto de fingir haber dejado el grifo de mi casa abierto hasta que le escuché hablar.
— Él no es nadie importante.
— Vaya revelación —solté, casi sin querer.
Eurídice cruza los brazos a la altura de su pecho y sus cejas se fruncen un poco.
— Pensé que este tiempo lejos te había hecho madurar, Io —reprocha—, ahora veo que solo lo usaste para volverte igual que tus amigos.
Abrí mi boca dispuesto a renegar hasta que me di cuenta que había vuelto a experimentar aquella molesta opresión en el pecho que me inducía a la culpa y el arrepentimiento. Era como si estas últimas semanas hubieran sido borradas y fuera a retomar mi antigua rutina, una que, vista en retrospectiva, incluía muchas escenas como la que tenía enfrente.
Presioné el puente de mi nariz para tranquilizarme y luego sonreí con amabilidad.
— ¿De qué querías hablar, Eurídice?
Me mira a los ojos y luego finalmente deja caer sus brazos a su lado.
— Te lo aclaraba porque no quiero malos entendidos entre nosotros, Io.
Mi ceño se frunció un poco intentando comprender lo que trataba de decirme. Es cierto, no tenía un IQ superior pero esto no eran matemáticas, no se me daba tan mal.
— ¿Por qué debes darme explicaciones? —inquiero— No tengo diez años, Eurídice, sé lo que un "cortamos" implica.
Su mirada se suaviza y suelta un suspiro pesado, murmurando algo por lo bajo antes de bajar un escalón más para estar justo frente a mí, lugar en donde apoya ambas manos sobre mis hombros empezando a acariciarme suavemente con sus pulgares.
— Esa vez estábamos muy alterados, Io, fue algo un poco impulsivo.
— Te llamé después —recuerdo, sin creer lo que estaba oyendo—. Te llamé y me colgaste el teléfono luego de decir que no querías volver a verme.
Sus ojos se ruedan.
— ¿Cuántas veces te he dicho exactamente lo mismo y luego lo solucionamos?
— ¿Y planeabas resolverlo con él? —espeto, señalando hacia la puerta por la que aquel imbécil había salido.
— ¡Esa es la prueba de que aún no estábamos listos! —pronuncia con una sonrisa, como si fuera una revelación magistral— He usado nuestro tiempo separados para pensar que es lo que nos hace falta y cómo mejorar juntos.
A mi cabeza vinieron muchas formas de responder a eso, decidí optar por la menos vulgar pero me di cuenta que no había ninguna, así que me tragué todas las demás y volteé hacia otro lado.
— ¿De verdad crees que podemos echar a la basura tres años de relación, Io? —siguió, empeorando el corto circuito en mi cerebro, alzando entre esa hueca oscuridad un enorme signo de interrogación que pareció notar— No cortamos del todo, esto es solo un tiempo para mí, para descubrirme, para conocer a otras personas antes de volver a donde pertenezco: a tí.
Pasó un breve momento de silencio antes de que casi sin evitarlo se me escapó una risa sarcástica que no pareció gustarle tanto a mi aún "novia". Ahora era ella la que tenía la pancarta con el signo pegado a su rostro y planeaba dejárselo ahí un rato más.
¿Qué clase de chiste es esto? No entendía a dónde iba a llevarnos esta conversación.
— Es decir —empiezo, oscilando entre la diversión y el enojo—, ¿cortaste conmigo porque querías ir por ahí acostándote con quien no has podido en estos tres años?
Su rostro era de incredulidad total. Sabía que había sido una puñalada pero fue lo mínimo que podía hacer por el "yo" que pasó derrumbándose en una bañera luego de nuestra ruptura. Fue lo mínimo.
— No tengo que darte cuenta de lo que hago con mi cuerpo —soltó, apartando sus manos de mis hombros—. Si te detuve es porque creí que habías tomado este tiempo para pensar como yo y reconocer que había algo mal en nuestra relación a pesar del amor que nos tenemos. Además...
Me estaba frustrando cada vez que una palabra más salía de su boca. Hubiera preferido que esta plática fuera sobre nuestras cosas, sobre los obsequios, hubiera agradecido incluso que pidiera mi firma sobre un contrato de confidencialidad. No quería tolerar esto.
— Eurídice —interrumpí repentinamente, pasando mi sudada palma por mi helado rostro—. ¿Qué buscas de mí?
— ¿Qué quieres decir? —responde, viéndome cautelosa.
— No soy ni siquiera una pizca de lo que tus padres quieren para ti, ¡No soy ni siquiera comparable con tus otras parejas! —exclamo abrumado— ¡¿Qué es lo que ves en mí?! —sentía que el aire de mis pulmones se venía abajo pero aún así me obligué a verla.
— ¿Te has tomado tus medicinas, Io? —inquiere, lo que empeoró mi impaciencia.
—¡Olvídate de las medicinas, estoy haciendo una pregunta! —callo con desesperación— Puedes... ¿al menos mencionar una cosa?
Entonces ahí, frente a mí, pude ver al amor de mi vida enredarse con las palabras antes de empezar a enumerar virtudes absurdas como la estabilidad, la paciencia y la valentía; cosas que yo sabía de antemano que no poseía. Pintó lo que ella quería ver y entendí que siempre fue así a sus ojos. Yo siempre fui lo que quiso ver y no lo que realmente soy, no fue nada más que una relación unilateral.
— Io, te amo —finalizó, con los ojos llenos de esperanza—. Te amo pero quiero estar segura de que puedo ser la mujer con quien vivas el resto de tu vida, y para eso necesito tiempo.
Su mano cálida busco la mía y me apretó intentando transmitir confianza y afecto en esa acción, y entonces recordé que yo amaba que lo hiciera, que la amaba a ella por completo sin importar los dramas constantes, me parecía la mujer de mis sueños, tan dulce que creí poder pasar cada segundo de mi existencia contemplándola.
Pensé en lo que más amaba de ella y me sentí culpable.
Su mano aún no soltaba la mía y me tomé el tiempo para pensar con claridad antes de tomar una decisión.
— Como quieras —respondí, devolviéndole el apretón—, toma el tiempo que necesites para ti.
Sus ojos se mostraron conmovidos y no demoró en inclinarse a abrazarme con la fuerza y tiempo suficiente para impregnar su perfume caro en mi ropa barata.
La acción duró poco, interrumpida por un impaciente chico tocando el claxon frente a la casa trayendo nuevamente a la realidad a la rubia.
— Debo irme —avisa, alzándose para plantarme un beso en la mejilla— ¿Te parece si vamos por un café un día de estos para seguir hablando? Te enviaré la dirección.
Guardé las manos en mis bolsillos, sintiendo repentinamente el frío de la noche, y me encogí de hombros.
— No tengo móvil actualmente.
Eurídice hace una mueca de disculpas.
— Perdón, lo rompí —recuerda, yo me limito a sonreír—. Te conseguiré uno nuevo, lo prometo.
Dicho esto se apresura a buscar la puerta; sin embargo, antes de salir se gira a mirar hacia el lugar en el que aún seguía parado.
— Gracias por esperarme —dijo— no, me equivoqué contigo.
Luego se fue.
Me quedé un momento más de pie en ese lugar antes de dar media vuelta y empezar a subir nuevamente los escalones con rumbo a otra habitación.
— Dije que lo entendía —murmuré con una punzada inevitable en el pecho pero sin remordimiento alguno—, pero no aseguré que te esperaría.
Me sentí culpable, sí, pero porque yo igual que ella me enamoré de una idealización, no de la verdadera Eurídice.
El amor es amor a final de cuentas, yo la amo pero eso no significa que no haya podido ser capaz de leer entre líneas de su descabellada propuesta egoísta. El amor no se esfuma tan rápido, pero sí pierde con el tiempo ese efecto psicodélico que te nubla la realidad. Eurídice ya no tenía el mismo efecto en mí, un narcótico aún más fuerte y adictivo me había vuelto inmune a sus espaldas.
Asomé mi rostro por el borde de la esquina del pasillo y comprobé mis sospechas. Apoyado contra su puerta estaba aquel alto chico en silencio viendo la pared frente a él, lucía perdido en sus pensamientos hasta que, como si notara mi presencia, sus ojos me encontraron de soslayo.
Solté un suspiro exageradamente largo y luego me apoyé contra la pared del pasillo, viéndole.
— ¿Ya te sientes mejor?
Me miró en silencio un momento antes de sonreír levemente.
— Lo estoy.
Asentí con tranquilidad, agradecido de que no hubiese hecho mención de lo que seguramente oyó. Ambos permanecimos un rato más así, viéndonos apoyados paralelamente envueltos en la oscuridad del pasillo y la poca luz que proyectaba la planta baja. En ese lugar me encontré a mí mismo con ganas de avanzar y... ¿y qué? No lo sabía y tampoco lo descubrí porque recordé que había prometido regresar a casa cuanto antes.
— Debo irme —aviso, jugando con mis dedos.
Le veo asentir y hago lo mismo con la intensión de marcharme, pero no podía. Mis pies dudaron en si avanzar hacia el frente o hacia las escaleras mientras mi rostro volteaba hacia cualquier lado que no fuera hacia la persona frente a mí.
Ah...¡Qué demonios pasa conmigo!
Cuando por fin sentí que había sido suficiente humillación me atreví a caminar en su dirección hasta chocar de manera despreocupada mi puño contra su pecho. Mis ojos subieron a los suyos y pude ver en ellos un sentimiento indescriptible.
Sonreí y alcé mi mano para pellizcar su mejilla.
— Nos vemos, guapo —solté, lanzándole un guiño.
Di la vuelta y estaba ya saliendo del pasillo cuando oí su voz.
— Adiós, Io.
***
Orpheo desapareció.
Desde esa noche en su casa ha pasado ya poco más de un mes y sigo sin saber de él, admito que le noté un poco extraño ese día pero no tardé en restarle importancia. Tampoco es que me importe el estorboso extranjero pero una leve señal de vida no vendría mal.
Le maldigo por lo bajo y me acomodo mejor en la banca del campus en que descansaba tras haber acabado mis clases.
— ¡Hey! —exclama Baian, apresurándose a llegar a mi lado— Te estaba buscando, mayura y herda quieren que las acompañemos hoy a la inauguración del nuevo restaurante de sus padres, debes de venir con nosotros.
Dejo con pesadumbre mi móvil con el capítulo de Supernatural a medio recorrido para voltear a ver a aquel individuo con desagrado.
— Baian, si quieres cogerte a Herda no veo el porqué debes arrastrarme contigo a tal tortura auditiva de escucharles parlotear toda la noche. Además, tengo algo que hacer ahora mismo y una temporada completa que ver para hoy en la noche. Olvídame.
Me dispongo a ignorar su presencia pero me lo pone difícil al sentarse a mi lado, demostrando con actitud que estaba dispuesto a convencerme. No podía ignorarlo, no si se estaba robando mi preciado oxígeno.
— Io, ¿te lo estás pensando bien? ¡Son bellísimas y tienen dinero! No puedes preferir pasar toda la noche viendo una serie a salir con esas dos hermosuras.
— Gracias, pero prefiero ver a los monstruos tras una pantalla, no ir de cena con ellos. Es mi política.
Me pongo en pie dispuesto a no seguir escuchando su habladuría pero con la voluntad de un guerrero Baian me sigue soltando más y más argumentos de porqué debía acompañarle. Me di por vencido con mi capítulo y chequé la hora en la pantalla de mi nuevo móvil, que en realidad era el viejo móvil de Kanon; tardé un día entero en limpiar el historial de su porno.
— Io, te lo pido como un buen amigo, si tu no vienes mayura no tendrá con quién hablar y sería poco más que un estorbo para mi noche.
Aparto la mano que tenía la intención de tocarme y le lanzó una sonrisa antes de guardar mi móvil en el bolsillo.
— Como decía mi abuelita —cito—: "quién quiera comer pescado, que se moje el culo." Suerte, Baian.
Empecé a marcharme y pude oír claramente los chillidos de frustración de aquel semi-adulto.
— ¡Io! —se quejó a mis espaldas— ¡Te daré los pendientes que querías!
Le mostré mi dedo medio sin darme la vuelta y me dirigí a un lugar específico.
Las temporadas de vacaciones están a la vuelta de la esquina y eso, contrario a lo que pueda parecer, no significa algo bueno para mí. Vacaciones significa gastar dinero, eso mi arrendador lo sabía muy bien y curiosamente es justo el periodo en que sube el precio del alquiler debido a "gastos de mantenimiento" que solo se evidencian en un nuevo color de cortinas en la planta baja.
Pero mis gastos no solamente se limitan a mi alquiler, no, no es tan fácil. También debo costear proyectos en los que debo trabajar y los libros que componen el marco teórico de investigaciones que también debo realizar. Joder, nunca había considerado ir a dejar mi currículum a un table dance tanto como hoy ¿Debo ir pensando en mi nombre artístico?
— ¡Hey! —la misteriosa capacidad para reconocer que se dirigían a mí me hizo abandonar mis pensamientos emprendedores para mirar hacia un grupo de chicos que esperaban en una mesa— ¡Por aquí!
Sonreí sin mucho ánimo y caminé hacia ellos ignorando que estaba siendo víctima de la peor y más descarada evaluación. Los tipos eran de aquellos que vestían ropas de marca y gomina en el cabello pero que poco sabían sobre ordenar oraciones de manera coherente; no los culpo, yo me beneficio de esto último. Estas personas pertenecen a la brillante y modesta facultad de ingeniería y arquitectura.
— Pensé que ya no ibas a venir —soltó la chica que me había contactado un par de días antes, kathya—, te reconocí por tu atuendo.
Me abstuve de mirar hacia mi camisa con un collage de gatitos con navajas y tomé asiento notando que también había otro estudiante de literatura entre ellos. Lo reconocí por estar en una de mis clases y el símbolo del socialismo pegado en su laptop.
Tomé asiento y también saqué mi portátil.
— ¿Has avanzado? —inquiere kathya, ojeando con curiosidad el desorden de mis carpetas.
— Sí, solo me falta revisar las conclusiones y citar tu bibliografía en formato APA —informo.
Ella asiente satisfecha y retoma la charla con sus amigos mientras yo tecleo.
Muy bien, no acabé en un table dance pero sí vendí mis habilidades de redacción y corrección de trabajos investigativos a personas como estas. No quiero decir que me desagraden, para nada, Sorrento es estudiante de ingeniería, es solo que...
— ¿De qué puedes trabajar con tu carrera? —soltó un tipo a mi lado.
Mi dedo tomó un poco más de tiempo en bajar para presionar una tecla tras su pregunta pero fingí naturalidad. Mi colega socialista y yo intercambiamos miradas sobre la pantalla de nuestras portátiles y pude saber que pensábamos lo mismo. "¿No se saben otra jodida pregunta?"
— Hay algunas cosas como...
— ¿Quieres ser escritor? —interrumpió divertido.
Si.
— No —negué con cierto rechazo para ocultar el seguro sonrojo de mis mejillas.
Soltó una risa similar a sus demás compañeros en la mesa y palmeó mi hombro con una empalagosa y para nada bienvenida fraternidad. Miré su mano de matemático con asco.
— Lo siento, hermano, es que ya sabes —no, no sé—, hay muchos rumores sobre la facultad de literatura y filosofía.
Rápidamente supe por qué lado iba la cosa, así que dejé de teclear de inmediato para verle con fastidio.
— Sí, sí nos bañamos; no, no vendemos marihuana.
— Yo sí vendo —afirma mi para nada inteligente colega, alzando tímidamente su mano.
— Ya sé, cállate —gruño en su dirección, evitando que saque su mercancía.
El niño bonito a mi lado toma una actitud digna y recta mientras asiente comprensivo.
— No se preocupen, nosotros no juzgamos —aclara, obteniendo el respaldo de los demás—. Cada quien se gana la vida a su manera.
Le miré en silencio por unos segundos, los que necesité para imaginarme un dólar en su frente y luego continué con mi labor.
— Yo, por ejemplo —continúa, haciéndome rodar los ojos en mi mente al sentir venir el discurso. Inmediatamente empecé a buscar "la vaca Lola" en la emisora de mi cerebro—, voy a graduarme el próximo año y este que viene tomaré una pasantía en GCA.
Kathya, la chica a mi lado suelta una risita y despega su mirada de la pantalla de su móvil con diversión.
— Ya lo sabemos, Dante, nos lo has dicho como veinte veces —recuerda, antes de regresar la mirada a su pantalla—. La mía está siendo considerada; ojalá apruebe.
La vaca Lola, la vaca Lola~
— ¿Para qué ir a GCA? —suelta alguien más— Dicen que solo te ponen a organizar papeles.
Tiene cabeza y tiene cola~
Kathya rueda los ojos justo cuando el tipo a mi lado bufa en desacuerdo, similar a varios de los presentes en la mesa.
— ¿Quizá porque podré conseguir un puesto en una de las mejores constructoras de Europa? —soltó él.
La vaca Lola, la vaca Lola~
— ¿Tal vez porque podré ver diariamente a orpheo Gauthier mirarme con desprecio?
Tiene...¿Qué?
Varias chicas soltaron una ruidosa risa estando de acuerdo. Por mi parte, había empezado a oprimir teclas al azar. Al diablo la vaca Lola, su cabeza y...
— Qué rico —murmuró alguien—, ¿Se imaginan que te llame a su oficina y tener el placer de sacarle la ropa sobre su silla?
Y tu cola.
Mi amigo hablador no tardó en burlarse.
— Como si el heredero europeo de una empresa multimillonaria y futura cabeza del grupo Lycorp fuera a elegir, entre todas sus opciones, a una pasante —escupió sin misericordia—. Es mas fácil que Eurídice Gauthier me proponga matrimonio.
Sin poder evitarlo se me escapó una risa sarcástica. Ni en tres años, mi querido amigo iluso, ni en tres.
Justo cuando terminé de pensar eso noté que todos me veían.
— Efectos secundarios de no bañarse —explico, quitándomelos de encima pero ganándome una mirada peculiar.
— Pues —continúan como si nada—, es más fácil que Eurídice te proponga matrimonio antes que orpheo tome el mando del grupo Lycorp —agrega alguien más—, no después de su escándalo en París el año pasado.
Ahí fue justo cuando dejé de leer lo que tenía enfrente para empezar a prestar atención a la conversación que había tomado un giro más de mi interés.
— Pero, ¿qué fue exactamente lo que sucedió? —preguntaron— Creí que había sido algo pequeño.
Quien había hablado primero bufó.
— Dicen que sus padres pagaron una exorbitante cantidad para echarle tierra al asunto —informa, deslizando su acrílica uña por la pantalla de su móvil en cuyo protector ponía "Kathya"—. Pero tuvo que ser algo grande como para que de un momento a otro la propia GCA haya quitado a su heredero como principal candidato para estar al mando del grupo Lycorp.
Alguien más chasqueó los dedos.
— Pensé que habían sido los demás miembros del grupo que habían solicitado que se considera a alguien más —dijo con asombro.
— No —aclaró con media sonrisa—, fueron sus propios padres; los mismos que desde entonces le han dado a Eurídice la opción de heredar la empresa familiar en lugar de orpheo.
Ahí sí que tuve que pararlos mientras sacudía la cabeza sin entender.
— A ver, vamos por partes que ya me perdí —pedí bajo la mirada inquisitiva de todos—. ¿Qué es eso de grupo Lycorp? y ¿para qué quieren CGI? ¿Hacen pelis?
— Es GCA —me corrigen, como si fuera un burro, cosa que acepté—, son las siglas de Gauthier Construction & Administration.
Asentí, anotándolo, literalmente, en mi blog de notas.
— Continúa —indico, pero rápidamente señalo al tipo a mi lado, dante—, pero sigue tú, eres el que más habla.
Él me miró con fastidio pero estoy seguro que de llevar una corbata en su cuello se la hubiese acomodado justo cuando carraspeó, gustoso de poder presumir su conocimiento.
— El grupo Lycorp, ser humano que vive bajo una roca —suelta mordaz, pero yo nunca había estado prestando tanta atención—, es un grupo de empresarios con intereses comunes que trabajan, en su mayoría, para beneficio de todos los miembros.
Vio que estaba prestando atención así que continuó.
— Hay empresas pequeñas ahora pero los fundadores son cuatro: GCA, Lumiere's, S.Stone y V&D —explica—; entre ellos hay empresas de marketing, hoteleras, mobiliarias, cadenas, etc.
Terminé de anotar con mi ceño levemente fruncido lo que había dicho. Si antes me parecía extraño no saber nada sobre la vida de Eurídice ahora me parecía una locura. Digo, si bien es cierto que sus padres me odian y desde un principio se opusieron a nuestra relación, ¿no es un poco normal compartir ciertas cosas con la persona que lleva tres años a tu lado?
Eurídice solía quejarse mucho de que su hermano fuera a quedarse con la empresa, al parecer había sido una decisión tomada desde el inicio y ella jamás había tenido ni una oportunidad. Sin embargo, cuando esta decisión cambió ni siquiera lo mencionó, fue como si yo jamás hubiese sido lo suficientemente importante en su vida como para compartir algo de esa magnitud conmigo.
Tomé un suspiro, recordando lo que habíamos hablado aquella vez. Ella se lo había tomado en serio, me había desbloqueado de sus redes y ahora podía ver en exclusiva cómo se prepara para ser la mujer "que yo merezco" junto a su nuevo amigo, o viejo, si tomamos en cuenta que es su ex. Por mi parte, no importaba si quería revolcarme por ahí con alguien más, no tenía dinero para eso y la única persona interesada en mí y consiente de mi pobreza había desaparecido.
— De todas formas —sigue mi informante—, ¿De qué te sirve a ti saber sobre esto? A menos que quieras cambiar de carrera, claro.
Y bien, así es como recuerdo que estoy aquí solo por trabajo. Me apresuré a agregar las referencias bibliográficas de Wikipedia a toda prisa repitiéndome que mi trabajo es solamente editar, no tengo por qué sentir vergüenza de colocar sitios de poca credibilidad en la bibliografía.
— Si ibas a gastar cinco años de tu vida, ¿por qué no elegir una carrera que te dé de comer?
¿Por qué todo me recuerda a ti, Eurídice?
— ¿Y gastar los mismos cinco haciendo algo que no me gusta? —respondí sin mucho interés, ya estaba acostumbrado.
— Es mejor que toda una vida vistiendo ropa de segunda y tenis desgastados —soltó shoko con ese tono mordaz que, en el poco tiempo que la conocía, sabía que usaba en cada oportunidad.
Ni siquiera me tomé el tiempo para ocultar mejor mis All Stars y evitar que todos los que habían bajado la vista para verlos notaran que tenía razón, la misma que tenía con mi conjunto de hoy. Tecleé con mayor rapidez.
Shoko soltó un suspiro lastimero.
— Tanto esfuerzo por una plaza en McDonald's y transporte público —soltó, como si fuera para si misma pero con el tono adecuado para todos.
— Terminé —aviso, acallando cualquier otro comentario.
De inmediato le paso la memoria a katha, quien asentía pensativa a lo dicho por su amiga mientras observaba de reojo mi camiseta. Al notar que la veía aparta la mirada y toma lo que le ofrezco antes de sacar el dinero acordado por mi trabajo.
— Aquí tienes. Gracias, Io.
— Bien, llámame si necesitas algo más —ofrezco al momento de levantarme.
— Oh, aguarda —me detiene dante sacando de su billetera cinco dólares y poniéndolos en mi mano mientras me mira fijamente con una sonrisa—. Date un lujo por hoy, amigo, paga un Uber.
Aprieta mi mano y me da un par de palmadas antes de dejarme ir. Entonces me sentí mal, avergonzado, pero no por el dinero sino por la cara de asco que le lancé; aunque por supuesto que no le devolví el dinero.
Levanté mi cabeza como despedida hacia mi colega que tras mi partida estaba destinado a ser el nuevo conejillo de indias y rogué desde el fondo de mi corazón por que al menos vendiera su mercancía.
¿Ves lo que tengo que hacer por ti, Sir Bigotes? Un par de ratas al mes no lo compensan.
Saqué mi móvil al bajar el bordillo del estacionamiento y volví a buscar aquel perfil que figuraba como el primero en mi historial de búsqueda. Entré y, como era obvio, seguía privado. Leí por centésima vez el "¿Deseas enviar una solicitud de amistad a orpheo Gauthier?" Y mi dedo tardó más de lo normal en intentar salir de ese lugar.
— Ni una jodida llamada —murmuro.
Bloqueo la pantalla y justo en el momento en que subo la mirada choco contra la espalda de un chica.
— ¡Fíjate! —regaña.
Sacudí mi cabeza aturdido y entonces noté que había más de una persona que con falsa indiferencia veían como un...oh.
Rápidamente me pequé a un árbol fingiendo llamar por teléfono mientras me unía a la multitud que fingía no ver con asombro como un jodido Ferrari, más brillante que el futuro de media universidad y con el costo de un año de presupuesto de la misma, se aparcaba entre los polvosos esperpentos de metal.
Apunté la cámara de mi móvil con discreción, fingiendo textear, pero cualquier intento de disimulo se quedó en la nada al ver a través de mi pantalla agrietada como de tal maravilla salía un atractivo ser humano vistiendo pantalones negros a la medida y una camisa de botones del mismo color que a su vez combinaba tanto con el auto como con las gafas oscuras que traía.
Casi pude verlo sacarse las gafas en cámara lenta, desnudando un par de ojos igual de irreales, al igual que casi pude sentir el olor de su perfume acariciar mi nariz hasta hacerme tragar grueso.
La mayoría seguramente pensaban, ¿quién es este tipo?, Yo solamente podía pensar que no importaba cuándo o dónde le viera, orpheo Gauthier siempre se las arreglaba para ser el centro de atención.
Sonreí con cierta melancolía mientras presionaba el botón de capturar para tomar la fotografía tras la que pensaba marcharme en silencio, pero su rostro serio girando cual serpiente hacia mí me hizo darme cuenta de que mi estupidez era tal que había tomado una con flash.
Vaya mierda.
¡No era mi culpa que Sir bigotes fuera tan oscuro! ¡necesitaba flash para capturar a la perfección su azabache cuerpo 24/7!
Pude ver en la mirada que todos me lanzaron la palabra "idiota", y estuve de acuerdo.
Mi cuerpo se había erizado al ver la mirada gélida que me lanzó pero justo cuando creí que sacaría un arma y me daría tres tiros pareció ver claramente de quién se trataba y su expresión se suavizó. En sus antes inexpresivas comisuras se dibujó una sonrisa coqueta.
Sacudí con un poco de vergüenza mi móvil.
— Fotografiaba el auto —miento con dignidad.
Su sonrisa incrementa y abre la puerta del copiloto, dispuesto a aceptar mi farsa.
— ¿Quieres fotografiarlo desde adentro?
Mi rostro se calentó y presioné mis labios en una delgada línea al intentar descifrar sus intenciones. No sabía si era en serio o si estaba jugando conmigo.
— Sube —indica, como si pudiera leer mis pensamientos—, vine a recogerte.
Sus palabras no me sorprendieron tanto como a los curiosos que habían logrado oír su declaración, sabía que esa boca era de todo menos discreta así que aparenté tranquilidad por esta vez y en lugar de discutir me señalé mirando dramáticamente hacia mis lados y le escuché soltar una risa.
El público estaba estupefacto viendo a alguien como yo avanzar hacia alguien como él; éramos tan opuestos, ni en un millón de años podrían adivinar hasta dónde habíamos llegado. Oí los cuchicheos, él seguramente también los oyó, pero ninguno apartó la mirada del otro.
— Subiré solamente porque quiero ahorrarme lo del transporte —aclaro, fingiendo indiferencia.
Se supone que debo estar molesto por su desaparición pero curiosamente me encontraba ansioso por este momento. Claro, él no debía saber que había estado esperando este momento durante más de un mes ni que había estado a punto de llamarle muchas veces. No debía saber que le había extrañado.
— Te ves hermoso —susurra cuando paso a su lado.
Trago grueso cuando mi hombro roza con su pecho pero cuando vi que tenía la intención de plantarme un beso recuperé de golpe mi razón.
— Ni siquiera te atrevas, musaraña del Mediterráneo —mascullo.
Suelta una risa y con un poco de vacilación camina hacia su puerta, siendo acribillado por mi mirada. Lo odiaba, pero me odiaba más a mí por encontrarlo irresistible cuando se supone que debería estar alejándome orgulloso de él.
Refunfuño por lo bajo y estaba a punto de entrar al auto hasta que vi a poca distancia hacia la mesa donde había estado trabajando y noté a más de uno de pie viéndome con sorpresa.
Una sonrisa maliciosa creció en mis labios.
Muchas de las personas que estaban viendo seguro no sabían mucho acerca de la identidad del francés más que lo evidente: guapo y con dinero. Sin embargo, otros como ellos sí lo sabían, y no negaré que me encantó la idea de que lo hicieran.
Saqué de mi bolsillo el billete de cinco que me habían dado y se los mostré, fingiendo inocencia.
— ¡Gracias! —exclamé— ¡Ya vino mi Uber!
Y así entre con tranquilidad al auto, tranquilidad que solo duró unos segundo después de que cerrara la puerta porque luego me destornille de la risa.
— ¿Viste su cara? —solté, dispuesto a compartir mi sensación de venganza hasta que vi que el chico a mi lado no parecía tan divertido mientras lanzaba una última mirada a mi víctima. De repente también se me quitaron las ganas de reír— ¿y ahora qué?
— ¿Quién es? —pregunta.
— Un idiota —respondo, luego recordé algo y le miré de soslayo—, uno que quiere ser pasante en GCA.
Las siglas habían llegado a sus oídos y una de sus cejas alzándose me indicó que había dado en el clavo. Sus labios no tardaron en dibujar una sonrisa mientras arrancaba.
— Dicen que ahí solo te ponen a ordenar papeles —continúo con falsa indiferencia—, y que el hijo del jefe es un amargado.
— Tienen razón —admite.
— También dicen que seduce pasantes al estilo Christian Gray —añado, evaluando mis uñas.
Le escuché soltar una risa y pronto negó en desacuerdo.
— Ahí sí que difiero—advierte, saliendo de la universidad—. Conociendo a su pareja dudo que sea tan imbécil como para fijarse en alguien más.
— ¿Cuál de todas? —me burlé.
— La maravilla de pelirosado que lo ha traído como un loco desde que le vio por primera vez —responde, haciendo que entrecierre mis ojos en señal de amenaza. Me mira por un segundo—. Dicen que tiene los ojos más hermosos que puedas imaginar, y ni hablar de su boca de ensueño; dan ganas de intentar arrancársela a besos.
— ¿Tiene de pareja a alguien así? —solté con sorpresa— ¿Con todo y su incapacidad para enviar un mensaje durante un mes?
Se rio por lo bajo de una manera que me hizo saber que no iba a tocar el tema.
— Estoy feliz de que no hayas cambiado ni un poco, Io —admitió, estirando su mano para apretar mi mejilla—, y también de que conozcas más sobre el negocio familiar, eso nos vendrá bien en la cena de esta noche.
Estaba tan ocupado intentando morderle los dedos que cuando dijo lo último me mordí por error mi propia lengua. Maldije entre lágrimas mientras sujetaba mi boca y sentí como el coche se aparcaba rápidamente antes de notar las manos de orpheo en mi rostro.
— ¿Estás bien, Chèrie? —inquiere con preocupación— Déjame ver, déjame ver.
Aparta mi mano y abre mi boca para luego analizar la situación con su ceño fruncido, lucía tan serio con su tarea que cuando utilizó uno de sus pulgares para abrir mis dientes no se esperó que alguien tan listo y maquiavélico como yo le fuera a morder.
Soltó una exclamación en su idioma natal pero ni siquiera me di tiempo para reírme de su ciega confianza, simplemente le miré molesto.
— ¡¿Qué cena?! —pregunté, ignorando el dolor en mi lengua.
Orpheo habló luego de asegurarse de que no iba a perder su dedo.
— Me han invitado a una cena de negocios fuera de la cuidad —explica, enfatizando las palabras como si fuera un animal rabioso e impulsivo—, quiero que me acompañes.
Le miré sellando mis labios con todas mis fuerzas para no darles mis saludos callejeros a todo su árbol genealógico. Le señalé sintiéndome traicionado.
— ¡Sabía que lo del Ferrari era muy sospechoso!
Soltó un suspiro y con mucha cautela bajó la mano que le señalaba, acariciándome para tranquilizarme, lo cual logró con mi cuerpo más no con mis ojos que seguían viéndole de la misma forma. Acortó un poco la distancia y usó su otra mano para acunar mi mejilla.
— Si no quieres venir lo entenderé —pronuncia, viéndome fijamente—, yo tampoco iría si pudiera elegir. Es solo que pensé que si tengo que estar ahí al menos me gustaría ir con la única persona que hace que cualquier lugar sea sublime tan solo con su presencia.
Nos miramos por un momento más, el tiempo en que me perdí en los destellos de ese par de ojos que me invitaban a creer en él, pero tenía miedo, sinceramente no quería hacerlo.
Bajé la mirada.
— No soy la persona adecuada para ir ocasiones especiales, no pertenezco a esos lugares y tampoco sé usar los cubiertos —me sinceré, recordando mi anterior noviazgo. Luego sentí la necesidad de reír para no parecer tan lamentable—. Ni siquiera pude obtener el puesto de mesero en el restaurante...
No pude continuar, su boca se había llevado mis palabras y para cuando el contacto sutil y tibio terminó, ya hasta había olvidado la razón por la cual estaba con él.
— No me estás entendiendo —susurra, acariciando mi brazo con su mano en ascenso hasta mi otra mejilla—, quiero llevarte a ti, Io scyllia, no a alguien quien no eres.
Hago una mueca.
— ¿Con camisa de gatitos delincuentes?
Orpheo soltó una risa contra mi boca y me propinó un corto beso más antes de separarse.
— Eso sería bastante original —reconoce, pero se inclina a sacar de tras su asiento una caja de tamaño regular—, puedes elegir entre ella o esto de aquí.
Tomo la caja con un poco de incertidumbre y al abrirla tuve otra razón para refunfuñar.
— ¿Incluso me trajiste ropa? ¿Cómo diablos sabes mi talla, raro?
— Fue fácil. Tu talla es "P" —responde con tranquilidad— de Perfecto —le veo con advertencia y luego alza un dedo para añadir algo más— o, más bien, de Princesa.
No pude reprimir el pellizco que le di. Sí, sus palabras me habían avergonzado, pero el hacerme pasar vergüenza se paga con dolor.
— ¡Ni creas que iré!
— ¡Está bien! —exclama en un intento por salir de mis garras— ¡Te pagaré por hora!
Le solté a la velocidad de un rayo y puse mi mejor sonrisa de negocios.
— Oui, oui, monsieur —pronuncié con carisma—. ¿De cuánto estamos hablando?
Juro que no tengo una obsesión con el dinero, ¡Solo tengo un gato y una carrera que sostener!
Sus ojos me miraron entrecerrados por un momento y luego me hizo una señal para que me colocara el cinturón.
— Lo suficiente como para que vayas por ahí chocando autos nuevos.
Al escucharle me golpeó la sorpresa, mi boca se abrió para protestar pero la cerré de inmediato. ¡Había chocado su auto!
Me acomodé con nerviosismo bajo su mirada divertida y me coloqué el cinturón sin rechistar.
— Que sepas que no fui yo —miento—, nos chocaron, orpheo, ¡demándalos!
Se encoge de hombros.
— Qué raro, no vi eso en la cámara de seguridad en el interior del Audi —mencionó, haciéndome tragar grueso— De todas formas, ¿Sabías que el Ferrari 812 superfast puede pasar de cero a cien kilómetros en menos de tres segundos?
Le miré rápidamente con pánico.
— ¿Qué? No, orp... orpheo
— Creí que te gustaba la adrenalina, carreras ilegales y eso —suelta sonriente al repetir lo que había dicho la noche que choqué el auto—, pues tenemos diez minutos para llegar, "cariño" —enfatizó.
El motor rugió y yo solo pude aferrarme al cinturón con terror.
— ¡Nos van a arrestar! —advertí.
Orpheo sujeto con determinación el volante.
— Solo si nos alcanzan.
Y así aceleró. Entre mis gritos de pánico creí ver mi vida pasar ante mis ojos, lo que me hizo ser consiente de que había sido mala y aburrida; bueno, en su mayoría. ¿Si llegaba a sobrevivir sería mejor? Diez minutos después, cuando pisé la pista asfaltada del aeropuerto supe que..."interesante" no siempre iba de la mano con "mejor".
— ¡Ni creas que me subirás a ese jodido Jet! —grité, pataleando— ¡Chocaré tu Ferrari! ¡Lo chocaré!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro